Juanlu González •  Opinión •  14/07/2020

Se acerca la hora clave en las relaciones internacionales del gobierno «más progresista» de la historia de España

La historia

Las bases norteamericanas en el Estado español tienen su origen en la implementación de los Pactos de Madrid, firmados entre la dictadura de Franco y el régimen norteamericano en septiembre de 1953. Se trata de tres acuerdos diferentes, absolutamente desequilibrados en favor de Estados Unidos, por los que, literalmente, España regaló el suelo para la construcción de cuatro bases militares a cambio del blanqueamiento internacional de la dictadura militar. Junto con la firma, un mes antes, del Concordato con la iglesia católica, los pactos supusieron el fin del aislamiento diplomático del franquismo y propiciaron la superación de periodo de autarquía económica.

Curiosamente, ambos acuerdos pervivieron durante la transición y, junto con la corona, constituyen parte de la herencia de la dictadura de Franco. Un legado asumido, sin mas, por el régimen del 78, que muchos se empeñan en calificar de democracia plena. También es paradójico que el adalid de la españolidad, vendiese la soberanía del país a cambio, literalmente, de unas cuantas toneladas de leche en polvo. No podemos olvidar que, dentro de las bases, imperaban leyes norteamericanas y que estaban exoneradas del pago de impuestos a la hacienda pública.

Zurcidos y apaños para evitar exposición pública

Desde entonces, los tratados bilaterales referidos a las bases militares norteamericanas se han ido renovando sucesivamente (1976, 1982). En la actualidad, está vigente el Convenio de Cooperación para la Defensa entre España y EEUU firmado en 1988, que se prorrogado y enmendado en diversas ocasiones para adaptarlo a los tiempos que corren y a las nuevas necesidades estratégicas formuladas desde el Pentágono. Es obvio que desde 1988 hasta hoy, los puntos del tratado están mas que obsoletos, pero bilateralmente se ha optado por hurtar el debate publico e ir superponiendo acuerdos parciales mediante protocolos antes que redactar completamente un convenio y así evitar discusiones políticas y tramitaciones parlamentarias que pongan en evidencia la verdadera naturaleza de lo firmado.

El ejemplo más claro de este proceder es la instalación en 2011, por Decreto del gobierno Zapatero, del escudo antimisiles en la base de Rota (Cádiz). En realidad, se trata de un arma ofensiva que permitiría a EEUU atacar a Rusia sin que esta pudiese responder. El escudo desequilibra así la doctrina de la disuasión mutua que ha mantenido al planeta en relativa paz durante los últimos decenios. Lo peor es que, de paso, también nos convierte en objetivo militar.

También se realizó de igual manera la ampliación de la base de Morón (Sevilla). Esta vez bajo un gobierno del Partido Popular, se concedió el permiso para acoger mas de 2.000 militares y 500 civiles y convertirla en base permanente de Africom, el Mando para África de Estados Unidos. Así, Morón es ahora una punta de lanza para las políticas imperialistas en el continente sureño. Y todo ello, a pesar de la opinión expresada por el pueblo en el referéndum sobre la OTAN en 1986, que textualmente obliga a reducir progresivamente la presencia norteamericana en el Estado español

El actual documento ya no se puede estirar mas. La hora de redactar un nuevo acuerdo se acerca irremediablemente al agotarse el marco legal vigente en mayo de 2021. Pero la coyuntura actual se antoja bastante compleja, tanto en el escenario internacional, como en el nacional.

¿Qué podemos esperar de Estados Unidos?

Para empezar, las relaciones de Estados Unidos con sus aliados son cada vez más complejas. Trump cada día se parece más a un mafioso que cobra por asegurar la seguridad de sus chantajeados. Solo que, previamente, es él quien les crea artificialmente los enemigos. Sus exigencias de mayor gasto militar y mayor inversión en armamento —norteamericano, claro— están haciendo mella en muchos de sus tradicionales socios. Por estos motivos, se va a producir la retirada de Alemania de alrededor de 10.000 de los 35.000 efectivos que EEUU mantiene desplegados en el corazón de Europa. Lo que puede conllevar la necesidad de reforzamiento del flanco sur. Es ahí donde entra la posibilidad de ampliación de las bases de Rota y de Morón. 

