Víctor Reloba López •  Opinión •  16/05/2022

Séneca no es de nadie porque ya es de todo nuestro pueblo

“Mira, hay que pelear, aunque te queden tres segundos de vida”.

Paco Fernández Buey, poco antes de morir, a Julio Anguita.

Séneca no es de nadie porque ya es de todo nuestro pueblo

Es un lugar común de muchos de los artículos que leemos estos días recordar cómo Anguita inspiró a afiliarse al PCE a la persona que escribe dicho artículo, por tal o cual mitin cuando era secretario general del PCE y coordinador general de IU. No es el caso para mí y para muchos jóvenes que no vivimos directamente su etapa de dirigente en activo (si es que alguna vez Julio dejó de estar ‘en activo’) y tampoco supimos de él a través de nuestra familia, no especialmente politizada ni militante. Recuerdo con mucha nitidez las palabras de mi tío José cuando le dije que me había afiliado a la organización juvenil del Partido Comunista: “Ah, ¿pero sigue habiendo comunistas en España?”. Hasta ese punto estábamos derrotados.

Prematuramente, en el instituto, yo ya sabía que era comunista, gracias a un extravagante y magnífico profesor de filosofía que –a la manera socrática que tanto gustaba al Califa– nos desafiaba a pensar con criterio propio. Poco después, la coincidencia de dos acontecimientos me embarcó definitivamente en la senda del hilo rojo de la Historia: las movilizaciones contra Bolonia del curso 2008/2009 en mi instituto y la publicación de la Colección de Pensamiento Crítico del Diario Público, un auténtico alimento intelectual para quienes nos adentrábamos en las turbulentas aguas del pensamiento y la militancia comunista. Ambos acontecimientos marcaron a toda una generación de nuevos militantes.

No obstante, mi naturaleza introvertida o la ausencia de atractivo que me provocaba una Izquierda Unida que percibía como ‘vieja’ y carente de mordiente crítica (años más tarde, estudios cualitativos de la organización confirmarían la extensión de esta percepción) hicieron que tardara aún unos años en afiliarme, dando el paso gracias a otro acontecimiento que marcó a generaciones de (ya no tan) jóvenes: el 15-M.

Le pregunté a mi padre cuál era el momento de Anguita que más recordaba y me dijo que el momento en el que anunció que dejaba la política y volvía a su plaza como profesor. Hay que entender que buena parte del prestigio de Anguita se asienta en ese momento casi “antipolítico” en el que renuncia a lo que ya entonces se percibía como privilegios de una minoría (aún no se había acuñado lo de la “casta”). Igualmente, he consultado a varias personas más (no necesariamente afines al pensamiento de Anguita), entre ellas un conocido del PSOE que suscribe a pies juntillas la mentira de ‘la pinza’, y todos coinciden en que lo que más valoraban en Anguita es que de los ‘dirigentes antiguos’ era el que más se había adaptado a la realidad. Totalmente cierto.

La comparación con Felipe González, pero también con otros dirigentes de IU o el PCE como Frutos o Llamazares, arroja un saldo extremadamente positivo en favor de Anguita. Ese momento “antipolítico” de renuncia a la pensión de diputado y su capacidad de leer la realidad cambiante que le hizo saludar y apoyar el surgimiento del 15-M (cuando otros en nuestras filas reaccionaron con hostilidad), permitieron que Anguita se convirtiera en un maestro de nuevas generaciones de activistas y militantes. Pero –es importante señalar esto– la vinculación que se hacía entre la referencialidad de Anguita y la organización de IU o PCE era mucho más débil que antaño, tal vez porque los no tan ingenuos indignados eran perfectamente conscientes de que dichas organizaciones no estaban alineadas del todo en ese momento con Julio Anguita. O tal vez porque Anguita es ya una figura histórica de la lucha de nuestro pueblo, que ninguna organización podemos patrimonializar[1].

Su discurso más conocido es “el gran discurso antisistema”[2], que tiene una virtud que le reconocen hasta aquellos que le criticaron: supo mantener vivo el pensamiento utópico (siempre “utopías reales”, como diría Erik Ollin Wright) en el momento más difícil de anticomunismo, descreimiento y ‘fin de la historia’. Hasta un amigo que combatió internamente a los herederos de Anguita, me reconocía la enorme talla del personaje y recordaba cómo Anguita podía enfrentarse a 12 periodistas[3], con preguntas profundas y otras muy retorcidas, saliendo no solo airoso, sino desplegando un nivel de solvencia y auctoritas que no era igualado por ningún político de su tiempo.

