André Abeledo Fernández •  Opinión •  03/05/2021

Una historia sobre como vencer al COVID-19.

Voy a contaros aquella vez que la URSS salvó a los niños del mundo.
Probablemente la mayor parte de la gente no sepa quién es Viktor Zhdanov. Sin embargo, estadísticamente hablando, le debes la vida.
Como mínimo, alguien que conoces le debe no haber sido horriblemente desfigurado o quedarse ciego.
Y es que él fue el protagonista principal de la derrota definitiva del asesino más sangriento de toda la historia de la humanidad: El virus de la viruela.
La viruela era un asesino de niños, hasta el punto que en India no se ponía nombre a los hijos hasta que la habían superado (porque era algo que había que pasar, como la varicela o el sarampión, solo que con una mortandad que rondaba entre el 20% y el 60%, que dejaba ciegos a un tercio de los supervivientes).
Viktor Zhdanov se presentó un día frente a la asamblea general de la OMS para proponer algo que nunca antes se había ni siquiera intentado. Su plan era probablemente la cosa más ambiciosa que la humanidad iba a proponerse en el siglo, aparte del viaje a la luna: acabar con la viruela para siempre.
Extinguirla hasta que no quedase ni rastro, y que los niños del futuro (esos somos nosotros, por si no te has dado cuenta) leyeran sobre ella tan sólo en los libros de historia.
Nunca antes se había erradicado una enfermedad, era algo de ciencia ficción, y muy pocos en la OMS creían que fuera posible.
Pero Zhdanov y la URSS no se rindieron. Si la OMS no apoyaba su plan (que pretendía hacer una campaña obligatoria de vacunación en todos los países, en la que los países ricos proporcionaran las vacunas a los pobres), la URSS tiraría el plan adelante… ¡En solitario! Para ello ya tenían preparados más de mil médicos y fabricadas ya 25 millones de dosis (y Cuba otros 2 millones).
Finalmente, la OMS aprobó el plan Zhdanov al completo (declaración WHA11.54), sólo por dos votos de diferencia, y tras quince años de esfuerzos continuos por parte de todas las naciones de la tierra, se lograron sus objetivos. El esfuerzo mereció la pena, la viruela había caído y millones de vidas se  habían salvado.
Un ejemplo se solidaridad internacionalista que en plena pandemia del COVID-19 considero que es justo y importante recordar.

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