José Ángel Tállez Villalón •  Opinión •  28/04/2019

La Bienal y las razones que no asisten a Tania Bruguera

La Bienal y las razones que no asisten a Tania Bruguera

La publicitada activista Tania Bruguera se ha sentido obligada a explicar las razones por las que no participa en la XIII Bienal de La Habana. Ni en la “Independiente”, ni en la “Colateral”, ni en la “Oficial”, como han pretendido dividir ciertos medios esta legítima fiesta de las artes visuales en Cuba. Vale decir que la graduada de San Alejandro (1987) y del Instituto Superior de Arte (1992), comenzó por reconocer el trabajo de los curadores y a la Bienal misma: “quiero aclarar que admiro el trabajo de los curadores de la Bienal de La Habana”, “soy una artista formada por la Bienal de La Habana”.

Su primera razón no solo es contradictoria, e insostenible como las otras, sino también expresión del individualismo que critica. Con su decisión dejó solos, y a su suerte, a su pupilo Otero Alcántara y a los de la pandilla de la Bienal 00. Además, los niega. Para ellos, en el 2017, fue un pretexto, una falsa justificación, suspender la Bienal por el ciclón Irma que afectó a la mitad de la Isla. Ahora, le parece una “incoherencia” realizar la Bienal, después del tornado que afectó a cuatro municipios de la capital.

En realidad, mucho antes de la publicación de sus sin razones en su perfil de Facebook, se había anunciado la participación de la artista en la Bienal de Arte Contemporáneo de Lisboa, a desarrollarse del 2 al 30 de abril. Más eurocéntrica y beneficiosa económicamente.

No es como dice Tania Bruguera. La Bienal de La Habana se pospuso para el 2019 antes de la publicación del Decreto 349. El Ministerio de Cultura (Mincult) y el Gobierno cubano defendieron su realización, por las mismas razones que la mantuvieron durante los años más difíciles de nuestra economía, cuando la Bruguera participaba en ellas, sin preguntar por presupuestos. La elegida para la Comisión Hyundai 2018 cuestiona la “transparencia institucional” del Mincult, ¿acaso preguntó por la transparencia financiera de la Tate Modern de Londres y de sus patrocinadores?

Hyundai fue el relevo de Unilever en el apoyo de las exposiciones de su famosa Sala de Turbinas, un evento muy bien posicionado a nivel mundial y que tanta promoción le da a su marca. A inicios del 2014, se anunció que la Tate Modern había llegado a un acuerdo con el fabricante de coches surcoreano para patrocinarlo, desde 2015 y hasta 2025. Era un motor de cinco millones de libras (6,06 millones de euros). La compañía automovilística coreana, al igual que el grupo bancario suizo UBS, Unilever y Hugo Boss, “descubrió el negocio redondo”, que es el cultural sponsorship. La sustanciosa inversión de la Hyundai tiene como precedente más parecido la donación de 10 millones de libras (12,12 millones de euros) a cuatro instituciones británicas, incluida la propia Tate, que hiciera en 2011 la petrolera BP para lavar sus “pecados ecológicos”. Un “espectacular proceso de white washing (blanqueo)”.

Poco le importó que el quinto constructor mundial de automóviles acumule un rosario de acusaciones por corrupción. Incluido el caso conocido como “Rasputina”, que determinó la destitución de la expresidenta de Corea del Sur Park Geun-hye, y que vinculaba a la muy cercana ministra de cultura, Cho Yoon-sun y al exjefe de personal de la oficina presidencial, Kim Ki-choon, quienes fueron condenados tras verse involucrados en la elaboración de una “lista negra” que contaba con aproximadamente 10 000 artistas críticos a la entonces presidenta Park. La función de esa lista  era silenciar las voces críticas prohibiéndoles las ayudas públicas o los apoyos financieros privados. Censuras “invisibles” para la Bruguera.

¿De quién es entonces la doble moral?

La pedagoga, como la llaman los amanuenses de la guerra cultural contra Cuba, insiste en presentar a Otero Alcántara como artista. Hace tres años, cuando aún no había liderado el show de la Bienal 00, ni la campaña contra el Decreto 349, escribí tres artículos referidos a la traición a su gente , la inconsistencia de su MDC  y su instrumentalización para campañas como estas. Bastaría observar el muro de Facebook del activista de San Isidro, para contrastarlo con el de los artistas que participan en la Bienal, llenos de fotos de sus obras, de sus exposiciones personales o las de sus amigos, incluyendo aquellos que se opusieron al 349.

