Édgar Alexánder Morales •  Opinión •  01/11/2018

No hay ultraderechas en el siglo XXI, simplemente existen fascistas

Empecemos por lo primero. También hay fascistas en la izquierda, ultraradicales fuera de sí (…) que esperan la llegada de un mesías que acabe con el presidente norteamericano, destruyan a Mauricio Macri (Argentina), no dejen posesionar ahora en enero a Jair Balsonaro, (Brasil) y que extingan a Teresa May, en Inglaterra, a Ángela Merkel en Alemania (ya de salida) y pulvericen el “socialismo” derechista de Pedo Sánchez, en España. ¡Ah y de paso! Si pueden destruir las monarquías de Europa mejor…

Pero regresemos al tema del título de este artículo, pues en Europa, en Centro América, América del Sur y por supuesto en el Norte de América han emergido gracias al fenómeno de las redes sociales y otras contradicciones históricas de los pueblos (aunque hay críticos que no les gusta echarles la culpa a los pueblos, pues a mí sí) un curioso número de gobiernos plagados de absolutismos, totalitarismos y en definitivas, llenos de odio fascista y que han llegado al poder, precisamente con ese mensaje radical (…) con la teoría de que el socialismo y el comunismo es malo y que el único sistema de gobierno, más su único sistema económico mundial, es la que dicta el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y que Rusia y China, son un peligro para el mundo (eso es cierto desde un punto de vista distinto a como lo ve el capital), ignorando que estas dos últimas potencias económicas, representan por el contrario, la estabilidad geoestratégica global, la paz mundial y los derechos de un mundo mejor, libre y en armonía.

Un vivo ejemplo de fascismo es el presidente Trump. Un supremacista multimillonario, hijo de “papi y mami” plagado de malcriadeces que pretende manejar al mundo a su antojo, imponer a México un muro en la frontera para detener la migración (y que lo pague México) y que amenaza como ya lo ha hecho, a Guatemala, Honduras y El Salvador, sino se ciñen a la orden del magnate y todopoderoso.

A él (a Donald) lo siguen sus “pichones” imperiales como el presidente argentino, o el que dejó PPK, como presidente del Perú, o el arrastrado presidente de Colombia o más gigante de todos los lacayitos; Jair Bolsonaro.

Toda esta gente y muchos más agrupados en las oligarquías uruguayas, paraguayas, chilenas, bolivianas y venezolanas, tienen un norte específico, además de lamer la suela de los zapatos del presidente de EEUU; derogar a los gobiernos progresistas de América de Sur, tal el caso de Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Un gobierno como el colombiano, por ejemplo no debe llamarse derechista, si por un lado acaba con la paz con las guerrillas, ordena matar a sus líderes y viola los tratados para la concordia del pueblo neogranadino; no, debe llamársele fascista. El mundo sigue al revés, la derecha siendo fascista… y algunos gobiernos de izquierda, tolerando la corrupción y a su vez queriendo que la historia los absuelva como lo hizo con Fidel Castro y Hugo Chávez.

(*) Periodista, articulista y analista político


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