Pablo Heraklio •  Opinión •  20/12/2019

Irán: el Levantamiento Recurrente. Un fantasma Recorre el Mundo, y es Anarquista

Irán: el Levantamiento Recurrente. Un fantasma Recorre el Mundo, y es Anarquista

Gran artículo de los compañeros iraníes que como muchas otras veces adelantan eventos por venir mucho antes que los analistas políticos. En este caso la caída del Régimen teocrático iraní.

Nos muestran clara y simplemente los entresijos que se traen los ayatolas para mantener el poder en Irán, a ver si os suena: montar el bipartidismo, acosar las alternativas populares para mantenerlo, sostenerlo sobre un aparato represivo político-militar y un pueblo esquilmado. Por último torturas, detenciones, ejecuciones, encarcelamiento y un río de caudales nacionales dirigidos hacia los pecadores bancos de UK, USA, Doha, y otros paraísos fiscales. Si, es el viejo sabor occidental neoliberal.

El régimen religioso culpa de las protestas a la injerencia americana. Nadie dice que no exista, sin embargo los curas se dan perfecta cuenta de cuál es su verdadero enemigo: el hastío generalizado provocado y la decadencia de un régimen religioso que estrangula a toda una sociedad. También saben cómo se responde adecuadamente a estos problemas: represión, represión, represión. La cuestión es que los ayatollas incluso prefieren reprimir a los manifestantes inidentificados que no atiende a amos antes que a los monárquicos del shah a las órdenes de USA y UK. Sostienen a la oposición que les conviene mientras golpean las protestas. Disidencia controlada.

Irán no es un paraíso socialista en el que afables curas reparten los bienes nacionales entre las buenas gentes. Nadie que no haya estado puede darse cuenta de las enormes diferencias entre clases. Las clases son la militar aliada de los curas y la popular, el resto. Irán es un fascismo de libro, y su pulso al Imperio fascista americano no debería levantar más simpatías que las propias de ver dos fascistas despedazándose. No así la lucha de su pueblo contra ambos.

De nuevo la insurrección toma tintes anarquista: sin líderes, sin organizaciones, sin grupos, deslocalizadas, ubícuos, sin disidentes ni fanáticos, sin géneros, antirreligiosa. Un fantasma al que no se puede golpear, porque es el pueblo el que la organiza. Un pueblo que ha decidido no cooperar con el régimen, no obedecer, y no parará hasta que el sistema caiga estrangulado. Los compañeros lo comparan con una hydra. Si vemos otros movimientos más allá, Francia, Líbano, Irak, Chile, Ecuador… todas las protestas comparten los mismos rasgos comunes; tal vez tengan razón y la hydra sea más grande de lo que se piensan. Un fantasma recorre el mundo. Es una pena que los participantes no se den cuenta de que sus prácticas forman parte de una filosofía más amplia y otra forma de hacer las cosas. Sin conciencia no habrá cambio, solo una eterna repetición de errores.

Ánimo a las compañeras Iraníes en lucha.

Salud! PHkl/tctca
________________
Traducción tarcoteca – https://anarchistsworldwide.noblogs.org/post/2019/12/15/iran-the-recurring-uprising/ 15.12.2019 vía  The Hydra-World (en alemán) por Kian Zeytani

Las protestas en Irán parecen haber sido reprimidas. Una vez más, el aparato de seguridad de la República Islámica de Irán (IRI en inglés) fuertemente armada ha obtenido la ventaja por vía militar. Pero el conflicto no ha terminado aún, mucho menos resuelto, sino solo pospuesto. Porque la ruptura con el sistema es irreparable. Y la próxima ola de insurrección llegará.

Una petición a todas las que protestan en solidaridad para que no pierdan la esperanza.

