Puño en Alto •  Opinión •  28/05/2023

El santo debate del régimen

La inmensa mayoría de municipios del territorio español, gobernados por el signo político que sea y que tengan televisión local, pública o privada, han organizado y retransmitido debates entre los distintos candidatos o candidatas a alcalde/sa. De esta manera, los vecinos han podido comprobar y contraponer las distintas opciones y propuestas de Gobierno futuro en sus municipios. 

La Sanlúcar del Santo Régimen no se encuentra dentro de esa inmensa mayoría, a pesar de tener  televisión pública. La única característica que la hace pública es que está sufragada por los impuestos de todos los vecinos, ya que en realidad es lo más parecido a un NODO, en la que solo y solamente solo se proyecta a los ciudadanos un discurso único posible, el del alcalde esmirriado, que copa gran parte de la emisión. Los representantes políticos de los grupos de la oposición salen, más que nada, cuando algo negativo hay que decir de ellos, faltaría más. La simbiosis de intereses cruzados entre el esmirriado y el responsable de la televisión local, un personaje de ética tan distraída como la del esmirriado, se proyecta diariamente en toda impunidad y desparpajo. 

Son ya muchas elecciones municipales en las que una asociación, con un supuesto desánimo de lucro, es la que organiza un sucedáneo de debate político entre los distintos candidatos y candidatas a la alcaldía. Tan sucedáneo que los propios organizadores rehúsan llamarlo de esta manera y utilizan el eufemismo de «mesa redonda» en donde lo que hay no es mesa ni es redonda. Se trata de un formato tan encorsetado que en absoluto compromete al esmirriado, de ahí que acepte participar y que, además, imposibilita a los otros candidatos contrastar de forma presencial con el esmirriado y entre ellos. Los recursos técnicos, además de limitados, son muy artesanales que bien poco invita a presenciar el evento por las redes sociales o a través de la televisión local, día distinto y previa edición del vídeo, por si acaso. 

Para dar un barniz muy superficial de democracia y participación se permite al público asistente realizar preguntas a los candidatos y candidatas, pero solo en un número muy limitado. Esto es, cada alcaldable puede recibir ese número preestablecido de preguntas desde el público. Agotada este cupo ya no puede ser preguntado más. Hecha la demencial norma, hecha la no menos oportuna trampa. No hace falta relacionar aquí en que consiste la trampa. El mantenedor del encuentro bien sabe como actuar para que el esmirriado no llegue a ser interpelado de forma incómoda. 

Que el todavía alcalde esmirriado le sale urticaria a la hora de dar participación a los vecinos para que puedan contrastar ideas y propuestas es evidente. Esa evidencia se plasma todos los meses en los plenos municipales en los que no permite la asistencia de público con la excusa de la pandemia.  Que la propia OMS ha dado por terminada la pandemia de COVID, no es suficiente para que el esmirriado abra las puertas al público en los plenos municipales. Miedo, complejo o simplemente un capricho, o todo a la vez. 

Se entiende que el esmirriado pretende camuflar su calamitosa gestión con todas las argucias anti democráticas posibles, no le queda otra para subsistir en el cargo, lo que no se puede entender es que esas organizaciones que pretenden arrogarse pulcritud democrática y que hacen de la cultura su leitmotiv, que se precia en la búsqueda de la mejora social de la ciudad, se presten a estos trampantojos.  

Y es que en la Sanlúcar del Santo Régimen hay organizaciones y asociaciones sin ánimo de lucro que necesitan del santo régimen instaurado tanto como el santo régimen necesita de esas organizaciones y asociaciones. Es elemental, querido Watson.  


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