Pero, por otro lado, España es uno de los países chantajeados por Trump para que pase por caja y pague por un despliegue de marines imperiales que es de todo menos defensivo y puestos al servicio de los intereses norteamericanos, no de los del país que los acoge. Si además, sumamos que en la guerra económica que EEUU ha lanzado contra el mundo nos acaban de cargar con aranceles muchos de los productos básicos destinados a la exportación, tenemos un peligroso cóctel que no lo pone fácil ni para Trump (o para su sucesor) ni para el tándem Sanchez-Iglesias.

El amigo americano no trata a Europa como aliada, sino como competidora e incluso, a veces, como enemiga. El malestar generado por las políticas de Trump, ha provocado que, por primera vez en la historia de las relaciones bilaterales, España haya condicionado la existencia de las bases a políticas económicas. Algo que jamás había ocurrido desde una transición pilotada desde la embajada en Madrid.

Para colmo de males, EEUU violó en 2017 los protocolos del despliegue del escudo antimisiles en la base de Rota. Sus barcos fueron usados para atacar a Siria en la cruenta guerra que mantiene contra el país árabe desde 2011. En efecto, el  USS Ross y el USS Porter, se enviaron al este del mar Mediterráneo y fueron usados para lanzar al menos 59 misiles teledirigidos para castigar al ejército sirio por un supuesto uso de armas químicas que, a la postre, todos sabían que era falso

¿Qué esperar de nuestra coalición de gobierno?

Con estas credenciales, renovar y ampliar en Convenio de Cooperación debiera ser un auténtico trágala para una gobierno que se señorea como el más progresista desde la II República. Máxime cuando en él está representado un partido, Izquierda Unida, que se creó justamente gracias a las movilizaciones antimilitaristas contra la permanencia de España en la OTAN y contra las bases militares norteamericanas. Y no, no hablo de Podemos porque ya manifestó a las claras el vasallaje a Estados Unidos y a otras herencias franquistas del régimen del 78 y no creo que sea un grave problema para las permanencia de las bases. 

Tampoco habrá muchas resistencias en el PSOE, un partido atlantista cooptado por EEUU desde los inicios del felipismo, como ya reconoció la propia CIA en 1982 en un documento secreto recientemente desclasificado. El PSOE seguirá siendo obediente a sus amos. A pesar del discurso del joven Felipe González, aparentemente de izquierdas, «el liderazgo del partido está comprometido con un curso moderado» decía literalmente el informe encargado por la administración Reagan. ¿Comprometido con quién, con EEUU?

Más claro aún,

«el compromiso de Felipe González con la moderación y las relaciones amistosas con Washington significa que las políticas de su partido en el gobierno serán menos radicales que sus posiciones declaradas en la oposición»

y mucho más conservadoras que sus correligionarios de la Internacional Socialista de Europa —apostillaba.

De todas maneras, es poco probable que el trámite parlamentario necesario para la renovación del tratado con Estados Unidos encalle en el Congreso. Lo más seguro es que el PSOE recurra a la llamada geometría variable. Un eufemismo para denominar a los pactos con la derecha cuando el bloque de la investidura se desmarca o no es suficiente. Ya lo están haciendo otras muchas veces con herencias del régimen. Justo como vemos estos dias con la defensa de la corona, donde Vox, PP, C’s y PSOE van al unísono. Sin embargo, hay otra opción defendida dentro del gabinete. Hay quien apuesta por una renovación tecnológica sin ampliación de las bases para aparentar fortaleza ante el imperio —o ante la opinión pública— y dejar que sea Marruecos quien acoja esas tropas suplementarias, cuyo rey, al parecer, está deseando recibirlas. Ya veremos qué sucede.

La gran foto internacional de la legislatura de este gobierno, tildado como el mas progresista de la historia reciente del Estado español, se acerca irremediablemente. Y no es un tema baladí, está en juego la credibilidad de la democracia y el respeto a la voluntad popular. A un mandato expresado en el único referéndum —de verdad— realizado en esta etapa de la historia reciente de nuestro país.

El tiempo corre, mas bien vuela. Tic, tac, tic, tac…

 


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