Paco Campos •  Opinión •  24/09/2018

Narrativas naturalistas

Todos sabemos lo que el neopragmatismo norteamericano actual le debe a Wittgenstein en lo concerniente al tratamiento positivo del lenguaje, esto es, en lo que sirve para resolver dificultades y promover entendimientos… tan útiles en la política democrática que practicamos en el Atlántico Norte, hasta el punto de rezumar posibilidades de aplicación en cualquiera de las noticias diarias, y mucho más en los debates y comparecencias parlamentarias, tan pobres en nuestro caso español, que achaco a no de identificar ‘política’ y ‘democracia’.

Rorty resalta de modo sintético dónde captar esa influencia wittgensteniana -> él nos enseñó que los conceptos son usos de palabras, dice. Y dice bien, porque no es lo mismo captar lo que llamamos ‘una noción’ que lingüistizarla. Si lo primero, siempre recaeremos en lo mismo: racionalización sin traducción práctica en una acción política perfectamente posible. Porque las conceptualizaciones sólo llevan a entender esas nociones, cuando realmente lo que esos conceptos necesitan es cambiarlos para que sirvan mejor a lo que nos proponemos, dice Rorty.

Pero qué difícil es lingüistizar la carga kantiana que contienen las narrativas de Habermas, Putnam o Wellmer. Lo es porque la base de todo esto no es otra que la comprensión del sentido de la filosofía: mientras la herencia kantiana resuelve en racionalidad y verdad, la línea actual -que hereda a Dewey- pragmatista está procurando dar a la racionalidad utilidad y a la verdad solidaridad. Si las narrativas fueran naturalistas, estoy seguro que no sólo la filosofía, sino nuestra vida cotidiana sería más fluida, democrática y, por ende, más tolerante de lo que pronostica la rentrée.    


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