Arya Meroni •  Opinión •  24/03/2019

Reflexiones para la construcción de un movimiento feminista para el 99%

Por tercer año consecutivo, el 8 de marzo ha sido una jornada internacional de huelga feminista, Más de 6 millones de huelguistas en España, manifestaciones masivas en Argentina, en Italia, en Brasil o Chile, la huelga se ha propagado también al Norte, en Bélgica, en Alemania o en el Reino Unido. La víspera, el 7 de marzo, salía Feminismo para el 99%, un manifiesto, de Cinzia Arruza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser que diseña los márgenes de un movimiento feminista anticapitalista de conjunto, para responder a los desafíos del capitalismo actual.

En Francia, pese a una participación al alza respecto al año pasado, el movimiento feminista aún no está a la altura de los desafíos internacionales. Así pues, las nuevas configuraciones del proletariado, las formas actuales de gobernación del neoliberalismo y de la dominación del capital y la emergencia desde hace una decena de años de posibilidades inéditas de resistencias, han de plantearnos preguntas. Preguntas respecto a nuestras orientaciones teóricas, estratégicas y a las tareas que hemos de hacer nuestras hoy para actuar en la emergencia de un feminismo para el 90% también.

La centralidad de las mujeres en la lucha de clases

Si la clase es el resultado dinámico, variable y contingente de un proceso histórico que se construye en la lucha, unos de los peores errores políticos que se pueden cometer es oponer la historia de los modelos abstractos de que disponemos para determinar qué luchas de clase cuentan y cuáles no. El peligro es glorificar de forma nostálgica formas y experiencias del pasado (o fantasmas), en vez de reconocer los procesos de subjetivización de clase que se desprenden bajo nuestros ojos[1]

Desde hace algunos años, las luchas de las mujeres has surgido a la luz por todas partes del mundo. Luchas feministas contra los feminicidios o por el derecho al aborto; luchas de las indígenas por la defensa de sus tierras; luchas por la mejora de las condiciones de trabajo o mantener los empleos en Escocia o en España; luchas contra las agresiones sexuales y el acoso sexual en el trabajo en EE.UU.; luchas contra el deterioro de los servicios de salud en Francia; etc. Estas luchas a priori, no son todas “feministas” (no se reivindican desde el feminismo), pero tienen como rasgo común el ser realizadas por mujeres para mejorar sus condiciones de vida…y las de todas las personas explotadas u oprimidas. Entender esto, es entender que el capitalismo ha recurrido a la expropiación en todas las facetas de nuestras vidas (y no solamente la plusvalía) y para oponerse a ello, hay que combatirlo en todos los ámbitos. Así, para las autoras del Manifiesto, la cuestión de la reproducción social es crucial para desarrollar análisis completos del capitalismo actual y las tareas consecuentes: “Los obreros y obreras no luchan por su trabajo como tal, sino porque éste les permite ganarse el pan; el deseo de subsistencia es la causa y no la consecuencia. Así, las luchas por el alimento, el alojamiento, el agua, los cuidados o la educación no se resumen en reivindicaciones a favor del aumento de salarios (…) el auténtico objetivo de las luchas por la reproducción social es establecer la primacía de la vida sobre los beneficios[2]”. Así pues, desde la segunda ola feminista, los movimientos feministas siempre han dado énfasis a estas cuestiones, bien sea teóricamente o a través de las luchas, considerando que el trabajo de reproducción lo asumen principalmente las mujeres.

Y esto es lo central en el movimiento feminista actual: el libre acceso al IVG (interrupción voluntaria del embarazo) es ante todo en cada país una reivindicación de aquellas que no tienen medios económicos para abortar en otros lugares; la lucha contra las agresiones sexuales en el trabajo concierne en primer término a las que están sometidas a la jerarquía capitalista; la defensa de la Amazonia concierne a a aquellas y aquellos cuyas tierras son expropiadas o que sufren las consecuencias cotidianas de catástrofes ecológicas; el deterioro de los servicios públicos es cuestión  de quienes no tenemos medios para disponer de un seguro privado multi-riesgo o para pagar una escuela privada, etc. Y cuando tales luchas se cruzan y se diseña su unidad por el movimiento feminista, las mujeres ya no solo están en el centro de la lucha de clases; es el propio movimiento feminista quien lleva la lucha de clases a escala internacional, a contracorriente de la hegemonía burguesa.

