Armando B. Ginés •  Opinión •  20/10/2016

Golpistas de seda contra libertad y dignidad

Felipe González y Juan Luis Cebrián no fueron recibidos con parabienes en la Universidad Autónoma de Madrid para mostrarnos que “el futuro ya no es lo que era”, significativo título de su monólogo a dos frustrado por un grupo de estudiantes que se manifestaron en su contra.

 

Muy cerca de allí, 39 personas recluidas en el centro de internamiento de extranjeros (CIE), pendientes de expulsión a sus países de origen, Argelia principalmente, se subieron a la azotea del edificio para clamar “libertad” y “dignidad”. Las autoridades del PP deslizaron subrepticiamente que los amotinados eran en su mayoría delincuentes comunes, de esta forma sutil se los deslegitimaba a priori.

 

Fue noticia señera de portada la conferencia no llevada a afecto de González y Cebrián. Todos los medios de comunicación y la mayoría de políticos condenaron el suceso en nombre de la libertad de expresión, ese comodín ideológico que esgrimen los poderosos para esconder sus miserias e intereses propios, la mayoría ocultos tras un enjambre de eufemismos y una maraña de palabras confusas y ambivalentes.

 

El País, buque nodriza del imperio PRISA, se despachaba a gusto contra el grupo libertario que impidió el acto en la universidad pública ya citada coaligando a su opinión particular a Miguel de Unamuno e incluso a la comunista La Pasionaria. Dos ilustres muertos que gracias al editorial del rotativo de Juan Luis Cebrián levantaron su voz de la tumba para posicionarse a favor de sus tesis. Una osadía intelectual, una más, de un periódico que hace tiempo viró su mensaje ideológico hacia posturas claramente neoliberales con algún deje izquierdista para salvar su falso decoro progresista de antaño, caso de las formidables viñetas de El Roto y algún suelto a modo de artículo para rellenar una pluralidad censurada hace ya muchos años.

 

En la cárcel de Aluche, centro de acogida para la RTVE del PP, seguían aupados al tejado para quienes quisieran prestarles un mínimo de atención, en mitad de una fina llovizna nocturna, los 39 inmigrantes amotinados que solicitaban “libertad” y “dignidad”. El consejero-delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, y el lobbista profesional Felipe González, podrían haber mediado por la causa y hacerles hueco en las páginas de El País y en las ondas de la Cadena SER. Hubiera sido una manera honorable y justa de conocer de primera mano las reivindicaciones de los alzados en voz contra su situación desesperada en tierra de nadie. Pero no, para ellos la libertad de expresión es de diferente naturaleza, según quienes la esgriman, coartada para los poderes fácticos y presión insostenible fuera de lugar para los situados en el abajo social.

 

Y lo peor de todo, treta rastrera y débil donde las haya, es que el culpable de todo es Pablo Iglesias, que instiga diabólicamente con sus palabras para hacer la vida imposible a González y Cebrián y quiere instrumentalizar a los inmigrantes para su causa radical de izquierda trasnochada y bolivariana. Además, PRISA incluye entre los enemigos podemitas a Cebrián, González y los trabajadores del emporio mediático, en una mezcolanza de difícil digestión política, desviando la atención y haciendo un todo ideológico bastardo entre empresa y empleados. Genuino maniqueísmo de manual. Huele a añejo Consenso de Washington, Trilateral, Fondo Monetario Internacional, Foro de Davos y club ultrasecreto y elitista de Bilderberg.

 

Bien sabe Cebrián que en las empresas capitalistas no existe la democracia. Mandan los dueños, una minoría selecta y multimillonaria, y obedecen los trabajadores. Así es la realidad por mucho que se pretenda maquillar. Y si no que se lo pregunten a la larga lista de colaboradores y periodistas defenestrados por la mano férrea del ínclito consejero-delegado por discrepar con su línea editorial: Ignacio Escolar, Fernando Berlín, Manuel Rico, Javier Aroca. Ana Guantes, Ana Borderas, María José Ajejas, Paloma Delgado, Eduardo Martín, Esther Redondo, Pilar Vicente…

 

Los 39 osados encaramados a su desesperación en Aluche continuaban a la espera de que la libertad de expresión de PRISA les cediera un espacio y una oportunidad para hacer uso de ella y explicarnos los motivos de sus desdichas y su punto de vista colectivo. Por cierto, ese grupo de estudiantes que se concentraron para llamar golpistas y fascistas a González y Cebrián también aguardan un hueco para dar a conocer sus razones y que la opinión pública sea capaz de dirimir responsabilidades y pensar por sí misma por los hechos relatados unilateralmente por El País, sus medios afines y la prensa en general alineada con el bipartidismo imperante en España.

