Rafael Fenoy Rico •  Opinión •  09/08/2023

Derechos de Autor versus Inteligencia Artificial 

No será porque la confrontación robótica-humanidad viene siendo anunciada desde hace décadas. Quién no recuerda las 3 leyes de la robótica que publicitó Isaac Asimov explicitadas en 1942 en su relato “Círculo Vicioso”. Por cierto el título se antoja profético. Y la primera de ellas: “Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño” viene sistemáticamente ninguneada, por quienes crean esos robots. Y el asunto se ciñe a la palabra “daño”. Porque la llamada Inteligencia Artificial (IA) no es otra cosa que asuntos de robots, programados por humanos (de momento) y que destruyen millones de puestos de trabajo, al hacerlos innecesarios para producir bienes y servicios. Esto causa DAÑO, a quienes profesionalmente se ven en la calle. Y es que este tema recurrente en bastantes campos de la actividad humana, la Inteligencia Artificial (IA) suena y mucho, porque ha llegado para quedarse. Y ya se perciben dos fases: La primera mientras nuestra civilización, condenada al exterminio, mantenga energía suficiente para que funcionen las maquinas “inteligentes”. Después, la segunda, seguro que ellas, ya autónomas generaran la suya propia. Quienes, de momento dicen que controlan a estas IA`s, no paran de “crear” en campos dispares de la Cultura y de la Ciencia para la Industria. Estas IAs generan conocimientos, producen bienes, servicios e incluso obras de arte. En general, pero especialmente en esta última faceta, los algoritmos (procesos de toma de decisiones), a los que obedecen estas máquinas (IA), se alimentan de creaciones que las personas han ido realizando a lo largo de la historia de la humanidad. Porque cabe preguntarse si en realidad se crea algo. A lo largo de la historia se ha tenido cierta precaución al invocar el concepto “creación” ya que esta debe contemplarse en dimensiones más modestas que la capacidad creadora atribuida a la deidad. ¡Que aparezca algo de la “nada”! Ni siquiera el universo comenzó de esta forma, al menos hasta dónde alcanza lo conocido, ya que aún no se ha llegado a intuir el estado primigenio donde la nada era. Una paradoja lingüística, porque evidentemente el verbo SER sólo es aplicable a lo que existe y si nada había, es que nada de nada existía. En este sentido no es posible sustantivar la “nada”. Sin embargo eso de la creación es muy, pero que muy atractivo para los seres humanos y el lenguaje no parará de dar vueltas sobre el asunto, aunque quienes programan a estos “robots, IA” saben que estas “maravillosas” maquinas IA de hecho nada “crean”. Estas IA ya se han extendido y lo seguirán haciendo y si existen y “trabajan”, “producen” … ¿Por qué las maquinas IA no pagan impuestos? Y si deben hacerlo que aporten en función no sólo de la acumulación de plusvalía que generan en sus “amos”, también por los derechos de autor de aquellos fragmentos de conocimiento o referencias de obras artísticas anteriormente producidas por humanos. Este es el tema de fondo: Como evitar que las IA produzcan daños a las personas (1ª Lay de la Robótica). Para ello debe ajustarse tanto la fiscalidad como de la salvaguarda de los derechos sobre la autoría de las creaciones humanas. Porque la ola IA ha permitido a un grupo de “listos” utilizar para su provecho lo que otros sudaron con su trabajo creador. En esta economía de mercado todo vale su precio y el precio incluye además lo que cuesta producirlo. En ese sentido un manifiesto promocionado por la Sociedad General de Autores de España (SGAE) denominado “IA: Respeto a la creatividad humana” advierte de la necesidad de que ante “la proliferación de la Inteligencia Artificial (IA), se debe respetar a los artistas, creadores e intérpretes, proteger la creatividad humana, mantener sólidos los principios de los derechos de autor y desarrollar y aplicar prácticas justas de concesión de licencias. Al mismo tiempo, deben adoptarse soluciones globales para garantizar que