Es tanto más cierto, cuanto que la herramienta de lucha destacada por las militantes feministas hoy en todas partes del mundo, es la huelga. Huelga de las polacas por el derecho al aborto; huelga general feminista del 8M en España, pasando por la huelga a consecuencia del asesinato de Lucía Pérez en Argentina, las mujeres han recuperado este arma del movimiento obrero para emplearla con fines que superan la relación capital-trabajo. Haciéndolo, sitúan el objetivo de las luchas feministas en el núcleo del sistema de explotación y dan un nuevo eco al eslogan: “No hay revolución socialista sin revolución feminista”. Aún más, integrando en la llamada a la huelga internacional, la huelga de las tareas domésticas, de consumo o de cuidados, además de la huelga del trabajo remunerado, las feministas han reactivado las modalidades de la lucha de clases para permitir avanzar globalmente contra el capitalismo: “Rechazando considerar el trabajo y la vida privada como dos esferas distintas, (la nueva ola feminista) no limita sus luchas a uno de esos espacios. Y redefiniendo lo que es el trabajo y quienes son los trabajadores y trabajadoras, rechaza   la devaluación estructural del trabajo de las mujeres -a la vez pagado y no pagado- por el capitalismo. En definitiva, estas huelgas feministas abren la posibilidad de una fase nueva e inédita de la lucha de clases: feminista, internacionalista ecologista y antirracista”[3]

Por tanto, a contracorriente de la burguesía, pero también del feminismo liberal que querría hacernos creer que la igualdad se lograría el día en que hubiese tantas mujeres como hombres patrones[4], del racismo de Estado o de la extrema derecha que personalizan al otro como responsable de todos nuestros males, etc. Así, desde el año pasado, el manifiesto de la comisión 8M de España reivindicaba la apertura de fronteras y la regularización de todos los sin-papeles. Podemos pensar también en las tribunas de las asociaciones feministas alemanas después de las violaciones de Colonia para denunciar la islamofobia, etc. Por supuesto, la “tercera ola feminista[5], no está exenta de contradicciones internas, como cualquier movimiento de clase, pero la coherencia global y la tendencia a una radicalización rápida contra todas las formas de explotación y opresión constituyen elementos notables. Buscamos desde hace años tratar de unificar las luchas y hay aquí un movimiento internacional que preludia esta posibilidad. Quizás es el momento de tomárselo en serio.

Nuevo período y nuevas formas de resistencia

El movimiento feminista internacional que se desarrolla “ante nuestros ojos” ha nacido en un contexto concreto. Habiendo surgido ante todo en los países del Sur o de la periferia (Polonia, Argentina), ha alcanzado progresivamente a los países del Norte más duramente afectados por la crisis: España, Italia). Esto supone por ello que la tercera ola se situará, para caricaturizarlos, en los países en donde los derechos de las mujeres están más atrasados o en los que la población está en situación más agónica ¿qué ya no tienen nada que perder?

También en Francia, la cuestión de la reproducción social es actualmente un punto de cristalización en la sociedad (sino los hospitales no se verían continuamente afectados por movimientos huelguísticos o las universidades no estarían bloqueadas cada dos años). Por otro lado, la posición concreta de las mujeres en el movimiento de los Chalecos Amarillos, también es reveladora de esta tendencia: no solo las mujeres son las primeras en integrarse en un movimiento social de esta magnitud porque están mal pagadas, precarizadas, etc., sino también y sobre todo, porque un movimiento que se ha lanzado contra el aumento del coste de vida les afecta en primer lugar: las tareas del trabajo de reproducción asumidas gratuitamente por las mujeres se convierten en más molestas y visibles a nuestros ojos al no ser posible pagar la factura de la electricidad, por ir a buscar a los niños a la escuela o al preparar una comida decente. El movimiento de los Chalecos Amarillos se convierte en un molde increíble para la toma de conciencia de las mujeres respecto a sus condiciones. Pues una vez que las mujeres de los Chalecos Amarillos se dan cuenta de que no solo están mal remuneradas sino que no pueden alimentar adecuadamente a sus hijos con su salario, se plantea la cuestión de saber porque han de ser ellas (y solo ellas) quienes los alimenten…

