Rafael Fenoy Rico •  Opinión •  08/01/2022

María ora pro nobis Una fe que ancla la vida

Y ella se llama María y tiene mucho de casi todo. De años es fácil hacer la cuenta ya que, desde 1931, lleva vividas más de nueve décadas todas ellas en una España convulsa. Noventa y pico de años dan para muchas vivencias. Algunas, ella recuerda sólo algunas, muy, pero que muy malas, de suerte que ha intentado por todos los medios olvidarlas. Otras muchas, muy, pero que muy entrañables, rodeada de cariño y afecto de su familia. Porque en tiempos de guerra y postguerra, con un hermano desparecido en la contienda con apenas dieciocho años, su padre encarcelado, por falsas acusaciones de malas gentes, fruto de venganzas pasadas; sentenciado a pena de muerte, conmutada por treinta años de cárcel y posteriormente con el destierro. Con una madre trabajadora como se dice ahora a “Full Time”, para poder alimentar a la familia, cuatro hermanos y María con ocho años haciéndose cargo de la casa, la mayoría del tiempo en ausencia de su madre. Nada se puede tener, en esas circunstancias, más valioso que el cariño de quienes la rodeaban. 

Por tener, también tiene un buen número de achaques, dolores de huesos, enormes dificultades para moverse que le impiden, desde hace años, salir a la calle si no es en silla de ruedas. Consecuentemente también tiene un pastillero de antología, con un listado de más de una decena de fármacos, para mañana, tarde y noche, relacionado con la tensión, el corazón, el riñón, el estomago… Lo dicho, tiene de casi todo en el campo de la salud del cuerpo. 

También tiene ocupaciones que cada vez van siendo más reducidas, a pesar de su enorme voluntad, y que están dedicadas fundamentalmente al arte culinario donde siempre ha derrochado dedicación y esmero. Entre quienes han podido experimentarlo ha quedado como referente digno de menciones y elogios. Esta ocupación le ayuda a sentir la utilidad de su papel materno. Es precisamente esta maternidad la que le hace “rondar” sobre todo aquello que le acontece a su amplia familia. Sus hijos e hijas con parejas, casadas y casados, con descendencia, con nietas y nietos, con biznietos y bisnietas… De casi todo lo que en una familia extensa pueda ocurrir ocurre: contratiempos, incertidumbres, preocupaciones, aunque con mucha fortuna porque nada malo acontece. (Y más de uno toca madera). También tiene mucho tiempo para ese discurrir ya que el sueño no acaba de llegar cuando ella desea. Y las noches, según relata, se hacen largas, aunque a ratos Morfeo le hace breves visitas.

Cada mañana da gracias a su dios, ya que es una persona profundamente religiosa. Y reza su rosario, algunos días dos veces. Escucha, todos los días, la misa televisada y pide por todas las personas que quiere. Ella confiesa que debe tener aburrido a su dios por lo mucho que le pide, nunca para ella. Esta práctica religiosa, esta liturgia que ella auto-organiza, le ayuda a sobrellevar la vida, ya que hay días y días. Unas veces todo parece ir mejor que otras, por ejemplo los días soleados y sin malestar, invita a esperar visitas. En otras ocasiones María se deprime, entre dolores y preocupaciones por cómo les va en la vida a sus seres queridos. En esos momentos su cabeza le lleva al callejón oscuro donde pretende mostrarle la inutilidad de su vida. Le embarga un sentimiento de que ha dejado de ser un apoyo a su familia, para pasar a ser una carga y eso le pesa mucho. María, la siempre activa, con perspectivas, proyectos, es consciente de que cuando el tiempo se acaba ¿Qué proyectos quedan? Más allá de confiar que mañana la vida siga siendo amable ¿Qué es posible esperar? Sin embargo María sigue viva porque tiene fe en que sus oraciones son eficaces, que sus plegarias son escuchadas y que como buena madre sigue ayudando a su familia como le es posible. Esta fe es lo que mantiene viva a María, una María que constantemente ora pro nobis.


Opinión /