Arturo Prado Lima •  Opinión •  15/03/2020

La guerra de los virus opaca a la de los misiles

La guerra de los virus opaca a la de los misiles

Hace algunos días, me encerré en mi habitación a esperar la tercera guerra mundial. Estados Unidos había asesinado al general Qasem Soleiname, comandante de la Guardia Revolucionaria Iraní y hombre de confianza del Ayatollah Khamei. Irán había respondido atacando dos bases militares estadounidenses en territorio iraquí y se esperaba en cuestión de horas la respuesta del imperio. El mundo estaba en vilo, contenía la respiración. Al final no pasó nada o al menos esa fue la sensación. El mundo árabe se movilizó en una ola antiamericana jamás vista en Medio Oriente y el propio Parlamento de Irak pidió a los Estados Unidos retirar sus fuerzas de su territorio.

En ese momento me acordé de las palabras de Bill Gate hace cinco años:  “Hoy el mayor riesgo de catástrofe global no se ve así, si algo mata a más de 10 millones de personas en las próximas décadas, lo más probable es que sea un virus altamente infeccioso en lugar de una guerra. No serán misiles, serán microbios”. Bajé la tensión. Pero nunca imaginé que, a la misma hora que Donal Trump anunciaba que no activaría el botón de la guerra nuclear, se estaba activando uno de los virus más expansivos de los últimos tiempos y que ya muchos preveían, otros miraban y otros lo creaban.

Porque cuando las guerras no se pueden hacer con misiles, se hacen con microbios. Es una guerra silenciosa, disparatada pero efectiva. Y no es cosa de ahora. Esto ya tiene un largo recorrido. Cuando el ejército estadounidense fue derrotado por las tropas de Fidel en Bahía Cochinos, en Cuba, en su intento de acabar con la revolución, la administración norteamericana acudió a un microbio con la esperanza de herir de muerte la producción agrícola de la isla, y con ella a la Revolución. No pudo. La otra solución era matar a Fidel Castro. Lo intentó de manera infructuosa, en más de 600 ocasiones.

Una de ellas consistió en colocar un microbio en un tanque de buceo que llevaría una preciosa mujer; con ello pretendieron que bajara al fondo del mar. El microbio haría un efecto lento pero mortífero. Fidel le pidió a su amiga que le cambiara el tanque de oxígeno justo antes de meterse al agua, pues le gustaba el color del que llevaba ella, ésta se negó y así descubrieron el fallido atentado. Yo siempre he creído que ese fue el origen del SIDA.

Mucho más evidente fue la utilización de gérmenes asesinos durante la guerra de Vietnam, que es lo que está pasando ahora en Colombia. Para destruir los follajes de las grandes montañas y poder visualizar a los combatientes del Vietcom, aviones norteamericanos bombardearon sin cesar con napalm a todo el país. Los gérmenes no solo destruyeron los follajes de los árboles sino que también afectó el sistema genético de los cientos de miles de vietnamitas. En la actualidad existen en Vietnam sitios donde, por el desorden genético alterado químicamente en el pasado, nacen niños con los ojos en el pecho, las manos en la espalda, las pierna en el vientre y otros horrores más.

El napalm es considerado por la Organización Mundial de la Salud como arma química y por tanto prohibida. En Colombia se utilizó por varios años con el pretexto de erradicar cultivos ilícitos. En el fondo, los motivos de las aspersiones eran puramente militares contra las guerrillas revolucionarias de ese país. Hoy, quieren volver a lo mismo.

Cuando la política por otros medios ya no es la solución para las grandes castas financieras y militares, entonces ahí está el gran microbio, el virus, para suplir la incapacidad de los gobernantes de acabar con la esperanza de un mundo mejor. Hugo Chávez, en su discurso de despedida ante el pueblo venezolano, sabía que no volvería de su última intervención en Cuba, a manera de hipótesis, dijo que todos los gobernantes de izquierda de América Latina estarían siendo atacados con virus cancerígenos desde la administración estadounidense. ¿Sino por qué murió Kirchner, o por qué Lula D´ Silva, Dilma Rousseff, Tabaré Vázquez, Rafael Correa y otros líderes sufrieron ataques cancerígenos durante sus periodos de gobierno? Ningún mandatario de la derecha lo sufrió. Hugo Chávez dijo que después de algunos años se conocerá la verdad. Y así será.

