Opinión •  17/12/2016

La gloriosa maldad de la oligarquía colombiana

La gloriosa maldad de la oligarquía colombiana
“Por sus obras los conoceréis” reza una sentencia bíblica y desde luego que se ha cumplido su palabra.
 
En Colombia los oligarcas, los aristócratas pertenecientes a las familias más acomodadas y de rancio abolengo manejan por mandato divino las riendas del poder. Son dinastías de apellidos ilustres que han amasado inmensas fortunas  durante generaciones gracias a la esclavitud, el expolio, el latrocinio y la corrupción. Sus cuentas secretas en Suiza, Miami, New York y mil y un paraísos fiscales más así los delatan. ¿Cómo sospechar de estos respetables señores doctores tan católicos, apostólicos y romanos? Unos santos varones por tradición de misa, confesión y comunión diarias protegidos por el Sagrado Corazón  y la Virgen del Carmen. Pero en lo profundo de sus letrinosas almas: clasistas, racistas y despreciativos de la dignidad humana.
 
Colombia no es una república sino una monarquía criolla construida en base de castas, de dinastías, logias secretas y mafias de carácter hereditario. Todo se esconde tras un tupido velo que jamás podremos traspasar. 
 
Es muy fácil elevar a los altares a estos individuos que hacen gala de una depravación extrema. No vamos a hacer un curso de psicología para que se comprenda la magnitud del problema que nos atañe: peligrosos psicópatas, emponzoñados por el narcisismo maligno, la megalomanía y los delirios de grandeza. Cleptómanos de reconocido prestigio, mentirosos  patológicos que saben actuar con genialidad sacándole todo el partido al juego de las apariencias.
 
Y el pueblo inocente se rinde a los pies y venera a esos simpáticos excelentísimos doctores que llenos de  arrogancia condenan a la servidumbre a las masas alienadas y cautivas del  miedo y el terror.
 
El luctuoso hecho acaecido los pasados días en Bogotá con el cruel rapto, violación  asesinato de la niña Yuliana Samboni de tan solo 7 años es el mejor ejemplo para explicar esa secular guerra de los ricos contra los pobres que ha asolado Colombia. La lucha de clases en su verdadera su dimensión: los de arriba contra los de abajo, los propietarios y gamonales contra los trabajadores y obreros, los negreros contra los esclavos.  
 
Parece increíble que a esos prestigiosos doctores que se ponen como ejemplo de honradez y rectitud en el momento menos pensado se conviertan en monstruos insaciables. Esa burguesía con sus cadáveres escondidos en los sótanos y las buhardillas hiede y apesta. Lo cierto es que estamos en manos de delincuentes que se creen por encima del bien y el mal. En nuestra educación nos han inculcado el respeto  a la jerarquía; al presidente, los ministros, los generales y obispos. Y no hay más remedio que obedecerlos pues un halo de beatitud corona sus crismas.
 
Esta niña de origen indígena fue raptada violada y asesinada por un doctor, un arquitecto perteneciente a una familia de reconocido prestigio de la santa sociedad cachaca capitalina. Criado en el seno de un hogar de padres modélicos que educan a sus cachorros en los mejores centros educativos. Estirpe maldita que sufre taras genéticas incurables transmitidas de padres a hijos durante generaciones. Desde el vientre de la madre están predestinados a sembrar la cizaña y a gozar con el sufrimiento del pueblo y su inmemorial tragedia. Un claro síndrome sadomasoquista que es parte inherente de nuestra identidad.
 
La inmaculada perversión de la oprobiosa oligarquía en buscan de víctimas propiciatorias parar ser ofrendadas en el  altar de los sacrificios. Prácticas de rituales satánicos y hasta cuadros de sadismo extremo que nos remueven las tripas y nos hacen trasbocar.
 
Doctores arquitectos que tanto bien hacen por Colombia construyendo el orden y el progreso. Una familia socialmente triunfadora, propietaria de edificios,  fincas y haciendas. En esos hogares inmaculados se engendran paradójicamente estos peligrosos depredadores, chacales que al menor descuido se lanzan a la caza de los más inocentes corderitos. Siempre en busca de las presas más apetecibles, sobre todo, los más débiles y desprotegidos.  No se descubre nada nuevo pues esto es algo que viene sucediendo en nuestro país desde épocas remotas.  Nuestra historia se ha escrito en base al perjurio y la mentira.
 
Este macabro crimen es obra de un joven bien parecido y de buenos modales, vestido con traje de paño, chaleco y corbata; un galán muy gentil y bien perfumadito experto en las artes de la pedofilia, el estupro, el martirio y la tortura.    
Un doctor honorable-amigo de la familia del presidente Santos- un cachaco de pedigrí de esos que hablan el mejor español del mundo según los más consagrados gramáticos y lingüistas.
 
