Paco Campos •  Opinión •  15/01/2017

Qué hay trascendental

Nada que yo sepa, ni siquiera la obligación moral, tampoco el yo kantiano, por supuesto. Rorty dice que mejor es extender los límites de nuestra imaginación que obedecer imperativos. Seríamos mejores cuidando las circunstancias inscritas en los diferentes contextos de nuestra vida que obedeciendo la fe ciega –cuidando más la prudencia nos iría mucho mejor. Porque, qué es, en definitiva, lo trascendental ¿aquello que preservaríamos por encima o más allá del propio grupo que frecuentáramos? Lo que quedaría libre de contexto. Y qué podría haber libre de contexto y fuera de la relativización.

        Vemos cómo la gente se doblega ante las banderas, cómo besan los escudos, cómo rezan multitudinariamente, o se canta de modo desaforado en la calle, en las gradas, en los patios… y no se repara en la sencillez de la cotidianidad, en las conversaciones prácticas, en los logros de los colectivos, en vivir sin la atadura del deber cumplido: un deber que nadie sabe en qué consiste para poder diferenciarlo de lo contingente, para poder apreciar alguna diferencia, la que sea, y que sea tal para poder ser contada y, sobre todo, entendida o justificada. La gente muere o se inmola sin saber realmente el porqué.

        Decía Aznar el otro día que su preocupación es España. La mía es Aznar porque no logro captar la sutileza de su idea y, sobre todo, porque es peligroso que un individuo como él vaya por ahí creyendo lo que dice, este es el problema. Nada trasciende de nosotros y digo ‘nosotros’ porque el yo en primera persona es el yo patológico por antonomasia.


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