India, la ultraderecha lo carcome todo
Entre abril y mayo de este año está previsto que India celebre elecciones generales. Según las encuestas, el actual Primer Ministro, Narendra Modi, parece disponerse a ganar su tercer mandato.
Con mayoría en el Parlamento en sus dos mandatos anteriores (2014-2019) (2019-2024), Modi ha podido gobernar su país, el más poblado del mundo con 1.400 millones de ciudadanos. Más allá de sus políticas económicas neoliberales, su partido el Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio) (BJP), le ha permitido convertirse en la quinta economía mundial y en la cuarta nación del mundo en poner una nave en la Luna, lo que más allá del poderío económico habla de la capacidad tecnológica, de la que está también en la cabeza del mundo. Más allá de todas esas proezas, ha eliminado una gran cantidad de planes sociales que apoyaban a diversos sectores de extrema pobreza.
Además ha impuesto una suerte de supremacismo hindú por sobre los otros colectivos, especialmente sobre la primera minoría la musulmana, con casi 240 millones de fieles, aplicando políticas cada vez más restrictivas respecto a la libertad religiosa, articuladas con las fuerzas de seguridad y las organizaciones parapoliciales que acompañan a su partido, que se han agrupado en un movimiento conocido como Sangh Parivar (familia de organizaciones), donde la milicia Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS u Organización Nacional de Voluntarios), la fuerza donde se formó Modi desde su adolescencia, que toma toda la simbología de las Sturmabteilung o SA, los camisas pardas de Hitler, el BJP, el Vishva Hindu Parishad (VHP, Consejo Mundial Hindú) y la Bajrang Dal (Brigada de Bajrangbali, más conocida en occidente como Hanuman, un inquebrantable seguidor de Rama, que es representado con cabeza de mono) son el núcleo principal esta organización.
Tales políticas le han permitido una acumulación de poder prácticamente inéditas más allá del tándem Jawaharlal Nehru (1947-1964), que fue seguido por su hija Indira Gandhi (1966-1977) para volver en 1980, después de varios años de turbulencia política: detenciones, juicios y acusaciones de corrupción hasta que en 1984 fue asesinada por dos de sus escoltas por cuestiones aparentemente religiosas, aunque hay otras implicaciones respecto a sus políticas alejadas de los intereses de Occidente. El partido de los Nehru-Gandhi, del Congreso Nacional Indio, había sido el que lideró las luchas por independizarse del poder colonial británico.
Con políticas absolutamente opuestas a la de los Nehru-Gandhi, el presidente Modi, proveniente de una casta inferior, ha conseguido instalarse fuertemente en Nueva Delhi y centralizar el poder degradando la autonomía del poder judicial y los medios de comunicación e incrementado la represión de la libertad de expresión y de la disidencia. Cualquier crítica al Gobierno, a las fuerzas armadas o a la religión hindú se considera sedición, traición a la patria y atentado contra la soberanía del país.
Lo que le ha permitido construir un agobiante culto a la personalidad y ajustar a la sociedad, cada vez con más fuerza, el ideario de su partido Hindutva (hinduidad), dejando por fuera cerca de quinientos millones de personas que pertenecen a otros cultos o son independientes. Ha llegado al punto de intentar cambiar el nombre de India por el de Bharat (gentes del pueblo) en referencia a una de las principales tribus que ocupaban el norte del actual territorio indio que aparece en el Vishnu Purana, un texto religioso en sánscrito, de alrededor del año 1.500 a.C. Bharat es la traducción de India en diferentes leguas locales, incluso el hindi, hablado prácticamente por el cuarenta por ciento de la población.
Más allá de que todas las políticas del Gobierno han apuntado a permear los sectores populares, con todas las típicas articulaciones de la política india, apelando al clientelismo y la demagogia, llegando a poner su imagen en los certificados de vacunación del covid.19. Ha conseguido además poner en la mira a las minorías como culpables de todos los males de la nación y ha exacerbado el sentido religioso como lo acabamos de ver con la inauguración, el pasado enero, del templo o Mandir de Rama, en la ciudad de Ayodhya, en el estado de Uttar Pradesh (Ver: India. Una divinidad llamada Modi) en la que prácticamente Modi, único protagonista de la inauguración, se autoentronizó como un nuevo dios, un nuevo Vishwa Guru, o tutor del mundo, como lo llaman millones de sus seguidores. Algo parecido hizo en la inauguración del nuevo edifico del Parlamento, en la que solo él fue protagonista acompañado por un coro de monjes.
