Rafael Fenoy Rico •  Opinión •  08/05/2022

Elecciones sindicales políticas y otras gaitas

Lo de gaitas es porque suenan, aunque a alguien se le antoje que el sustantivo pudiera conllevar algún menosprecio. Por cierto que difícilmente puede menospreciarse algo que no tiene precio. ¡O sí! La diferencia esencial entre elecciones sindicales o políticas, además de los diferentes ámbitos en el que se desarrollan ¿o no tan diferentes?, radica en que las primeras se producen a lo largo de todo el año, mientras que las políticas tocan cuando tocan, y en ocasiones antes que toquen, pero suelen llevar una cadencia más o menos fija. Aquí acaban las diferencias ya que en cuando a las formas y contenidos los procesos electorales suelen ser muy similares tanto en lo sindical como en lo político. 

De hecho ambas elecciones presentan listas cerradas (salvo cuando el número de trabajadores en las empresas en pequeño) Es decir, la persona votante tiene que elegir la candidatura de forma que se hace imposible que puedan votarse para varios puestos a personas de distintas candidaturas. Este proceso de listas cerradas es antidemocrático, ya que lo que se le propone al votante no es que elija a personas concretas, sino a siglas de partidos o sindicatos. Por otro lado, se refuerza el carácter antidemocrático de estas elecciones porque quien deposita su confianza, su voto, en una determinada opción, no recibe ninguna garantía a cambio de que, lo que se promete para pedirle su apoyo, se vaya a cumplir. Menos aun cuando no es posible deponer, a quienes fueron elegidos en su momento, mediante un mecanismo de revocación. En esto las elecciones sindicales si se diferencian de las políticas ya que una asamblea de trabajadores, que cumpla con requisitos determinados en cuanto a quorum, puede revocar el mandato de los miembros elegidos para un determinado comité de empresa. Sin embargo este proceso es bastante complejo de realizar, aunque se puede dar fe de que en ocasiones extraordinarias funciona. Pero esta revocación tiene efectos parciales porque las personas revocadas son automáticamente sustituidas por las personas suplentes en las candidaturas votadas. Total, que siguen las mismas organizaciones sindicales marcando el rumbo sin conexión alguna con los votantes. En política los escándalos mediáticos surten un efecto parecido aunque en este caso es el aparato del partido quien fuerza dimisiones o produce expulsiones.

Otra coincidencia esencial entre ambas elecciones es que tanto los partidos mayoritarios que gobiernan, así como los sindicatos autodenominados mayoritarios pueden prometer, en campaña electoral y de manera harto incoherente y sin ningún rubor, lo contrario de lo que hacen cotidianamente. Los grandes partidos políticos prometen la activación económica, el incremento de puestos de trabajo, mejoras sociales… y año tras año en cada cita electoral es difícil encontrar a algún votante que se muestre satisfecho con su situación. Y se vuelven a presentar en campaña arengando sobre la corrupción y la transparencia, a pesar de haber protagonizado episodios de corrupción, de opacidad… En las elecciones sindicales, en cada empresa, los agentes de los sindicatos “mayoritarios” prometen mejoras y mejoras cuando son esos sindicatos los que firman los grandes convenios colectivos de carácter estatal, los llamados “acuerdos marcos” que precisamente condicionan negativamente cualquier iniciativa de mejora de las personas trabajadoras en cada empresa. Y precisamente en esas pequeñas y medianas empresas, que no cuentan con convenio propio, aparecen los agentes de esos sindicatos mayoritarios a la hora de las elecciones, incluso promoviéndolas, para ser elegidos por las personas trabajadoras cuando sus firmas, en los convenios de ámbito estatal ampliamente debatidos por sus ventajas y sus limitaciones, hacen imposible obligar a las empresas a concretar mejoras laborales y salariales. Desarrollan la estrategia de desacreditar a los actuales representantes sindicales por ser independientes o de otros sindicatos, sembrando dudas mediante descalificaciones sobre su gestión sindical, y presentarse como organizaciones más eficientes. Quienes los creen y los votan, una vez celebradas las elecciones si es que salen elegidos, comprueban el error de haberlos votado.

La delegación es el otro vicio antidemocrático que todo este entramado electoral justifica, ya que quienes votan no nombran representantes, sino a apoderados con “poderes de ruina”, gráficamente expresado en el argot notarial. La elección les faculta legalmente a decidir sin contar con las personas a quienes dicen representar. Después de 40 años de esta transición democrática inacabable dan fe de ello un largo historial de firmas de convenios a espaldas de las personas trabajadoras que se ven esclavizadas a asumir condiciones pactadas por sus “representantes”. El déficit democrático podría resolverse cambiando varias claves esenciales de estos fraudulentos procesos electorales tanto políticos como sindicales: Listas abiertas, proceso de revocación por circunscripciones electorales y referéndums sobre contenidos de leyes, convenios o acuerdos. Tanto los parlamentos como los comités de empresa o juntas de personal deben desarrollar la participación real en las decisiones que afectan directamente a las personas, sean ciudadanas o trabajadoras. Mucho sentido sigue teniendo una frase que hace más de 40 años se viene escuchando en círculos obreros: “Si nadie trabaja por ti, que nadie decida por ti”. Un largo camino hacia la democracia queda por andar en esto de las elecciones tanto sindicales como políticas.


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