Jordi Borja •  Opinión •  15/09/2016

El laberinto español

Antecedentes

Se cumplen 80 años desde el inicio de la guerra civil. Los que nacimos después no fuimos aquellos que Brecht envidiaba pues no habrían vivido los años duros de los fascismos de los años 20 y 30 del siglo pasado.[1] Nuestra  postguerra fue la continuación de la guerra y éramos casi todos vencidos, incluso muchos que estuvieron en el bando de los vencedores. El poder violento del franquismo fue brutal desde el inicio de la guerra,  hubo asesinatos masivos, torturas y  encarcelamientos sin juicios ni argumentos. Los bombardeos sobre la población civil expresaron la voluntad de masacrar física y moralmente a un pueblo.[2]  El clima de terror se aplicó a todos, fueran o no fueran republicanos activos. La  interminable postguerra estuvo marcada por la persecución a los sospechosos de no adhesión a la dictadura; los fusilamientos o las largas condenas de cárcel de los que la rechazaban; los excluidos de la ciudadanía, del empleo, del lugar de residencia; la censura feroz sobre la cultura, las artes, la información. El miedo se había instalado en la calle y en las casas, en el trabajo y en las escuelas. En las mentes y para muchos años. Quizás hasta hoy.

Los nacidos en los años posteriores a la guerra la vivimos como si ésta estuviera presente. Pero pasaron 20 años y en los años 60 nuevas generaciones irrumpieron en las fábricas y en las universidades, en la calle y en los barrios y en la cultura. Conocieron gentes distintas, los extranjeros empezaron a visitarnos y nosotros a viajar por Europa. Unos para encontrar trabajo, otros para evitar la cárcel y otros, jóvenes, para respirar.  La dictadura mantuvo el poder represivo y el discurso violento, agresivo, anacrónico, ridículo pero efectivamente amenazador. En lo años 60 y 70 los aparatos estatales perdieron gradualmente el control sobre la sociedad y sobre los espíritus, principalmente en las grandes ciudades. Pero el miedo en la vida pública estaba presente y la despolitización también.  Creció la resistencia pero no la mitifiquemos. Fue importante pero minoritaria, fue valerosa pero impotente para acabar con la dictadura. A pesar de los comunistas y colectivos cristianos y nacionalistas vascos y catalanes. Con la muerte del dictador unos y otros se dieron cuenta que ni los unos podían continuar con el monopolio del poder y el discurso terrorista ni los resistentes podían  crear un nuevo  marco político, abiertamente democrático y acabar con el franquismo y el conservadorismo rancio inserto en los aparatos del Estado y en la cultura represora, incluída la religiosa. El miedo no había desaparecido, las mayorías sociales no querían conflictos ni héroes, simplemente querían vivir tranquilos y libres como personas. La transición  ni fue el continuismo dictatorial disfrazado ni fue tampoco una ruptura política democrática. Se quedó a medias. No hubo nunca un proyecto revolucionario, ni tan solo en las intenciones o en los programas de las izquierdas. Como máximo se planteaba una “revolución democrática”. Un intento revolucionario clásico hubiera provocado una contrarrevolución. La fuerza represora se mantenía y los gobiernos occidentales  hubieran tolerado o incluso apoyado una reacción restauradora.[3] Pero parecía si que parecía posible y necesario abrir un camino hacia la democracia. Un camino que pareció inicialmente similar a “las anchas veredas para que avanzara el pueblo” (como fueron las últimas frases de Allende) pero que se fueron gradualmente estrechando sin antes haberse ampliado. Fue una transición democrática a medias.

La transición frustrada

El titulo del artículo, El laberinto español,  se debe a Gerald Brenan , autor de una obra de referencia sobre los antecedentes sociales y políticos de la guerra civil.[4] Hoy España vuelve a ser un laberinto, sin el grado de tensión incandescente  de los años 30. No parece previsible una explosión social revolucionaria y menos aún una confrontación política violenta pero la mejor manera de equivocarse es hacer previsiones. Hay confusión política, poco apego a las instituciones de hecho poco representativas, malestar pasivo[5] y efervescencia expresiva, intermitentemente movilizadora y por ahora poco transformadora. A pesar de las movilizaciones sociales de las clases trabajadoras y  la radicalización de los nacionalismos periféricos. Estas resistencias no confluyen aún en un proyecto político. Adam Michnik,  en unas recientes declaraciones inspiradas por Felipe González, afirma que España  oscila entre la guerra civil y la transición. Una dicotomía muy discutible y destinada a generar miedos. Pero no se percibe en el aire, ni con mucha imaginación una confrontación violenta entre dos bloques. Michnik opone este fantasma  a una realidad idealizada, un proceso transitorio pacífico, consensual y democratizador. Ambos dan por hecho una democracia liberal, estabilizada y aceptada por la inmensa mayoría.[6] Nadie sueña en una guerra civil, pero la mayoría no parece tampoco conforme con la realidad actual. ¿Transición de la democracia ya conseguida y finalizada?  ¿Pero realmente se hizo, se consolidó una democracia con vocación de “egaliberté” (igualibertad)?[7]

Entre 1976 y 1982 se inició y se truncó una transición en el que intervinieron tres tipos de actores sociales y políticos. Por una parte se mantuvieron con altos niveles de poder una gran parte de la “clase política” procedente de la dictadura, se mantuvo o se amplió el peso de los grandes grupos o empresas públicas y privadas acostumbradas a imponer las políticas económicas y sociales y  que ahora dominan también las empresas mediáticas. A lo que se añaden los llamados poderes  fácticos como Judicatura, altos cuerpos de la Administración,  Fuerzas Armadas y cúpula “preconciliar”de la Iglesia católica., todos ellos vinculados con las elites políticas y económicas.  En el otro lado se encuentran las fuerzas sociales  y políticas del antifranquismo, las izquierdas, en especial el PCE-PSUC, los nacionalismos periféricos (Catalunya y País Vasco en especial), el movimiento obrero, las organizaciones populares de los barrios y ciudades (que incluían amplios sectores de trabajadores y medios), una parte significativa de las universidades, enseñanza, cultura y  colectivos profesionales. En medio las fuerzas políticas que como Jonás no eran ni carne ni pescado. Unos se declaraban  demócratas que esperaban la muerte del dictador. Otros, los socialistas (PSOE), renacían después de 40 años de vacaciones[8]. Se multiplicaron también  personajes o colectivos de talante más o menos liberal que poco o nada combatieron el franquismo  y vieron la oportunidad de encontrar un espacio en el  nuevo ámbito público. Este sector intermedio estaba predestinado a hegemonizar la democratización, pues representaban a la gran parte de la sociedad silenciosa, miedosa o despolitizada. Este sector intermedio y los sectores  reconvertidos del postfranquismo del pasado establecieron, con su prudencia y sus temores, un sistema bipartidista, modelo similar a la alternancia entre conservadores y liberales del siglo XIX. Su afán fue crear un Estado en manos de la llamada “clase política”. Los ciudadanos deberían limitarse a votar entre listas similares a los del menú de restaurantes de medio pelo.

Hay que reconocer que ni el franquismo ni el antifranquismo eran mayoritarios. Eran minorías importantes, nada más. La mayoría de la ciudadanía no era franquista pero tampoco había sido activamente antifranquista, aunque se quejara o despotricara en círculos próximos o familiares. Esta mayoría primero se expresó mediante el centrismo heredero de un franquismo[9] que se convirtió a la democracia  representativa . Cuando el centrismo se rompió y emergió una derecha más conservadora y amenazante[10] trasladó gran parte de sus votos al PSOE. El cual a su vez obtuvo un importante voto popular pues  aparecía como opción con sensibilidad social pero sin generar miedos. Se forjó así una democracia frustrada y frustrante pero con bases con potencialidad democrática. Sería erróneo calificar algo así  como una transición de dictadura a “dictablanda”[11]. Hubo un inicio real de democratización. La Constitución, en la que participaron ponentes de izquierdas (un socialista moderado y un comunista) y del nacionalismo catalán, poseía más virtudes que  vicios aunque luego se fue desvirtuando. Los centristas eran reformadores conversos a la democracia liberal y el líder de la derecha dura, Fraga Iribarne, era minoría y optó por el realismo político. A partir del golpe de Estado fallido los propietarios biparditidistas de la Constitución aparcaron las potencialidades transformadoras de ésta. Los partidos estatales dominantes, la alta burocracia y los juristas vinculados a los gobiernos centrales por medio de interpretaciones regresivas la fueron pervirtiendo. El marco constitucional era bastante similar al italiano[12] pero como se ha expuesto la relación de fuerzas era menos favorable para un desarrollo democrático mucho más allá de lo formal.

