Julio Yao •  29/10/2020

Xi Jinping: Dura advertencia de China a Estados Unidos

– “Corea del Norte salió de la guerra sin una industria en pie, sin una casa en pie, hasta sin animales. En una época en que la superioridad aérea de los norteamericanos era tan grande y ya no tenía qué cosa destruir, los aviones se divertían matando bueyes”.  Ernesto “Che” Guevara, 1961.

-“El pueblo chino no buscará pelea, pero no la teme”.  Presidente Xi Jinping.

Mientras se escenificaba el último e intrascendente debate entre el presidente Donald Trump y el candidato demócrata Joe Biden, en la República Popular de China y la República Popular Democrática de Corea se conmemoraba el 70 Aniversario de la entrada en combate de los voluntarios chinos a la Guerra de Corea (1950-1953)

(https://twitter.com/cgtnenespanol/status/1319454819371761664?s=24).

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la península coreana quedó dividida en dos partes (Paralelo 38) por acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Soviética.    La Guerra de Corea se inició entre el Sur, bajo responsabilidad del primero, y el Norte, bajo la segunda.

Siempre fue motivo de discusión cómo se originó el conflicto.  El Norte, bajo el mando del Gran Líder,  Kim Il Sung, se quejaba de escaramuzas provocativas y represión de sus simpatizantes.  Syngman Rhee, presidente del Sur, títere de Estados Unidos y amigo de los japoneses, acusaba al Norte de invadirla.

Tras accidentadas sesiones en las que no estaba el representante de China Popular (admitida en la ONU el 25 de octubre de 1971) ni el embajador de la Unión Soviética (estaba ausente), el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó a sus miembros para ayudar a Corea del Sur a repeler la llamada “agresión” desde el Norte, tarea que prácticamente recayó en Estados Unidos, que se arropó con la bandera del organismo internacional luego de manipulaciones oscuras tras bastidores.

La República Popular China, que había tenido 20 millones de muertos en su guerra de resistencia contra los japoneses a raíz de sus invasiones de 1931 (Manchuria) y 1937 antes de la Segunda Guerra Mundial, envió el 19 de octubre de 1950 a 350,000 voluntarios del Ejército Popular de Liberación a través del Río Yalú (frontera entre Corea y China), bajo el mando del Mariscal Peng Dehuai, un prestigioso estratega, para defender al Norte, que recibió ayuda de la Unión Soviética en concepto de apoyo aéreo y logístico.

Corea y China no contaban con fuerza aérea o naval.   Las únicas tres embarcaciones, mal pertrechadas, de Corea fueron hundidas por Estados Unidos en la primera semana de los combates. El poderío de Estados Unidos era infinitamente superior al de Corea y China.

La China tenía la experiencia de combate contra las fuerzas nacionalistas de Chiang Kai-Shek (apoyadas por Estados Unidos) y la resistencia contra los japoneses.  Por su parte, Corea tenía un prolongado fogueo contra los japoneses en su territorio y en el norte de China (Manchuria), como parte de su resistencia como país ocupado por Japón entre 1910 y 1945.

Corea sufrió la mayor ocupación, pues Japón intervino en la península desde 1876, en el marco de su expansión imperial en Asia, y sometió a Corea a un proceso de asimilación cultural opresivo que, no obstante, no logró eliminar su identidad nacional.

Pero Estados Unidos, una de las dos potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (la más importante fue la Unión Soviética) tenía todo el armamento y equipamiento que le permitió combatir a la Alemania nazi y lucía imbatible.

La Guerra de Corea produjo 3,000,000 de muertos, de los cuales 2,500,000 fueron norcoreanos civiles, lo que explica el profundo odio de los norcoreanos a los estadounidenses, ya que el 15% de la población del Norte fue masacrada o diezmada por las fuerzas de EUA.   Unos 70,000 obreros coreanos adicionales murieron cuando el presidente Truman lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, donde trabajaban como esclavos. Aproximadamente 200,000 voluntarios chinos perecieron en la Guerra de Corea, y de ella surge una inconmovible solidaridad entre China y Corea.

Durante la guerra, el general Douglas MacArthur de EUA, ordenaba a las tropas por control remoto desde la comodidad de su bunker en Tokyo.  Desde allí solicitó que le enviaran 26 bombas atómicas para lanzarlas contra las fuerzas sinocoreanas.  Pero el presidente Truman no lo complació, y MacArthur tuvo que renunciar.

