Yudy Castro Morales / Granma •  Internacional •  26/01/2021

Inversiones para multiplicar hasta ocho veces la obtención de bioproductos en Cuba

Según contó a Granma el ingeniero Teobaldo Cruz, especialista principal de Inversiones de la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE) Labiofam, la planta de La Habana nació en la primera década de los 2000.

Inversiones para multiplicar hasta ocho veces la obtención de bioproductos en Cuba

Con raíz en la savia fidelista, como casi todo lo bueno entre cielo y tierra cubanos, el empleo de bioproductos en la agricultura viene de los años 90 del pasado siglo, cuando vieron la luz, de la mano del Comandante, cuatro plantas productivas, ubicadas en los municipios de Güira de Melena, Güines, Matanzas y Sancti Spíritus.

La historia, contada en apretada síntesis, se la sabe de memoria el ingeniero Teobaldo Cruz Méndez, especialista principal de Inversiones de la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE) Labiofam, quien tiene a su cargo la conducción de una obra que sigue los pasos de aquellas primeras plantas, y permitirá incrementar hasta ocho veces, aproximadamente, las capacidades del país para la fabricación de bioproductos.

Se trata de un programa inversionista que incluye tres complejos industriales, situados en La Habana, Villa Clara y Granma, cuya producción deberá cubrir casi la totalidad de la demanda interna de biofertilizantes, bioestimulantes y bioplaguicidas, en pos de garantizar una mayor protección fitosanitaria para los cultivos.

HISTORIA DE UNA PLANTA DEMORADA

A la historia de la planta de bioproductos de La Habana, aún en fase constructiva, le cuelgan más años de los que deberían, atravesados de punta a punta por limitaciones financieras y otras problemáticas, convertidas lamentablemente en lugares comunes de buena parte de los procesos inversionistas: demoras, irregularidades en la planificación, la contratación…

Sin poses enjuiciadoras, vale resumir en un par de líneas el devenir de la obra, ya al 88,1 % de montaje industrial y al 99 % de terminación de la estructura civil.

Según contó a Granma Teobaldo Cruz, la planta de La Habana nació en la primera década de los 2000, o sea, en ese periodo se realizó la ingeniería conceptual y básica, con el propósito de fabricar productos para el control bacterial: Bactivec y Griselesf.

Sin embargo, algunos años después, se determina que esta instalación podía asumir la fabricación de bioproductos, además de producir control biológico y Biorat, un rodenticida para eliminar roedores y plagas.

Dicha proyección, muy beneficiosa económicamente hablando, aunque quizá tardía, comenzó a fraguarse a partir de 2012, etapa en que comenzaron a incidir, con más fuerza, las limitaciones financieras en este proyecto.

De acuerdo con Cruz Méndez, la planta pasó por varios financistas, hasta que en 2015 se retoma la inversión. Desde entonces hasta la fecha, también han existido, en temas financieros, altas, bajas y muy bajas.

No obstante, más allá de las tensiones, a la planta de La Habana le faltan para su terminación algunos subsistemas y tres sistemas fundamentales: central general de distribución eléctrica, la planta de tratamiento de residuales y los sistemas contra incendios.

En el caso de Villa Clara, los elementos de fermentación se encuentran al 65 %, mientras que la obra de Granma está un poco más rezagada.

Para resolver los sistemas pendientes, comentó el directivo de Labiofam, se han establecido contratos con varias empresas cubanas, lo que supone un ahorro considerable.

«El costo total de las tres plantas asciende a 50 millones de dólares y el vínculo con la industria nacional ha permitido un ahorro entre 6 y 7 millones de dólares», subrayó.

Dos ejemplos bastan para ilustrar el ahorro. La báscula de arroz, que costaba 80 000 dólares, al hacerse en Cuba su costo se reduce a 26 000 dólares. Además, ahorra el 60 % de los materiales concebidos inicialmente para la construcción civil.

El sistema de lavado de arroz, por otra parte, tenía un valor de 886 000 dólares, entretanto, el precio de fabricación por empresas cubanas equivale aproximadamente a la mitad de ese monto.

De concretarse todas estas alternativas, apuntó el especialista principal de Inversiones de Labiofam, la planta de La Habana estará lista, con un mínimo de condiciones, para el último trimestre de 2021, y Villa Clara, en el tercer trimestre de 2022.

AUMENTAR LOS RENDIMIENTOS AGRÍCOLAS CON NUEVAS TECNOLOGÍAS

Más que una planta, la instalación de La Habana es un complejo industrial, capaz de producir, además de Bactivec y Griselesf, alrededor de 12 surtidos de biofertilizantes y bioplaguicidas, incluso se estudia la introducción de otros compatibles con la tecnología de fermentación sumergida.

Cruz Méndez  aseguró que la planta de La Habana debe llegar a una capacidad nominal de 5 800 000 litros de caldo fermentado, equivalentes a 3 800 000 litros de productos terminados. Pero la producción estará en correspondencia, entre otros aspectos, con las demandas agrícolas y las campañas antivectoriales.

Agregó que, en el caso específico de los bioproductos, el programa, que no solo incluye el complejo industrial de La Habana, sino que contempla la planta de Villa Clara y la de Granma, podría cubrir entre un millón y 1 500 000 hectáreas.

A ello se suman, además, las cuatro instalaciones existentes, inmersas hoy en un proceso de rescate a partir de dos premisas de trabajo fundamentales: capacidad nominal y fiabilidad industrial, en aras de lograr mayores niveles de producción y eficiencia.

Hoy, la producción de las cuatro plantas de Labiofam cubren, al decir de Cruz Méndez, alrededor del 26 % del pedido total de bioproductos.

Con la entrada en funcionamiento de las nuevas instalaciones, se prevé, además de crecer en la fabricación de biofertilizantes y bioplaguicidas, producir unas 1 080 toneladas de Biorat al año, lo que permitirá satisfacer la demanda externa y exportar a países del área.

De igual modo, se planifica la producción de Biobras 16, un bioestimulante para los cultivos, que solo en el arroz puede incrementar hasta un 25 % su rendimiento. Tanto en el complejo industrial de La Habana como en el de Villa Clara, las cifras deben alcanzar los 220 000 litros anuales.

La disponibilidad de estas plantas, en palabras de Teobaldo Cruz Méndez, permitirá, en primer lugar, liberar al país de un volumen considerable de importaciones y proyectar una presencia gradual en el mercado internacional. Además, garantizará la confección de paquetes tecnológicos, en dependencia de los cultivos y épocas de siembra y, sobre todo, encaminará al país hacia una agricultura con un alto nivel ecológico.


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