Juan Rivera •  Opinión •  27/05/2020

Lo que Julio no querría (creo) [I y II]

Lo que Julio no querría (creo) [I y II]

Lo que Julio querría (creo) [I]

Esta primavera con una esquina rota (como diría Benedetti), nos ha robado el mes de abril mientras nos arrebataba a Julio«con quien tanto quería”
Desde que el sábado 9 la llamada de Irina me alertó de que algo te había pasado (habíamos hablado por última vez el viernes sobre las 10 de la noche) hasta que el sábado 16 Agustina me comunicó la amarga noticia, mil imágenes y recuerdos se han ido agolpando en mi cabeza. He preferido esperar para  escribir unas líneas y así introducir un poco de cerebro a lo que dictaba el corazón.
Hoy, tras leer tantos y (en su gran mayoría) buenos artículos sobre tí y encontrarme tu rostro en cientos de twitter, whatssaps, telegrams, páginas de facebook… he pensado: “En las actuales circunstancias, ¿qué no querrías?”. Tras ello me atreví a esbozar estas líneas.
    Ni pretenden sentar cátedra ni defender esencia alguna. Tampoco son el guión de un sermón  predicable en púlpitos siempre rechazados. Solo quieren tirar del hilo de los recuerdos y recoger algo de las centenares de conversaciones, ocurrencias, reuniones, comidas, copas… compartidas. La memoria siempre es selectiva y lo escrito aquí es la mía.
    La primera vez que escuché hablar de tí fue la noche de las primeras elecciones municipales, allá por abril de 1979. Un militante de mi pueblo comentó que en la capital, Córdoba, había ganado la candidatura del Partido encabezada por un maestro pero ignoraba como te llamabas. 
     En septiembre empecé la Universidad y ya sabía tu nombre: Julio Anguita. Esos primeros años te miré con ojos de asambleario de extrema izquierda cuando coincidíamos en la lucha por una  Autonomía plena (manifestaciones 4 diciembre, referéndum del 28F)
     Tras las generales de octubre de 1982 cuando muchos abandonaban el barco del PCE, la mayoría abatidos por  la tristeza de la derrota y la minoría por el carnet del PSOE y coche oficial, un grupo de universitarios decidimos nadar contracorriente y enrolarnos en la nave tocada pero a la que no queríamos dejar hundirse. 

   
 