Desde el punto de vista juvenil, cabe destacar que él siempre nos tuvo en cuenta. Siempre nos mencionaba e interpelaba a la juventud, incluso se interesó específicamente por nuestros problemas. Gracias a él (y a la revista Ajoblanco), muchos y muchas conocimos el famoso Informe Petras que el Gobierno de Felipe Gónzalez intentó silenciar y que se convirtió en el punto de partida analítico de la juventud crítica con la precariedad, durante décadas. Eddy Sánchez cuenta[4] cómo ese informe transformó a la UJCE de los 90: “Pasamos de ser un grupo de apoyo a las causas antiimperialistas a una organización de jóvenes centrados en los problemas de precariedad juvenil en España”. Hasta yo, que empecé a militar en 2011, conocí las campañas contra las ETT de esa época.

Gramsci decía que “una generación que menosprecia a la generación precedente, que no alcanza a ver las grandezas y el significado necesario, no puede más que ser mezquina y sin fe en sí misma, aunque asuma poses de gladiador y tenga manías de grandeza”[5]. Fue el genio sardo el que nos enseñó a entender que muchas de las contradicciones del capitalismo se expresan a través de contradicciones generacionales. Anguita también lo entendió así y explicaba el conflicto del PCE entre la “generación del exterior” y la “generación del interior”, que luego dieron lugar a las tres almas de Izquierda Unida.

Seguro que quienes vivimos el 15-M hemos cometido, en un arranque de adanismo juvenil, el error que antes mencionaba Gramsci. Una de las lecciones que nos deja Anguita es que la juventud debemos pelear y empujar para que se reconozca nuestro lugar, pero sin creernos más que nadie, con la humildad del que se hace cargo de la experiencia de los que llegaron antes. La tarea que asumimos desde Jóvenes IU es una de las que más reflexiones suscitaron a Julio: cómo articular la elaboración colectiva[6]. El movimiento político y social que necesitamos se articulará con esa mezcla extraordinaria de talento profesional, participación en los conflictos sociales, pluralidad y rigor de ambición transformadora que se articula en torno al acuerdo del programa (independientemente de las siglas o la tradición de cada persona). Humildemente, la capacidad que hoy Jóvenes IU (pese a su extrema debilidad organizativa) es capaz de desplegar en el rigor de sus propuestas y en su capacidad de ser interlocutor con todo tipo de entidades juveniles y de otras organizaciones hermanas de la pluralidad de las izquierdas, es un intento de hacer justicia a esta apuesta de nuestra organización desde los tiempos de Julio Anguita.

La pregunta que nos queremos hacer en este desordenado equilibrio de recuerdo y reflexión es ¿qué Anguita recogerán las nuevas generaciones de jóvenes militantes? No me resisto a citar en su literalidad el recuerdo que destacaba una compañera joven de Podemos, cuando le pregunté:

“Recuerdo con mucho cariño cuando irrumpió en un mitin en Córdoba en 2016, abrazó a Pablo Iglesias y se dirigió a la gente para insistir en la idea de «abandonar la cultura de la resistencia por la cultura de gobierno». Paradójicamente, es una muestra de cómo supo resistir, aguantar lo indecible porque estaba seguro de que era posible construir el gobierno de las clases populares. Dijo: «aguantad, aguantad. Si tenéis claro cuál es el objetivo, llegaremos. Y dentro de 2, 3, 4 o 5 años nos vamos a enfrentar a la tarea titánica de cambiar España». Ante esta terrible pérdida, es un relativo consuelo que pudiera ver cómo se hizo realidad, que pudiera ver un gobierno de izquierdas antes de marcharse. Continuar con la transformación social de la manera más profunda que podamos será el mejor legado de sus enseñanzas”.

Probablemente, quienes somos camaradas de Anguita no lo hemos perdido solo físicamente. También lo hemos entregado a un acervo popular que excede a nuestra tradición. Por tanto, es un Anguita nuestro y a la vez compartido el que seguramente más perdurará en la memoria: el Anguita férreo defensor de la unidad por encima del patriotismo de siglas, que solo creía en la política institucional si venía acompañada de la democracia participativa, plural, que incorpora a las masas (constructor, por todo ello, del Frente Cívico y otras iniciativas); por último, aunque no menos importante, el Anguita que siempre reivindicó una “Cultura de Gobierno” (en mayúsculas, con la seriedad del trabajo riguroso de quien tiene un proyecto de gobierno, de Estado y de sociedad alternativa al capitalismo).