Además, el desarrollo de la conciencia feminista sigue su camino en Francia y el terreno parece más favorable cada año, de Weinstein a la liga de LOL, derivándose la liberación de la voz de las mujeres. Las luchas de las mujeres en América Latina contra los feminicidios nos inspiran aquí y, a fuerza de insistir, las agresiones contra las mujeres comienzan a aflorar en las crónicas de sucesos. Al ritmo de campañas mediáticas, “Todas nosotras” ha permitido movilizar a 50.000 personas el 25 de noviembre en toda Francia. Desde luego esto no es más que un principio, pero en “Francia siguiendo el Me Too”, esto habrá al menos permitido hacer audible el término de “feminicidio” e imponer la discusión. Las mentalidades cambian, progresivamente, y si solo la experiencia de la lucha puede permitir un salto cualitativo importante, la permeabilidad un poco más destacable de las nuevas generaciones respecto a las cuestiones de género y de sexualidad deberá facilitar una posible toma de conciencia global[6].

Finalmente, como he señalado más arriba, la tercera ola se inscribe en una dinámica de renovación de las luchas sociales a escala internacional. Taksim, Occupy, los Indignados, por solo citar tres movimientos, tenían cada uno en su seno rasgos inéditos, reveladores del período que iba a iniciarse: rechazo de las formas tradicionales de organización de la izquierda y petición de horizontalidad; desplazamiento del centro de la lucha a un terreno inédito (aquí, las plazas); exigencia de recrear lugares de cambio y solidaridad colectivos; procesos de radicalización surgidos de la desconfianza respecto a las instituciones de gobernación del neoliberalismo en tomas de conciencia más amplias sobre el feminismo, el anti racismo, la ecología, el anti capitalismo…

Si han tardado en llegar a Francia, estas nuevas formas de movimientos sociales explotan desde 2015: ZAD de Sivens / NDDL, Nuit Debout, Movimiento de los Chalecos Amarillos…lo que une a estas luchas es del mismo tipo que Occupy y los movimientos de las “plazas”:

  • Los ZAD eran lugares de lucha y también de cambio y politización, así como de experiencia de otras formas de vivir lo común. Las organizaciones tradicionales del movimiento obrero eran en su mayoría hostiles a los ZAD, basándose en una matriz productivista y en una ausencia cruel de análisis del momento.
  • Nuit Debout fue un marco de experiencia en hacer política de otro modo, tanto de reflexión sobre la sociedad, como de propuestas de acciones para la lucha contra la legislación laboral, en ocasiones en contradicción con la agenda de los sindicatos.
  • El movimiento de los Chalecos Amarillos ha hecho surgir una vez más la necesidad urgente de reconstruir vínculos de solidaridad efectiva para la clase, de actuar aquí y ahora para mejorar nuestras condiciones de vida, sin jefes que “marquen el camino”. Y rápidamente para una fracción de los Chalecos Amarillos, con una voluntad de ir más allá: por la justicia social y climática, contra el racismo o las agresiones contra las mujeres, por una democracia real…