A partir de ahí se agolpan elecciones de mayo del 83, con los 17 concejales de 27 y la calle Ambrosio Morales a rebosar gritando “Qué “demasiao”, qué “demasiao”, que hasta los reservas los hemos “sacao”,  Manifiesto de las amapolas del 84, los Comités Anti-OTAN, la asamblea de Convocatoria de Andalucía en la antigua Universidad Laboral de Sevilla ( hoy Pablo de Olavide) para proclamar  en abril del 86 tu candidatura  (allí nos pilló  la formación de IU a nivel estatal), las mágicas e ilusionantes elecciones autonómicas del 86 (“En junio, Julio”) tras el mazazo del referéndum OTAN… 
En esa época agradecimos infinitamente tu apoyo a la asamblea local de IU Cabra, viniendo  al acto de presentación (enero del 87). Fue la primera ocasión que intervinimos juntos  en público. No podía  imaginar las veces que nuestro común camino de militancia se entrelazaría después. A los pocos meses repetiste deferencia con los «pelmazos egabrenses» («Gracias al latín» te apostillaba siempre) y volvimos a  compartir  escenario en el  mitin de cierre de las municipales, barrio de Gargallo (junio del 87).
     Luego la vorágine del salto a la primera fila nacional, tu marcha a Madrid,los saludos espaciados al coincidir en Asambleas Federales de IU, actos en Córdoba o encuentros casuales en paseos o bares.
     Hasta que en el 2000 te reintegraste a la docencia en el IES Blas Infante y a la militancia de base en la nutrida Asamblea Centro – yo estaba de coordinador – imán para  versos libres e inquietos, capaces, por ejemplo, de no elegir como delegados a la Asamblea Andaluza a la entonces todopoderosa alcaldesa Rosa Aguilar y a su teniente de alcalde (luego repescados por las altas instancias para evitar mosqueos), pues el voto directo de la Asamblea iba por otros derroteros.
    A partir de ahí compartí todas tus iniciativas. Desde la fundación del Colectivo Prometeo, con su “ puesta de largo”, diciembre de 2002, conferencia del entonces lehendakari Ibarretxe sobre su plan en el Colegio Mayor de la Asunción. ¿Te acuerdas de la  jauría de niñatos fachas – hoy serán hombres de poco provecho y mucha bandera– intentando, sin conseguirlo pese a la pasividad policial,cargarse  el acto mientras  nosotros, los compañeros y compañeras del Colectivo, hacíamos de guardaespaldas? Con los  cuerpos de seguridad haciendo mutis y nuestros munícipes lavándose las manos. Desde ese día -me dijiste años después- tuviste muy, muy claro, en quienes querías y podías confiar.
    Centraste el trabajo y propuestas (“mira los “embolaos” en los que nos metes” / “ menos mal que te queremos de balde” se convirtieron en lugares comunes dichos entre risas cuando nos llovían las críticas) en las iniciativas que pensábamos serían útiles para  ampliar el frente ciudadano que sirviese de contrapeso a la tradicional hegemonía del Conservadurismo español. 
    Primero -poco éxito ante el aparato oficial y mucha pitada en los oídos cada vez que recordaban a nuestros antepasados o nos tildaban de traidores/ revisionistas- intentando  la «Refundación de IU» proponiendo recuperar elaboración colectiva, áreas activas y dinámicas y volver a sintonizar la canción  “ programa, programa, programa”.   
    Luego, tapados los  chichones con «Trombosil» topar con el muro, participando activamente en las moviizaciones  que culminaron en la explosión del 15M en 2011.
    No le cuentes a nadie las veces que nos reímos  recordando a los dos dirigentes de pro que mientras se tomaban un cubata en La Corredera, -viendo partir la manifestación que motivaría tu extraordinario artículo «Son los nuestros» – nos tildaron de “pequeños burgueses” por haber apoyado una convocatoria a la que no pensaban acudir porque no había en ella lucha de clases y que unas semanas más tarde alardeaban de «padres» de la movida (algo similar ocurrió dos años después durante las primeras semanas de la ocupación del Rey Heredia).
     Hasta culminar con  la puesta en marcha del Frente Cívico en 2012. «Todas las manos son válidas para crear contrapoder, siempre que  estén dispuestas a arrimar el hombro.Es hora de  dejar  el carnet en la puerta -decías- nunca las ideas. Pero para que te las secunden debes ponerlas sobre la mesa y  convencer de su validez». 
    De allí salió ese programa (salario mínimo digno, pensiones dignas, apoyo real al desempleo, una renta básica, lucha contra la corrupción, contra los paraísos fiscales, la economía sumergida y la exenciones fiscales a la iglesia, por una banca pública y la nacionalización de sectores estratégicos, la lucha contra la obsolescencia programada, el desarrollo de la Constitución, la separación iglesia-estado o la reforma del sistema electoral…) que Juan Carlos refrescaba hace poco en su artículo.
  

 

   Lo importante, no te cansabas de repetir,  son los   objetivos claros.Que se puedan concretar y llevar a cabo. Tal como hicimos en el Foro de la Asamblea Constituyente del FCSM de Rivas -Vaciamadrid en 2013 (se plantó la semilla  que germinará en  las Marchas de la Dignidad de 2014) y en los distintos  Foros de Córdoba que en algo contribuyeron a la confluencia  encarnarnada hoy en  Unidas Podemos. Tender manos para construir puentes
     Lamentando una y otra vez la oportunidad perdida al no ir juntos en diciembre de 2015 (hubiéramos dado el “ sorpasso” al PSOE sumando los votos Podemos / IU) y temiendo que el acuerdo cupular no se reflejase en un  trabajo conjunto de las bases.

