Dío Muñóz Espí •  Opinión •  06/01/2022

Das Kapital: No mires arriba

Das Kapital: No mires arriba

Imaginemos la siguiente tesitura: un asteroide (bautizado como cometa Dibiasky) de entre 6 y 9 kilómetros de diámetro se dirige inminentemente hacia el planeta Tierra. La previsión es que impacte en 6 meses. En circunstancias normales, la colisión con la Tierra extinguirá a toda la población humana, pues se trata de uno de esos asteroides que algunos astrónomos llaman “destructores de mundos”. En el enfrentamiento de posturas respecto a cómo afrontar este problema, No mires arriba, el último film de Adam McKay, halla su núcleo argumental:

Por un lado, la corriente Look up (y la comunidad científica) apoyan intentar desviar artificialmente el cuerpo celeste. Aquí sería interesante el debate sobre si con la tecnología de hogaño podría detenerse el impacto de un asteroide como tal, aunque una de las premisas de No mires arriba es que con la tecnología actual -si bien no concretan con detenimiento- sí que sería posible intentarlo con cierta solvencia.

En el sector opuesto, la corriente Dont look up aboga por “negar” la trascendencia del problema, y a través del gobierno, en estrecha colaboración con un rico filántropo, Peter Isher, tratar de minimizar los daños del impacto al tiempo que se intenta extraer la máxima cantidad de minerales y recursos del asteroide en su aproximación hacia la Tierra. El pretexto de este proceder es que del ejercicio extractivo podría acumularse una riqueza tal que terminara con muchos problemas del mundo, pero, evidentemente, toda la comunidad científica desaprueba esta vía, calificándola de suicida y temeraria.

Así las cosas, la corriente del Dont look up se impone, y con la inestimable colaboración de una élite política servil con el poderoso, el gobierno estadounidense acaba trabajando y coparticipando en el proyecto de la empresa de Isher. De este tramo en adelante, en lo teórico puede afirmarse que No mires arriba es la transliteración cinematográfica de varios capítulos de la Sección I del Libro I de El Capital de Marx, concretamente los referidos a la alienación y el fetichismo y dualidad de la mercancía. Brevemente, con el desarrollo de estos conceptos, Marx expuso cómo, a través de la explotación bajo condiciones capitalistas, para el trabajador que carece de sus propios medios de subsistencia, la mercancía -y consecuentemente el intercambio de las mismas- adquiere un carácter “fantasmagórico”1, esto es que se “desliga” y se difumina el carácter social que habita en su proceso de formación. De tal modo, el valor económico de una mercancía «parece» brotar como por arte de magia, como si no respondiera a una determinada relación social de producción. ¿Cuál es el resultado? La alienación, o expresado de otra forma, la fatal alternancia de papeles y subyugación del trabajador -del ser humano- a la mercancía -a la “cosa”- (al tiempo que la subordinación del valor de uso al valor de cambio). Así, bajo condiciones capitalistas, la producción de un jersey cobra sentido en tanto que un jersey antes de ser jersey es plusvalor, es decir, «es origen y fundamento de cualquier posible ganancia en el futuro2». Por consiguiente, ¿cómo se traduce esto en relación con el cometa Dibiasky de No mires arriba? Sencillamente, tratando al mismo como una potencial fuente de plusvalor antes que como lo que es para la óptica humana: una amenaza mortal, un cuerpo celeste absolutamente destructor y fatídico (valor de uso). Claro que, para el capitalista insaciable, dicha amenaza acumula tal cantidad de minerales (valor de cambio) que el potencial plusvalor obtenible del mismo es demasiado suculento. Y si bien Peter Isher no deja de ser la personificación hiperbólica y desfachatada de una categoría económica, en su dinámica esencial el capitalismo no halla contradicción alguna con una maniobra como la ensayada en el film.

Alerta de spoiler: las consecuencias de la decisión tomada, como no podía ser de otra forma, son trágicas, y como canta una profética Ariana Grande: «Listen to the goddamn qualified scientists / We really fucked it up, fucked it up this time» (Escuchemos a los malditos científicos cualificados / La hemos jodido bien, esta vez la hemos jodido). Finalmente, el plan de Isher fracasa estrepitosamente al poco de iniciarse, y previendo el descalabro del mismo, el filántropo multimillonario huye junto a la presidenta de EEUU en una nave con capacidad exclusiva para 2000 afortunados, los cuales se congelarán en cámaras criogénicas mientras viajan a algún planeta cercano donde vivir… Huyendo de un planeta destrozado por la tasa de ganancia.

En resumen, es evidente que hay dosis de hipérbole en No mires arriba, no obstante, el geist de la película nos alerta de que el impacto del cometa Dibiasky no es diferente de procesos que a día de hoy ya se dan en nuestro planeta. Sin ir más lejos, la única diferencia entre el impacto del cometa y el cambio climático es que uno concentra toda su contundencia y efectos en un instante, mientras que el otro es lento y dilatado en el tiempo, pero esto no debería confundir: los efectos, a largo plazo, serán similares… Escuchemos hoy a los malditos científicos cualificados, que mañana ya es tarde.


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