Jaime Martínez Porro •  Opinión •  23/11/2020

La «Quinta Semana Sangrienta» de las mujeres de Polonia en Berlín

La «Quinta Semana Sangrienta» de las mujeres de Polonia en Berlín

En el Volkspark Friedrichshain, muy cerca del monumento a las Brigadas Internacionales, se levanta una columna y un muro de piedra en el que se lee («Por vuestra y nuestra libertad» (Za waszą i naszą wolność en polaco, Für eure und unsere Freiheit en alemán). En este memorial, erigido en 1972 para recordar a los soldados polacos y a los alemanes antifascistas, se concentran desde hace semanas centenares de mujeres de Polonia y otras tantas como muestra de solidaridad, para denunciar la prohibición de facto del aborto en Polonia.

El 22 de octubre el Tribunal Constitucional de Polonia decidió que es inconstitucional uno de los tres supuestos en los que se puede abortar en el país, malformaciones graves del feto, dejando solo como legales los supuestos de violación y el de riesgo de vida para la madre. Como denuncia Hanna Grzeskiewicz de Dziewuchy Berlin («Muchachas Berlín»), esto supone declarar inconstitucionales en torno al 90% de los (pocos) abortos que se practican en Polonia a día de hoy o, dicho de otra forma, se está prohibiendo en la práctica que se puedan realizar abortos en Polonia. También denuncia que, aunque en medios de comunicación internacionales se anunció que el Gobierno daba marcha atrás en la aplicación de la resolución del Constitucional, simplemente está ganando tiempo esperando a ver si se aplacan las protestas.
En Polonia centenares de miles de personas han salido a la calle a denunciar esta violación sistemática de los derechos de las mujeres y de los derechos humanos. Son manifestaciones intergeneracionales, masivas, de personas de ideologías diversas… Y es que en una encuesta del 1 de noviembre de Estymator para Do Rzeczy mostraba que solamente un 14% de la población está a favor de esta prohibición. No significa que el resto esté a favor de una aborto libre, gratuito y seguro o de una ley de plazos. La mayoría (67%) quieren mantener el statu quo, mientras que una minoría (19%) quiere una legislación más abierta.

Berlín (y Alemania en general) tiene unas especificidades que hacen que el movimiento contra la prohibición del aborto en Polonia sean también relativamente masivo en la ciudad. En primer lugar, solamente en Berlín viven unas 115.000 personas que o bien son migrantes con nacionalidad polaca, o bien tienen orígenes polacos aunque tengan la nacionalidad alemana, lo que en alemán se llama Migrationshintergrund («trasfondo migrante»). Es así la segunda comunidad no alemana más amplia en Berlín, detrás de la comunidad turca.

Segundo, en Berlín reside Julia Przyłębska (a quien han llamado bloody Julia). Es la presidenta del Tribunal Constitucional de Polonia, el organismo que ha introducido de facto la prohibición del aborto. Julia Przyłębska es la esposa del embajador de Polonia en Alemania, Jerzy Jozef Marganski. Es por eso por lo que organizaciones como Dziewuchy Berlin han llevado a cabo protestas delante de la casa del embajador, en Lassenstrasse 19-21 en el barrio berlinés de Grünewald. Desde hace semanas animan a mostrar el rechazo a esta decisión, bloqueando la calle circulando a muy baja velocidad en coche o en bicicleta, animan a tocar el claxon al pasar por la casa, a pasear delante de la misma con un paraguas negro (símbolo del movimiento) «aunque no llueva» o a dejar perchas colgadas en la verja exterior (las perchas son otro símbolo del movimiento, por ser una «herramienta» que las mujeres, en una situación desesperada ante el desamparo y la discriminación, han utilizado tradicionalmente para practicarse abortos).