El lastre del pasado

El pasado pesa. El miedo a la guerra civil, a la represión durante la dictadura, a las amenazas de la transición (como el ya citado golpe de Estado de 1981), el temor a la  violencia alimentada por un terrorismo ciego o enloquecido, todo ello alimentó los miedos del pasado. El futuro era  incierto. La despolitización de gran parte de la población no pretendía grandes cambios. Los partidos políticos recibieron un aluvión de adherentes sin cultura política, gente con  buena  o no tan buena, voluntad pero también la expectativa de encontrar un mejor trabajo  y  hacer carrera en la política partidaria o en la Administración.. La nueva clase política, desde la derecha reconvertida a la democracia formal hasta el socialismo instalado en el Estado, todos ellos  tutorados por los gobiernos americano y europeos paralizaron de facto el proceso de la transición. Se rehabilitaron, como los polígonos de viviendas de los años 50 y 60,  las viejas estructuras del Estado. La Monarquía heredada de la dictadura se hizo  constitucional y los símbolos  que eran propios del franquismo (himno y bandera) se mantuvieron sin pudor. Se hizo un pacto tácito de no tocar el entorno económico neoliberal, al contrario, lo idealizaron.[13] Los Pactos de la Moncloa, complemento del pacto constitucional, fueron un acuerdo entre los partidos políticos y las organizaciones empresariales y sindicales. Pero fueron pervertidos pues se aplicaron las políticas de ajuste que pagaron los trabajadores con la desocupación y las reducciones salariales. Pero no las contrapartidas de reindustrialización y de control del sector financiero. En el ámbito político se pervirtió la posible federalización del Estado y el reconocimiento del pluralismo nacional del Estado que apuntaba la Constitución al declarar a Catalunya, País Vasco y Galicia como nacionalidades, lo cual podía abrir incluso procesos de confederalizacion.

A partir del golpe de Estado de 1981 se inició un proceso de uniformización y de centralización utilizando la ambigüedad constitucional que en la práctica permitía limitar las iniciativas legislativas y actuaciones innovadoras. Se habían amnistiado  los crímenes cometidos por el franquismo,  pero se negó o se silenció el  reconocimiento de las víctimas de la represión durante la guerra civil por parte los militares golpistas ni a los muertos, torturados o encarcelados por la represión  brutal  que se ejerció desde el final de la guerra hasta meses posteriores a la muerte de Franco. Se marginó a las izquierdas que no fueran el PSOE. El golpe fallido, el hundimiento del centrismo reformista que lideraba Súarez, la  sospecha de una derecha muy poco democrática que encabezaba el ya citado Fraga y la desmovilización de la extrema derecha golpista dió al PSOE su gran oportunidad. En 1982 los socialistas ganaron las elecciones generales y obtuvieron una potente mayoría parlamentaria. Fue un momento clave: era posible reiniciar la transición democrática y dejar atrás los múltiples vestigios del franquismo.

Sería falsificar la realidad si no se tuvieran en cuenta además de  las libertades políticas elementales se deben tener en cuenta algunos progresos sociales y respecto a los derechos  individuales. Los gobiernos socialistas desarrollaron elementos de Estado del bienestar, en educación, sanidad y en parte de protección social. Pero facilitaron la desregulación del sistema financiero y el desarrollo de la economía especulativa. Los gobiernos socialistas o de centro derecha han estado siempre al lado de las grandes empresas y los bancos.  Se reconocieron derechos especialmente respecto a la igualdad de género y se suprimieron gran parte de la limitación de derechos según la orientación sexual. Pero se mantuvo el carácter reaccionario de las cúpulas de la Judicatura, se reconocieron los privilegios de la cúpula  de la Iglesia católica precisamente cuando los sectores más reaccionarios ocuparon el poder eclesial. Se practicó la guerra sucia ante los movimientos radicales, no únicamente con ETA. Se neutralizaron y profesionalizaron las Fuerzas Armadas pero se ingresó en la OTAN. El gobierno español se sometió a las órdenes de Estados Unidos (como se vió en la primera guerra de Irak en 1991) y ante situaciones conflictivas sociales o nacionalistas utilizaron  amenazas militares que lo permite la ambivalencia constitucional. El gobierno socialista de los 80 negó explícitamente desarrollar la memoria histórica democrática. Y su líder, Gónzalez, exaltó el ganar dinero como el valor principal, no importaba el medio. Se legitimó la cultura del pelotazo.[14]Lo que pudo cambiar el sentido de la historia reciente se limitó a consolidar una democracia favorable a las distintas castas de privilegiados y, si la coyuntura lo favorecía promover algunas mejoras sociales y reconocer derechos personales. Fue la oportunidad perdida que tímidamente intentó recupera Zapatero pero que fue  expulsado del poder por la crisis de inicios de siglo XXI.

En  las dos últimas  décadas del siglo XX y la primera década del actual siglo España ha sido gobernada por un sistema bipartidista, con alternancia y sin alternativas. El bipartidismo  excluyente fue  facilitado por el sistema electoral que perjudicó especialmente al PCE[15]. El PSOE asumió su vocación centrista[16], vinculado al pacto constitucional pervertido,  limitado por el miedo a la reacción y sin voluntad transformadora por falta de proyecto económico propio. Un partido casi escaso arraigo social cuando la muerte de Franco, En los años siguientes ocupó miles de municipios y consiguió una  fuerte presencia en las instituciones regionales y en el Estado central. A este partido acudieron gentes muy diversas  y se mezclaban militantes  de moral democrática o socialista y otros más motivados por intereses clientelares..  De lo cual no se puede deducir que sea un partido gangrenado por la corrupción, la ha habido pero ha sido más la excepción que la regla, al revés que el PP. Pero si que han habido numerosos abusos y privilegios como el gran número de aforados (no somentidos a los tribunales ordinarios),  usos personales de los autos oficiales, de las tarjetas de crédito, de los gastos de viaje, etc. Y una atracción fatal hacia los negocios privados por parte de una minoría.

El PP, el otro  partido del sistema, se define de centro derecha pero que según baremos europeos hay que considerarlo de derecha dura que integra en su seno la extrema derecha. Un partido profundamente conservador como hubiera podido aplicarse al Juan de Mairena de Antonio Machado[17]´El  PP es  neoliberal en economía, individualista en lo social, autoritario en política  y  reaccionario en ideología. El bipartidismo ha sido el instrumento de la transición en gran parte frustrada. Han sido los actores citados, PP y PSOE, los que, por acción  o por omisión, que han contribuido decisivamente al proceso de desdemocratización respecto a las expectativas democratizadoras de finales de los 70. Han  intentado adormecer a la ciudadanía y han conseguido, por sus políticas, su autismo, su arrogancia y con frecuencia el abuso de privilegios, desmoralizar a la sociedad española. Los ciudadanos han votado, aunque cada vez menos. Y la mayoría, según las encuestas, cada vez más sin ilusiones.

Las instituciones y los partidos políticos se han distanciado de la ciudadanía. Los partidos hubieran debido ser los instrumentos principales para articular la ciudadanía activa con el sistema institucional. Se encerraron en las instituciones y en los aparatos partidarios y solamente se dirigen a la ciudadanía cuando hay elecciones. Las encuestas han demostrado que los partidos son los menos valorados de todas las instituciones, organizaciones o corporaciones (incluso por debajo de la Iglesia o las Fuerzas Armadas). Evidentemente en todo este periodo ha habido partidos o colectivos politizados activos, algunos de izquierda y otros  nacionalistas, que están arraigados en  movimientos y organizaciones sociales y en territorios ya citados de base nacional. Pero la hegemonía institucional ha sido el bipartidismo, con la excepción de Catalunya y el País Vasco. En estas dos nacionalidades y en Galicia el nacionalismo periféricoa ha hecho  alianzas con las izquierdas clásicas (socialistas y comunistas) y han  gobernado en las autonomías y, sobretodo, en los ayuntamientos. Pero mucho menos en el resto del Estado. Todo un signo que anunciaba  que la cuestión plurinacional  iba a estallar.[18].