 
    Y así, erre que erre hasta la movida de hace unas semanas: advertir del peligro que entraña, en época de nostálgicos de la Dictadura, no tener un Estado fuerte y una sociedad fuerte movilizada para hacer cumplir los artículos recogidos en la Declaración de Derechos Humanos y los colectivos de la Constitución del 78.
    Recalcar la necesidad de organizar colegiadamente el combate político -cultural y la entente programática con el trabajo colectivo imprescindible de fuerzas políticas, confluencias, sindicatos, mareas, colectivos, ateneos, fundaciones… recogidas en el Manifiesto:»El Hoy y el mañana« convertido para nuestra desgracia en una suerte de testamento político.
     Sopesando los 40 años de andar el mismo camino político y los más de 20 trabajando codo a codo, me he atrevido a poner  negro sobre blanco lo que creo no querrías. La lista es personal no  exhaustiva ni completa. Y estoy seguro de que muchos compañeros y amigos pueden añadir eslabones.
     A bote pronto se me ocurren éstos:
     No querrías nunca verte convertido en una reliquia o imagen que se venera. Aunque las velas tengan forma de hoz y martillo. Si alguien te fastidiaba era quienes  intentaban convertirte en  pope o santón, desconociendo lo que te ponía era el debate, la dialéctica, el intercambio de golpes ideológicos, la ironía que te arrancaba la carcajada.
    No tenías «guardia pretoriana» como algunas malas lenguas insinuaban. Tenías un amplio grupo de amigos (el «cariño de balde», el que no se paga como antes dije) que te reconocíamos “auctoritas” porque nunca blasonaste de ella. 
    Tu fuerza la basabas en la argumentación sosegada, sin buscar la inmediatez o salir en los “mass media”. Por eso no usabas las redes sociales -bueno, en tu última aparición te atreviste ¡por fín! con el skype-, ni el recurso a  abrazos o prestarte al «selfie».
   ¡Cuántas veces el “Señor Anguita, una foto” de quien se acercaba a la mesa del bar fue replicado con un “No me hago fotos, yo le doy la mano”! Respetando tu voluntad, tampoco nosotros te las pedíamos.
   No querrías ver revivir tu famoso “queredme menos y votadme más” en forma de homenajes sin fin que dejan la conciencia tranquila y los problemas intactos. Por ello ibas a sacar el domingo 10 en el programa “Liarla Pardo” -al que nunca pudiste ir -el tema de la Renta Básica que no tocaste  en “Todo es mentira”. Porque,anclado en la realidad, conocías  que las crisis  en España siempre las pagan los mismos, los trabajadores y las trabajadoras  y en muchas ocasiones -por desgracia tantas veces visto en esa Historia de España de la que eras profesor – con un sector de ellos lamiendo la mano que lo asfixia.
      No querrías que  te escriba una nota  hagiográfica quien ponga en segundo término el “ Programa, programa, programa” e ignore los pilares que apuntalan la coherencia en  Política. Ayer,tras  ver el retablillo de Don Cristóbal en el que una reforma integral de la Ley Laboral para acabar con las tropelías de la vigente impuesta a calzador por la Derecha,terminó horas después convertida en manita de pintura a los desconchones más llamativos, seguramente habrías llamado para -después del bisturí en el análisis- decir :» Niño no captan bien lo de las dos orillas. El peligro de sin ser lo mismo, terminar haciendo lo mismo».
Y rematar: «¡ Qué poco nos dura la alegría en la casa de los pobres!»
  No querrías vernos en la cárcel y asustados, sino conscientes del órdago político que la Derecha echada al monte ha lanzado contra  la Democracia. Y preparados para aceptarlo
