Piden a Pedro Sánchez que inicie la regeneración democrática retirando el Arco de la Victoria Franquista
- Piden a Pedro Sánchez que comience la regeneración democrática retirando el Arco de la Victoria que se encuentra cerca del Palacio de la Moncloa y celebra la victoria de Franco, Hitler y Mussolini.
- La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica denuncia la pervivencia de un monumento que celebra la existencia de cientos de miles de víctimas del franquismo.
- Reclaman que no puede haber regeneración democrática si no se acaba con la impunidad del franquismo.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha registrado un escrito dirigido al presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, en el que solicitan: “Que como punto de partida para la anunciada regeneración democrática se desmonte el Arco de la Victoria que como dice su inscripción en latín fue dedicado «a los ejércitos aquí victoriosos» (ARMIS HIC VICTRICIBVS), que fueron los de Franco, Hitler y Mussolini que desfilaron por el centro de la ciudad de Madrid el 19 de mayo de 1939 celebrando el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Es un monumento que sigue festejando la existencia de miles de desaparecidos, el dolor de las decenas de miles de personas muertas en el exilio y las violaciones masivas de derechos humanos que cometieron los golpistas de 1936”.
El texto recuerda que recientemente, desde la presidencia del Gobierno, se ha anunciado el inicio de una serie de políticas destinadas a regenerar la democracia. Sin duda, las políticas de memoria histórica deben ser fundamentales en ese proceso que se pretende llevar a cabo en el seno de una sociedad que ha sufrido a una larga dictadura, que cometió terribles violaciones de derechos humanos cuyas consecuencias todavía atormentan a miles de familias de republicanos civiles de desaparecidos, que no han tenido todavía la posibilidad de acceder a la justicia a la que tienen derecho y ver que los poderes del Estado investigan, juzgan, condenan, reparan y rechazan frontalmente la dictadura.
El Estado español sigue sembrado de monumentos y vestigios fascistas que ensalzan y celebran los crímenes de la dictadura y que ya llevan más años erigidos en democracia que bajo el franquismo.
La mejor forma de combatir las nuevas amenazas del fascismo es enseñar y ejemplificar un firme rechazo a las dictaduras y a sus responsables y terminar de una vez con los símbolos que todavía humillan a las víctimas, celebran su sufrimiento y pretenden justificar las atrocidades del franquismo y enviar a las nuevas generaciones el mensaje de que el uso de toda esa violencia, para destruir una democracia y mantener esa larga, corrupta y terrible dictadura, fue necesaria y beneficiosa para la sociedad.
Los nuevos fascismos saben que para convencer a las sociedades de sus posibilidades de Gobierno deben blanquear lo que sus antecedentes políticos llevaron a cabo y, en el caso español, la preservación de sus símbolos es uno de los objetivos fundamentales de sus políticas de falsa concordia. Las calles, los nombres de los pueblos o los monumentos dedicados a la victoria y a la gloria de los golpistas son antenas que emiten ondas de fascismo que se alimentan de su normalización y su persistencia en la vida cotidiana, como si fueran parte de la realidad democrática y no celebrasen pasadas, presentes y futuras formas de intolerancia.
Es imposible regenerar la democracia española sin llevar a cabo políticas de memoria antifascistas, destinadas a representar las distancias entre una dictadura y una democracia. Los monumentos que todavía enaltecen la dictadura franquista son vías de comunicación que proporcionan oxígeno a la cultura política fascista y es necesario cerrar esos conductos.
Todo cambio político necesita ser representado en el terreno simbólico y si la democracia española quiere aumentar su solidez y profundidad debe terminar con la impunidad del franquismo y con sus representaciones.
El monumento, que se encuentra en las proximidades del Palacio de la Moncloa, y su coexistencia con los gobiernos democráticos es un grillete sujeto al tobillo de nuestras libertades. La lucha por la calidad de nuestra democracia debe comenzar por el rechazo a sus enemigos, como inicio de una nueva y necesaria pedagogía antifascista. Desmontar ese Arco de la Victoria, que lleva más años en pie en democracia que en dictadura, sería un punto de partida consistente y fundacional para una regeneración que no puede ser real si no termina con todas las impunidades del franquismo.