Diego Hidalgo Morgado •  Opinión •  13/07/2016

El derecho a Gobernar de Rajoy y la minoría más poderosa

La noche de las elecciones no fue la noche en la que el pueblo pudo exigir el derecho a que se sigan las medidas que fueron más votadas, como la retirada de la ley mordaza, o la retirada de la reforma laboral, o la garantía de las pensiones. Todo eso estaba en programas que fueron votados por más de la mayoría absoluta de los votos. ¿No sería eso seguir de verdad la voluntad del pueblo?.

Pero no. Fue la noche en la que un tipo que obtuvo el 33% de los votos emitidos, en realidad, solo el apoyo de algo más del 20% de los electores que podían votar ese día, reclamó su derecho a gobernar. Y otros tipos con menos votos aún se comenzaron a pelear por ser oposición. La voluntad del pueblo no tenía nada que ver ahí. El voto no es para decidir, sino para legitimar.

 

Quisiera hablar del derecho a gobernar que reivindicó Rajoy: el derecho a gobernar de la minoría más poderosa, ¿a quién se le reclama su reconocimiento, cuáles son sus garantías y cuáles son sus prerrogativas?.

 

Con un 22% de votos respecto del censo, me parece que no es muy democrático. En realidad, implica la incapacitación del pueblo, la desobediencia a su voluntad expresa. No es democrático. La prerrogativa que exigen es clara: exige la obediencia de todos y todas a su gobierno y que se acepte la disposición de los recursos públicos y demás poderes estatales por este gobierno.

Esta prerrogativa se la reclama al pueblo, que debe aceptar como legítima sus decisiones, aún cuando vaya en contra de la voluntad e intereses de la mayoría, aún cuando acabe con derechos de algunas personas o niegue lo que piden como derecho esas personas.

 

Lo que pide Rajoy es el derecho a que se le deje hacer un gobierno tutelar: que a pesar de lo que la gente haya apoyado en los programas y los movimientos, esta minoría más poderosa pueda imponer su ley y sus intereses contra todos los demás. Sin tener que retroceder nada ni pactar con nadie. De esto va todo.

Ante el resultado electoral, podía haber un pequeño avance democrático en España, que ninguna minoría poderosa tuviera el poder para gobernar sola, un primer paso (muy débil) hacia el fin del gobierno de la minoría. Pero ante eso, Rajoy pide que se le deje gobernar como minoría más poderosa, puesto que la alternativa sería la incertidumbre de avanzar hacia la democracia y eso es mucho para un país con tanto miedo.

 

Más allá de esa naturaleza de grito desesperado de Rajoy contra el comienzo del fin de los gobiernos de las minorías, la cuestión central de este “derecho” que reivindica Rajoy son sus límites. Los derechos legítimos tienen como límite no someter a otros a una situación de incapacitación, de “minoría de edad” por decirlo en el término tradicional de Kant y la Ilustración. Por contra, los privilegios se construyen destruyendo los derechos que deberían corresponder a otros y otras como personas plenas y capaces (o grupos de personas plenas y capaces). Cuando se niegan los derechos de otras personas, tus prerrogativas se absolutizan, y ya no deberían ser considerados derechos, sino privilegios o señoríos (como escuché recientemente, tu libertad y tus derechos no terminan donde empiezan los de las otras personas, sino que empiezan con ellos, antes solo puedes tener privilegios o señoríos, pero no derechos ni libertad).

La prerrogativa de gobierno de Rajoy y la minoría más poderosa se construye con la negación del derecho del pueblo a decidir, a expresarse y a ejercer su poder soberano y que las instituciones le obedezcan. Con la incapacitación del pueblo, todo el poder político se ejerce desde las instituciones (que no tienen soberano en ejercicio al que obedecer cuando mandan o gobiernan), y ese poder de gobernar se absolutiza como el privilegio sobre la obediencia del pueblo y la disposición de los recursos públicos, que deberían ser colectivos, (y podrían ser autogestionados, por ejemplo).

Esto es así en la tradición de pseudodemocracia liberal que en realidad es la herencia de los gobiernos representativos burgueses que se impusieron tras las revoluciones burguesas.

 

El derecho a gobernar que reclama Mariano Rajoy tiene que ver con una perversión del nombre democracia, que ha permitido construir una palabra (o significante) contra su significado original. Lo que viene a ser una mentira de toda la vida.

La palabra democracia fue secuestrada y violada para titular con sus letras unos sistemas políticos tutelares, donde la decisión del pueblo se utiliza como excusa para su obediencia, donde solo se permite al pueblo decidir si decide obedecer. El pueblo no habla como soberano para decidir, sino como incapaz para legitimar al gobierno.

 

Me ha parecido tan llamativo eso de que Rajoy pidiera su derecho a gobernar con esa exigua cantidad de votos, que me ha enfadado que nadie le dijera nada. Pero parece que los demás estaban peleados por algo así como el derecho a ser oposición. Porque, ese privilegio que Rajoy llama derecho a gobernar no se construye con la vulneración de la dignidad de las otras minorías y sus líderes, sino la del pueblo, que es el que debe quedar incapacitado.

El privilegio a gobernar de Rajoy y su minoría más poderosa no se enfrenta al derecho a gobernar de la mayoría, ni de otras minorías como las encabezadas por Sánchez, Iglesias, Rivera y todos los cócteles posibles. El privilegio a gobernar de los líderes de la minoría más poderosa se enfrenta al pueblo, a la democracia; al pueblo como sujeto político activo y su ejercicio del poder político como soberano.

 

Es el pueblo el que debe reivindicar su derecho a ser soberano, protagonista de la política, para acabar de verdad con el privilegio del gobierno de la minoría más poderosa. Porque los privilegios acaban donde empiezan a reconocerse, construirse y reivindicarse los derechos del resto que fueron vulnerados. Y los derechos se construyen y se reivindican ejerciéndolos.

El poder del pueblo, el derecho a ser protagonista de la política del pueblo, se construye ejerciéndolo, irrumpiendo como sujeto activo en el espacio público, haciendo política, construyendo derechos. Es el camino del 15M, que fue el inicio de la construcción de una política en la que el pueblo tuviera el papel de sujeto político activo, como soberano. Esa es la auténtica oposición contra el privilegio a gobernarnos que ya ejerce Rajoy y la minoría más poderosa.


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