Ramaris Vásquez •  Opinión •  24/09/2021

DDHH: Inteligencia emocional, la tarea frente al suicidio…

DDHH: Inteligencia emocional, la tarea frente al suicidio…

El fenómeno suicida constituyó la cuarta causa de defunción en personas de 15 a 29 años en el planeta. Prevenir amerita la identificación precoz de los factores de riesgo y el fortalecimiento de los factores de protección.

La finitud es una condición humana que el suicidio adelanta súbitamente. Sin embargo, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió en junio pasado que -“cada año, cerca de 703.000 personas se quitan la vida”, la tarea de educar para “sembrar” inteligencia emocional y prevenir suicidios, no luce en el espectro mundial como una tarea común.

Según un reporte de la OMS, la insuficiencia de disponibilidad y calidad de datos sobre el suicidio en el planeta constituyen una traba: “Solo unos 80 Estados Miembros disponen de datos del registro civil de calidad que se pueden utilizar directamente para estimar tasas de suicidio”. (1)

De hecho, el organismo multilateral alerta que “aunque el problema de la escasa calidad de los datos sobre mortalidad no es exclusivo del suicidio, la notificación insuficiente y la clasificación errónea de los casos de suicidio son, probablemente, mayores que con causas de defunción porque las conductas suicidas son una cuestión delicada e incluso ilegal en algunos países”. (1).

Mientras tanto, los números más recientes de la OMS activan alarmas en diversas regiones del planeta: “los mayores índices en 2019 se registraron en África -11,2 suicidios por 100.000 habitantes-, Europa -10,5 por 100.000- y Asia Sudoriental -10,2 por 100.000-, que se situaron por encima de la media mundial establecida en 9 suicidios por 100.000 habitantes”.

La multilateral recalcaba que “todos los casos son una tragedia que afecta a familias, comunidades y países y tienen efectos duraderos para los allegados de la víctima. Puede ocurrir a cualquier edad”. Igualmente informó que en 2019, el suicidio “fue la cuarta causa de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo”.

Significa que, trascendiendo el derecho a la autodeterminación física en casos como el suicidio asistido o la eutanasia, el fenómeno suicida comporta un problema global con base en la salud mental, que a decir de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) urge de mecanismos preventivos.

Especialistas recomiendan el desarrollo de la inteligencia emocional para combatir la tendencia suicida.

Prevenir para no lamentar…

Renato Oliveira e Souza, jefe de la Unidad de Salud Mental de la OPS, recalcaba el pasado 9 de septiembre: “Necesitamos de una acción de toda la sociedad para poner fin a estas muertes, y requerimos el compromiso de los gobiernos para invertir y crear una estrategia nacional integral que mejore la prevención y la atención al suicidio”.

En junio pasado, la OMS reportaba que “aunque algunos países han situado la prevención del suicidio en un lugar destacado en sus programas, actualmente solo 38 naciones tienen una estrategia nacional de prevención del suicidio”, por lo que alertaban sobre la necesidad de “impulsar este tipo de actuación de cara a cumplir con la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de reducir en un tercio la tasa mundial de suicidios para 2030”.

A este respecto, la Declaración universal sobre bioética y Derechos Humanos (2005), en su artículo 14, Responsabilidad Social y Salud, en su numeral 1, reza: “La promoción de la salud y el desarrollo social para sus pueblos es un cometido esencial de los gobiernos, que comparten todos los sectores de la sociedad”.

Es decir, que la responsabilidad de evitar los suicidios es colectiva, en tanto que el derecho humano a la salud – y en consecuencia, a la vida- es un principio fundamental, especialmente en tiempos de pandemia por COVID-19, pues tal como advertía en junio pasado Tedros Adhanom, director general de la OMS, “muchos de los factores de riesgo del suicidio –pérdida de empleo, apuros económicos y aislamiento social– siguen estando muy presentes”.

En este sentido, la OMS, en el año 2008, en su “Informe sobre la salud en el Mundo, la atención primaria de salud, más necesaria que nunca” (2008), criticaba que frente a las políticas públicas “la asignación de recursos se concentra en los servicios curativos, que son muy costosos, pasando por alto las posibilidades que ofrecen las actividades de prevención primaria y promoción de la salud de prevenir hasta el 70% de la carga de morbilidad”. (OMS, 2008, P.8).

Desarrollar inteligencia emocional

En todo caso, la búsqueda de salidas desde la ciencia, a la madeja que implica socialmente el suicidio, se ha venido incrementando, con lo que se ha dado en llamar “alfabetización emocional” o pedagogía orientada al desarrollo de la inteligencia emocional; aspectos ligados al derecho humano a la educación.
Mamani O, Brousett M, Ccori D, y Villasante K. (2010) en su ensayo científico “La inteligencia emocional como factor protector en adolescentes con ideación suicida”, explican que, para comprender el suicidio “es necesario asumir que este fenómeno involucra todo un proceso que inicia con la aparición de pensamientos recurrentes de quitarse la vida, luego se hacen presentes los intentos fallidos y finalmente el acto consumado”.

 

¿Qué hacer frente al suicidio?
El informe “Vive la Vida” de la OMS, recomienda:
• Restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse: Plaguicidas, armas de fuego y ciertos medicamentos.
• Educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio.
• Desarrollar en los adolescentes aptitudes socioemocionales para la vida.
• Detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas que muestren conductas suicidas y hacerles un seguimiento.

 

En función de evitar el trágico desenlace del suicidio, los investigadores antes citados aseguran que el proceso que conduce a la fatal decisión puede evitarse, “si se logran identificar los pensamientos de autoeliminación”. Es decir, “reconocer que una de las claves dentro del ámbito de la prevención es la identificación precoz de los factores de riesgo y el fortalecimiento de los factores de protección”.

De acuerdo a estos estudiosos, un factor que contraviene el suicidio es la inteligencia emocional, que definen como “el conjunto de factores emocionales, sociales y personales que influyen en la adaptación de los individuos frente a las demandas y presiones del ambiente”.

Asimismo, advierten que “es esta capacidad”, la que “proporciona la habilidad para identificar diversos estados emocionales, comprenderlos y regularlos correctamente, además que permite desarrollar estrategias de adaptación para afrontar situaciones estresantes”. Ahora, aunque el suicidio es una decisión personal, su impacto social es de largo alcance.
De los Rios, M. (2021), investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac de México, en su artículo “La otra pandemia: el grito de auxilio silencioso”, sentencia: “El suicido no es un acto individual con consecuencias igualmente individuales, sino que repercute en los demás y, por ende, es un acto social que debe llevar a preguntarnos como sociedad ¿qué hicimos o no hicimos para que una persona se suicidara?”.

De cara al futuro, para la OMS, la tasa de mortalidad por suicidio es uno de los indicadores de la meta 3.4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, “cuyo propósito es que de aquí a 2030, se reduzca en un tercio el riesgo de mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante prevención y tratamiento, así como promover la salud y el bienestar mentales”.
Mientras, camino a la meta del milenio, el suicidio es una realidad avasallante que ameritará soluciones basadas en “inteligencia emocional”.

 

Referencias
1. Prevenir el suicidio debe ser una prioridad en las agendas nacionales de salud: OPS
3. Declaración universal sobre Bioética y Derechos Humanos, recuperado de  http://portal.unesco.org/es/ev.phpURL_ID=31058&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

 


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