Irán ha sido una olla ardiente durante décadas. Una densa y entretejida maraña de crisis alrededor de una amplia variedad de temas (economía, clima, sexualidad, represión, trabajo, identidad) está hundiendo más y más a los 80 millones de habitantes de Irán en la miseria y la gran incertidumbre existencial sobre el futuro. Irán, por mucho que a comentaristas o a partes interesadas les guste vilipendiarlo como una «misteriosa teocracia», no es un caso aislado. Al contrario, se une a la creciente y cada vez más evidente crisis mundial del capitalismo neoliberal del siglo XXI y su imposibilidad de ofrecer modelos sostenibles.

Hace dos semanas, esta olla hirviendo se desbordó una vez más. El anuncio en la noche del 16 de noviembre de duplicar o triplicar el precio de la gasolina desencadenó los disturbios más violentos en casi dos años: según los informes, más de 300 asesinatos, miles de heridos y alrededor de 10.000 arrestos. El estado está lanzando su maquinaria de movilización ideológica y represiva y, una vez más, sigue una simple línea en su trato con los manifestantes: no se cede ni un milímetro.

Por primera vez en años, se solicitan y son presumiblemente implementadas sentencias a muerte para los «líderes de la insurrección orquestados desde afuera». Para dar credibilidad a su historia de conspiración sobre «el alborotador extranjero», solo las personas arrestadas y Dios saben cuánto tiempo fueron torturados hasta poder arrastrarlos ante las cámaras para hacer la correspondiente «confesión». Para el estado iraní está claro: «después de nosotros solo el diluvio».

Dedo Medio a la Mano Dura de Dios

Esta es una cara de la moneda: el estado de seguridad casi invencible, clerical-autoritario y altamente armado de la República Islámica de Irán está constantemente sofocando toda protesta. Esta cara de la moneda pone a todos los que desean el éxito de las protestas en estado de frustración, derrotismo, ira e impotencia al mismo tiempo. Y en realidad invita a hacernos la pregunta: ¿cómo puede en este país cambiar algo para mejor?

Toda persona con sentido común debería haber entendido, por medio de ejemplos de la historia reciente en el Medio Oriente, que la democracia y la libertad no pueden ser bombeadas desde afuera. Y para todos aquellos que creen que las sanciones económicas y los gestos amenazantes [de Trump] en Twitter realmente obligarán a los mulás a ceder y cambiar su forma de gobernar en su mundo de cuentos de hadas: los mulás han demostrado durante años que 100 veces de 100 casos matarán de hambre y empobrecerán a su pueblo antes de que ellos pierdan incluso la mínima fracción de sus propios privilegios.

Frente a los enemigos del exterior, oran por la unidad nacional y por la necesidad de apretarse el cinturón, como fue el caso durante la Primera Guerra del Golfo o ahora respecto a las sanciones [bloqueo de EEUU]. Un simple y exitoso truco para niños con el fin de desviar la atención de la corrupción, la brecha creciente entre ricos y pobres y el acceso estatal a la vida cotidiana de los ciudadanos: siempre son los otros los responsables de la miseria en el país.

Pero ese ticket ya no vale. Actualmente estamos presenciando cómo en los últimos dos, tal vez tres años, se ha formado, perpetuado, un movimiento revolucionario e interseccional, y dónde puede rebelarse. Incluye a aquellos que no formaron parte del «movimiento verde» en 2009, cuando resurgieron por última vez las esperanzas dentro del sistema en vista de las elecciones, y que incluso fueron difamados por el aparato como el «lumpenproletariado»: desterradas, superficiales, precarias, minorías religiosas y étnicas en provincias, pero cada vez más también la clase media menguante y sin perspectiva en asociación con estudiantes y mujeres progresistas.

No hay vuelta atrás

Lo que estalla en un ciclo cada vez más frecuente (bloqueos, manifestaciones, desobediencia civil, batallas callejeras, acciones militantes) son los aspectos más espectaculares destacados que hacen que todos los observadores escuchen y alberguen esperanzas de corazón y mente. Pero [ya que no se ha producido el cambio] este descontento se ha convertido desde hace mucho en una práctica cotidiana, que crece cada vez más.