Aquí el contexto no es muy distinto del de otras partes. El neoliberalismo tratando de acabar con las instituciones de regulación públicas de la reproducción social y de eliminar su barniz democrático, la clase agoniza también y busca nuevas formas de organizarse. Por supuesto falta madurez. Nuit Debout fue un simple experimento, y las ZAD lugares de experiencia sin visión estratégica global que pusieran en entredicho al capitalismo. El movimiento de los Chalecos Amarillos, por su parte, es prueba cruel de una falta de perspectivas políticas para ir más allá del “rito del sábado” para lograr una victoria, aunque sea parcial. Resulta fácil hacer balance examinando desde lejos la evolución de las cosas, dar buenas y malas calificaciones y analizar el momento en que los encuentros no se han dado. Donde las cosas se complican, pero son más emocionantes, cuando se apuesta por establecer tareas para intentar influir en el momento. No se trata de decir que bastaría un poco de buena voluntad y de activismo para modificar el curso de la Historia. Sin embargo, la izquierda radical tradicional tiene tendencia a encerrarse en una cierta “exterioridad sociológica” que le da el derecho a criticar sin actuar. Demasiado hablar de los Chalecos Amarillos, de los precarios, de las mujeres, etc. y preferir continuamente comentar la situación de la clase o del estado del movimiento feminista sin plantear la cuestión de nuestras tareas, olvidamos que somos también mujeres, precarias, trabajadoras, desempleadas, etc. y que como tales, tenemos nuestro puesto para hacer. ¿Por qué esperar después a las otras para tomar la iniciativa?, ¿cuándo tomar partido?

Despliega los medios de actuación

Como he dicho anteriormente, uno de los elementos centrales de los movimientos sociales surgidos estos últimos años es la necesidad de horizontalidad y el rechazo de las formas organizativas tradicionales del movimiento obrero convertidas a menudo en autoritarias y burocráticas. Así, el movimiento feminista francés sufre aún muy a menudo un estado de éxtasis en que está desde los inicios del 2000. Por un lado, una parte de las asociaciones feministas surgidas en los años 70 sigue su institucionalización o se ha acomodado a ella, o no llega a hacer cambiar sus marcos analíticos a pesar de los enormes cambios mundiales; por otro, algunas (jóvenes) feministas, sumergidas en la onda teórica de los 90, tienden en ocasiones a preferir construir un purismo de principio que el movimiento real. Como por ejemplo, el resultado de encendidos debates sobre la prostitución juicios de valor y sospechas sobre la menor iniciativa feminista que no clarifique “sus posturas”. No hay que añadir que en ocasiones esto no está justificado. Así, es insoportable que una parte del movimiento feminista difunda discursos islamófobos o tránsfobos, participando del entorno racista y LGTBfobo. Al contrario, esto no debiera impedirnos construir un movimiento autónomo de mujeres, anticapitalista, antirracista e inclusivo con todas las que están preocupadas por hacer evolucionar positivamente (cualitativa y cuantitativamente) al movimiento feminista. Esta tarea debería ser, entre otras, la de las militantes feministas revolucionarias.

Para captar a estas nuevas generaciones, aun hay que salir de la exterioridad sociológica y partir de sus aspiraciones reales. Para muchas militantes feministas nacidas en el período 90-2000, la relación con el mundo está cercana a la de las jóvenes militantes españolas. Desde nuestra infancia, el mundo se nos presenta como un campo de batalla permanente en el que el miedo al terrorismo nos acompaña cotidianamente. El capitalismo avanzando a cara descubierta, sin falsas promesas de integración, de pleno empleo, de un futuro mejor o de tener un día una jubilación. Estamos condenadas, al salir de la infancia, a trabajar toda nuestra vida o a ser precarias, a menudo, ambas. Paralelamente, el auge de las redes sociales nos ha permitido acceder, desde muy jóvenes, a marcos analíticos del mundo y de nuestras condiciones cuya producción está en aumento constante desde la segunda ola feminista. Así hoy resulta un poco más fácil para una adolescente lesbiana entender su situación y discutirla, y por tanto adquirir confianza. Soñar también, la proliferación de literatura sobre la destrucción de relaciones patriarcales tiene como consecuencia que para muchas de nosotras sea más sencillo imaginar y experimentar otras formas de vivir, a menudo colectivamente. Esta contradicción entre nuestras aspiraciones y la realidad vuelve siempre las cosas más insoportables y provoca también impaciencia, lo que los dirigentes organizativos tradicionales del movimiento obrero como del movimiento feminista no llegan a captar.

El deseo de acción no es resoluble en los aparatos rodados, agotados y bloqueados, como no lo es el cambio en la satisfacción de la auto-afirmación perpetua del yo. Si añadimos a esto que la precarización continua de nuestras condiciones de vida tiende igualmente a hacer la espera insoportable para el conjunto de clase, comprendemos porque las explosiones sociales son ahora espontáneas y desordenadas.