Un nuevo horizonte político

Este periódo de inmovilismo del sistema político aparentemente estable va a resquebrajarse. Quizás no en los próximos meses pues el PP tiene casi asegurado mantenerse al frente del gobierno español. Pero será un gobierno inestable y  con muchas posibilidades de no terminar la legislatura. Emergen nuevos actores políticos cuyo primer indicio fueron los “indignados” que ocuparon las plazas a partir del 15 de mayo de  2011. Supusieron la polítización de nuevas generaciones, las nacidas con la transición y la consolidación de una democracia incompleta pero un prodigio respecto al pasado. Estas generaciones jóvenes desconocían esta pasado, lo conseguido les era natural y debido. Y en cambio no se han sentido  representados en el presente y han tomado conciencia que su futuro no sería mejor que el presente de sus padres. 

Otros actores han pasado a primer plano, los nacionalismos periféricos que se radicalizaron como el independentismo catalán que representa ya a la mitad de la población. A su vez  se han reavivado otros movimientos más o menos nacionalistas o nacionalitario como Galicia, o País Valenciano. Por su parte el nacionalismo vasco amenaza también con una consulta respecto a la independencia. La crisis económica iniciada en los años 2007-2008 y las políticas bárbaras de austeridad neoliberal generó fuertes movimientos sociales como “las mareas” de la sanidad y de otros servicios públicos privatizados; la plataforma de los desahuciados  que obtuvo un apoyo por parte de la gran mayoría de la ciudadanía; las movilizaciones contra los bancos y entidades financieras; las huelgas de trabajadores contra los despidos, las reformas laborales, la reducción de los salarios. Las resistencias sociales hace aparecer la amenaza represora, política y judicial, cuya expresión más explícita  que se hace presente ante todo tipo de protestas, huelgas, campañas. O controles policiales ilegales. La expresión más evidente ha sido la “ley mordaza”.[19]

En  ésta ultima década se han  multiplicado los escándalos de las elites privilegiadas precisamente cuando una gran parte de la población se empobrecía, quebraban las pymes (pequeñas y medias empresas),  cerraban sus oficinas muchos profesionales y la desocupación de asalariados alcanzaba el 25 % de la población activa. La evasión fiscal, las grandes fortunas de origen desconocido (en muchos casos vinculadas a la corrupción y a la especulación),  los salarios y otros emolumentos de directivos de las entidades financieras y grandes empresas podían ser 100 veces más que un trabajador medio. La corrupción alcanzó a la  Casa Real y al conjunto del partido gobernante, el PP, y  en general ha afectado a las cúpulas económicas como políticas. Los jóvenes percibieron que estaban “fuera de juego”, se consideraban al margen de las instituciones y l.os partidos políticos. No tenían ni confianza y ni esperanza. Y los mayores  añoraban  aquellos tiempos en que aún se creía en el futuro.. La aparición de nuevos movimientos políticos ha abierto nuevas esperanzas. Pero, por ahora, con escasos resultados.

El movimiento de los “indignados” fue algo más que un momento de efervescencia, fue un proceso acelerado de socialización política de las generaciones nacidas y desarrolladas a partir de los años 90.  Han vivido en un marco en que lo bueno ya estaba conquistado  y estaba  deteriorándose y  lo malo crecía y les afectaba especialmente. Aunque no eran los únicos ni mucho menos, otros lo han vivido y lo viven ahora en peores condiciones: los inmigrantes, la gente mayor, los desocupados y que en muchos casos nunca más encontraran  ocupación. Pero la generación de los “indignados”, la base social de Podemos y sus confluencias, disponen de unas capacidades de resistencia, movilización y elaboración de alternativas por su formación, apoyo familiar y sin miedos acumulados. Sean procedentes de clases medias o de familias de trabajadores cualificados y en muchos casos con pasados combativos. Pero éstos colectivos adolecen de tres limitaciones. Una, el desconocimiento y con frecuencia el desinterés del pasado. Existe en ellos un cierto sentido adanista, como si la historia empezara con ello, hay una cierta negatividad respecto a las prácticas políticas y sociales como si todo fuera desechable. Una segunda limitación es la heterogeneidad y coherencia de su cultura política. Denuncian los efectos de la vida política y económica, se escandalizan de los privilegios y de las exclusiones, pero no solo poseen bases comunes interpretativas (como lo fueron el liberalismo o el marxismo), también desconocen los mecanismos de la política, de los partidos y de las instituciones. Y para reformar, pues nadie se plantea algo parecido a una revolución clásica, hay que incidir en los sistemas políticos y económicos existentes. Finalmente, otra tercera limitación, es su experiencia organizativa es propia de los movimientos sociales emergentes, en muchos casos minoritarios y discontinuos. Se funciona por asambleas y por portavoces, lo cual corresponde a los nuevos movimientos sociales pero no a las organizaciones de masas (sindicales, cívicas o profesionales), tampoco los partidos y desconocen aún más el funcionamiento de las instituciones, los pactos, el uso del marco político-jurídico y financiero, el uso de las elecciones y , sobretodo, de las reelecciones, etc. No se trata de una crítica sino que hay que dejar que estos movimientos deben madurar, estructurarse para la política a gran escala, no fabricar  prototipos que no se generalizan.

La novedad es el liderazgo y la iniciativa ha correspondido principalmente a los “jóvenes”, es decir a los  de menos de 40 años, o que por lo menos lo parecen o se consideran jóvenes.[20] Poseen imaginación, lenguaje fresco, iniciativas… pero olvidan las resistencias de la realidad. Una resistencia se da en gran parte de la ciudadanía, de las clases medias y populares. Por razones diversas hay en estas mayorías sociales una preocupación por la seguridad y la estabilidad, temor a grandes cambios y a los conflictos. Hay un poso conservador, miedos lejanos, presentes tranquilos y si es posible futuros ciertos. Las alternativas deben conllevar una cuota de seguridad. Demostrar que la inseguridad, la incertidumbre y el malestar serán crecientes con las actuales políticas y los mismos actores. Los partidos políticos no tenían nada que ofrecer que no fuera más de lo mismo. Por ello surgieron nuevas fuerzas políticas, pero las “viejas” (que por cierto  no tienen más que tres o cuatro décadas), están muy presentes en la sociedad y muy implantadas en las instituciones.

Pero lo nuevo, con todas sus limitaciones, son el motor del cambio. Se han se multiplicado todo tipo de colectivos sociales, profesionales, ongs, culturales, etc. que generaron iniciativas políticas mediante asambleas, manifestaciones, campañas, etc. Sobre estas bases emergieron y confluyeron nueva (o reactivadas) fuezas políticas como Podemos[21] , las Mareas de Galicia, Compromís en Valencia,  En Comú en Catalunya y colectivos y confluencias similares en otras partes de España. En Catalunya la confluencia de En Comú (procedente del 15 M y de colectivos vinculados a movimientos sociales), 

Iniciativa por Catalunya –Esquerra Unida (herederos del PSUC) y Podemos ganaron las elecciones municipales (2015) en Barcelona y en otras ciudades catalanas y posteriormente fueron la candidatura ganadora en las elecciones generales  (junio 2016). La  confluencia en el conjunto de España de Podemos con Izquierda Unida[22] y las confluencias territoriales  aspiraban al sorpasso respecto al PSOE pero en las citadas elecciones han supuesto una cierta frustración. PP y PSOE fueron los dos partidos más votados aunque el precipitado bloque de izquierdas liderado por Podemos fue tercero y se le supone un potencial de votos a medida que se consolide a partir de bases muy heterogéneas. Pero necesita estructurarse y aparecer como fuerza gobernante. Es importante que sea y es portavoz de muchas demandas de los movimientos sociales pero también es preciso que conecte con sectores mucho más amplios, menos movilizados, pero que pueden asumir un cambio ambicioso pero tranquilo.[23] Las derechas están en horas bajas, sin proyecto, sin líderes potentes, con la carga acumulada de sus políticas antipopulares. Y sin embargo el PP gana las elecciones. Algo mal lo están haciendo no solo los socialistas (el cainismo lo tienen dentro), también Podemos y sus aliados. Pero se mantiene muy cerca en votos del PSOE y no muy lejos del PP:

Hubo un intento de reproducir un centrismo abierto, moderno, decente y  que hay que tener en cuenta,  Ciudadanos (C’s). Pero no solo se ha derechizado en sus propuestas que en algunos aspectos incluso va más allá que el PP. Este cuarto personaje, bastante más a bajo que PP, PSOE y Podemos,  se ha devaluado apareciendo  como muleta del PP. Se distingue por razones generacionales y por algunos retazos de liberalismo moderno. C’s no propone políticas sociales que le permitirían ganar votos a los socialistas e incluso al PP, pues tiene apoyos electorales en zonas medias y populares. Pero es rechazado en los países con un nacionalismo potente (Catalunya y País Vasco) por su virulencia españolista.[24]  El PP  se apoya en los miedos difusos del pasado y  estimula  los temores presentes ante los cambios. Su discurso demagógico es también amenazador: un gobierno de  en el que estuvieran Podemos y aliados no solo provocaría grandes males económicos y sociales, también insinúa que se daría reacciones de los poderes fácticos, políticos, religiosos, económicos y militares. Un gobierno de “izquierdas” tendría una fuerte presencia del PSOE, lo cual es inimaginable que en el mejor de los casos sería una política moderada de centro-izquierda. Pero el discurso conservador del miedo es aún potente y gana elecciones. [25]

El PSOE no genera esperanzas y sus divisiones le hacen poco confiable, a pesar de que su conservadurismo más amable podría darle más apoyos si fuera un poquito valiente. Se les podría recordar la bella melancólica reflexión de Borges “nadie se arrepiente de haber tenido un momento de coraje”. Por ahora no se atreve. Podemos y sus confluencias como hemos expuesto  no dan seguridad. No hay que olvidar que en periodos de crisis los sectores populares y los pobres especialmente, es decir  los más vulnerables, tienden frecuentemente a votar a la derecha pues ya se sabe que muchas veces los cambios pueden ser para peor.[26]

En Catalunya y  en el País Vasco  el panorama político es muy distinto. El sistema de partidos y la hegemonía de los mismos no corresponden a la realidad política del resto de España. En Catalunya el bloque independentista es mayoritario, representa casi el 50% de la ciudadanía y tiene mayoría absoluta en el Parlament catalán. Pero sus tres componentes son muy distintos y en muchos aspectos contradictorios. El centro, centroderecha o liberales (Convergencia, ahora se denomina Demócratas de Catalunya),  el centro izquierda o socialdemócrata (Esquerra Republicana)  y la extrema izquierda (CUP, Comités de Unidad Popular). El independentismo de Convergencia es instrumental y puede hacer virajes hacia el radicalismo o más probable hacia el pacto. Esquerra históricamente no fue independentista pero ahora sus militantes y sus electores lo son, pero una parte importante de éstos tampoco desean aventuras. Las CUP es radicalmente independentista y partidaria de unificar “los países catalanes” [27](Catalunya, Valencia y las islas Baleares), no acepta  ningún pacto que no sea la independencia. La declaración unilateral de independencia aparentemente les une pero parece más un brindis al sol que no un objetivo real a corto plazo[28].

El otro actor que  diferencia Catalunya del resto, además del independentismo, es el bloque de izquierdas: Iniciativa por Catalunya-Esquerra Unida (ICV-EUiA, el conjunto de los ex PSUC), En Comú y Podemos. Han ganado las elecciones generales de diciembre 2015 y de junio 2016, facilitado por la diversidad del bloque independentista.  ICV-EUiA tienen una base consolidada y una estructura partidaria y experiencia política institucional, pero les pesa su presencia institucional prioritaria en detrimento de su arraigo en los movimientos sociales. En Comú posee el liderazgo más potente y indiscutible, Ada Colau, alcaldesa de Barcelona) y unos centenares de activistas relativamente heterogéneos y con los tics propios de los que están convencidos que son los protagonistas de la historia. Pero ya están aprendiendo las resistencias de la realidad.  Podemos  tiene votos dispersos en todas direcciones como caracteriza a un partido que se proclama a la  vez antisistema, socialdemócrata, democrático, comunista, chavista (o atraído por Correa), radical, reformista, pactista, etc. Es un partido más electoral que activista, o su activismo es muy disperso. Pero como las victorias unen parece lógico que esta confluencia se consolide, más aún teniendo en cuenta que cada uno  aporta algo que el otro no tiene. Y no parece que hayan grandes diferencias “ideológicas”, ni tan solo sobre el independentismo pues hay independentistas en diversos sectores sociales y políticos y en los mismos sectores hay otros (dirigentes y militanes) que no son independentistas. Como es el caso de Podemos y sus aliados. Pero todos coinciden en considerar prioritaria  la consulta de tipo escocés y el carácter plurinacional de España.  Lo que llama la atención es el rol secundario casi intrascendentes de los partidos “estatales”.

Ciudadanos ha  recibido votos del PP y en menor cuantía del PSOE pero además tienen muchas dificultades para integrar pactos. Su españolismo y anticatalanismo les hace relativamente marginales, como ocurre con el PP. El PSC (versión catalana del PSOE)  podría establecer pactos con el bloque de izquierdas pero la dirección del PSOE no admite ni la consulta ni es partidario de alianzas con el bloque de izquierdas si no es con hegemonía socialista (excepto en los ayuntamientos, donde caben todo tipo de alianzas). El PP es el último de la fila, por ahora cuenta muy poco en la política catalana. Ciudadanos, ha tendido a ocupar el espacio del PP y su anticatalanismo, incluída la muy sensible cuestión de la lengua, limita mucho su expansión. La debilidad de los partidos estatales en Catalunya hace aún más  difícil la relación Catalunya con el Estado español pues estos partidos no sirven para dialogar ni con unos ni con otros.

Algo similar ocurre en el País Vasco. Los dos partidos dominantes son nacionalistas, el mayoritario, de carácter centrista, de matriz democristiana, es el  viejo Partido Nacionalista Vasco (PNV), que preside el gobierno vasco. No hay que olvidar que este partido estuvo con la República y frente al golpe militar franquista. El PNV no plantea un conflicto abierto y frontal con los gobiernos centralistas, sean el PP o el PSOE pero presionan para obtener más competencias y protegen su excepcionalidad: su autonomía fiscal. Como en Catalunya han empezado a promover una posible consulta sobre su futuro. En su  programa plantean de siempre que su objetivo final es la independencia, pero sin poner plazos ni iniciativas al respecto. El otro partido nacionalista, Bildu, es claramente izquierdista, en él se encuentran distintos sectores que estuvieron en ETA o próximos y que optaron por la actividad política pacífica y luego legal desde finales del franquismo. Han sido hasta hace pocos años el segundo partido más votado y han gobernado una parte importante de las instituciones.. Sin embargo el nacionalismo se encontró con un actor inesperado, Podemos, que en las dos elecciones generales recientes (diciembre 2015 y junio 2016) ha superado a los dos partidos nacionalistas. Su comprensión de la plurinacionalidad de España y  sus propuestas económico-sociales a la izquierda del PSOE les ha  permitido recoger votos de la izquierda abertzale (Bildu) y del PSOE. Aunque en menor grado que Catalunya, el PP y el PSOE, tienen un rol muy secundario en la política vasca. Su principal carta política fue la lucha contra el terrorismo y a favor de las víctimas. Pero a medida que pasan los años este señuelo tiene fecha de caducidad a corto plazo.

Como pueden ver el juego de actores se neutralizan mutuamente. El cainismo[29] de cada partido político hace los bloques contradictorios. En el ámbito del conjunto del Estado los cuatro partidos estatales son incapaces de hacer pactos. El PP y Ciudadanos se necesitan pero cada uno quiere debilitar al otro. PSOE y Podemos peor, no solo se confrontan para ganar al otro, tampoco quieren hacer pactos serios y estables (especialmente por parte del PSOE). En Catalunya en el bloque independentista, a parte de la retórica sobre la declaración unilateral de independencia están enfrentados en casi todo, en unos casos en forma explícita (Convergencia y CUP) y en otros casos más subterráneos (Convergencia y Esquerra Republicana). El bloque de izquierdas se mantiene más por interés que por cultura y confianza políticas, aunque ya se sabe que  los matrimonios por interés son los más estables. En el País Vasco, los dos partidos nacionalistas se combaten. El PSOE y el PP, estuvieron unidos contra el terrorismo, pero ahora saben que si se unen ambos pierden.  PSOE no quiere saber nada ni con Bildu ni con Podemos. Y éstos dos, en la izquierda, unos nacionalistas y otros no, compiten entre ambos.

