Puño en Alto •  Opinión •  03/03/2022

Al suelo que vienen los nuestros

La guerra fratricida desatada en el PP está dando rienda suelta a la imaginación en las redes sociales en forma de memes. Algunos utilizando las frases míticas de “El Padrino”, otras recordando títulos de series como “La que se avecina”, “Juego de Tronos” o solo puede quedar uno haciendo alusión al “Juego del calamar”, etc.

A las izquierdas siempre se la ha tachado de estar en constante disputa por motivos programáticos o ideológicos. La diferencia entre la guerra fratricida en el PP y las peleítas cainitas que se dan en las izquierdas es mayúscula y sobresaliente, que da buena cuenta de la esencia de unos y de otros.

En la izquierda se suele magnificar matices ideológicos o estratégicos hasta convertirlas en desencuentros más o menos irreconciliables, así como, se da carta de naturaleza a lo poco que la distancian sobre la abultada coincidencia, anteponiéndolo al fin último u objetivo que ampliamente se comparte.

El PP, nos tiene acostumbrados a recurrir a métodos y modos poco edificantes, rabaneros, seudomafiosos rayando lo delictivo, para resolver las diferencias internas en el partido. Lo de Ayuso y Casado es una guerra interna, no por motivos ideológicos ni estratégicos, es una lucha sin cuartel por el poder, en la que tratan como arma arrojadiza dilucidar que parte es más corrupta que la otra, o lo que es lo mismo, cual es menos corrupta que la otra, como diría M.Rajoy. La que utiliza los resortes que le ofrece las instituciones públicas para beneficiar a amigos y familiares propio del capitalismo de amiguetes o aquella que recurre a subterfugios propios del hampa cañi de “Torrente”. Así las cosas, el espectáculo está garantizado. Ambas partes, al destaparse el pastel, han reaccionado de la misma manera, esto es, hacerse la víctima echando toda clase mierda sobre la otra.

Esta guerra, por higiene democrática, no puede ni debe tener buen final para ninguna de los dos partes en litigio y demuestra que el PP sigue instalado en la corrupción y en los métodos pseudomafiosos. La única manera de una regeneración democrática efectiva en el PP no es la cosmética del abandono de una sede, ni tampoco pasa por una refundación, pasa inevitablemente por la “voladura” del partido, es decir, en una inevitable disolución.

El PP se le podría aplicar lo “a quien hierro mata, a hierro muere”. Se estaban vanagloriando de haber acabado con Cs, más bien por deméritos de estos y van a terminar fagocitado por la ultraderecha, por méritos propios.

Ayuso y Casado, por mucho que se esfuercen no son antagónicos, son las dos caras de la misma moneda, la de la corrupción, la de hábitos y procedimientos pseudomafiosos, la de concebir las instituciones y administraciones como herramientas eficaces para saciar sed de poder y pagar favores y no para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

La guerra en el PP tiene un reflejo en los medios de comunicación. Según pongan más hincapié en el espionaje o en el millonario contrato a un amigo de la familia con jugosa comisión al hermano, se podrá saber de parte de quién obtiene subvenciones directas o indirectas en forma de publicidad institucional.

No hay nada mejor que una oportuna encuesta para, deprisa y corriendo,  pretender dar carpetazo al lio monumental interno en el PP que con luces y taquígrafos ha dejado al intemperie su bajeza moral y ética en la que sigue instalado como partido.

 

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