Tercero y finalmente, porque Berlín se sitúa a escasos 90kms de la frontera con Polonia, de Słubice y tiene, en comparación con la legislación polaca, una ley más flexible del aborto. No obstante, cabe denunciar en este punto que el aborto en Alemania sigue teniendo una legislación restrictiva en comparación con países como España e incluso en comparación con la legislación que tenía la República Democrática Alemana hasta 1990, cuando fue anexionada a la República Federal Alemana. Concretamente, en Alemania el aborto sigue estando penalizado según los parágrafos §218 y §219a del Código Penal. El primero penaliza la interrupción del embarazo, aunque una reforma ha introducido supuestos de despenalización, mientras que el segundo penaliza que las profesionales médicas informen públicamente del aborto.

A pesar de todo ello y sin entrar en el detalle de las leyes en Alemania, sigue siendo una legislación más abierta que la de Polonia. Por eso, miles de mujeres polacas acuden a Alemania a abortar cada año. Ya en el año 2017 el Dr. Janusz Rudzinski, que tiene una clínica en Uckermark en el vecino estado de Brandeburgo y a muy pocos kilómetros de la frontera, contaba que en su clínica recibía en torno a 20-25 mujeres de Polonia cada semana para realizar consultas relacionadas con el aborto. Esto da una idea de las dimensiones de la situación, tratándose únicamente de una única clínica.

Por otro lado, aunque en Alemania se permite la práctica del aborto, esto no significa que sea ni mucho menos gratuito, como defienden los colectivos feministas en Alemania. El procedimiento puede llegar a costar varios cientos de euros. Es por eso por lo que a Alemania viajan las mujeres de Polonia que pueden permitírselo, mientras que otras muchas tienen que hacerlo en la clandestinidad en Polonia, con los riesgos para la vida de las mujeres que esto conlleva (por ello llaman las activistas en Berlín a sus acciones «semana sangrienta», en referencia a las mujeres que se desangran clandestinamente por culpa de una ley discrminatoria).

Para evitar los abortos clandestinos y la muerte de mujeres en condiciones infrahumanas, existe en Berlín el colectivo Ciocia Basia («La tía Basia») que, como se autodefinen, son un grupo de activistas que dan apoyo a las mujeres que desean abortar en Berlín, no solo aportando soporte económico, sino también traducciones o acompañamiento. Recuerda este colectivo a la red Federica Montseny que las mujeres emigrantes españolas formaron en 2014, cuando el entonces Ministro de Justicia del PP, Alberto Ruiz-Gallardón, planteó la derogación de la ley del aborto del gobierno de Zapatero. Tanto la red Ciocia Basia como la Federica Montseny, que afortunadamente no tuvo que empezar a funcionar, son ejemplos de la organización de la emigración en defensa de los derechos de las mujeres, tanto para evitar muertes en abortos clandestinos, como para evitar que el aborto se convierta en un lujo de las clases altas que sí pueden permitirse tanto el viaje  como los costes médicos para abortar, mientras hipócritamente tratan de prohibirlo en su propio país.

En definitiva, Berlín es uno de los hotspots de las protestas en el extranjero contra la prohibición de facto del aborto en Polonia. También lo ha sido a la hora de denunciar las «zonas libres de LGTB» que se han aprobado en algunas regiones y ciudades de Polonia, en la enésima agresión a los derechos fundamentales y los Derechos Humanos de los gobiernos de un estado miembro de una UE, que solamente levanta con timidez su voz. La fuerza del movimiento de la emigración, en ambas revindicaciones, ha radicado en la unidad de acción, porque las mujeres y el colectivo LGTBI tienen claro que el enemigo es uno en ambos supuestos, el patriarcado asentado en la sociedad y sostenido y defendido sobre los pilares de una derecha reaccionaria y la Iglesia Católica. Esta unidad de acción nos marca el camino de una lucha que, finalmente, también necesita de toda la solidaridad internacional posible, para que su voz, su grito de rabia, desesperación y lucha, llegue a cualquier rincón del planeta.

*Por Jaime Martínez (@iacbe), militante de IU Berlín y de Die Linke Steglitz-Zehlendorf


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