Nuestra tarea no es triste: tenemos que enorgullecernos de ese Anguita patrimonio del pueblo. Y, al mismo tiempo, hacer lo que él querría: estudiar, estudiar y seguir estudiando. Querría que no construyéramos ningún ídolo porque, como no se cansaba de repetir, ni en dioses, reyes, ni tribunos está el supremo salvador. Por tanto, la militancia comunista tiene el deber de estudiarlo como el clásico que es ya. Un comunista clásico que no era calco ni copia (ni de referentes soviéticos, ni italianos, ni latinoamericanos, ni de ningún tipo), sino que se arraigaba –como buen historiador– en las raíces populares de las clases subalternas de España.

Es uno de los pocos exponentes que tenemos de una tradición comunista auténtica propia, nuestra. Como dirigente fue un gran ejemplo de lo que decía otro de los pocos y extraordinarios marxistas auténticamente patrios, Manuel Sacristán, cuando afirmaba que “la política sin ética no es más que puro politiqueo”. Julio fue el azote de la politiquería y la reivindicación de la noción más noble de la política, un ejemplo para quienes aspiramos a seguir la senda de la militancia comunista. Es por ese arraigo en nuestra historia por lo que autores republicanos, populistas, socialdemócratas y comunistas recuerdan estos días con contradictorio cariño a Julio. Porque da igual de qué tradición partamos, en algún momento nos topamos con el pensamiento de Anguita porque nadie como él supo ser ‘levadura’[7] del fermento popular.

Voy terminando con la respuesta que me dio un camarada de mi generación al que admiro. Cuando le pregunté, no destacó una reflexión moral o intelectual de Julio, sino una respuesta muy humana: en una entrevista, un periodista le preguntaba por qué no había disuelto el PCE tras la caída del Muro de Berlín. Julio Anguita daba un montón de argumentos elaborados y el periodista los ignoraba, insistiendo en la pregunta. Al final, Anguita respondió: “Pues no lo disolví porque no me salió de los cojones” y calló al periodista. Y es que, coinciden en ello quienes le amaron y quienes no, Julio era humano, muy humano y amaba la vida (la austera vida buena, del dominó en el bar con los amigos).

En su último artículo[8], Jorge Moruno rescata una frase de The Wire que creo que sintetiza (sin pretenderlo, en este caso) la crítica que le hicieron a Anguita algunos que pretendieron superar a ‘la vieja izquierda’: «¿Crees que la política va de eso? ¿Que se gana por conocer los hechos? No solo va de hechos sino de cómo usarlos». No basta con la honradez de Julio a la hora de decir ‘las verdades’, ¿o se trataba de algo más profundo que una verdad?

La respuesta a esta pregunta es la última lección que tenemos que aprender del maestro. La cuenta un periodista que lo conoció en 1986. Al entrar en el estudio de radio, Julio reparó en una cita colgada de San Juan que decía: «La verdad os hará libres”. Julio miró al periodista y dijo con aire sapiencial: “No es solo la verdad; Emeth en hebreo significa fidelidad: a ti, a la gente, a las ideas”. Esa es la lección: seamos fieles a nuestro compromiso comunista, a nuestra clase y a las ideas de Julio, que son las nuestras.

Víctor Reloba López (@Victor_Reloba) es cocoordinador de Jóvenes IU y Secretario de Organización del Núcleo de Cultura del PCE en Madrid.

Notas

[1] Es muy relevante constatar esto al ver el escaso peso de los tuits de IU o PCE en el conjunto de la conversación que despidió en Twitter a Anguita. Tal vez la hegemonía sea, también, que tus referentes ya no son solo tuyos. https://twitter.com/BarriPdmx/status/1262409624566759428

[2] Disponible en: https://youtu.be/Z0uq9ZKztn0

[3] Disponible en: https://youtu.be/llmIydXDGN4

[4] Lenore, Víctor. (22 de abril de 2020). ‘Informe Petras’: el estudio ocultado por el PSOE. Vozpopuli. Recuperado de: https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/informe-petras-estudio-persigue-psoe_0_1348065566.html

[5] Gramsci, Antonio. (2018). Pasado y presente. Cuadernos de la cárcel. Barcelona: Gedisa.

[6] En esta conferencia, El porqué de la elaboración colectiva con participación democrática, Javi Moreno y el propio Julio Anguita hacen un recorrido por esta característica histórica de IU: https://youtu.be/p4_2ckokZUI

[7] Recordemos su noción de “partido levadura” frente a ciertos vanguardismos.

[8] Moruno, Jorge. (10 de marzo de 2020). ¿Qué es el discurso? IECCS. Recuperado de: https://www.ieccs.es/2020/05/10/que-es-el-discurso/

 

Fuente: https://la-u.org/seneca-no-es-de-nadie-porque-ya-es-de-todo-nuestro-pueblo/


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