Ante este panorama  ¿se puede salir del laberinto?

El  laberinto  político o en el que todo se mueve y nada cambia… por ahora

La metáfora más evidente del inmovilismo político  es la  parálisis del Congreso de diputados  y el Senado de España. En diciembre pasado hubo elecciones generales. La fragmentación política y la incapacidad de pactar dió lugar a 6 meses sin gobierno. El gobierno del PP en funciones hizo una  gestión de mínimos, como corresponde al indolente Rajoy. Nuevas elecciones en junio de este año, 2016. Los mismos partidos con representación parlamentaria y resultados parecidos. Fueron incapaces de designar un jefe de gobierno y un pacto de mínima estabilidad en 6 meses. Ahora parece repetirse la farsa. Si entonces, en el primer semestre de esta año, se constató que no había una mayoría conservadora (PP-Ciudadanos) ni centrista (Ciudadanos-PSOE). Pero sí que había, en teoría, una mayoría de centro-izquierda de PSOE y Podemos, con apoyo o abstención de los nacionalismos periféricos. En este caso el PSOE exigió un voto a ciegas y un gobierno monocolor. Lo cual pareció más un insulto que una propuesta. Ahora se forja una alianza de derechas (PP-Ciudadanos) que no alcanza la mayoría y se puede únicamente elegir un jefe de gobierno y formar gobierno sobre la base de algunas abstenciones. Lo cual promete inoperancia e inestabilidad. La mayoría de centro izquierda continua siendo una posibilidad real, en teoría, pero el PSOE, por lo menos sus dirigentes muy vinculados a las instituciones y poderes económicos, rechazan un gobierno más o menos reformista.

Este inmovilismo es la punta del iceberg.  Para más absurdo no  se debaten ninguno de  los grandes desafíos políticos locales y globales, los graves problemas de los ciudadanos. Como son las complejas opciones económicas, la necesaria reorganización del Estado, el combate contra la corrupción política y económica, la redistribución social que además de ser justicia elemental contribuiría a la reactivación económica.  No se propone nada sobre la reforma constitucional. Se prescinde de la cuestión catalana a pesar de que es hoy una cuestión clave y aradiente. No se  indican programas de acción inmediata de carácter social que requieren urgencias.[30] No se polemiza sobre derechos políticos y medidas represivas (la citada ley mordaza por ejemplo). No se elaboran programas de generación de empleo y de sostenibilidad ambiental. No se corrigen con medidas concretas los abusos y los privilegios de la “clase política”. Ni  el fraude fiscal y la corrupción sistémica (del PP, de las grandes empresas, de los bancos). Nada de lo que pueda interesar a la ciudadanía. Se discuten liderazgos, se plantean vetos, se discute quien baila con quien y quien llevará los pasos. Pero nada serio, intereses mezquinos de “clase política”.  Si hubiera algo importante en el debate político formal se sabría. El ambiente en  el escenario público parece del crepúculo de un régimen. Pero por ahora no hay fuerza ni para mantenerlo ni para cambiarlo.

Se discute y se critica el liderazgo del Partido Popular. Rajoy, aún aferrado a la jefatura de gobierno, se caracteriza por su pasividad, su falta de empatía con la ciudadanía y con todo el mundo, su responsabilidad ante la corrupción, su seguidismo a las órdenes de tecnócratas neoliberales de los organismos internacionales y de los bancos y grandes empresas. Pero si el PP quiere gobernar ¿a caso no tiene candidatos más aceptables para otros partidos y para la opinión pública?  La única explicación inteligible es que se trata de protegerlo pues si deja el cargo puede acabar en la cárcel y con él muchos otros de la cúpula del partido. Rajoy  propone un pacto “constitucionalista” (conservador a ultranza) formado por PP, Ciudadanos y PSOE. Aunque poderes económicos y mediáticos (como EL País)  tuvieron esta ocurrencia  su resultado  solo podía ser absurdo. Sería un suicidio para el PSOE y quizás también para Ciudadanos y no salvaría al PP.  Podemos y sus aliados capitalizarían la oposición social, democrática y nacionalista. El bloque conservador, con PSOE incluído, estaría en un  encierro como el  de los aristócratas  con Luis XVI y Maria Antonieta en Versalles mientras el pueblo clamaba por la República. Lo cual los llevó en volandas a la guillotina. Acá no llegaria la  sangre al río. Simplemente el bloque conservador   se disolvería como azúcar en el café.  Pero las presiones, los miedos y el cortoplacismo puede tentar actuar como falso bloque en el que todos cojos y se apoyan los unos a los otros en su intransigencia. No es descartable un pacto de gobierno derechista (con PP y C’s) y un apoyo vergonzante del PSOE con la abstención.[31] Pero hay cuestiones críticas que exigen díalogos entre fuezas opuestas. La cuestión social, la regeneración política y la reorganización del Estado con criterios plurinacionales. Especialmente el “problema catalán”. Es un factor muy tensionante que no se puede soportar indefinidamente y  requiere negociación política a corto plazo. El bloque  inmovilista se resquebrajará como ocurrió en la transición, entre continuistas y reformistas. El PSOE se mantiene distanciado del bloque conservador y también de las izquierdas y los nacionalismos democráticos. Pero con dudas parece  más predispuesto a un viraje a la derecha. Por ahora no hay indicios que haga el viraje hacia la izquierda. A pesar de gran parte de sus bases militantes y electorales.[32]

La imposible troika conservadora carece de proyecto político. Ni juntos ni separados. Las cúpulas políticas y sus sicarios, con algunas excepciones, se caracterizan por la falta de discurso aunque solo fuera retórico[33]. Tienen en común su impotencia para gestionar la crisis, o gestionarla a favor de la minoría privilegiada. Nos ofrecen volver a las malas aguas del pasado[34] y ni éso quieren, están provocando una enorme regresión social, cultural y política. No disimulan su descaro al expresar  su sumisión y complicidad activa con las elites privilegiadas. Su discurso “democrático” está pervertido por su  arrogancia, corrupción, y menosprecio a la ciudadanía. Y  por  su ignorancia e indiferencia ante la cultura. No son capaces, con pocas excepciones, ni tan solo pronunciar algunas frases si no es leyendo lo que otros les escriben. ¿Conocen algún dirigente político de estos partidos que hagan alguna cita histórica, un pensamiento de un filósofo o un poeta, una propuesta innovadora, un discurso ilusionante? ¿Pueden decirnos algo que sea un poco digno de un mínimo interés?  PP,  Ciudadanos y en parte el PSOE se refugian en el “españolismo rancio”. Exaltan los toros y otras barbaridades  como elementos identitarios; se enorgullecen de su pasado y de haber destruido la cultura musulmana. No rechazan el histórico antisemitismo. Atribuyen la  “nación española” como una realidad de más de 2000 años. No reconocen la realidad plurinacional y no soportan la existencia de un pueblo catalán o vasco. ¿Una casta, como les denominó Podemos?  Puede ser, quizá más bien un conjunto de tribus primarias, de ideas simples, ansía de poder y de privilegios y sin otro futuro que la voluntad de mantenerse en las cúpulas de los  aparatos del Estado.[35]

El laberinto español actual, en su expresión más visible, es el no reconocimiento de la plurinacionalidad de la “entidad España” por parte de la mayoría de las cúpulas políticas del Estado central. Hay que destacar como excepción el valor que ha tenido Podemos para asumir esta realidad. No es posible consolidar y desarrollar un Estado democrático español sin este reconocimiento, que incluye el derecho de autodeterminación. Todos los indicios, estudios y sondeos,  nos dicen que un gobierno español, si reconociera esta plurinacionalidad y sus especificidades, las actuales nacionalidades  (País Vasco, Catalunya y Galicia) aceptarían mantenerse muy probablemente en el marco político español. Y podríamos empezar a salir del laberinto. Pero la obcecación españolista generadora del tenso inmovilismo se debe a un sentido profundo e interesado de clase política y administrativa de los aparatos centrales y centralizadores. Se consideraran legítimos propietarios del Estado español, no soportan la diferencia,  ni la distribución del poder, ni la diversidad cultural. Mientras no exista un cambio de ideas, sentimientos e intereses, como hubo modestamente en la República de 1931 y como representa hoy Podemos e Izquierda Unida (no sin reticencias), no podrá consolidarse una democracia en España. Si  no hay la aceptación de la plurinacionalidad y la autodeterminación en un plazo no muy lejano la separación de catalanes y vascos será inevitable.[36]