En este contexto, una de nuestras tareas ha de ser ir a favor de tales aspiraciones. A escala internacional, el movimiento feminista actual está formado en parte por oposición a los dirigentes de organizaciones tradicionales (de la izquierda y del movimiento feminista)[7]; intentar apostar por hacerlo emerger, forzosamente pasará por conflictos con los monolitos que rechazan moverse. El ejemplo de la huelga del 8 de marzo es sin duda el más destacable. En 2018 en España, los sindicatos mayoritarios habían convocado solo dos horas. Desbordados por la proliferación de asambleas autónomas de preparación del 8 de marzo en las ciudades, barrios y lugares de trabajo, llamaron finalmente a una huelga de 24 horas, bajo presión[8]. Si los sindicatos rechazaban de inicio llamar a la huelga de un día, es ese marco lo que les superaba y no les permitía tener el control de la situación. Peor aún, esto podía debilitar su comodidad: “rechazando claramente plegarse al orden existente, las huelguistas feministas convierten las luchas obreras de nuevo en democráticas y reafirman lo que debiera ser una evidencia: las huelgas pertenecen a la clase obrera en su conjunto, y no solo a una de sus partes u organizaciones concretas”[9].

En Francia, si superar a los sindicatos, exige un movimiento de masas, no estamos en cambio obligadas a esperar para acompañarles. Así, la llamada de las 15-40 a escala nacional el 8 de marzo, actuó como un limitador instalado por aquellas y aquellos que quieren controlar. Si nos situamos al lado de las que prefieren que las cosas cambien, entonces es nuestro deber tratar de desbordarlos. Desgraciadamente no ha habido intentos nacionales de desbordamiento, pero lo que pasó en Toulouse es interesante. Convocando con regularidad asambleas de mujeres para la convocatoria de huelga el 8 de marzo desde el mes de octubre, asociando militantes feministas veteranas y jóvenes, trabajadoras sindicadas o no, mujeres que experimentaban por primera vez la auto-organización, hemos logrado imponer a las direcciones sindicales otros acontecimientos para la jornada. Dando lugar a tantos manifestantes como la suma total de los cuatro últimos años.

Nuestras tareas

El marco “Todas en huelga” es interesante en varios sentidos. La apuesta hecha era, que llamando a asambleas inclusivas de mujeres para construir el 8 de marzo, podríamos captar mujeres diferentes cuyo único vínculo común era su explotación y opresión por el capitalismo y el patriarcado. Y esto funcionó. En total, centenas de mujeres han participado en las asambleas: mujeres migrantes, trabajadoras, precarias, desempleadas, estudiantes, lesbianas, bi, trans, discapacitadas,… No estábamos de acuerdo sobre todo, pero el hecho de querer construir honesta y colectivamente la huelga del 8 de marzo, nos ha permitido no esconder nuestras diferencias, sino avanzar, juntas, teóricamente sobre un cierto número de asuntos mediante la práctica. El resultado de esto ha sido la manifestación: la convocatoria a la vez lo bastante amplia, contra el capitalismo, el racismo y el patriarcado) y concreta (por los derechos de las personas trans, de los migrantes, de las mujeres discriminadas por su raza, etc.) ha hecho manifestarse juntas por las calles de Toulouse a miles de mujeres militantes feministas, sindicalistas, Chalecos Amarillos, estudiantes, queer, mujeres con velo, etc. que normalmente no van juntas. Y en primera fila, detrás de la pancarta de cabeza, feministas abolicionistas y militantes “pro trabajo sexual”, marchando en la misma dirección.

Otro aspecto importante del marco “Todas en Huelga” es que nos ha permitido recordar lo que podíamos hacer. Lejos de los marcos preexistentes que no permitían experimentar, recuperar nuestra capacidad de acción ha sido importante para nosotras, militantes feministas revolucionarias, pero también para todas las mujeres que participaron: que no solo es posible organizarse colectivamente contra el capitalismo y el patriarcado, sino que también podemos retomar la iniciativa y diseñar colectivamente los contornos de esta lucha. Esta experiencia en un marco feminista, para la lucha, horizontal y en la que la sororidad prima sobre la competencia, ha sido una puerta de entrada en la militancia para decenas de mujeres que hoy ya no quieren dejarla.