En muchos campus de universidades existe lo que se conoce como el “punto selfi”, donde los alumnos son alentados a sacarse una foto junto a una imagen del Primer Ministro.
Más allá de los vientos favorables para el Gobierno central, en la base de las sociedades y mucho más cuanto más alejadas se encuentren del centro de país, ha comenzado a fracturarse el apoyo a Modi. Las revueltas comunitarias del año pasado en los Estados de Manipur y Haryana, ambos gobernados por BJP, se han intentado disimular a pesar de haber dejado centenares de muertos, lo que fue prácticamente callado por la prensa nacional. En una reciente encuesta sobre libertad de prensa, India aparece en el puesto 170 de los 180 encuestados
Contra los dioses paganos
Las ultramontanas políticas religiosas que Narendra Modi ha fomentado, incluso desde cuando fue Primer Ministro Principal del Estado de Gujarat -desde 2002 al 2014- le haen responsable de una masacre que dejó más de 2.000 muertos, en su mayoría musulmanes. Ha reprimido a todas las minorías religiosas además de la de islam, cristiana, sij y cualesquiera otra por pequeña que sea su representación.
Hasta hace pocas semanas hemos visto el duro cruce que mantuvo con el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, quien prácticamente responsabilizó al Gobierno indio del asesinato, en la ciudad de Surrey, de Hardeep Singh Nijjar, un importante dirigente sij refugiado desde hace años en Canadá. Se sospecha que una red internacional opera contra los opositores de Modi fuera de India. Hace pocas semanas en la ciudad de Nueva York se frustró el ataque a otro dirigente de la diáspora del movimiento khalistani. Y en años anteriores al menos otros tres indios relacionados con el movimiento sij, exiliados, en el Reino Unido, murieron de manera sospechosa. (Ver: India, sicariato S.A.)
En India Modi suele ser menos sutil y los asesinatos, por lo menos contra los musulmanes, suelen ser masivos, organizando verdaderos pogromos contra barrios y pueblos habitados por esta minoría. Pogromos que han dejado centenares de muertos y desaparecidos, a lo que se le suma el incendio y el saqueo de sus propiedades. En cada uno de esos ataques siempre han participado turbas dirigidas por hombres del Rashtriya Swayamsevak Sangh con apoyo policial. También ha reprimido y presionado a los propios hindúes que no coinciden exactamente con su visión religiosa.
Algunas investigaciones periodísticas han dejado traslucir sus sospechas acerca del ataque terrorista sucedido en plena campaña electoral para las legislativas del 2019, en Pulwama, cerca de la ciudad de Srinagar, la capital del estado de Jammu y Cachemira, donde cuarenta integrantes de Fuerza de Policía de la Reserva Central (CRPF) fueron asesinados (Ver: Cachemira, más fuego a la caldera.), un ataque que el Gobierno utilizó hasta el hartazgo, al punto de haber podido volcar la elección a su favor.
Ha promulgado leyes como la que derogó el artículo 370, que daba autonomía a la Jammu y Cachemira, de mayoría musulmana, la ley de ciudadanía, que apunta a dejar a miles de personas sin nacionalidad por un alambicado proceso de registro de sus nacimientos o la reciente ley de (Prevención) de Actividades Ilícitas, que elimina la posibilidad de conseguir la libertad bajo fianza y permite arrestar bajó el rótulo de terroristas a cientos de estudiantes y activistas de derechos humanos por protestar en las calles.
Intentando cortar el camino de Modi hacia la instalación infinita en el Gobierno, 28 partidos políticos se han unido en una agrupación para las próximas elecciones con el nombre de Alianza Inclusiva para el Desarrollo Nacional de la India, en la que se puede leer el acróstico INDIA, antes que la ultraderecha la termine de carcomer.
Fuente: Rebelion