Artículo “Sin ideas no hay cambio y sin cambio no hay futuro”
Comenzar a escribir a partir de un título es una actividad novedosa, al menos para el que esto escribe, ya que normalmente surge la idea, la temática, la redacción del contenido y una vez avanzado el texto aparece el título. En este caso ha sido tan sugerente el slogan utilizado por mi hija Brisa Fenoy, que incluso da título a una larga entrevista publicada en internet.
La realidad, la que nos acompaña día a día, la que nos aqueja o nos anima, esa realidad está cambiando, simplemente porque vivimos, porque no estamos quietos, porque deseamos, porque trabajamos, porque producimos objetos, servicios, orientaciones, desperdicios, contaminación, fármacos… y, ya se sabe, no sólo cuando actuamos sobre la realidad la transformamos, más aún con solo indagarla, con sólo pensarla, la alteramos. Es una de las premisas de las ciencias sociales, que las distinguen de las naturales. La mera reflexión sobre cómo vivimos altera la forma de hacerlo, nos hace más consciente de las consecuencias y consecuentemente alteramos nuestros hábitos, nuestras rutinas. Cambiamos.
El cambio suele estar promovido por el pensamiento, aunque hay infinidad de cambios impuestos por el propio ritmo de acontecimientos naturales o sociales, pero es evidente que en cada persona se produce una dialéctica entre la vida que se vive y el cómo piensa. El pensamiento evoluciona y la inmensa mayoría de las personas pensamos en muchos aspectos de forma distinta a como lo hacíamos hace algún tiempo. Esto es posible porque aprendemos. Y aprender siempre supone cambiar. El cambio es inherente al vivir humano, bien por imposición del entorno o bien por estar activo, no se para de ver el mundo de formas diversas. Siempre hay un sustrato que parece inmutable, pero sólo lo parece, ya que el cambio de valores profundamente asumidos es mucho más lento, pero también están en movimiento. Verdades inmutables no existen, y puede decirse esto sin llegar a instalarse en un irracional eclecticismo. Lo que hoy asumimos como verdad se convierte en menos verdad dentro de un tiempo y surge un nuevo enfoque, porque conocemos más y mejor la realidad vivida por cada persona.
Por ello lo enunciado por Brisa es un axioma que se fundamenta en nuestra propia esencia perfectible. Porque no estamos terminados, no somos proyectos cerrados y finalizados. El vivir es un viaje, muchas veces a lo desconocido, y graciable siempre, mientras se tiene salud. De esta forma, cuando ya no podamos cambiar, porque hayamos muerto, tampoco tendremos futuro. El que sin ideas no haya cambio y sin cambio no haya futuro, encierra una profunda esperanza transformadora.