Las políticas autoritarias y neoliberales de la poderosa clase gobernante se manifestaron en nombre de Allah. Esta grieta se profundiza con cada explosión como la última, y ​​con el próximo levantamiento, que llegará seguro, aún más.

Este movimiento es revolucionario porque solo encontrará la paz cuando la República Islámica en esta forma ya no exista. Esto se puede ver en al menos tres puntos que hablan del movimiento mismo.

– En primer lugar, ya no se trata de los campos de protesta particulares de la República Islámica de Irán que le permiten simular un espectro político dentro de un régimen autoritario. Esto quedó claro con consignas como «Conservadores y reformistas: el juego terminó», que fue invocado a principios de 2018 y ahora se vuelve a repetir, a veces radicalmente, o claras sentencias como «No queremos una República Islamica», o «Abajo Khamenei [líder supremo de la revolución y, por lo tanto, la máxima autoridad la República Islámica de Irán]».

– En segundo lugar, los objetivos y las formas de acción hablan por sí mismas: varios cientos de bancos fueron incendiados. Solo en Teherán, 300 bancos quedaron inutilizables, mientras que en otras 15 ciudades no quedaron sucursales intactas. La situación es similar con los cuarteles de policía y los símbolos de autoridad de los clérigos, como los retratos de los líderes de la Revolución Islámica. Y también en otros edificios, como en grandes cadenas de supermercados. Lo que el gobierno descalifica llamando destrucción indiscriminada y vandalismo revela rápidamente una línea roja y un enemigo común: la mayoría de las sucursales bancarias, así como las cadenas de supermercados en cuestión, son propiedad de los Guardias Revolucionarios iraníes, el bloque de poder económico, político y militar de la República Islámica. Estos objetivos así como lemas raramente tan radicales tienen un destinatario claro: el sistema como tal, no representantes individuales.

El hecho de que los iraníes se hayan dado cuenta del pérfido juego con el que la dictadura de los Mullah se da un aire democrático, también conocido como «ejecutor de la voluntad del pueblo» [en el doble sentido], y que quieran acabar con él, demuestra en el bagaje y los cálculos políticos de aquellos en el poder. Por ejemplo con respecto al aumento del precio de la gasolina [las protestas tuvieron] apoyo completo [de la oposición]: el gobierno de Rohani justificó esta medida con el hecho de que ahora se tiene que redistribuir debido a las consecuencias de las sanciones e inversiones, entre otras cosas, en beneficios sociales. La vieja pauta: la abolición de los subsidios a la gasolina se argumentó de tal manera que son inevitables debido a factores externos (sanciones), y deberían reinvertirse en otros negocios en apoyo estatal y, por lo tanto, beneficiar a las personas más bajas. El gobierno actual, como tantos gobiernos anteriores en el la República Islámica de Irán, se presentaron como personas orientadas y preocupadas por las necesidades de los pobres en la política de austeridad. ¡Qué cara y qué gol! Porque fueron precisamente estas personas las que inmediatamente y en un radicalismo no visto desde la revolución de 1979 dejaron claro que esta «redistribución» no es más que un grosero truco, porque: ¿Cómo puede ser que el país con la cuarta mayor reserva de petróleo en el mundo deje morir de hambre a su población mientras los mulás y los guardias revolucionarios viven una vida en éxtasis, e irónicamente acuden a las universidades occidentales de élite en el «corazón del diablo»? ¿Cómo puede ser que este país inyecte decenas de miles de millones de dólares en varios conflictos geopolíticos, en la guerra de poder con Arabia Saudita por la hegemonía regional, pero los trabajadores no reciban su salario «debido a las sanciones» durante meses y años? Por lo tanto, la gente en Irán se pregunta acertadamente en la calle «Gaza, Líbano, Yemen, ¿qué hay de nosotros?» Y concluyen «República Islámica, se acabó».

