Guadi Calvo •  Internacional •  08/09/2018

Libia que no cesa

Mientras Naciones Unidas espera unificar a Libia, tras las elecciones parlamentarias de fines de año, las posibilidades de pacificar la nación africana se degradan día tras día, por las luchas entre cientos de bandas armadas posicionadas en todo el país.

Libia que no cesa

Desde comienzos de la semana pasada, nuevamente Trípoli ha sido escenario de duros enfrentamientos, que han dejado hasta el momento unos 43 muertos, la mitad de ellos civiles, y más de 100 heridos. En el confuso panorama libio, es prácticamente imposible distinguir de qué lado están cada una de las milicias que pululan, aportando apoyo armado a diferentes líderes políticos, que aspiran a asentarse en los cuatro centros de poder que se pueden caracterizar: en Trípoli, Bengassi, Fezzan y Tobruk.

Los enfrentamientos que estallaron el lunes, en los suburbios densamente poblados del sur de la capital, entre grupos que operaban hasta hace una semana para el Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA), encabezado por el Primer Ministro Fayez al-Sarraj, impuesto por las Naciones Unidas en marzo de 2016.

Las bandas involucradas en los nuevos combates son las Brigadas Revolucionarias de Trípoli (TRB) y Nawasi, dos de las facciones más poderosas de la capital enfrenado a la 7ma Brigada de Tarhuna, una ciudad ubicada a unos 60 kilómetros al sudeste de Trípoli. Está milicia también conocida como Kaniyat, por su líder Mohamed al-Kani, hace pocos días formaba parte del espectro las bandas armadas que apoyaban al Gobierno del GNA, fuera de la capital.

El nuevo enfrentamiento habría estallado a partir de que tanto el Kaniyat como otras organizaciones pro GNA de las afueras de Trípoli han notado el creciente incremento de la riqueza y el poder de algunos jefes de organizaciones armadas de Trípoli.

Desde la llegada de al-Sarraj, éste financió a los grupos que se le aliaron, y que finalmente han extorsionado al Gobierno, requiriendo cada vez más aportes, para mantenerse de su lado, cumpliendo funciones como fuerzas de seguridad de edificios oficiales y de librar a la capital y sus zonas de la influencia de otras bandas armadas que han secuestrado funcionarios y extorsionan a instituciones financieras y a las pocas empresas que funcionan.

Los enfrentamientos obligaron a al-Sarraj a intervenir de urgencia ordenado con desesperación a las brigadas de las ciudades de Misrata,  al oeste,  y Zintán,  al sur de la capital,  a respaldar al gobierno y obligar a las milicias enfrentadas a retirase de la capital, limitando la presencia de las milicias convocadas, hasta el 30 de septiembre.

A comienzo de semana la acción de la cohetería obligó a suspender los vuelos del aeropuerto de Mitiga, el único en condiciones operativas de la capital. En las últimas horas del sábado otro cohete alcanzó el cuarto piso del Hotel al-Waddan, sobre la bahía de Trípoli, a tan solo 100 metros de la embajada italiana, mientras que un tercer proyectil impactó en una vivienda, del barrio tripolitano de Ben Ashour, a unos 200 metros de la oficina del Primer Ministro.

A pesar de la llegada de las brigadas pedidas por al-Sarraj, distintas fuentes indicaron que continúan llegando refuerzos para los Kaniyat, que, desde el domingo 26, mantienen cerradas las entradas del sur de la capital, donde siguen atrincherados.

A pesar de que el jueves se había firmado una tregua con el acuerdo de la retirada de sus posiciones en el centro de Trípoli, ya el sábado las hostilidades se habían reanudado.

En un discurso televisado, el Primer Ministro anunció su decisión de disolver a la Brigada de Tarhuna, aunque, dada las situación, es improbable que el jefe de la milicia de Tarhuna, Mohamed al-Kani, acate la exigencia de al-Sarraj.

Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció el viernes que unos 8 mil refugiados, fueron abandonados en sus celdas, tras el estallido de los combates, mismos que debieron permanecer más de dos días sin alimentos ni agua, abandonados por sus vigilantes. Mientras que varios centenares de los refugiados esperan poder continuar hacia los puertos del norte para cruzar a Europa, intentado huir de los enfrentamientos quedaron atrapados en el fuego cruzado. Recién el jueves, la agencia para los refugiados de la ONU dijo que se rescataron a unos 300 refugiados eritreos, etíopes y somalíes que fueron albergados en un lugar seguro dentro de Trípoli.

