dolmendedombate.com •  Opinión •  18/08/2022

El Dolmen de Dombate y el contexto olvidado

En arqueología, y en general podemos decir que en cualquier otra ciencia, el contexto lo es todo. Porque en un monumento en el que se olvidan sus orígenes -o se pervierten-, muchas de las acciones que en él se realizan están condenadas al fracaso.

El Dolmen de Dombate y el contexto olvidado

En el año 2016, el Centro Arqueológico del Dolmen de Dombate perdió una magnífica oportunidad para ser gestionado directamente por la Administración gallega, lejos de los vaivenes que atravesó durante años en manos de su actual propietaria, la Diputación coruñesa.

Fue el diputado Xabier Ron quien explicó en el Parlamento de Galicia la urgente necesidad de administrar el monumento como lo que era, un monumento, e incorporar una gestión profesional alejada del juego político al que era sometido entonces, y que sigue hoy en día. «Todo apunta a que el Ayuntamiento de Cabana no gestionó bien el centro de la forma más respetuosa con el patrimonio cultural» -señaló con claridad meridiana el parlamentario-.

Desde entonces, y habiendo pasado ya dos diputados provinciales de Patrimonio por el cargo, las cosas han ido a peor y la instalación solo ha servido para intercambiar «cromos políticos» intentando premiar -sin conseguirlo- a aquellos que como José Muíño Domínguez (PP), alcalde de Cabana, contribuyeron a que el monumento fuera sacado de contexto.

Porque por si al alguien se le olvida el Centro Arqueológico del Dolmen de Dombate ha servido estos últimos años, entre otras muchas y variopintas actividades, como puesto de venta de cestos, exposiciones de ganchillo, bar de degustación de tapas de berberecho o sala de conciertos -y de desconciertos- por todo el área protegida. Y para completar el menú, actividades de circo, autorizadas sin rubor en 2021 por el responsable de Patrimonio Xosé Luis Penas Corral (BNG), que va camino de hacer bueno a su predecesor en el cargo.

Como siempre hay que recordar que la crítica, sin embargo, es legítima. No solo porque les guste o no se trata de cargos públicos pagados con los impuestos da cidadanía y por supuesto sujetos a escrutinio sino porque una buena parte de la comunidad arqueológica -no los que han visto beneficiada su imagen pública a costa del monumento- considera que esta está lejos de ser una manera de proceder en lo que a priori debería ser única y exclusivamente un centro arqueológico.

En este punto no está de mas repetir lo que ya se ha dicho hasta la saciedad, que el Convenio Europeo para la Protección del Patrimonio Arqueológico señala que este es un «testimonio de la historia antigua» y que está «gravemente amenazado de deterioro», razón por la que debe protegerse «en tanto que fuente de memoria colectiva europea y como instrumento de estudio histórico y científico». De ahí que el establecimiento de «procedimientos apropiados de control administrativo y científico» sea fundamental y que estos deben de verse reflejados «en las políticas de desarrollo cultural» velando porque la realización de cualquier tipo de actividad «no afecte negativamente al carácter arqueológico y científico de tales emplazamientos y su entorno».

Para finalizar y como una vez afirmó cierto autor sobre que «lo peor del ser humano es la estupidez» porque esta «es el peor enemigo» y «los estúpidos causan más daño que los malvados» porque «la estupidez nos deja indefensos ante la realidad». Y al final es así como poco a poco «nos vamos suicidando» sin escuchar las señales «que nos da el mundo» haciendo que este sea peor y sin solución a corto plazo.


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