Solo los anexionistas podrían reconocer como válida la promoción de su  anexionismo como arte. Solo los obcecados por el odio podrían valorar como un performance artístico, un show mediático, una carrera deportiva con niños portando la bandera estadounidense, símbolo del imperio que nos ataca. Tania Bruguera arguye que por razones ideológicas no se reconoce como arte las prácticas mediáticas de su pupilo. Pero, ¿será solo por esta razón que se pone en dudas la cualidad artística de sus propias obras? Y no me refiero al MINCULT, al Consejo Nacional de Artes Plásticas o a La Jiribilla, el conductor de HARD talks ’dudó en llamar obra de arte a su “10.142.926”, título inicial de la intervención que presentó en la referida Sala de Turbinas del Tate.

Hasta su propia condición de “artivista” ha sido puesta en dudas. Nada más y nada menos que por el mismísimo “artivista” chino Ai Weiwei. Fue el 26 de octubre del 2016 en el Brooklyn Museum, de Nueva York, después de un altercado entre los dos mediáticos artistas que sorprendió a todos. Ella le cuestionó su ética como artivista, ante lo que el asiático ripostó preguntándole el nombre y la cantidad de los refugiados sirios que habían muerto mientras trataban de cruzar a Europa. Como ella no tuvo respuestas, él le escupió que era solo una “artista política a medias”.

En aquella charla del Brooklyn Museum, Weiwei fue más honesto que la Bruguera. “You play the game”, dijo, “si como artista juegas a ser un activista político y te mantienes económicamente pobre, eso demuestra que tu activismo político no tuvo éxito”. Es the american wei-way of thinking.

Con su “10.142.926”, en la gris Sala de Turbinas, la “wewei cubana” intentó reponerse de aquellos bofetones. Indagó sobre la emigración, y sumó a todos los que emigran en busca de lo que les robaron a sus pueblos siglos atrás. Su conducta demuestra que le sigue los pasos a quien le ha sacado jugosas ganancias al tema de los refugiados. En el 2010, cuando fue su turno, Ai Weiwei tapizó el suelo de la Sala de las Turbinas con más de cien millones de semillas de girasoles, hechas de porcelana y pintadas a mano. El mismo relato de la obra de la Bruguera, la misma metáfora de lo imposible, o lo posible que nos toca; como somos minúsculas semillas, nada podemos cambiar, solo hacer ruido cuando nos pisan.

Para posicionar su marca, la Bruguera arguye que los artistas que participan en la Bienal son los que demuestran “su lealtad al Gobierno” y que aceptan solo las obras que “entran en la narrativa oficial de la Bienal creada por el Mincult”. Nada más lejos de la verdad. Quien visite por estos días los espacios expositivos de la Bienal, verá muchas obras de artistas cubanos críticas con nuestra realidad, la política cultural y la historiografía, y no solo en las galerías privadas o “independientes”.

En la institución de mayor poder legitimador en Cuba para las artes visuales —el Museo Nacional de Bellas Artes—, se muestran varias obras con “preguntas incómodas”, en las cinco muestras que integran La posibilidad infinita. Piezas como “Como te cuento mi cuento”, de Guillermo A. Ramírez Malberti; “La República”, de Juan Carlos Alom; “Nieve”, de los Carpinteros; “La convención cubana sobre el fin de la historia”, de Pedro Álvarez; y “Una tribuna para la paz democrática”, de la Toña Eiriz, montada como lo proyectó.

En la tercera planta, al entrar a esa plaza que es El espejo de los enigmas II, curada por el mismísimo director de la entidad, Jorge A. Fernández Torres, nos encontramos dos párrafos “incómodos” de Antonia Eiriz y Raúl Martínez, custodiados por tres de los 100 micrófonos de “1, 2, 3 probando” del proyecto Galería Dupp de la VII Bienal. Artistas con obras que —al decir del reconocido curador Fernández— apostaron por “un cambio de pensamiento y de las lógicas con que se venía funcionando” y que devinieron también en alertas “sobre el dolor humano que genera el intento de subvertir las viejas maneras de instaurar el poder”.