Esto es tanto más cierto que el colectivo constituido en torno a la huelga del 8 de marzo, rápidamente se ha ocupado de otros asuntos, las de la solidaridad internacional o del movimiento de los Chalecos Amarillos entre otros y esto ha permitido demostrar la porosidad entre las diferentes luchas. En nuestros espacios de discusión, se han debatido, por ejemplo, las posibilidades de solidaridad efectiva con las argentinas o en la organización de un encuentro contra Vox, partido neofascista español. Sobre todo, desde el inicio del movimiento, hemos discutido constantemente nuestra participación en los Chalecos Amarillos: como mujeres explotadas por el capitalismo no podíamos dejarlo al margen.

“Todas en Huelga” solo es una experiencia local, que no está más que en sus balbuceos, pero para hoy es indispensable hacer proliferar este tipo de marco por todas partes en Francia para tratar de recrear un tejido feminista ofensivo, horizontal e inclusivo, contra el patriarcado, pero también el capitalismo y el racismo, con una visión internacionalista. Esto pasará necesariamente por rupturas y tensiones. Rupturas con nuestras tradiciones. Es impensable que el feminismo en Francia siga existiendo solo, en una escala más o menos importante, el 25 de noviembre y el 8 de marzo. Debemos dotarnos de una agenda propia y lanzar campañas ofensivas sobre las urgencias del momento: contra los feminicidios, contra la erosión de los servicios públicos, contra la islamofobia y la caza al inmigrante, por la solidaridad internacional…Rupturas con nuestro confort. No podemos esperar que las cosas pasen solo actuando dentro de marcos ya consolidados, que limitan tanto nuestra capacidad de acción como al movimiento en su conjunto. Debemos trabajar en desplegar marcos que atraigan a cada una, en el feminismo y en otros aspectos. No se trata de decir que hay que “construir contra”, sino los sindicatos y las asociaciones no cambiarán. Rupturas con nuestras prácticas. La izquierda radical promueve hoy un modelo de militancia masculina[10] perjudicial tanto para las mujeres y las minorías de género o sexuales como para sí misma. El autoritarismo, el culto al jefe, las relaciones competitivas, la normalización de la violencia en la militancia son cadenas que reducen nuestras potencialidades.

Notas:


[1]          C. Arruzza, De la huelga de las mujeres a un nuevo movimiento de case, Viento Sur n161, p.59-60

[2]          Manifeste, p. 108

[3]    Manifeste, p 21

[4]    Manifeste, p. 27

[5]    Hay debates, referidos a la clasificación de las «olas» feministas.  Creo, por mi parte, que si debemos hablar de «tercera ola feminista», es para caracterizar la que se desarrolla actualmente. En efecto, y aunque los años 90 han sido el terreno de aportaciones importantes en el plano teórico, no se  puede hablar de «ola feminista» si no hay movimiento social real sosteniendo esta ola. Por otro lado, las dos primeras olas feministas se inscribían en un contexto social-histórico particular, y en momentos de cristalización de la lucha de clases en general. En los años 90 representan más bien une travesía del desierto, contrariamente al período actual abierto después 2008-2010 y los Indignados, Taksim, Occupy, las Revoluciones árabes, etc

[6]    Las discriminaciones que envenenan la vida. Ver en este aspecto “Feminismo tour de forcé”, F. Vila, en Un feminismo del 99%, collectif, p.27

[7]    C. Arruza,  Viento Sur, p.60

[8]    Feminismo del 99%, p.36-37.

[9]    Manifeste, ref à mettre

[10]  Y blanca. Hay mucho que decir sobre el lugar de las personas no blancas en la organizaciones radicales de izquierda…

feminista y activista social anticapitalista en Toulouse, Francia.

Fuente: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article48146 <http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article48146

Traducción: Ramón Sánchez Tabarés

http://www.sinpermiso.info/textos/reflexiones-para-la-construccion-de-un-movimiento-feminista-para-el-99


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