Al Manar •  Internacional •  11/09/2017

Nuevas evidencias vinculan más al régimen saudí con los atentados del 11-S

El New York Post ha revelado la existencia de nuevos documentos que demuestran una vez más la implicación del régimen de la familia Al Saúd en los ataques del 11 de Septiembre de 2001 en EEUU.

Nuevas evidencias vinculan más al régimen saudí con los atentados del 11-S

El New York Post ha revelado la existencia de nuevos documentos que demuestran una vez más la implicación del régimen de la familia Al Saúd en los ataques del 11 de Septiembre de 2001 en EEUU.

Los documentos muestran que la Embajada de Arabia Saudí en Washington financió la simulación de operaciones de secuestro de vuelos llevadas a cabo por dos empleados saudíes, informó el periódico estadounidense.

Los primeros entrenamientos se llevaron a cabo en 1999, dos años antes de los atentados del 11 de Septiembre. Refiriéndose a los datos del FBI, The New York Post señala que, en noviembre de 1999, dos agentes saudíes, Mohammed al Qudhaeein y Hamdan al Shalawi, que utilizaban la cobertura de estudiantes en EEUU, compraron billetes para el vuelo Phoenix-Washington de la compañía America West. Durante el vuelo, los dos hombres intentaron varias veces entrar en la cabina del piloto en un intento de comprobar el sistema de seguridad de los vuelos nacionales en EEUU. El mismo plan exacto fue ejecutado el 11 de Septiembre.

Esto refuerza la afirmación de que empleados y agentes del reino dirigieron y ayudaron a los terroristas del 11-S a ejecutar su plan, señala el periódico.

Estos nuevos documentos vienen en apoyo de las demandas de los familiares de las víctimas de los atentados y muestran que Arabia Saudí no sólo financió los atentados, sino que también patrocinó los ensayos de los mismos antes de que los terroristas pasaran a la acción.

Citando a documentos del FBI, la demanda de las víctimas señala que Al Qudhaweein y Al Shalawi formaban parte de “la red de agentes del Reino saudí en EEUU” y participaron en la conspiración terrorista.

Ellos se habían entrenado en los campos de Al Qaida en Afganistán durante el tiempo en que algunos de los terroristas del 11-S estaban allí. Y cuando vivieron en Arizona ellos mantuvieron contactos regulares con un terrorista saudí del 11-S y un alto líder de Al Qaida de Arabia Saudí ahora encarcelado en Guantánamo. Al menos uno de los dos intentó regresar a EEUU un mes antes de los atentados, pero le fue negada la admisión porque aparecía en la lista de vigilancia a sospechosos de terrorismo, señala el diario.

Qudhaeein y Shalawi trabajaron para y recibieron dinero del gobierno saudí. Qudhaeein era empleado del Ministerio de Asuntos Islámicos. Shalawi también era “un empleado del gobierno saudí” desde hacía mucho tiempo. Ambos mantuvieron “contactos frecuentes” con funcionarios saudíes mientras estuvieron en EEUU, según los documentos.

Durante un vuelo de la American West en noviembre de 1999 a Washington, Qudhaeein y Shalawi intentaron varias veces obtener acceso a la cabina del avión en un intento de probar la seguridad de la misma antes de los secuestros.

“Después de abordar el avión en Phoenix, ellos comenzaron a hacer a los auxiliares de vuelo preguntas sobre el avión que estos últimos encontraron sospechosas”, según un resumen de los expedientes del FBI sobre el caso.

“Cuando el avión estaba en vuelo, Qudhaeein preguntó dónde estaba el baño. Una de los azafatas le señaló la parte trasera del avión”, agregó. “Sin embargo, Qudhaeein fue al frente del avión e intentó en dos ocasiones entrar en la cabina”.

Los pilotos estaban tan asustados por los pasajeros saudíes y su comportamiento agresivo que hicieron un aterrizaje de emergencia en Ohio. Allí, la policía los esposó y los tomó bajo custodia. Más tarde, el FBI los interrogó, pero decidió no presentar cargos en su contra.

Pero después de que el FBI descubriera que un sospechoso en una investigación antiterrorista de Phoenix estaba conduciendo el coche de Shalawi, la oficina abrió un caso de contraterrorismo centrado en este último. Luego, en noviembre de 2000, el FBI recibió informes de que Shalawi se había entrenado en campos terroristas en Afganistán y había recibido allí una capacitación en explosivos para realizar ataques contra objetivos estadounidenses. La oficina también sospechó que Qudhaeein era un agente de inteligencia saudí, basándose en su frecuente contacto con funcionarios saudíes.

Más tarde, los investigadores del FBI supieron que los dos saudíes viajaron a Washington para asistir a un simposio organizado por la Embajada de Arabia Saudí en colaboración con el Instituto de Ciencias Islámicas y Árabes en América (IIASA en sus siglas en inglés), presidido por el embajador saudí, Bandar bin Sultan, íntimo amigo de la familia Bush y futuro jefe del servicio de inteligencia saudí. Antes de ser clausurado por sus vínculos con terroristas, el IIASA empleó al clérigo de Al Qaida, Anwar al Awlaki, como conferenciante. Awlaki ayudó a algunos de los terroristas del 11-S a obtener vivienda y permisos de residencia.

El FBI también confirmó que los billetes de Qudhaeein y Shalawi para el citado vuelo Phoenix-Washington fueron pagados por la Embajada saudí.

Estos nuevos detalles dibujan “un patrón de apoyo financiero y operacional” a la conspiración del 11-S de parte de fuentes oficiales saudíes, señalan los abogados de los demandantes. De hecho, el gobierno saudí puede haber estado involucrado en el apoyo a los ataques desde las primeras etapas – incluyendo la prueba de seguridad en la cabina.

“Hemos afirmado durante mucho tiempo que había relaciones duraderas y estrechas entre Al Qaida y los componentes religiosos del gobierno saudí”, dijo Sean Carter, el abogado principal de los demandantes del 11-S. “Esto es una prueba más de ello”.

El 9 de septiembre de 2016, la Cámara de Representantes del Congreso de los EEUU aprobó una ley que autorizaba a las familias de las víctimas de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 a reclamar daños y perjuicios a Arabia Saudí. El presidente estadounidense Barack Obama bloqueó la ley al afirmar que “tendría un impacto perjudicial en la seguridad nacional de EEUU”, pero el Congreso de EEUU votó posteriormente en favor de anular el veto de Barack Obama a la ley.

Un total de 2.753 personas murieron en los atentados del 11-S. Debido a que muchos restos humanos estaban en medio de las cenizas y escombros, las autoridades tuvieron dificultades para identificar a todas las víctimas. Aún hoy, casi la mitad no ha sido oficialmente registrada.

Al menos 1.112 víctimas aún no han sido identificadas, aunque se han proporcionado certificados de defunción a las familias de todos los muertos ese día.

He aquí un link con el artículo del New York Post

http://nypost.com/2017/09/09/saudi-government-allegedly-funded-a-dry-run-for-911/


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