Lucha Internacionalista (LI) •  Opinión •  17/03/2020

Plan de choque para salvar vidas, no para defender los intereses capitalistas

Que la crisis del coronavirus no la paguemos la gente trabajadora

El gobierno acaba de declarar el estado de Alarma, mientras el contagio por el virus se multiplica y las bolsas se hunden. La prioridad debe ser contener la propagación del Covid-19, sabiendo que esto debe hacerse en condiciones precarias, después de años de recortes en la sanidad pública (9.000 millones de euros entre 2009 y 2013) y los servicios sociales. Pero hay que preguntarse cómo afrontar la crisis financiera mundial que ha detonado la pandemia, crisis peor que la de 2008, y prepararnos para afrontarla.

El decreto de estado de alarma

Tras una etapa en que los gobiernos minimizaban los efectos de la pandemia, ahora las medidas de contención llegan a una parálisis global. El gobierno del PSOE-Unidas Podemos ha declarado el Estado de Alarma, pero ¿para aplicar qué política? Se esperan hasta el martes las medidas económicas, pero ya se anticipa que se facilitarán los despidos temporales (ERTE), dejando a miles de trabajadores /as sin salario y sin definir en qué situación cobrarán el paro. Ya se anuncia un alud de ERTEs y, con las reformas laborales en vigor, la patronal puede despedir sin restricciones. Sabemos que los ERTE abren el camino a futuros despidos en ERE, pero CCOO y UGT pactaban con la patronal esta medida.

Con esta misma lógica de poner por delante los intereses capitalistas a la seguridad del y de la trabajadora, se mantienen fábricas y centros de trabajo abiertas, y no sólo las que aportan materias de primera necesidad. ¿Qué clase de confinamiento es este que permite seguir yendo al trabajo? Tampoco se fijan medidas obligatorias de seguridad para los trabajadores /as. Es este desprecio por la vida obrera -compartido por el Gobierno Conte en Italia- lo que ha provocado una fuerte respuesta en forma de huelgas en el norte de Italia.

El decreto de alarma impone una centralización en la que el Gobierno central toma el control de todas las policías autonómicas y locales, así como de las competencias en sanidad. En vez de sumar a todos en torno a un plan, ya ha provocado el enfrentamiento de los gobiernos vasco y catalán, autonomías que piden medidas más enérgicas en los confinamientos. Con la reivindicación de la constitución, la unidad de España y sacando el ejército a la calle, Sánchez demuestra estar más preocupado por detener críticas desde la derecha de su partido, de Ciudadanos, PP y Vox, que de combatir al virus. Abascal aplaude a Sánchez. Rechazamos la militarización que inevitablemente acompañará un aumento represivo. Pero ¿qué hará Unidas Podemos en el Gobierno, la supuesta izquierda, más allá de quejarse?

Sanidad pública sanidad privada

No hay duda de que es la sanidad pública quien hace frente en primera instancia a los efectos de la epidemia. Un sistema sanitario público que ha sido doblemente golpeado en la última década aprovechando los vientos de crisis con fuertes recortes y privatizaciones. Los centros sanitarios privados e incluso algunos concertados no hacen la prueba de detección del coronavirus ni hospitalizan a los infectados (La Vanguardia, 13/03/20). Este sector sanitario privado tiene en Catalunya 146 hospitales (69% del total) y 19.169 camas (56% del total). Ahora, con el decreto de alarma se podrán poner al servicio de las decisiones públicas, ¿pero a qué precio?

La sanidad pública carece de personal y material para atender una situación normal, con largas listas de espera, y ahora tiene que ponerse al frente de la contención de la pandemia. Los recortes matan. Y ahora lo vemos en forma agravada.

El coronavirus es la gota que desborda el vaso de la crisis capitalista.

El jueves 12 de marzo se desplomaban las bolsas en todas partes. El Ibex caía un 14’06%, la mayor caída de la historia, Milán un 16’92%, Francfurt un 12’24%, el Dow Jones un 9’99% … Una serie de caídas acumuladas que superaban el 20% del valor de las bolsas en poco más de tres semanas, después de los máximos de febrero. Nunca, ni en el crack del 29, ni en 2008, la bolsa había caído con tanta rapidez. Esta vez, ni las promesas de una enorme inyección de dinero de la Reserva Federal de los EE.UU., del BCE y del de Japón han hecho cambiar la tendencia.