Rafael Uribe Noguera hijo de una prestante familia de la alta sociedad bogotana, un niño consentido por papi y mami de 38 años cometió este execrable crimen. Aunque en un principio se ha declarado inocente. Evidentemente, todo hace parte de una conspiración en su contra, -argumentan sus abogados. Cómo se puede sospechar de una persona tan noble y distinguida. No es de extrañarnos tan cínica actitud pues esto es lo que siempre aducen los más sanguinarios verdugos del pueblo colombiano.
 
Seres adictos a la pornografía, la pedofilia, la prostitución, involucrados en las redes del proxenetismo y el abuso infantil. Un hombre obseso por las morbosidades más repugnantes hasta el punto de transformarse en un libidinoso caníbal que devora a sus víctimas.   Quien perpetró tan execrable crimen había estudiado de los mejores colegios y universidades del país.  Este depravado tenía que satisfacer sus bajas pasiones y para ello el muy cobarde eligió a una niña indígena del Cauca. Del mismo modo que hicieron los desalmados conquistadores españoles cuando llegaron a la sabana de Bogotá hace ya casi 500 años. Los señores feudales se piensan que todavía puede ejercer el derecho a pernada y hacen y deshacen a su antojo. Fiesteros, bohemios  alcohólicos, cocainómanos, ansiosos con fornicar con las más cotizadas rameras. No hay límites para quien tiene dinero y poder. Los lacayos y súbditos o siervos les hacen venias: “lo que su merced ordene, doctor, ni más faltaba”
 
Los magistrados la Corte Suprema de Justicia ante la alarma social que ha despertado este diabólico caso enviaron al criminal a la prisión.  Pero para nadie es un secreto que este es un país de abogados, tinterillos y leguleyos que conocen al pie de la letra los resquicios e imperfecciones  del código penal. -El doctor Rafael fue víctima de un ataque de locura transitoria, él no distingue entre el bien del mal, es un enfermo mental que requiere un tratamiento especializado y por lo tanto no es imputable.  Donde tiene que estar es en una clínica de reposo con grandes jardines, piscina, jacuzzi, televisión, Internet  y restaurante a la carta (por la noche se podrá dar algunos paseítos por la capital de forma anónima acompañado por sus guardaespaldas) 
 
Allá en la ladera de los cerros de Bogotá sobreviven en medio de la exclusión y el abandono los parias, las clases más bajas y rastreras de nuestra sociedad. La mayoría campesinos desplazados víctimas de  La política de Seguridad Democrática aplicada por el gobierno colombiano en connivencia con los EE.UU – Sometidos a la tiranía de los patrones y terratenientes, y la barbarie de las Fuerzas Armadas, los grupos paramilitares o la delincuenciales. La violencia extrema, el hambre y la falta de recursos los ha empujado a huir  a las grandes ciudades en busca de la redención. Son los “líchigos” o los “guaches”-como les llaman despectivamente los oligarcas- que sobreviven en esos apestosos tugurios soportando la exclusión social y el apartheid.
 
Su destino no es otro que el convertirse en carne de cañón o mano de obra barata que explotan los grandes empresarios y patrones capitalistas. Fuerza laboral de la que extraen la plusvalía que engordará sus arcas por los siglos de los siglos.
 
Este abominable crimen no puede ser más clarificador de lo que sucede realmente en Colombia. Es el caso perfecto para comprender cuál ha sido y es el comportamiento de la oligarquía y la aristocracia. La familia Uribe Noguera está acusada del despojo de tierras a indígenas en el Vichada. Es una dinastía que ha amasado su fortuna delinquiendo, estafando en la complicidad de los poderes facticos (jueces, militares, el clero, banqueros o políticos, paramilitares y narcotraficantes)
 
En Colombia el aparato judicial es ineficiente y siempre beneficia a las clases privilegiadas.  Históricamente ha prevalecido la impunidad. La clave es dilatar los procesos,  que pasen los años  hasta que al final prescriban los delitos.
 
De este modo es muy difícil que se pueda alcanzar la paz en Colombia. No bastan premios Nobel, ni palomitas de la paz o encíclicas papales en un teatro estúpido que solo sirve para elevar el ego y el narcisismo de sus protagonistas. ¿Qué merece un país donde se secuestra, tortura y matan a una niña de la amanera más zafia y ruin?  No es la paz sino la guerra. El legítimo derecho a la defensa  ¿Por qué tu hijo tiene que morir destripado como un perro chandoso en manos de torturador fascista? No es el primer caso ni será el último.  El único consuelo que le queda a la plebe  es rezar  al Dios del cielo para que los ampare y los favorezca. Dicen que todas  las iglesias y las parroquias de Colombia están unidas en cadena de oración para rogar por el descanso eterno del alma de la niña Yuliana Samboni.  Menos mal que ya está en el cielo jugando entre las nubes lejos de la tierra que la vio nacer y en donde fue condenada al altar de los sacrificios.

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