Jaime Martínez Porro •  Opinión •  22/12/2020

Alemania y covid 19: mitos y leyendas

Alemania y covid 19: mitos y leyendas
En primavera, en verano, en otoño… Muchos medios de comunicación se preguntaban por qué en Alemania el coronavirus no se había propagado con la misma virulencia que en otros países. Los análisis certeros, probablemente, solo podrán llegar cuando la pandemia acabe y se recopilen los datos científicos pertinentes para realizar estos estudios. Es verdad, sin embargo, que Christian Drosten, jefe de virología del hospital de Charité en Berlín, ya pronosticó en abril lo siguiente: «Pasaremos un verano suave, pero entre la población todavía hay una inmunidad muy baja y con esa población, inmunológicamente ingenua, iremos a una oleada en invierno […] y nos tenemos que preparar para que en invierno volvamos a un lockdown (confinamiento)».

Y así ha sido. Desde el 4 de abril, el Gobierno y los estados federales alemanes dieron los primeros pasos hacia lo que se llamó un lockdown-light, mientras los números crecían en la primera mitad de noviembre, pasaban a una meseta en la segunda mitad del mes y volvían a crecer en diciembre con cifras de muertos nunca vistas antes en Alemania. ¿Cómo puede ser que pasara eso en Alemania, cuando era el país modélico y previsor?

El mito de la eficiencia y la seriedad alemanas: una construcción mediática

En noviembre, aterrizaba Gonzo en Berlín para realizar un programa de Salvados sobre la sanidad alemana en el que entrevistaba tanto a oficinas públicas de rastreo de casos, como a médicas que trabajan en la capital de Alemania. Dos eran las conclusiones: por un lado, que en Alemania todo se había preparado y organizado muy bien con mucha antelación; por otro, que las condiciones laborales en los hospitales eran excepcionales y que se valoraba especialmente a las enfermeras venidas desde España.

Sin embargo, en el programa no se entrevistó a ninguna enfermera. Desde el partido Die Linke (La Izquierda) y el sindicato Ver.di se viene denunciando desde hace años tanto la precariedad y la sobrecarga de las Pflegekraefte (personal que cubre tareas de enfermería, ayudante de enfermería, celador y administración), como la falta de personal en los hospitales. Se estima que faltan entre 80.000 y 100.000 Pflegekraefte en los hospitales alemanes. La enfermería es un trabajo que no obtiene el reconocimiento laboral que tiene en España: no se considera una carrera, es un grado de formación profesional y esto tiene consecuencias. Si Alemania aprecia a las personas egresadas en enfermería de España es porque saben que tienen una cualificación alta que se puede remunerar por debajo de lo que se debería, porque en Alemania tiene una consideración laboral más baja. No significa que el sueldo neto final en Alemania sea peor que en España, sino que no se está remunerando como se debería y además se encargan tareas, como por ejemplo administración, que no debería realizar el personal de enfermería.

En esta situación, las 33,9 camas de UCI por cada 100.000 habitantes que tiene Alemania (frente a las 9,7 de España) pueden convertirse en un recurso no utilizado, porque a mayor gasto sanitario no necesariamente hay mayor eficiencia. De nada sirve tener habitaciones de UCI si no hay personal suficiente para atenderlas, al igual que en Madrid de nada sirve un hospital de pandemias con 100 sanitarios y sanitarias para unos pocos pacientes. La mala gestión se traduce de formas diversas.

En el programa de Gonzo, no obstante, sí que hubo una voz parcialmente discordante, la de la corresponsal de El País en Berlín, Ana Carbajosa: «Lo de que los alemanes son muy disciplinados y los españoles un desastre, eso es un mito». Ese mito, fomentado de nuevo desde los medios de comunicación, pinta a una sociedad alemana cuidadosa y concienciada, precavida, seria, mientras la realidad de cada semana mostraba cómo se disolvían raves ilegales (mientras la temperatura lo permitía, más tarde fiestas masivas en interiores) o la mascarilla como un animal mitológico para muchas personas en el transporte público.