Sólo en España, las 35 empresas del IBEX, han perdido un valor de 235.000 millones, es decir, en el conjunto de bolsas estamos hablando de billones de dólares y euros que se han ido del mercado financiero. ¿Por el coronavirus? No, hace tiempo que se sabe que la economía mundial se ha mantenido estos diez años de crisis por la inyección desde los bancos centrales de billones de dólares y euros, que han dopado y permitido pequeños crecimientos del PIB, pero antes del virus, este impulso se había agotado a la vez que había formado nuevas burbujas financieras insostenibles.

Las consecuencias de la parálisis y la crisis financiera llegan con mucha fuerza, y se repite la situación de la crisis de hace 10 años, ahora con todos los estados endeudados hasta las cejas: o salvar la patronal y los bancos con dinero público y hacer que la crisis la vuelva a pagar la clase trabajadora o romper con la lógica del capital, esta es la elección.

Ante las medidas del Gobierno central y autonómico

Ante esta grave situación lo que no puede pasar es que sean los trabajadores quienes paguen las consecuencias. Es por ello que es preciso un plan de choque que asegure:

1. Que las medidas de confinamiento se tomen siguiendo estrictamente criterios epidemiológicos y no políticos ni económicos. Los trabajadores y trabajadoras que no formen parte de los servicios esenciales deben poder quedarse en casa para protegerse sin perder su salario ni su lugar de trabajo, como están empezando a imponer los y las trabajadoras de Mercedes en Gasteiz, o Planting Brap en Igualada. Ningún despido: ni ERTE ni EREs.

2. Que los trabajadores y trabajadoras de los servicios que se consideren esenciales cuenten con todas las medidas de protección disponibles y se amplíen las plantillas para que puedan trabajar en las mejores condiciones posibles. También se les debe garantizar el apoyo necesario para atender a sus personas dependientes.

3. Inversiones de urgencia en la sanidad pública: reabrir los cientos de camas cerradas en hospitales públicos, aumento de plantillas, estabilidad laboral, material adecuado y suficiente para atender la pandemia. Por todo ello también hay que intervenir -y eventualmente nacionalizar- no sólo la sanidad privada (que tiene que poner todos sus recursos al alcance de las autoridades sanitarias sin contraprestación económica) sino también los laboratorios y la investigación de la vacuna y los tratamientos. El coronavirus no puede ser un negocio. Hay que revertir los recortes y la privatización de la sanidad.

4. Control de precios de los medicamentos y de todos los productos de primera necesidad, para evitar la especulación.

5. Atención social a todos los colectivos más vulnerables, sobre todo las personas mayores o en situación de dependencia. Las personas sin papeles y los refugiados no pueden ser excluidos de ningún recurso. El acceso a la Sanidad y los Servicios Sociales debe ser universal. Prohibición de todo desahucio y garantizar el agua y electricidad a todas las viviendas.

6. Todo esto supone muchos recursos. Pero el dinero está ahí. Sólo hay que decidir cuáles son las prioridades: no al pago de la deuda que supuso, sólo en intereses, 31.398 millones € en el 2019, el 40% de todo el gasto sanitario. Impuestos especiales a la banca y a las grandes fortunas y nacionalización de los servicios básicos.

7. Absoluta transparencia informativa y garantía del derecho a la información para que la gente pueda tomar decisiones conscientes y responsables.

En muchos barrios y poblaciones han empezado a constituir redes solidarias en las que gente joven se ofrece a ayudar a la gente mayor para que se puedan quedar en casa y también dar apoyo a los trabajadores de los servicios esenciales para atender a las personas dependientes.

El coronavirus oculta hoy la realidad de la profunda crisis económica del capitalismo mundial, que existía antes de la pandemia. Tarde o temprano la crisis sanitaria pasará, pero la que nos quedará será la de lacra del capitalismo con una nueva ola de miseria sobre la clase obrera y las clases populares. Hay que preparar desde hoy una lucha contra este sistema para que no nos hagan pagar la nueva factura. El gasto multimillonario que comportará -a diferencia de hace 10 años- encuentra a los estados endeudados hasta el límite. No puede haber ninguna tregua. Hay que constituir una plataforma de lucha: sindicatos, entidades, organizaciones que responda colectivamente ahora y también en la calle, en cuanto se pueda. Ahora para exigir una respuesta al virus que ponga por delante los intereses de la gente trabajadora, después para impedir que carguen la factura sobre nuestras espaldas.


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