Nadie duda de que el coronavirus es producto de manipulaciones humanas con fines militares donde la población civil es el objetivo. Con los antecedentes de las pestes anteriores, no cabe duda de que éste es un intento de control masivo de población. Lo que aún no está claro es quién y dónde se originó el virus.

La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, acusó al Ejército de los Estados Unidos de llevar el virus a su país. Según esta versión, de los solados que habrían participado en competencias deportivas entre militares en Wuhan, uno que había muerto,  antes de la alarma mundial y que fue diagnosticado como gripe, tendría el coronavirus. Una versión de las redes sociales, señala que este virus fue diseñado en China para llevar a cabo una jugada maestra: cuando la fiebre alcanzó su máxima expresión, la bolsa de Shangai  se desplomó. Entonces se dio la orden de comprar. Ahora, dicen los autores de esta teoría, que los chinos se han hecho con la mayoría de las acciones de las empresas occidentales. Han asumido el control de las grandes empresas mundiales. Ahora de ellas dependen los precios y su ubicación en el mundo.

Los iraníes, con su presidente Hassan Rohani a la cabeza, piensan que el coronavirus es producto de ataques bilógicos de Estados Unidos contra Irán y China. En fin. Hay muchas teorías. Y muchos los que saldrán ganando y otros tantos perdiendo.

Los que pierden: población vulnerable, países pobres, clases medias en tránsito a la pobreza, pequeñas y medianas empresas. Y los pueblos en general. Y esto es lo que más preocupa. Gana la gran industria farmacéutica, los gobiernos al borde de la explosión social, las mafias financieras y políticas.

En Chile, el gobierno en jaque mate tendrá el pretexto de silenciar las protestas por el contagio del virus, lo mismo que en Colombia. En Ecuador, el traidor Lenin Moreno ya se apresuró a aprobar en impuestos, un nuevo paquetazo económico por 1.400 millones de dólares, seguro que esta vez el pueblo ecuatoriano se quedará en casa por el miedo al virus. Incluso el gobierno de facto de Bolivia podría esgrimir esta disculpa para suspender las elecciones del 5 de mayo. Brasil, que había ralentizado sus reformas neoliberales por miedo a las manifestaciones masivas, las va a reanudar y ahora con la población en cuarentena.

Estados Unidos, muy a su pesar, saca a relucir sus miserias ante el mundo. Su sistema de salud en nada se diferencia de los países pobres a los que detesta: 29 millones de personas no tienen acceso alguno a la salud y otros 80 millones no tiene derecho a bajas laborales. La miseria del neoliberalismo al descubierto. Ahora Europa,  el nuevo epicentro del coronavirus, después de que China pudiera derrotarlo, se debate entre el sí y el no; la duda, la desconfianza, la temeridad de no hacer nada o hacerla a destiempo.  Mientras Donal Trump le cierra las puertas en las narices,  China le tiende su mano de solidaridad a Italia, España y al país que la necesite.

En fin. La nueva guerra ya no será con misiles, que también. Será con microbios, el arma secreta que se crea y cultiva en los laboratorios militares y se suministra de acuerdo a las prioridades políticas, financieras y militares de los amos del mundo. Entre tanto, la Tercera Guerra Mundial ya no será como la esperaba aquella tarde desde mi habitación. Será de otra manera. Pero las consecuencias serán las mismas. El miedo y el pánico, el mismo. “La peste” de Albert Camus y “Diario del año de la peste”, de Daniel Defoe son libros que podemos leer en esta cuarentena. Guardan demasiados paralelismos con la peste de hoy.


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