El número de refugiados que intentan pasar a Europa, desde puertos libios, supera el millón, y se encuentran hacinados en barracones y campamentos al aire libre, mientras solo medió millón alcanzaron a cruzar en los últimos cuatro años.

El terror en Trípoli

Las autoridades impuestas por ONU en Libia han intentado mantener el control sobre la capital y reducir a las bandas, desde que asumieron el poder en 2016, sin embargo han fracasado en el intento de conformar un ejército similar al que logró reunir el general Khalifa Haftar, hombre fuerte del gobierno de Tobruk. (Ver: Réquiem por un traidor).

Desde la caída del Coronel Gadaffi en 2011, tras el ataque de la entente encabezada por los Estados Unidos, la OTAN y varios países árabes e incluso Israel, miles de armas han quedado en manos de los grupos “rebeldes” armados para la ocasión. A estos se sumaron no solo militantes extranjeros, sino muchos libios que ven en las organizaciones armadas la única posibilidad de ingresos económicos para sostener a sus familias, ya que la desocupación se ha convertido en endémica, a excepción de la industria petrolera, pequeños comercios de subsistencia elemental, y de las redes de contrabandistas y del narcotráfico, como los grupos de Zawiyah, en un país reducido a la condición de Estado fallido. Estas organizaciones ejercen un poder absoluto en los lugares que se aposentan, administrando la justicia, a su libre parecer.

Entre las bandas armadas más activas de la capital está la denominada Revolucionarios de Trípoli, (RDT) quizás la más importante de la ciudad, liderada por Haitham al-Tajuri, cuyo financista sería Abu Bakr Bu Sahmein del Libyan Foreign Bank y al-Jomhouriya Bank, quien hasta 2016 habría aportado unos mil millones de dólares.

El RDT, que controla grandes zonas de la capital y ha apoyado al GNA desde 2016, a finales del año pasado tomó la región de Warshefana, en las afueras del sur tripolitano. Desde entonces, ha controlado el ingreso de otras milicias a la ciudad y librado fuertes choques con las milicias de las Fuerzas Móviles Nacionales de la ciudad de Misrata.

Otras de las grandes milicias de la capital son las Fuerzas de Seguridad Central de Abu Salim, cuyo líder es Abdul Ghani al-Kikli, también conocido como Ghneiwa, con epicentro en el barrio Abu Salim de Trípoli. También aliado al GNA, dese el 2016, ha tenido fuertes enfrentamientos con, el Grupo Libio de Lucha Islámica (LIFG) de Khalifa Ghwell, milicia integrista de la ciudad de Misrata.

En Trípoli, otro poderoso grupo vinculado al GNA, es el Batallón Nawasi, también conocido como la Octava Fuerza, que ha controlado los alrededores del aeropuerto Mitiga de la ciudad por las sospechas de un ataque inminente por parte de milicias contrarias a Trípoli.

Reconvertido bajo el nombre de Fuerzas especiales de disuasión del Ministerio del Interior de GNA (SDF), el grupo Quwat al-Rada al-Khassa, liderado por Raouf Kara, tras su surgimiento en 2011 y con la caída del gobierno de Gadaffi, inicialmente concentró sus fuerzas para combatir el tráfico de drogas y el crimen organizado, hasta que sus operaciones también fueron dirigidas a combatir al Daesh.

Otra organizaciones armadas más pequeñas de Trípoli, es el Batallón de Infantería 33 o Batallón Baqara, por el nombre de su líder Bashir Khalfallah (apodado Bashir al-Baqara), que ha participado en diferentes oportunidades en la lucha por el control del aeropuerto y la base aérea de Mitiga, contra el SDF, en febrero de 2017, por lo que al-Sarraj ordenó su disolución, cuestión a la que ni obedecieron.

La Brigada de Salah al-Burki ha apoyado al antiguo parlamento islamista de Trípoli, y su autoproclamado Gobierno de Salvación Nacional (GSN), que se sigue negando a aceptar la autoridad de al-Sarraj.

Libia tiene excedente de armas y organizaciones armadas, le faltan organizaciones políticas y se encuentra partida en casi cuatro estados que hacen que la tragedia libia no cese.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. Artículo publicado originalmente en alainet.org


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