La finalidad de Estados Unidos era arrasar toda Corea.  Como lo reconoció Ernesto “Che” Guevara durante una visita oficial a la RPDC:  “Corea del Norte salió de la guerra sin una industria en pie, sin una casa en pie, hasta sin animales. En una época en que la superioridad aérea de los norteamericanos era tan grande y ya no tenía qué cosa destruir, los aviones se divertían matando bueyes (Julio Yao, China, Panamá y la Geopolítica, en prensa).”

Los generales de EUA se jactaban de que Pyongyang, la capital, no se levantaría en siete mil años: ¡la levantaron en siete años!  En efecto, las tropas de EUA disparaban a todo lo que se movía, especialmente a los ancianos, mujeres y niños que se quedaron en las aldeas, en subterráneos, escondidos de los invasores.  EUA empleó por primera vez Napalm contra las aldeas.

Para China, la Guerra de Corea significó aplazar la reunificación con el Tibet y Taiwán, donde el General Chiang Kai-Shek se había refugiado tras su derrota en la guerra contra Mao, llevándose consigo los más valiosos tesoros del país y un cuantioso armamento.

De esa huida y de la protección de la Sexta Flota de EUA al Generalísimo Chiang en el Estrecho de Formosa, nace la intervención que EUA pretende ejercer en Taiwán hasta el día de hoy, cuando dos Secretarios del gobierno de Washington han viajado a la antigua Formosa en franco reto a los derechos soberanos de China sobre la Isla.

De allí que la conmemoración de la Guerra de Corea en el 70 aniversario de la entrada en combate de los voluntarios de las Fuerzas Terrestres del Ejército Popular de Liberación, fue la ocasión propicia para enviar un mensaje de advertencia a EUA por su continuo intervencionismo en Taiwán en violación de las normas de la ONU y por sus constantes incursiones agresivas e ilegales en el Mar Meridional de la República Popular China.

En el Gran Salón del Palacio del Pueblo de Pekín, el presidente Xi Jinping, acompañado de todo el Comité Central del Partido Comunista, pronunció un discurso trascendental ante una audiencia de veteranos de guerra y militares de todas las ramas del Ejército Popular de Liberación en el cual recordó la participación de China en la Guerra de Resistencia a la Agresión y de Apoyo a Corea.

El presidente Xi manifestó que China demostró que pudo vencer al ejército de Estados Unidos, considerado hasta entonces “invencible”.  China estaba pobremente pertrechada.  Ahora que China está en plena pujanza, no le teme a un nuevo encontronazo.   En declaraciones nada usuales, el mandatario dijo:

Hace setenta años, los invasores imperialistas abrieron fuego sobre el umbral de una nueva China.  Entonces, el pueblo chino comprendió que hay que utilizar un lenguaje que los invasores puedan entender: combatir la guerra con la guerra y detener una invasión por la fuerza, ganando la paz y el respeto mediante la victoria. El pueblo chino no buscará pelea, pero no la teme, y no importa las dificultades o desafíos que encaremos: no nos temblarán las piernas ni agacharemos la cabeza”.

Si bien técnicamente la guerra terminó en empate y no concluirá mientras no se firme el tratado definitivo de paz, según el relato oficial tanto en China como en Corea del Norte el conflicto supuso una contundente victoria de sus respectivas tropas.

Como alguien que ha visitado tanto a la República  Popular China como a la República Popular Democrática de Corea y que tiene a un hermano condecorado como Héroe Nacional de China (Yau A Mak) por su participación en la Guerra de Corea, considero que la victoria le pertenece a los chinos y coreanos:   primero, porque el Norte no tenía posibilidades objetivas para ganar (tenía todas las de perder) y, segundo, porque el objetivo de Estados Unidos de “echar a los coreanos al mar” no se logró.  Fue, en efecto, una victoria tanto bélica como moral.

El presidente Xi Jinping concluyó su discurso con una advertencia final:  “En el mundo actual, ningún unilateralismo, proteccionismo o ideología de un interés propio extremo pueden funcionar. Tampoco el recurso a la coerción, al bloqueo o la presión extrema”.

En Pyongyang, las celebraciones fueron sobrias, pues la República Popular de Corea acaba de sufrir severos azotes de la Naturaleza.  No obstante, el presidente Kim Jong-Un presidió un desfile militar sin mascarillas, en horas de la madrugada; agradeció la solidaridad de China en la Guerra y colocó una ofrenda en la tumba de Mao Anying, el hijo del presidente y líder chino, Mao Tse Tung, caído durante el conflicto.

Julio Yao es Presidente Honorario del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá (CEEAP).

https://www.alainet.org/es/articulo/209532