José Haro Hernández •  Opinión •  27/02/2023

El partido de la guerra

El afamado presentador del programa televisivo apenas puede contener su indignación: una ministra de la izquierda del gobierno ha tenido la desvergüenza de mostrarse opuesta al envío de tanques Leopard a Ucrania, aduciendo que ello estimula la escalada y proponiendo, como alternativa, una vía negociada para parar la sangría. El comunicador se ensaña con la ministra, a la que no duda en ridiculizar, y dirigiéndose a una conocida periodista de izquierdas presente en el plató, le pregunta retóricamente si Ucrania tiene o no derecho a defenderse. La interpelada contesta lacónicamente que sí. Ignoro si lo ha hecho por convicción o forzada por ese ambiente opresivo que se genera en determinados espacios en los que sólo existe una posición cerrada, sin matices, respecto de un tema trascendente sobre el que no se admite controversia alguna.

Y es que, en lo tocante a esta guerra, se ha consolidado una suerte de ardor guerrero colectivo que, a diferencia de la naturaleza desatada que tuvo aquél de 1914 en el que la gente salía enfervorizada a despedir a quienes marchaban al frente de la I Guerra Mundial, es más comedido por cuanto no tenemos soldados sobre el terreno, pero igualmente fundado en la demonización de quien se considera el rival a destruir y con el que no cabe diálogo alguno. Tal es así que incluso personas de ideas progresistas no tienen empacho alguno en declarar que ser pacifista hoy en día es apoyar la victoria de Ucrania a base de atiborrar de armas y dinero a su ejército. Y hasta con tropas si es necesario, sin calibrar hasta qué nivel puede escalar un enfrentamiento armado con la primera potencia nuclear sin poner en peligro nuestra propia existencia.

Imagino que esos socialdemócratas que apoyaban los créditos de guerra de sus respectivos países para financiar la carnicería humana que supuso la Gran Guerra de principios del siglo pasado, también pensaban que la solución al conflicto que desató el asesinato del archiduque de Austria pasaba por tener más carne de cañón y munición que el enemigo. Y ahora, como entonces, vivimos un clima asfixiante en el que no hay espacio para la discrepancia respecto de la política única de respaldar al régimen de Zelenski ‘hasta el último ucraniano’. Existe un partido de la guerra que abarca a la gran mayoría del espectro parlamentario, que ha hecho metástasis incluso en territorios de la izquierda transformadora. Un partido que, subrepticiamente, ha provocado un giro importante a la derecha en la política de este país. La traición al Sahara, el aumento del gasto militar, la mayor presencia de militares españoles en el este europeo y la deriva conservadora del PSOE(que provoca un creciente enfrentamiento con su socio gubernamental)son derivadas del atlantismo y el militarismo que impregnan la política española y europea desde que este lío está montado.

Porque no es verdad que estemos asistiendo a la tragedia de una democracia pacífica invadida por un imperio autocrático que, después del aperitivo ucraniano, aspira a tragarse Europa entera. Tampoco que la guerra empezó con la invasión rusa del 24 de febrero de 2022. Hace unos días, Seymour Hersh, el más prestigioso de los periodistas de investigación a nivel mundial y poseedor, entre muchos otros, del Premio Pulitzer, ha asegurado que, según una fuente anónima, fueron los EEUU, con la complicidad de Noruega, los autores de la voladura de los gasoductos Nord Stream. Ciertamente sólo habla de una fuente anónima. Lo que ocurre es que esta información conecta con las amenazas expresas que Biden y otros dirigentes americanos profirieron, meses atrás, contra la infraestructura destruida. Obviamente, los medios atlantistas, que antes se deshacían en elogios hacia este periodista, lo han rebajado notablemente en su consideración. Y es que aceptar que EEUU haya perpetrado un atentado terrorista contra intereses alemanes desbarata por completo la propaganda que desde la trinchera occidental se difunde. Efectivamente, el plan norteamericano por acabar con la estrechísima relación energética y económica entre Rusia y Alemania requeriría de unas determinadas condiciones políticas y militares en virtud de las cuales Moscú debe aparecer como el exclusivo responsable de la contienda, con la finalidad de ocultar que ésta está siendo preparada por EEUU/OTAN desde los años 90(‘los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia’, que dijera el Papa Francisco), y particularmente desde 2014 con el cambio de régimen en Ucrania, el cual se estrena con una matanza de sindicalistas en Odessa.

Cercar y provocar a Rusia y atacar a la población de origen ruso del Donbás para que Putin dé el paso en falso de invadir Ucrania, de modo que EEUU, cargado de razones, exija a la primera potencia europea que rompa toda relación con su socio del Este. Y si no accede, se recurre a la fuerza. Alemania(y la UE) quedan así debilitadas y a merced del mucho más caro suministro gasístico de Washington. También del armamentístico. Este relato otorga una explicación racional al hecho de que tres costosísimos gasoductos yazcan ahora mismo en el fondo del Báltico, junto con la dignidad de Berlín( y de los europeos en general)

También explica las declaraciones de Merkel en el sentido de que Kiev nunca tuvo intención de cumplir los acuerdos de Minsk(de amplia autonomía para el Donbás), los cuales habrían servido a la OTAN para ganar tiempo a los efectos de reforzar militarmente a Ucrania con vistas al ‘inevitable’ enfrentamiento con Rusia.

 En esta guerra no defendemos valores democráticos. Tan sólo los bursátiles de las empresas energéticas y de armamento americanas, a costa de una Europa que ha asumido con docilidad un rol de pagafantas. Y que lo pagará, cuando menos, con su declive. joseharohernandez@gmail.com


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