Rubén Teixedo •  Opinión •  14/06/2017

Romanorum Vita: contratar con quien desahucia

Romanorum Vita: contratar con quien desahucia

No puedo evitar preguntarme dónde habrán quedado los ideales de algunos, y porqué A Coruña va camino de convertirse en una ciudad de cartón piedra en lo cultural. Mareante.

Pasar de la protesta contra los desahucios a colaborar estrechamente con quien desahucia una vez se llega al poder, esa es la sensación que he tenido al ver el tinglado montado en la explanada de Riazor -colaboración municipal mediante- por la Fundación La Caixa / Caixabank, «ilustre» finalista en 2016 de los Premios Sombra de Ecologistas en Acción, y una de las entidades bancarias que más desahucia a nivel estatal, como durante años ha venido denunciando la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).

Hablo de Romanorum Vita, un improvisado parque temático en miniatura que pretende representar una domus de inspiración pompeyana, que cada 15 minutos devora y escupe grupos de visitantes vía seguridad privada al más puro estilo del siglo primero, y en la que resulta imposible pararse ni un minuto a leer los carteles explicativos o contemplar sencillamente la pretendida reproducción. Pasar sin ver. Lo importante es decir que has estado (y por supuesto un buen selfie).

Marea ver el logotipo del ayuntamiento coruñés al lado de la élite financiera, tanto que supone otra nueva perla para el curriculum del concejal del ramo, que tendría que haber dimitido hace bastante tiempo por algunos de sus errores cometidos como cargo público. No es un demérito volver al guionado del séptimo arte si las cosas mejoran para el vecindario de la ciudad herculina. Y la cultura pública como debe ser. Pública pero con sentido común, sin dejar hacer a quiénes de verdad mueven los hilos.

Así, tampoco sorprende descubrir que La Caixa haya dejado la susodicha muestra en manos del dragón subcontratando a una empresa como MagmaCultura, un monstruo empresarial encantado de conocerse a sí mismo y que gestiona la privatización de numerosos servicios culturales que antes eran públicos, como ha ocurrido recientemente con el castillo de Montjüic en Barcelona.

¿El resultado? Pues una exposición en la práctica muy poco útil y una explicación frenética y fugaz repetida de manera cíclica a cada grupo de acelerados visitantes por el equipo de Magma. «Nunca recemos como el sacristán los rezos», decía el universal poeta León Felipe desde su exilio mexicano.

Presumiblemente, y esta es sólo la opinión de un ciudadano de a pie, al final de la cadena una buena ración de dinero público arrojado por la borda. Pero no importa, la Torre de Hércules, símbolo de la ciudad, nos contempla. Es la Roma imperial, que vuelve.

 


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