    No querrías el folklore de un ejército de Pancho Villa sino la fortaleza que emana la organización y movilización colectiva de una Ciudadanía  anclada en los problemas reales y en pugna por defender y aumentar sus Derechos
     No querrías que te subieran a hombros en la muerte quienes tanto empeño pusieron en derribarte en vida.
      No querrias ver florecer puristas proclamándose custodios del tarro de las esencias de tu memoria como si tuviesen un Santo Grial.Nada te parecía más  patético que espontáneos parecidos a  extras sacados de «La vida de Bryan» gritando «El zapato es la señal».No conocen que a tu disciplina de partido la atravesaba un acusado ramalazo anarquista andaluz
     No querrías escuchar un “amén” ante todas tus ocurrencias. Te fascinaba, como sabes,  la discrepancia motivada. Recuerdo nuestro primer  encontronazo en la segunda asamblea Federal de IU -año 89- por mi posición como objetor insumiso frente a tus tesis de ejército popular.Y la última, con el tema Salvini como telón de fondo. Lo que no impidió nunca terminar zanjando el debate  con el guiño de un » camarada, compañero …y sin embargo amigo». Como simpatizantes del Athletic de Bilbao (tú) y del Betis (yo) no nos daba miedo apostar por perdedores natos.
     No querrías que te inciensaran los mismos que te recriminaban no tener los pies en el suelo  o de no buscar el posibilismo, cuando la mayoría de las propuestas sobre la mesa siempre fueron posibles,aunque había que tener el arrojo de intentar llevarlas a la práctica y exponerse a las críticas. 
     Por ello contestaste al “Me alegro de verte Julio” en la estación de Atocha de   esa exmilitante pasada al PSOE con armas y bagajes con un “Pues yo no” y  la dejaste con la palabra en la boca. No era castigarla por su interesada traición, sino por la cantidad de sueños rotos que la misma provocó.
    No querrías que se gastasen palabras en loas porque la austeridad era tu insignia y predicabas con el ejemplo.
    No querrías oírnos hablar del acto que el Colectivo va a organizar cuando el coronavirus nos deje. Sonriendo mirarías para otro lado, sin hacer de la cuestión caballo de batalla.Sabiendo que la votación la tenías perdida de antemano.
   Olvidaba lo más importante: No querrías vernos tristes sino enfundándonos el mono de trabajo para engrosar las filas de la marea, círculo, asamblea, agrupación, asociación, grupo de activistas…que nos corresponda. Predicando con militancia lo que pedimos a los demás que hagan.Y denunciando,lealmente pero con claridad, las decisiones de nuestros dirigentes que consideremos equivocadas.Sin «silencio de corderos» ,quejas de barra de bar o puñaladas traperas.En la cara.
  Termino con una última apreciación. He tenido la inmensa suerte de conocerte como personaje público y disfrutarte como  amigo. En las pequeñas cosas,en la mirada de cariño al círculo de tus afectos, gozando la vida, riendo a carcajadas, entonando una copla mientras que de coña te picábamos con un «Julio, tienes poquita voz…pero muy desagradable» aunque  cantaras bien
   Por ello no te perdonaré jamás que hayas incumplido nuestra promesa. Esa en la que  te ayudaría a salir al balcón del Palacio de Oriente, -aunque fuese con taca -taca- para decir aquello de “Españoles, españolas,queda proclamada la Tercera República”
    Fijo que dejo muchas cosas en el tintero.No importa.Aunque te hayas ido con la misma discreción que tenías, estoy seguro que la tierra te será leve porque tu recuerdo entre nosotros es fecundo.
    Por eso alzo mi copa y brindo por última vez contigo.
¡A tu salud, amigo y maestro!
¡Hasta la victoria siempre!