Pero el laberinto tiene aún otras  dimensiones. La transición frustrada requiere una segunda transición. Las últimas  décadas, en parte desde los años 80 y 90 y de forma más acentuada en los últimos años  han sido de “desdemocratización”. La regeneración democrática exige no solo reconstruir los vestigios políticos y culturales del franquismo, también confrontarse con la oligarquización de la política, la corrupción y la incompetencia de las elites políticas y el abismo que separa las instituciones con la ciudadanía. La democracia no se reduce a los derechos formales y de representación política puesto que las desigualdades sociales, económicas, culturales por una parte  y la colusión entre las instituciones representativas y los poderes fácticos, especialmente los económicos, pervierten los marcos político-jurídicos. Más aún en el caso de España que por una parte el lastre del pasado en cuánto a desigualdad, miedos acumulados y oligarquización  de la política desde los inicios de la transición (excepto en el ámbito local). A lo que se han añadido las dinámicas centralizadoras y la hegemonía de las políticas neoliberales que han generado nuevas desigualdades y exclusiones. España y también las nacionalidades exigen una redemocratización.

La redemocratización  supone replantear el marco jurídico-político con aspectos herederos de la dictadura y otros pervertidos por el mal uso de la Constitución[37]. La participación política no esta  reducida a las elecciones. Existe una crítica de la ciudadanía activa  respecto al sistema electoral y la falta o inoperancia de otros instrumentos de participación, de control  y de gestión cívica. El sistema electoral está hecho para favorecer el voto conservador de las circunscripciones de poblaciones envejecidas, territorios mucho menos pobladas y sin grandes ciudades. Se favorece el bipartidismo y de facto se excluye a los partidos menores y a los de nueva creación. Las otras formas de participación son proscritas o inoperantes como las consultas o referéndums, la revocación de los electos, el rendimiento de cuentas, el acceso  universal a la información y la comunicación, la gestión social o cívica de equipamientos y servicios,  la participación de los actores implicados en la elaboración de normas y programas y por descontado las iniciativas legislativas populares.[38]

Hay otra dimensión de la democracia, la social, o si prefieren, la reducción de las desigualdades. La Constitución establece un artículo, inspirado por la Constitución italiana, sobre la obligación de los gobiernos de actuar para superar los obstáculos legales, sociales y económicos, para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanas y reducir o suprimir las desigualdades y las exclusiones. También establece la función social de la propiedad. Pero el desarrollo legislativo y las políticas económico-sociales  de los gobiernos españoles  han sido contrarias a la igualdad de derechos: privatizaciones de servicios públicos, reformas laborales contrarias a los trabajadores, excluir a colectivos enteros de derechos políticos y sociales o dejarlos desprotegidos,  privilegiar los intereses de los bancos y de las grandes empresas de servicios en perjuicio de la población de bajos ingresos,  facilitar los despidos masivos de trabajadores,  considerar la vivienda como mercancía y  tolerar o ser cómplices el auge de la especulación urbana, etc. No hay democracia política sin democracia económico-social, no hay  libertades sin igualdades, o por lo menos sin privilegios ni grandes diferencias de ingresos y de acceso a los bienes y servicios materiales y culturales. El conservadurismo se aferra al Estado de Derecho y momifica el marco político-jurídico, Como es sabido en muchos casos  “el derecho primero libera y luego oprime”. En estos casos la legítima democracia dinámica choca con el marco legal estático.

El inmovilismo político se debe a la apropiación  de las instituciones democráticas por parte de los partidos políticos separados de la sociedad y cómplices de las elites socio-económicas, incluidas la Casa Real, el conjunto del sistema financiero y los poderes mediáticos. No podemos salir del laberinto mientras  el mal llamado “bloque constitucionalista” está bloqueado no por representar intereses y valores contrapuestos. Se disputan por ocupar las instituciones y aparatos del Estado. Para ello necesitan apoyo electoral. Aspiran simplemente mantenerse en las instituciones lo mejor posible, es decir vivir de los presupuestos del Estado El PP representa el conservadorismo a ultranza y seguridad de que todo seguirá igual. Ciudadanos intentan aportar seguridad como el PP y buscan apoyarlo ahora para debilitarlo luego y como son nuevos en la plaza se les supone manos limpias y algunas ideas novedosas, lo cual está por ver. Podrían haber sido también una fuerza de cambio, han optado por compartir la poltrona con el PP.  El PSOE promete algo de sensibilidad social y caras nuevas. Esperan, por ahora en vano, que pueden representar un cambio de imagen para que nada estructural cambie. Sin embargo tanto el PSOE como el PP y en menor grado C’s  tienen una cuota electoral de las clases populares y que necesitan cambios reales. El PSOE puede recuperar el apoyo social y electoral de estos sectores pero no imitando a la derecha como ha hecho hasta ahora sino con propuestas dirigidas a ellos, a los excluidos de la política y de la distribución económica y cultural. En vez de competir PSOE y Podemos para ver “quien mata a quien” deberían  construir un bloque alternativo, desde posiciones e identidades distintas, que abriera esperanzas del laberinto inmovilizador políticamente y regresivo socialmente.

Por ahora todos, los tres, el autodenominado bloque constitucionalista,  quieren todos lo mismo, o casi, pero todos no caben en palacio. Se bloquean los unos a los otros. Hay ebullición pero todo lo que es política sólida se disuelve en el aire. Parece que todo se mueve pero nada avanza. Todos prometen cambio para que nada cambie. Solo ha emergido una fuerza política que si que ha planteado una alternativa, ha movido el tablero y ha generado esperanzas: Podemos y sus confluencias. Pero es más un proyecto que una realidad. Es un bloque de izquierdas en proceso de construcción. El electorado así lo ha percibido. La heterogeneidad de dirigentes, cuadros (o que quisieran serlo), militantes bisoños o procedentes de organizaciones o culturas muy diversas pueden cansar a los que se han incorporado más o menos activamente (si han encontrardo como hacerlo) y a los electores esperanzados e impacientes que se desmoralizaran si no hay éxitos pronto o no perciban su fuerza y su coherencia. Su virtud es la frescura, no son como los otros, los de siempre. Los líderes de Podemos tienen urgencia de ganar elecciones y gobernar pero la precipitación les hace cometer errores. Su oportunidad aún no ha llegado. Necesitan tiempo para consolidarse y precisan llegar a acuerdos con los socialistas que a su vez deberán recuperar su cultura  reformadora, distanciarse de la inmoralidad del dinero[39] y arraigarse en el tejido social popular en vez de fomentar el clientelismo.

Para salir del laberinto hay que dar una salida al problema catalán. La propaganda de “españolismo rancio” que practican los tres partidos “constitucionalistas”  limitan el desarrollo de Podemos en sectores populares y medios de gran parte de España. Muchos españoles se consideran menospreciados por los independentistas, pero el contencioso no es con los pueblos de España sino con el Estado central. El dilema de Podemos es que si se distancian del “derecho a decidir” o autodeterminación, si no defienden la consulta catalana pierden un electorado fundamental para aspirar a ganar unas futuras elecciones. Los socialistas ya han sufrido esta experiencia: las izquierdas no ganan en España si no ganan en Catalunya. El PSOE debiera escuchar algunas voces de socialistas catalanes que defienden la consulta. Lo cual no solo facilitaría acuerdo entre socialistas y podemitas. También podrían hacerse acuerdos con los nacionalistas catalanes y vascos. No es algo que pueda resolverse a corto plazo. Pero la lógica política y las ganas de gobernar a la larga deben imponerse.

En conclusión a corto plazo lo más probable es que nos mantengamos en el laberinto sin salir de él. Un gobierno del PP con el apoyo de Ciudadanos será tan inestable como las hojas en otoño, o caen del árbol o se las lleva el viento. Más pronto que tarde Ciudadanos  dará la puntilla al gobierno del PP o se formará una oposición de facto del resto (Podemos, nacionalistas y, esperemos, el PSOE). Pasará un año o dos o tres, en el caso que el PP consiga gobernar. Por entonces es posible que se hayan desbloqueado algunas relaciones entre fuerzas políticas con vocación democratizadora y pueda aparecer una alternativa real.. Pero mejor no explayarse haciendo previsiones. En cuestiones políticas y sociales anunciar futuribles es la mejor manera de equivocarse.