Douglas Pérez, con su polémica “reinterpretación y reescritura de la historia iconográfica cubana” fue incluido con sus obras “Economía sustentable”, “La unión real” y “Candy Crash” en las muestras Isla de Azúcar y Nada personal, en los salones del Edificio de Arte Cubano. En la esquina contigua a este, en una lujosa galería privada, muestra sus grandes lienzos “La gran República bananera” y “La ciudad de las oportunidades”, junto a Rafael Villares, Juan Suárez Blanco e Irving Vera.

La variedad discursiva y formal de lo que se muestra en la XIII Bienal no podría decretarse por institución alguna. Artistas de varias generaciones y provincias, graduados en academias de artes y autodidactas.

La activista niega el entusiasmo con que la inmensa mayoría de los artistas cubanos han asumido esta fiesta de las artes visuales. Los que participan en el programa central, en las muestras colaterales o en los open estudios son para ella culpables, indolentes y faltos de solidaridad. “Esta es la bienal donde ya nadie es inocente”, dice. Tal vez, porque para la Bruguera no es útil el arte que crean y exponen.

Apuntala sus falacias con supuestas motivaciones solidarias con los estudiantes de Medicina congoleses, que intentaron resolver con actos violentos sus demandas de estipendio. Que yo sepa, desde su participación en la Bienal de Johannesburgo, en 1997, ella no ha puesto un pie en el África Negra; ni ha dejado de participar en Bienal alguna, por solidaridad con indignados o con estudiantes y trabajadores en huelga.

Ciertamente Cuba no es Venecia, ni es Kassel; es un país del sur global, una excolonia apetecida por el imperio y una ciudad sitiada. Que acaba de refrendar una Constitución donde se fortalece el reconocimiento a los derechos individuales y se incrementan los artículos referidos a los derechos culturales.

Habría que contarle de “Alud”, a la weiwei cubana, a los columnistas del Herald, de Arte Informado y de Hyperallergic, empeñados en adulterar la imagen de esta Bienal. Mandarles fotos de esta escultura monumental, tesis de grado en el ISA de la joven artista Lianet Martínez Pino; emplazada en la Punta, al inicio de la más populosa de las galerías de esta Bienal, Detrás del Muro.

Nadie creería que se trate de un encargo del MINCULT, ni que sostiene “la narrativa oficial de La Bienal”. Es una “Buena obra”, un monumento a la libertad de creación y de expresión, cuestionadora de la relación de las instituciones con el arte emergente. Obra participativa, construida con las encuestas aplicadas a artistas plásticos y críticos de arte; con la voz de jóvenes promesas y de premios nacionales de artes plásticas como Lázaro Saavedra y Eduardo Ponjuán, y del crítico Héctor Antón.

Ahí está, a la vista de todos, frente a la ciudad. Pese a ese fantasma de persecución y miedo que pintan con hiel los periodistas que intentan desacreditar esta fiesta de las artes visuales, las instituciones que la organizan y el Socialismo mismo.

Con las falacias de la Bruguera, y de otros resentidos y desinformados activistas, construyó unas de las columnistas del Nuevo Herald, una de las últimas diatribas  contra la XIII Bienal de La Habana. Sostenidas por la misma politizada y anticuada retórica con las que valoraron el Festival Artes de Cuba del Kennedy Center. No se toman el trabajo de contrastar la información que les dan. ¿Quién le dijo a Lía Villares que en La Cabaña funciona alguna muestra colateral de esta Bienal?

Si hablamos de supuestos, podría decirse que, en Cuba, Jean Michel, el ser humano detrás de Basquiat —la sobrevalorada marca construida por Warhol y el mercado—, hubiese podido estudiar en una academia de arte y vivido más años, sano y feliz. O merecido, a base de obras y talento, su invitación a la Bienal; como los no graduados en el ISA —ni en San Alejandro—, Juan Carlos Alom, Arles del Río, Adonis Flores y Carlos Montes de Oca.

Las sinrazones de la Bullanguera, son solo eso, leñas para esta campaña anticubana.


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