 
 

 

Lo que Julio querría (creo) [y II]

 
 
Cuando mi hermano Juan Rivera me dijo el martes que, en un pis-pas, en un ratillo que había tenido entre clase y clase telemática, había redactado un artículo que iba a titular «Lo que Julio no querría» le dije, en un atrevimiento inconsciente, que lo publicara como un primer capítulo que se cerraría con otro artículo que redactaría yo sobre lo que Julio sí querría. Digo inconsciente por muchos motivos, pero, principalmente, porque, cuando Juan escribe, no deja palo sin tocar y, además, lo hace con un arte pa’rabiar. Es para lo único que la música le ha agraciado. Cuando ya sale por la garganta, el cantar abandona su significado. En eso somos siameses.
 
Y la verdad es que, con ir contestando a cada uno de sus “lo que Julio no querría” de su escrito, en sentido inverso, valdría más que de sobra para rellenar con mucho más sentido estas líneas. Pero ya que lancé el órdago, intentaré trasladar lo que me pide el cuerpo, desde el más profundo respeto a Julio y sin, por asomo, querer hacer de “traductor” suyo.
 
Hace ya la friolera de 25 años, cuando tenía esos mismos aproximadamente, visitó la isla de Lanzarote, donde por motivos laborales residía, José Luis López Aranguren. Ya uno venía de las huelgas contra la LRU, del movimiento anti-OTAN, y de experiencias desde grupos cristianos de base. Pero recuerdo que la charla de Aranguren que disfrutamos (tuvo que ser de las últimas pues un año después fallecería) en la casa de Tahiche del también entonces recientemente fallecido César Manrique, fue la gota que me hizo dar el paso del compromiso social y político. Recuerdo que Aranguren incidió en el inconformismo y la rebeldía que debían ser propias de la juventud y nos llamó a ejercerlas. Famosa quedó su frase “La juventud es la edad del inconformismo, de la exigencia de perfección, del hambre y de la sed de justicia”. Y de allí salimos con la determinación de que había que “pringarse”. A los pocos días visitaba la sede de IU de la isla y me afiliaba. No podía ser de otra forma. Uno había vivido (aún joven y desde fuera) los años de la alcaldía de Julio, su salto a la Junta y, posteriormente, su brillantísima, intachable en todos los aspectos, etapa como parlamentario y candidato a la presidencia del gobierno. Y fue en Lanzarote donde lo conocí en persona, un día que viajó hasta allí a apoyar un mitin de la campaña de las elecciones generales de 1996 en el Hotel Lancelot donde, según contaba luego cuando volví a Córdoba, me reconoció porque oyó a lo lejos decir un “sipote”, y dijo: “allí hay uno de Córdoba”. En aquella isla magnética y apasionante tuve la fortuna de conocer a otro personaje de los que marcan: José Saramago, quien vivía en el pueblo de Tías y tuvo a bien ayudar, apoyar, incluso yendo muchos miembros de su familia en las listas de IU por su pueblo y donde hiciera falta. Más tarde, en 1999, tendría lugar en ya mítico encuentro de Julio, Saramago y otro “extraterrestre”, Manolo Cañada, en Cáceres. Son las vivencias, los maestros, que, en mi caso, me han marcado en mi formación como ser social. No me extenderé más en “historias de abuelito cebolleta”, pero me sirven para llegar a tres de las muchas características que creo comunes a estos cuatro personajes, cada uno en sus ámbitos de actuación: la rebeldía, la valentía y el compromiso con la utopía, y que me van a llevar a señalar, al menos, tres cosas que Julio querría.
 
Julio querría, no es novedad, lo dijo miles de veces, que la sociedad fuera rebelde. Rebelde desde el concepto intrínseco de oponerse a lo injusto, de no asumir lo que se impone de forma dañina. Es decir, una sociedad rebelde, pero con causa. Y Julio querría que antes de rebelarnos, estudiáramos, reflexionáramos, discutiéramos en el sentido platónico de la dialéctica y llegáramos a consensos que dieran forma y argumentos a nuestras reivindicaciones. Querría que en la situación en la que estamos, la clase trabajadora, más allá de aplaudir sus intervenciones en televisión, más allá de reconocer que siempre tuvo acierto en sus reflexiones, más allá de ahora llorar su pérdida, diera sentido a esa admiración poniendo en práctica aquello que supuestamente compartían con él. No le valía el “dales caña, Julio”, sino que a los que eso le decían, les respondía: “no voy a un circo romano. Tú también tienes que actuar”. De eso fui testigo en numerosas ocasiones.