las empresas de IA remuneren a los artistas, intérpretes y creadores humanos cuyas obras son explotadas.” Porque de hecho son las obras creadas por humanos las que “se están utilizando para entrenar la IA sin su autorización, remuneración o incluso reconocimiento, a menudo bajo la apariencia de «investigación».” El mencionado manifiesto está apoyado por más de 6 millones de creadores, intérpretes y editores de todo el mundo, que pretenden hacer llegar a las instancias políticas del mundo mundial la solicitud de que se comprometan a desarrollar legislaciones coherentes con una serie de principios. 1. Se debe defender y proteger los derechos de los creadores e intérpretes cuando son explotados por sistemas de IA. 2. Las licencias deben estar activadas y ser compatibles. 3. Deben evitarse las excepciones que permitan a los sistemas de IA explotar obras y representaciones protegidas por derechos de autor sin autorización o sin remuneración a los mismos. 4. Los créditos de los creadores e intérpretes humanos deben ser reconocidos cuando se haya explotado sus obras por sistemas de IA. 5. Deben aplicarse obligaciones de transparencia para garantizar prácticas de IA más justas y que garanticen de manera suficiente la trazabilidad y la concesión de licencias, la identificación de las obras y representaciones creadas por los sistemas de IA, como tales. 6. Las obras generadas por IA totalmente autónomas no pueden beneficiarse del mismo nivel de protección que las obras creadas por humanos. 7. La IA es sólo un instrumento al servicio de la creatividad humana, y los planteamientos jurídicos internacionales deberían reforzarlo. Es fácil advertir que se quedan muy cortas estas aspiraciones. Desde la revolución industrial las máquinas no han congeniado con las gentes trabajadoras. La aplicación del ingenio humano a dar respuestas a las necesidades humanas debería haber ayudado (no lo han hecho) a mejorar las condiciones de vida de los miles de millones de personas que habitan el planeta. A pesar de que hay quienes publicitan los enormes logros que la ciencia ha obtenido para la humanidad, sin duda tanta inteligencia no siempre se ha aplicado para el bien común. ¡Qué fácil hubiera sido que tanto progreso se hubiera aplicado a ello! ¿Por qué no ha sido así? ¿Por qué la llegada de la IA es percibida como una amenaza? La respuesta es bien sencilla. Quienes manejan las tecnologías no buscan el bien de la humanidad. Sólo les mueve el afán de lucro, el atesorar riquezas sin fin, conseguir más poder, para alcanzar mayor poder…, y así hasta el infinito, hasta controlar todo lo que existe aquí y en el universo. Locura sin duda. Pero esa locura está llevando la vida humana en el Planeta al abismo. Desde los “luditas”, pioneros en la destrucción de las máquinas, porque traían desempleo, pobreza, hambre y muerte; hasta el manifiesto “IA. Respeto a la creatividad humana”, se ha recorrido un largo y oscuro camino por una especie humana que debería beneficiarse de esa creatividad e inteligencia. Ambas deberían estar controladas siempre por el pueblo. Porque fuera de la “economía de mercado”, controlada por la avaricia de unos pocos, sólo el Pueblo puede garantizar que se aplique en mejorar la vida de las personas siempre. La maldad reside en el sistema de poder mundial, económico-político, que mercantiza absolutamente todo, hasta la vida humana. Por ello todo aspecto importante para esa vida humana, los derechos humanos de verdad, deben sustraerse a esa economía de mercado. Las gentes de la cultura, de la música de las artes visuales… ya han percibido la amenaza de unas IA mercantilizadas en este sistema neocapitalista. Y saben, porque la historia enseña, que si no se pone pie en pared a esta avariciosa forma de uso de esas IA, quienes se dedican a la creación artística, y no sólo ellas, ya que cualquier profesión se verá seriamente afectada, tienen profesionalmente los días contados.


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