Escritos desde Suburbia •  22/01/2019

Silba el viento. Agur!

Hace cinco años regresaba de un viaje a Mérida, donde acudí a la presentación de las Marchas de la Dignidad. Recuerdo que acudí con una sensación de esperanza enorme. En aquella presentación tuve la oportunidad de presenciar el nacimiento de un movimiento que consiguió aglutinar y unir a las mareas, a los movimientos contra los desahucios, a quienes dieron un paso con el 15-M, y que inundaría unos meses después las calles de Madrid y sus pueblos cercanos. (Si queréis hacer un «year challenge», coged esa foto y la de ahora)
 
El viaje también me sirvió para conocer de una forma más cercana algo que estaba a punto de nacer y que luego se llamó Podemos. Una aventura que como primer objetivo tenía asaltar las Europeas de aquel año. Conocí esa aventura allí gracias a un compañero que fue ponente en el acto, y me contó lo que les había anticipado Pablo. «Este está loco», me dijo. Yo también lo pensé. Asaltar las Europeas o presentar una alternativa transformadora al margen de IU parecía una locura porque nunca había funcionado antes. Pero en mayo funcionó.
 
Al principio recibí con cierto recelo la iniciativa, más porque me parecía una locura que porque fuera una mala idea. Pero lo cierto es que en aquellos momentos la situación era insostenible. Veníamos de un ciclo de movilizaciones desde 2011 que había conseguido sacar a la calle a mucha gente que se iniciaba en «lo político» pero que no conseguía tener un reflejo institucional por la torpeza de quienes comandaban en aquel entonces la mal llamada «refundación de la izquierda» (con honrosas excepciones).
 
El año 2014 fue frenético por eso. Las Marchas cosecharon un rotundo éxito en marzo, y solo dos meses después, una nueva iniciativa política transformadora, que hablaba claro, que bebía del éxito movilizador y que conseguía identificar a millones de españoles y españolas, irrumpió en las elecciones con una fuerza que nos colocó a muchos y muchas en la tesitura de dar pasos. Entré en septiembre en Podemos. Una decisión que para mi no fue fácil porque significaron discusiones y tristezas con compañeras y compañeros que no me acompañaron en la aventura, y con los que había compartido más que una militancia partidaria. Pero entré identificado con el proyecto y convencido al encontrarme allí con personas con las que también compartí el 15-M y un afecto personal muy fuerte. 
 
En estos casi cinco años de militancia en Podemos he vivido momentos de todo tipo. Seguramente no es casual que estos cinco años se hayan pasado volando para tantos compañeros y compañeras. Quien lee esto y lo entiende sabe por qué lo entiende. El mayor éxito de Podemos no fueron las Europeas, fue el post. Es decir, el conseguir que miles y miles de personas sintiesen el impulso altruista de poner sus manos a trabajar por un proyecto político con el que se sentían identificados de pleno. 
 
Lo del otro día fue la constatación de qué es lo que está destrozando aquel éxito. Aquellas miles de personas que pusieron sus manos nunca tuvieron más ambición política personal que el conseguir un país más justo para poder disfrutar de él, para poder tener una vida más digna y sin ansiedad por el día a día. Es simple.
 
No es fácil aguantar la militancia partidaria para quienes no tienen otra ambición que esa. Por eso hay tanta gente cansada. En mi caso personal he de decir que no he sido de los que más ha currado en Podemos, ni de lejos. Pero estoy cansado porque no me siento identificado. 
 
– «Si Marx hablaba de ‘enajenación del trabajo’ (“el trabajador no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu”) yo también hablo de la ‘enajenación de la militancia’; es decir, el sentirse forzado, el sentirse fuera de sí cuando se supone que uno está en su casa política.» –
 
Hace unos años escribí aquello, y no os imagináis lo triste que es tener que volver a recordar esas palabras hoy pero refiriéndome a otra organización. Lo de Errejón y su maniobra es para mi un colofón. No tengo ganas de seguir aguantando esto en primera persona. Seguramente tengan razón quienes dicen que es ahora cuando toca ser fuertes. En serio la tienen. ¿Cuántas veces lo hemos sido? Las compañeras hablan de cuidados. Si yo intento cambiar mi vida personal para aprender de ello, ¿por qué no mi organización?
 
¿Cuántos espacios está copando esa toxicidad? No sólo toxicidad en torno a la ambición personal, que uno hasta la ve venir de lejos, si no toxicidad en debates donde uno queda francamente en minoría. Las formas de entender Podemos son diferentes y eso siempre ha sido aceptado, pero la endogamia y debatir sobre las listas electorales nunca serán buenos compañeros de viaje. 
 
Además, la política es el arte de transformar la vida, no el arte de transformar un partido.
 
Uno se baja aquí. Triste y orgulloso. Siempre intento tomar decisiones de las que no arrepentirme. Fue un placer compartir espacio con mucha gente sana. En Fuenlabrada saben mucho de ello y son ejemplo. Seguro que nos seguimos viendo en los lugares de encuentro común. Sí, se podrá.

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