 
Julio nos querría valientes, o, mejor dicho, sin miedo. Desde el ascenso de la extrema derecha venía advirtiendo de que no se les podía rebatir desde el temor a sus discursos. Que había que analizar sus propuestas, que no dejan de ser un paso más en el neoliberalismo capitalista, el paso autoritario de la fase de descomposición en la que se encuentra, pero que no son el único bastión de las políticas de desigualdad. Julio no nos querría que estuviéramos comentando, como en barra de bar tras varios medios de vino, lo cabrón que es aquél o lo facha que es el otro, o gastando nuestras energías en lamentarnos de lo que dicen o lo que hacen. Nos querría preparados intelectual y anímicamente para confrontar sus propuestas que provocan la miseria de la mayoría y reclaman la eterna supremacía de las clases dominantes. Y una vez preparados, nos querría en la calle, que es nuestra, no de los privilegiados. Porque lejos de los discursos al uso de “que no debemos salir a reivindicar porque bastante tiene ya el gobierno”, él querría que se le esté achuchando desde la calle.
 
Julio nos querría comprometidos con la utopía. Es la base del revolucionario, del ser de izquierdas, de ser rebelde: el inconformismo continuo con la sociedad en la que vivimos. Nos querría comprometidos en la lucha por salvar a la especie humana en un planeta que no soporta más nuestras embestidas, las cuales pagaremos pronto si no ponemos remedio. Nos querría comprometidos por la consecución de los derechos humanos fundamentales: pan, trabajo, techo y dignidad. Nos querría comprometidos en la lucha por las causas que nos unen y que suponen la asfixia de la inmensa mayoría de la sociedad. Nos querría menos despotricando en los bares, menos lamentándonos en el descansillo de la escalera con el vecino, y más en asambleas donde se busquen los puntos de acuerdo que unan a cientos de miles de personas en la lucha por sus derechos mancillados por los que hoy reclaman libertad para seguir explotando a su antojo.
 
Si hay algo que todos, algunos con todo el dolor de su corazón, le han reconocido a Julio, ha sido su coherencia. Julio vivía lo que él exigía. Si hablaba de corrupción lo hacía desde su atalaya de pulcritud y honestidad a prueba de bomba. Si maldecía los privilegios era porque él jamás los tomó. Y si pedía rebeldía, valentía y compromiso es porque era su modus vivendi. Hasta el último maldito minuto que tuvo de hálito. Hasta, literalmente, el último momento, Julio estuvo haciendo lo que querría que hiciéramos, porque si no hubiera sido así, no lo hubiera reclamado. El día 5 de mayo nos explicaba en este vídeo lo que pretendía con su manifiesto “El hoy y el mañana: razones para nuestro compromiso” (https://youtu.be/twNc-2wVKdI). Y hasta el día 8 estuvo explicando por qué llamaba, junto a sus compañeros y compañeras del Colectivo Prometeo, a seguir en la lucha. Y acabó de explicarlo en el programa «Todo es mentira» y siguió estudiando para defender el domingo día 10 en «Liarla Pardo» la Renta Básica de Cuarentena. No pudo ser. Nos tocará al resto seguir.
 
Hoy no nos queda otra que ver el vídeo, leer el manifiesto, firmarlo si estamos de acuerdo en que sirve como base para recomenzar a movernos de forma unitaria y empezar a crear contrapoder. Para salir de la actual crisis “debemos optar entre un futuro para la inmensa mayoría o un desastre, también para la inmensa mayoría”, dice en su comienzo el manifiesto, que acaba diciendo: “Si pretendemos crear hegemonía social y cultural para construir algo nuevo, …, debemos impedir que quieres se consideran dueños de un poder sempiterno reconstruyan la realidad a su imagen y semejanza”.
 
¿Nos quedamos en el merecidísimo aplauso, admiración, loa, el “que grande eres Julio” o somos coherentes y nos ponemos a ello? ¿Qué querría Julio?
 

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