Querdenker, conspiracionistas, Q-Anon, antivacunas… covidiotas y neonazis

En abril, surgía un grupo de manifestantes en Stuttgart llamado Querdenken 711 (Pensamiento Alternativo 711 -número del prefijo telefónico de la ciudad). En ese mes, eran 50 en esta ciudad, capital del Estado de Baden-Württenberg; en agosto, reunían en Berlín en torno a 40.000 personas llegadas desde todos los puntos del país que no cumplían ninguna de las medidas de distanciamiento e higiene necesarias. Esta manifestación estuvo patrocinada, apoyada y divulgada por diputados y diputadas del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) y también por el partido abiertamente neonazi —sí, la desnazificación en Alemania es otro mito– Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD), además de colectivos como el Movimiento de Ciudadanos del Reich.

A la manifestación también acudían grupos que se definían como anarquistas o elementos de la cultura berlinesa, como una representación de los clubes techno de la ciudad que, ante una situación económica precaria, solicitaban relajar las medidas. Toca separar la paja del grano, aunque también denunciar que una vez pudo colar la mascarada pero, una vez denunciado, no hay lugar para la ingenuidad. Algunos medios calificaron la manifestación como una reunión de covidiotas. Este término, que sirve para mofarse de quienes allí se manifiestan, puede encubrir bajo este humor lo más grave: el neonazismo se abre paso en las calles de Alemania.

Estas manifestaciones se han extendido por muchos rincones del país y en ellas es habitual oír discursos conspiranoicos relativos al 5G, a la teoría Q-Anon o también argumentarios antivacunas. En Hannover, se subía en noviembre al estrado una oradora que se presentó como Jana de Kassel y que comparó la persecución que decía sufrir como negacionista a la que sufrió Sophie Soll, una joven que con 22 años fue arrestada por la Gestapo y ejecutada por decapitación en 1943 por el régimen nazi. En el vídeo, que se puede ver en redes sociales, otro de los manifestantes que ejercía como seguridad (esto que decíamos de separar la paja y el grano) parece tener una revelación y darse cuenta de que, a lo que ha acudido, no es más que una concentración llena de neonazis: «Estás banalizando el Holocausto», le espeta en la cara mientras le devuelve el chaleco reflectante de seguridad.

En Leipzig (Sajonia), se juntaban también en noviembre bajo el apelativo de Querdenkers centenares de neonazis, muchos de ellos relacionados con el movimiento hooligan de fútbol, y que extendieron la violencia por las calles de Leipzig durante horas. Literalmente tomaron las calles mientras la policía trataba de contenerlos y manifestantes antifascistas trataban de bloquearlos. No es concebible que estén tomando el espacio público.

En Sajonia es precisamente donde esta ola de invierno más está sacudiendo a la población. Con una incidencia de 990 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días a 21 de diciembre, y con algunas comarcas como Goerlitz, o Bautzen, que superan los 1.300 casos por cada 100.000 habitantes, en los últimos días se busca la vinculación entre esta ola y la relación con el movimiento neonazi, negacionista y conspiranoico patrocinado por el partido AfD. Así, la revista Katapult publicaba un mapa comparativo entre la incidencia de la covid 19 y el voto a AfD en las elecciones generales de 2017. La relación de ambos factores en Sajonia, partes de Turingia o partes de Baviera es realmente significativa. Aunque se pueda tratar de buscar otros factores, este desde luego no parece ser uno menor.

En definitiva, ni una sanidad tan robusta, como nos quieren hacer creer los medios de comunicación, ni una sociedad tan seria y concienciada (ni desnazificada), como se suele decir. Esta pandemia saca a la luz las debilidades existentes en todos los países. Sin embargo, en España solemos hacer gala de un complejo de inferioridad ante otros países de nuestro entorno, a veces de forma injustificada. No significa eso tampoco cantar las glorias de nuestro país, sino ser conscientes de sus fortalezas y sus debilidades y ser conocedores de que estas también existen en otros países. Otra enseñanza nos queda: por un lado, que la sanidad debe ser un servicio público y universal que debemos proteger; por otro, que la extrema derecha y los neonazis aprovecharán cualquier ocasión para fortalecerse bajo cualquier tipo de mascarada.

*Por Jaime Martínez (@iacbe), militante de IU Berlín y de Die Linke Steglitz-Zehlendorf


Opinión /