Notas:


[1] El poema de Brecht  A los que vendrán después  decía “Pero vosotros, cuando llegue el momento en que el hombre sea humano con el hombre, acordaos de nosotros con comprensión”.

[2] Uno de los mejores textos literarios sobre el final de la guerra civil es “Los girasoles ciegos”, de Alberto Méndez (2004). Al inicio del relato un oficial del ejército golpista deserta el mismo día que ternina la guerra y se une a los soldadores republicanos que estaban pendientes que los hicieran prisioneros. El oficial, con medalla del valor, es juzgado por un tribunal de guerra. El  coronel que lo preside no entiende tal comportamiento. El oficial se explica: “me he dado cuenta que no queríamos ganar la guerra” Ante la sorpresa del tribunal añade “lo que queriaís es masacrar a un pueblo”. Y fue fusilado.

[3] Las izquierdas y especialmente los comunistas, la fuerza principal de la resistencia, ni intentaron ni se habían propuesto promover una revolución socializante. Sabían, como Saint Just, que hacer una revolución a medias es cavarse su tumba. Y no olvidemos que cuando se produjo el  intento de golpe militar que estuvo a punto de triunfar (1981) el secretario de Estado del gobierno de EE.UU se declaró neutral con el argumento de que se tratata de “un asunto interno”. Pero si que se esperaba un escenario político sin residuos del franquismo y con contenidos sociales y culturales democráticos.

[4] Gerald Brenan, 1887, vivió en Andalucía en los años 30.  Amigo del Grupo de Bloomsbury, los Wolf, Dora Carrington , Strachey, Keynes, etc. Testigo de los años previos a la guerra civil los vivió en Málaga (su esposa publicó un libro sobre estos años, Málaga en llamas) publicó  poco después ya de regreso en  Inglaterra Laberinto español  (1943) y más tarde Al sur de Granada-  Volvió regularmente en España y murió en un pueblo próximo de Málaga.

[5] Tampoco puede decirse que hay “consenso pasivo” (Gramsci)  puesto que hay un menosprecio u un fuerte malestar generalizado respecto a las instituciones y los partidos políticos. Al referirnos a la efervescencia expresiva pero poco movilizadora y nada transformadora nos referimos a los tres estados de acción social de  Pizzorno que expuso en los años 60.

[6] Adam Michnick, en su visita a España, en sus conferencias y entrevistas periodísticas ha expuesto su visión angelical de la transición, explicada por Felipe González, el cual  afirma reiteradamente que el franquismo murió junto con Franco.

[7] Egaliberté es un concepto acuñado por Etienne Balibar (filósofo político) que considera que solo hay democracia si se dan altos niveles de igualdad y de libertad. No solo son necesarios estos derechos reales sino que si uno de los conceptos es débil también debilita al otro. Ver E. Balibar (2012), Bollati Boringhieri, Ed.

[8] En 1988,  con gobierno socialista, el PSOE lanzó una campaña de celebración de su centenario. El lema propagandístico fue “100 años de socialismo”. Ramón Tamames, economista y entonces dirigente del PCE, añadió “ 100 años de socialismo pero  40 de vacaciones”, refiriéndose a su escasa presencia en la resistencia antifranquista. Si que hubo colectivos socialistas izquierdistas  que combatieron la dictadura pero no estaban vinculados con el PSOE aunque en los inicios de la democracia una parte importante acabaron integrándose en el PSOE (incluídos sectores del comunismo).

[9] El líder del centrismo de la transición, Adolfo Suárez, jefe de gobierno se 1976 a 1981, se tomó en serio la democratización con la fe,  simpática en este caso, del converso. Pero no lo querían ni los conservadores que se desplazaron hacia el PP (antes AP) ni los socialistas, que optavan por ser la otra cara de la alternancia. Suárez pagó su audacia de liderar el inicio de la democratización, frustrada por el golpe de Estado de 1981 y por el temor de PP y PSOE de un desborde democrático.

[10] Fraga Iribarne, líder de la “nueva derecha”, Alianza Popular (AP), luego Partido Popular (PP),   declaró en su campaña electoral “los políticos no deben tener miedo de mancharse las manos de sangre”. En una sociedad aún traumatizada por la guerra civil y la represión violenta de la dictadura una referencia a favor del derramamiento de sangre era la mejor manera de fracasar ante unas elecciones.

[11] La dictablanda fue el período intermedio entre la dictadura (1923-1930) del general  Primo de Rivera, padre del fundador de la  Falange (inspirada por el fascismo italiano) y la caída de la Monarquía y la  proclamación de la república (1931).

[12] En Italia la “guerra fría” contra el comunismo sirvió para frenar también las potencialidades democráticas.

[13] “No importa que el gato sea blanco o negro, lo que vale es que mate ratones” o “Lo que importa es que España funcione” fueron dos expresiones de Felipe González cuando se convirtió en gobernante.

[14] Algunas expresiones de Felipe  González parecían inspiradas por el liberal-conservdor Guizot: Enrichessez-vous, enrichessez-vous (¡enriqueceos!).

[15] El partido comunista, la tercera fuerza  en todo este período, tenía una cifra de electos mínima debido al sistema electoral. Lo cual  por una parte  su influencia política era mínima  y por otra facilitaba el  “voto útil” a favor de los socialistas. El PCE fue la fuerza principal de la resistencia antifranquista y hegemonizó mediante las Comisiones obreras la lucha sindical. El PSUC, el partido comunista catalán hermanado pero distinto del PCE, tiene una especificad de origen, fue la fusión del PC catalán, de la federación catalana del  PSOE, del Partido proletario catalán (nacionalistas de izquierdas, arraigados en el sindicalismo de los empleados) y la Unión Socialista, el partido con más arraigo y con más militantes que los otros tres juntos, que era un partido socialista más izquierdista y catalanista. Su fuerza durante el franquismo fue su debilidad. No eran lo suficientemente fuertes para ser hegemónicos pues el antifranquismo activo no era mayoritario pero su fuerza era temida por los otros partidos, fueran de centro o derecha o por el PSOE. A ello se añadió el “anticomunismo” hispánico y del mundo occidental. Y su carácter democrático, eurocomunista, también interesaba  a los soviéticos que no  fuera un partido fuete. Resultado, PCE y  PSUC (en menor grado)  fueron atacados desde todos los ángulos.

[16] Como decía el cientista político Maurice Duverger “el centro es una posición inestable que tiende a caer hacia la derecha.

[17] En su obra Juan de Mairena, el alter ego de Antonio Machado, decía “no estoy en contra de los conservadores pues siempre hay mucho que conservar, pero no quiero a los conservadores españoles pues me recuerdan a aquel sarnoso que lo que  quería conservar es la sarna”. Machado fue probablemente el mayor poeta español del primer tercio del siglo XX. Fue un ciudadano republicano que evolucionó del liberalismo hacia las izquierdas. Murió en Colliure pocos días después de haber pasado la frontera a pie, con su madre y enfermo.

[18] En algunas comunidades autónomas (regiones) y en las ciudades del conjunto de España ha sido muy frecuente las alianzas entre socialistas y comunistas y con fuerzas nacionalistas. Pero nunca se han planteado  alianzas de izquierdas en las elecciones generales o en el gobierno central.

[19] Ley promovida por el ministro del Interior que evitaba las sanciones por vía administrativa sin intervención de la Judicatura. Las multas exorbitantes simplemente por haber firmado una declaración política y una convocatoria de una concentración o manifestación podían dejar endeudado al firmante  por muchos años. El  ministro del Interior ha utilizado a jueces o policias como cómplices de “guerra sucia” contra sus adversarios políticos o activistas o intelectuales críticos.