 

Es verdad que muchos de los estudiantes contrarios a la presencia de González y Cebrián iban encapuchados. En la España de hoy, merced a ley mordaza, descubrir la cara puede ocasionar problemas administrativos muy serios y severos: multas indiscriminadas y retenciones policiales arbitrarias. Por analogía, González y Cebrián, envueltos en un halo de prestigio progresista, también esconden sus auténticas opiniones e intereses privados. Ellos no se tapan el rostro, simplemente simulan sus proyectos políticos y sus pensamientos neoliberales. Y no cabe la menor duda que en la crisis actual del PSOE han sacado todo su arsenal de añagazas y mentiras para provocar un golpe antidemocrático ante una mínima posibilidad de alternativa de gobierno para la izquierda.

 

Han usado y abusado del oligopolio mediático de PRISA para descabezar a Pedro Sánchez de la peor manera posible, convirtiéndolo en un monstruo infernal a base de insultos y declaraciones urbi et orbi rayando en el libelo periodístico más abyecto y reprobable, conducta que viene siendo habitual en el imperio de comunicación desde hace ya algún tiempo.

 

Para entender lo que PRISA defiende a capa y espada actualmente solo hay que darse una vuelta por su accionariado, los amos de su línea editorial: un sultán de Catar sospechoso de financiar el yihadismo; el banco inglés HSBC, entidad sobre la que pesan acusaciones de fraude fiscal masivo; dos fondos buitre (capital riesgo) de esos que se aprovechan del mal ajeno para hacerse con activos a precio de saldo que luego revenden con beneficios estratosféricos a terceros; una empresa de EE.UU. y otra de México; Telefónica, el Banco Santander, La Caixa y la familia Polanco, cada vez más minoritaria en el Consejo de Administración.

 

La multinacional PRISA está presente en 22 países de Europa, EE.UU. y Latinoamérica, controlando un oligopolio global de emisoras de radio, cadenas de televisión, prensa convencional y digital, editoriales y agencia propia de publicidad. A pesar de las pérdidas recurrentes del grupo y de las decisiones erráticas de su consejero-delegado Cebrián, su despido costaría a los accionistas 6 millones de euros, un blindaje de oro y diamantes que le mantiene, de momento, en la poltrona acomodada de su progresismo de escaparate.

 

Por su parte, Felipe González, tras su trayectoria de 13 años como residente en el Palacio de La Moncloa, fue consejero, gracias a las puertas giratorias, de Gas Natural Fenosa. Se le atribuye que como consejero de la multinacional del sector energético se embolsó unos 600.000 euros en total.

 

De profesión consultor, lobbista en terminología técnica, entre 2010 y 2014 sus empresas facturaron unos 4,4 millones de euros. Distintas fuentes le atribuyen unos ingresos anuales de alrededor de 2 millones de euros en la actualidad.

 

Ambos personajes, directa o indirectamente, presuntamente de modo legal (otra cosa sería determinar la legitimidad moral de sus inversiones) han sido vinculados con los denominados papeles de Panamá.

 

No parece que González y Cebrián sean las típicas víctimas de la libertad de expresión. Más bien da la sensación de que lo sean por más razones objetivas los estudiantes que se manifestaron en su contra y los 39 inmigrantes del CIE de Aluche. Su capacidad de expresión está limitada a acciones puntuales y desesperadas para intentar hacer valer y oír sus reivindicaciones políticas y humanitarias en un mundo dominado por los oligopolios mediáticos, tipo PRISA, que censuran o distorsionan las voces que ponen en cuestión el pensamiento único del neoliberalismo imperante.

 

El 1 de diciembre de 1955, la activista negra Rosa Parks se negó a ceder su asiento en un autobús de Alabama a un joven blanco. Fue encarcelada de inmediato por alterar el orden público. Sin su rebeldía y disidencia, tal vez los negros en EE.UU. siguieran supeditados, cuando no explotados o esclavizados, a la hegemonía de los “pieles blancos”.

 

Parks dejó para la posteridad una frase memorable: “mientras más obedecíamos, peor nos trataban”.

 

La libertad y la dignidad nunca se han conquistado con miedo y sumisión al orden establecido. Y González y Cebrián representan eso mismo, el orden impuesto por el neoliberalismo vigente hoy y el capitalismo de siempre, contra lo que la valiente y comprometida Rosa Parks luchó con decisión y razones políticas y éticas encomiables.

 

Parks tuvo que forzar los límites alambrados por prejuicios ideológicos de la libertad de expresión para alumbrar un mundo nuevo más justo, equitativo y respetuoso con los derechos humanos y las amplias mayorías sumidas en el silencio mediático.


Opinión /