Rafael A. Luna Murillo •  Opinión •  04/10/2016

La reconversión del Zoo: un debate necesario

Mahatma Gandhi, pensador y político indio, dijo “un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”. Arthur Schopenhauer, filósofo alemán, dijo “El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales”. Son puntos de vista de personas que han tenido educaciones distintas al pertenecer a distintas culturas que se han desarrollado bajo aspectos éticos y morales diferentes.

Pero, tienen algo en común; la inquietud y, seguramente, el deseo de que a los animales no humanos les debemos algo más que haber sido domesticados para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas, ayudarnos en las tareas laborales y servirnos de ellos para diversión y ocio. Recordemos que somos la única especie animal que se dedica a la protección y al bienestar de otras especies animales y vegetales. Sin olvidarme de los millones de animales que entregan su vida a la ciencia para que el bienestar de la especie humana sea mejorado.

El hecho de que se pueda ganar dinero con la exhibición de animales en parques zoológicos o acuarios y la afluencia varios centenares de millones de personas que los visitan cada año ha sido la justificación para decir que estos establecimientos son una oportunidad única para contribuir a la educación de las personas, especialmente de los niños.

Pero esto no es siempre así y en muchos de ellos el gasto que conlleva el mantenimiento de las instalaciones y el bienestar de sus “inquilinos” supera mucho lo que un Ayuntamiento puede hacer y la justificación económica se hace añicos. Tampoco está muy claro que un Parque Zoológico o un Delfinario sean educativos para los niños si lo que estamos enseñando es a ver a los animales encerrados sin posibilidad de expresar a veces su propio comportamiento natural. Luego está la justificación científica y de conservación de especies amenazadas en sus hábitats naturales. La primera es fuente para infinidad de estudios sobre comportamiento y bienestar de estos animales en pos de darles mayor calidad de vida en sus largas estancias. La segunda, imposibilita la cría en cautividad para luego hacer sueltas en sus hábitats salvo muy pocas excepciones en las que estos animales ni siquiera son exhibidos al público. Pero sería la única justificación para proteger animales heridos que no pueden ser liberados o la conservación de la fauna autóctona en riesgo o peligro de extinción.

Esto está ocurriendo en grandes ciudades españolas como Barcelona, donde el Ayuntamiento ha propuesto un debate entre el cierre de su Zoo y su utilidad científica. Desde 2011 se creó Fundació Barcelona Zoo por parte del Ayuntamiento de esta ciudad. La reforma del delfinario les puede costar 10 millones de euros en contra de las opiniones técnicas de mantener a este tipo de cetáceos en cautividad, aunque la Asociación Europea de Mamíferos acuáticos a la que pertenece ha decidido su cierre para 2019.

En Córdoba tenemos el ejemplo del Zoo que, también, es de titularidad municipal en el que se han invertido varios millones de euros en su remodelación, aunque no así en el bienestar de lo que conserva con ideas poco acertadas como provocar molestias a los animales con visitas nocturnas.

Posibles alternativas como se están ofreciendo en Barcelona, son hacer un Zoo virtual como la presentada por Zoo Siglo XXI o un Parque Zoológico de especies autóctonas en las que la investigación, la educación y sensibilización si sean valorados al ser “nuestros” y no sentirlo como especies exóticas que habitan muy lejos de nosotros y no merecen su protección.

Rafael A. Luna Murillo, veterinario y etólogo. Miembro de AVATMA y EQUO.


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