La rebelión por venir

«Pueden ganar muchas batallas, pero perderán la guerra». Esta declaración de un manifestante desconocido, realizada en uno de los últimos vídeos antes del cierre de Internet en Irán, en baja resolución, filmado con manos temblorosas, en una ciudad desconocida, con un banco en llamas de fondo, se toma en sí mismo como una de las expresiones más precisas de la situación en Irán. Gente como él, cientos de miles en las calles, arriesgando sus vidas; no tienen nada más que perder.

Y esto es exactamente lo que temen los amos de la República Islámica. Porque saben lo que puede significar. Después de todo, este estado en sí nació de una revolución de masas contra el Sha (y una posterior contrarrevolución sangrienta de los islamistas) y, por lo tanto, saben que «al final, la calle decide!». El momento en que las tropas del Shah dispararon contra los revolucionarios en 1979 y el pueblo marchó de todos modos, y se considera uno de los símbolos centrales de la caída del monarca. Los paralelismos son sorprendentes, pero este momento aún no se ha alcanzado.

Sin embargo, el alto número de muertos y habituales ejecuciones de los sicarios del estado en plena calle se interpretan como signos de nerviosismo por parte de un aparato de seguridad que en realidad se especializa en arrestos y torturas y ahora, aterrorizados, aumenta su dominio absoluto; desesperados por perpetuar en control. la República Islámica juega un juego simple: obedece o muere. 

Si, por cualquier causa, deciden hacer las maletas y exiliarse al extranjero, no pueden ir a ningún lado. Dondequiera que van, abiertamente o de manera encubierta, como en la región de Siria, Líbano, Irak, Yemen, Gaza, etc… hay inestabilidad, guerra y/o movimientos de insurgencia emergentes que quieren mandar el viejo orden al infierno. Por lo tanto, ciertamente no se recibe a los ayatolás en el exilio con los brazos abiertos: el consulado iraní en Bagdad incendiado por los manifestantes a finales de noviembre de 2019 lo ha demostrado sobradamente. Así, un ayatolá de alto rango en hablando en relación con su propio movimiento de protesta concluye categóricamente: «si nos vamos, dejaremos tierra quemada».

Presente y futuro de las protestas en Irán

¿Qué significa ésto para el movimiento de insurrección? En esencia, es exactamente lo que se ha estado transmitiendo durante años: ya no hay no paz entre éste y el régimen. Ciertamente, el estado está altamente equipado e ideológicamente consolidado, aún. Esto impide una mayor organización de un movimiento social en el sentido clásico, con demandas, manifiesto, liderazgos, etc.

¿Es esto un fallo? Esto fue exactamente lo que sucedió en 2009: el bando reformista alrededor de Mir Hossein Mousavi lanzó un gran movimiento centrado en Teherán en torno a las elecciones presidenciales y fue derrotado al ser encarcelado su líder y gradualmente tomar la ventaja los militares sobre la protesta, en las principales ciudades.

Aquí no es posible: el movimiento no tiene un líder, se comunica a través de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería, está muy descentralizado, explícitamente no enfocado en los centros de poder sino en las periferias y fortalezas de las minorías, y se regula a sí mismo. Ciertamente, cada levantamiento reprimido cuesta vidas humanas, torturas, penas de prisión, traumas y huidas. Al mismo tiempo, sin embargo, aumenta aún más el odio hacia el orden establecido.
 

Esta insurrección se comporta como la figura mitológica de la Hidra de múltiples cabezas. Si cortas una cabeza, dos vuelven a crecer en el mismo lugar. Y el ritmo aumenta: hace algún tiempo, los iraníes declararon con orgullo que cada 30 años comenzaban una revolución o al menos un gran movimiento político-social. Recientemente, el intervalo entre tales movimientos se corrigió a 10 años; ahora los terremotos sociales sacuden al país cada dos años. La única pregunta ahora es saber cuánto tiempo los mullahs pueden mantener la pretensión de poder.
 
Fuente: https://tarcoteca.blogspot.com/2019/12/iran-el-levantamiento-recurrente-un.html

Opinión /