[20] Esta “joven” generación política ha mitificado la “nueva política” y rompe con la “vieja política. Hay algo de cierto si nos referimos a los partidos políticos encerrados en las cárceles de cristal que son los parlamentos y otras instituciones tan o más opacas e inaccesibles.  La frescura del lenguaje y la cultura asambleistita es propio de los movimientos sociales. Pero cuando se plantean intervenir en otras dimensiones de la política y  entonces deben ampliar mucho su cultura política y organizativa. Nos referimos a las organizaciones de masas (como sindicatos, gremios, asociaciones ciudadanas, etc) que se deben a sus miembros; a los partidos políticos  que se presentan a las elecciones y deben convencer a sectores diversos y a veces con intereses o ideologías bastante distintos de los militantes;   y el funcionamiento de las instituciones  que oponen resistencias burocráticas y de otras  fuerzas políticas a modificar los comportamientos inerciales y  poco transparentes.  Sobretodo,  se requieren pactos para tomar decisiones, aprobar normas o impulsar iniciativas. Hay que asumir  también las limitaciones que imponen los marcos legales y financieros, la opinión pública,  las presiones de colectivos sociales o gremiales, etc.

[21] Podemos nació en Madrid pero a través de participar en las elecciones se ha extendido por toda España.  Su confluencia con otros movimientos y colectivos  no es fácil. . Estos colectivos  territoriales tienen arraigo social, relativa cohesión interna y liderazgos reconocidos como Ada Colau  de En Comú en Barcelona, Mónica Oltra y Compromís en Valencia y Xosé  Beiràs y la Marea en Galicia. Lo mismo ocurre con Iniciativa por Catalunya e Izquierda Unida en el resto de España que además tienen una base electoral  propia. Podemos es el que tiene más potencial electoral pero aún no ha consolidado sus votos. Hay que tener en cuenta que Podemos perdió más de un millón cien mil votos de votos entre las elecciones de diciembre 2015 y junio 2016.

[22] Izquierda Unida , heredera del PCE al que se añadieron colectivos de izquierda y extrema izquierda,  ha emprendido un proceso menos doctrinario y más abierto. Su principal líder, Alberto Garzón, procede del  15 M  2011, de los “indignados”. Actualmente tiende a confluir con Podemos mediante coaliciones electorales.

[23] La “unión de la izquierda” francesa ganó las elecciones presidenciales con un programa muy avanzado y con un slogan  tranquilizante “la fuerza tranquila” (1981 y 1988). Mitterrand fue elegido presidente, Pablo Iglesias ni por asomo se presenta con una imagen de gobernante responsable a pesar que probablemente lo fuera.

[24] Ciudadanos (C’s) nació en Catalunya como reacción frente al independentismo y en defensa de la “españolidad”, pero con aires juveniles y liberales. El debilitamiento del PP por el desgaste del  poder y de la gestión de la crisis y especialmente por la corrupción  preocupó a las elites económicas. Como declaró el presidente de un grupo bancario “Necesitamos un Podemos de derechas”. Pocos meses después Ciudadanos empezó su acelerada expansión por toda España, compró o alquiló locales,  fichó a cargos públicos o representantes de un partido en crisis, UPyD (partido españolista y contra la corrupción, de vocación centrista)  y ocupó su espacio. C’s atrajo a cargos públicos o miembros y muchos votantes del PP y en menor grado  del PSOE. Aspira a substituir al PP pero por ahora es su complemento. 

[25] El discurso del miedo va más allá de los peligros económicos y de convivencia. También se utilizan los aparatos del Estado para lanzar operaciones mediáticas casi siempre infundadas. El ministro del Interior, con la colaboración de jueces y policías, han tergiversado supuestos indicios de corrupción o de violencia sin base real alguna.

[26] Véase el interesante libro de T. Frank  Porqué los pobre votan a la derecha

[27] Los “países catalanes” es un mito no compartido por la inmensa mayoría de valencianos y de las islas. Y en Catalunya el escepticismo sobre esta cuestión es general.

[28] La declaración unilateral de independencia probablemente solo será un acto expresivo, un deseo colectivo de una gran parte de la ciudadanía catalana (la mitad aproximadamente) que puede demostrar que hay que tenerlo en cuenta. Pero no puede ser un acto decisorio. Para ello debería serlo que se dieran uno de estos supuestos: 1) Un derrumbe del conjunto del Estado (como ocurrió por ejemplo en Yugoeslavia o en la URSS); 2) Un pacto previo entre el Estado español y las instituciones catalanas (Parlamento y Gobierno autónomo); y 3)Una insurrección popular, más o menos violenta, que se confrontara con los aparatos del Estado español (Judicatura, Fuerzas Armadas). Cualquiera de estos supuestos son improbables.

[29] El cainismo en la política española es tan feroz como en el ámbito universitario. Como dijo Unamuno la envidia es lo que más une a los españoles. No solo se odian los adversarios, también entre los aliados como  PP y Ciudadanos, PSOE y Podemos, Ezquerra Republicana y Convergencia (ahora PDC), PNV y Bildu, etc. Y también dentro de cada partido, Aznar (el ex lider del PP) contra Rajoy,  Susana Díaz (líder del PSOE andaluz y aspirante a secretaria general) contra Pedro Sánchez, el actual líder socialista.  En la política española se puede aplicar el adagio “dios mío protégeme de mis amigos que de mis enemigos ya me puedo encargar yo”.

[30] Ciudadanos propone en el Pacto con el PP un plus a los salarios más bajos. Es un plus a los empresarios pues les permite imponer recortes a los salarios.

[31] Como escribió Borges “no nos une el amor sino el espanto” (del libro Fervor de Buenos Aires)

[32] Recientemente, a finales de agosto, varios centenares de intelectuales, artistas, políticos, sindicalistas, profesionales, etc han promovido un Manifiesto “Por un Gobierno de Progreso. Por un acuerdo de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos”.  Este manifiesto ha sido apoyado por periódico El País. No parece probable pues Ciudadanos y Unidos Podemos son incompatibles. Para Unidos-Podemos sería un probable suicidio y en todo caso sería un gobierno muy inestable. Pero como dijo el lider conservador Fraga Iribarne “la política hace posible extraños compañeros de cama”.

[33] Recuerda a Nanni Moretti cuando en la película  “Abril”  ve a d’Alema líder del exPCI (Partido democrático de la izquierda) en la televisión y  explota: “di alguna cosa de izquierda, por favor, di algunas palabras de izquierda, dílo… di algo,  alguna cosa, lo que sea…”.

[34] “Si aquellas aguas trajeron estos lodos volver a las mismas aguas  nos traerán los mismos lodos”, otro sentencia de Juan de Mairena  y su creador, el ya citado Antonio Machado.

[35] Los tres partidos que se autodefinen como “constitucionalistas”, es decir inmovilistas, identifican  Estado con “nación” que es demos, pueblo, comunidad que se reconoce a sí misma. Pero si bien las cúpulas politicas en su mayoría no pasarían un test de cultura básica han encontrado un conjunto de “intelectuales” cuyos discursos políticos son propios de esbirros venales. Ver el muy interesante libro “La desfachatez  intelectual” de Ignacio Sánchez Cuenca (2016), una crítica feroz y argumentada  de los “pensadores orgánicos” del periódico El País y sus entornos.

[36] Como dijo un independentista de origen no catalán, el periodista y ahora político, Antonio Baños, dijo con humor, algo así como “es lógico que los catalanes quieren  salir de España, en realidad todos los españoles deberían hacer lo mismo”.

[37]  La Constitución declara que España es indisoluble y atribuye su garantía a las Fuerzas armadas. Lo primero, la indisolubilidad, es una majadería metafísica. Supeditar el posible derecho de autodeterminación de una nacionalidad a una intervención militar es legitimar el golpismo.

[38] En España existe la figura de ILP (iniciativa legislativa popular) pero es inoperante. No solo se precisan un número muy alto de ciudadanos sino que una vez llega a la Mesa del Congreso de diputados ésta puede aceptarla y tramitarla o no. Así ocurrió con la  ILP de protección a los afectados por los desahucios de su vivienda familiar  que recogía la legislación europea. El gobierno del PP acordó que elaboraría una ley que asumiría los contenidos de la ILP y los ampliaría. Resultado negativo, se hizo una normativa que dejaba sin protección al 90% de los afectados.

[39] En un encuentro en Catalunya de Varoufakis  con dirigentes de   la confluencia Iniciativa/Ezquerra Unida, Podemos, y En Comú, se mostró muy escéptico respecto a los actuales dirigentes socialistas. Lo sintetizó con una frase: “están acostumbrados a ir a comer con los financieros y los burócratas de alto nivel”.

 

Urbanista, es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.

Fuente:

http://jordiborja.cat/el-laberinto-espanol/

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