Guadi Calvo •  Opinión •  05/05/2023

Togo, el infierno tan temido

Togo, el infierno tan temido

Finalmente, después de muchos anuncios y alertas, Togo, abiertamente, se ha convertido en
una nueva víctima de la khatibas wahabitas, que, desde la descomposición del estado libio,
el único dique de contención al fundamentalismo que existía en el norte de África, hace
más de una década, comenzó una gran ofensiva en el norte de Mali, pasado después a tener
una presencia importante en Níger y desbordar de manera absoluta en Burkina Faso, desde
donde se proyectaron el Golfo de Guinea, como siguiendo la ruta de harmattan, el viento
del Sahara que cada año, viaja hacia el sur, hasta la costa, sofocándolo todo.
Ya el año pasado se habían incrementado los ataques, los más relevantes, realizados por el
Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, en los que causaron numerosas bajas al
ejército de Togo, en noviembre fue en Tiwoli, en la región de Savanes, junto a la frontera
con Burkina Faso y Beni y en julio el ataque se produjo en Kpendjal, durante el rito de paso
a la edad adulta, en la región de Kara, de donde es oriunda la familia del presidente.
Ahora, es un hecho que los grupos vinculados al Daesh y a al-Qaeda, han ingresado de
pleno a territorio togolés, donde ya, como lo ha informado el presidente del país, Faure
Gnassingbe, ya han generado más de cien muertos entre la población civil y unas cincuenta
bajas a las tropas del ejército.
Cómo parte de la estrategia del gobierno para proteger la frontera y evitar que los terroristas
se mimetizan con la población, se obligó a unas doce mil dijo personas, a abandonar sus
hogares, debiendo trasladarse, más al sur, sin saber cómo sobrevivirán y si alguna vez,

nuevamente, retornaran a sus lugares. Mientras en esas mismas áreas cerca de treinta mil
burkineses habían llegado escapando del fuego de los rigoristas.
En Yemboate, en el extremo norte de Togo, provenientes de Burkina Faso, las bandas
terroristas, han comenzado a hacerse más fuertes, realizando ataques, con una frecuencia en
aumento, desatando el pánico en los pueblos de la región.
El pasado veinte de abril, fue atacado el poblado de Waldjoague, en la comuna de Tône
cuatro, ubicado a cuarenta kilómetros de Dapaong, capital de la región de Sabana, con unos
sesenta mil habitantes y a más de 650 de Lomé, la capital del país.
Allí los muyahidines asesinaron a seis personas, cinco eran burkineses y el restante togolés,
tras irrumpir en el mercado de la aldea, donde los sorprendieron, abriendo fuego de manera
indiscriminada. Tras los asesinatos, los terroristas saquearon los comercios y requisaron
todo el ganado.
Conocido el ataque, las Fuerzas de Defensa y Seguridad, salieron en búsqueda de los
insurgentes sin conseguir alcanzarlos, casi seguros ya de vuelta en Burkina Faso, de los que
lo separa el curso de un río seco, donde los terroristas tiene establecido un amplio control
de la población, obligando a policías, médicos y maestros, a huir de esas áreas, tras
persecuciones y asesinatos focalizados hacia ellos.
Desde 2018, la Operación Koundjoaré, lanzada por el gobierno central, ha intentado
controlar en el área central de Sabanes, a unos cien kilómetros de Burkina Faso, y con
fronteras con Ghana al oeste y Benín al este.

El presidente Gnassingbe, quien, intenta perpetuarse en el cargo, al que llegó en 2005, tras
la muerte de su padre Eyadéma, quien gobernó desde 1967, deberá enfrentar un reto
extremadamente complejo, ya que dependerá como nunca de la voluntad de los militares,
teniendo en cuenta, como ya ha sucedido en Mali, Burkina Faso y Ghana, la oficialidad
joven en desacuerdo con sus mandos y sus gobiernos, respecto al manejo de la guerra
contra el terrorismo, asaltaron el poder, expulsando además a las tropas occidentales de sus
territorios e implementaron otras estrategias para combatirlos.
En el caso de las fuerzas armadas de Togo, sus integrantes pertenecen a la etnia Kabye del
norte del país, la misma a de los Gnassingbe, que han servido a Eyadéma, desde el inicio de
su mandato y continúan desde 2005 con Faure. Lo que podría representar un reaseguro para
el presidente dado el orden clánico de estos grupos. Aunque claro, en este pantanoso
contexto, nada es del todo completamente cierto, ni definitivo.
Más por las políticas que ambos presidentes, padre e hijo, han ejecutado, respecto a la
violación a los derechos humanos, tanto contra enemigos políticos y activistas sociales,
además de las estructuras de saqueo y corrupción que han instalado.
Si bien Gnassingbe, ya en junio del 2022, había decretado el estado de emergencia, por tres
meses, lo que después fue prorrogado por un año más, concentra sus esfuerzos en evitar la
radicalización de los jóvenes. Ya que amplios sectores de estos, se encuentran sin otra
posibilidad de sobrevivir, que la de afiliarse a los grupos terroristas, que ofrecen sueldos y
otros beneficios, muy por encima de lo que podrían alcanzar con cualquier trabajo.
Más allá de que los servicios de inteligencia togoleses, han sido equipados y entrenados por
país como Israel y Francia, con quien el viejo presidente, Eyadéma, mantuvo estrechos

vínculos, las acciones terroristas no han podido ser anticipadas y mucho menos controladas.
Al punto de que, si las bandas integristas no se han expandido todavía, cómo ya lo han
hecho en otros países de la región, se debe a más a la estrategia de los insurgentes, que por
el éxito de las políticas de contingencia de Lomé.
El presidente Faure Gnassingbé, ha admitido que la lucha contra las incursiones yihadistas
será larga y para ellos, los casi nueve millones de togoleses, se deberán preparar para una
larga guerra. Ya que, como en el resto de las naciones vecinas, el Estado Islámico o Daesh
en el Gran Sáhara y el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, por sus siglas en inglés
JNIM, tributario de al-Qaeda, traen una importante experiencia y los suficientes recursos
para enfrentar y llegado el caso derrotar a un ejército pequeño como el togolés. Estos
grupos llegan al país también en procura de ocupar áreas forestales y de bateo de oro.
 
Vecindario en problemas.

Al igual que el norte de Togo, Benín y Ghana, están convirtiéndose en objeto de ataques e
incursiones de grupos terroristas provenientes de Burkina Faso.
A pesar de que el gobierno de Benín, no informa en detalle respecto a las incursiones
terroristas de la frontera norte, del país, el presidente Patrice Talon, públicamente ha
ordenado, el pasado miércoles tres de mayo, ha ordenado una investigación profunda, tras
los ataques a la aldea de Kerou, perteneciente al departamento de Atakora, en el norte del
país, donde fueron degollados una docena de aldeanos.

Las víctimas fueron sorprendidas por un grupo de hombres armados, en la noche del pasado
lunes primero, otros aldeanos se encuentran desaparecidos, sin saberse todavía, si han
escapado, fueron secuestrados o asesinados en otros lugares. Al día siguiente, la comuna de
Banikoara, cercana a Kerou, también fue asaltada y allí fueron asesinados otros tres civiles.
Las autoridades justificaron los crímenes, utilizando la excusa que los ataques han sido en
represalia por la ofensiva de las fuerzas de seguridad, “quienes estarían derrotando a los
insurgentes”.
La crisis de seguridad hizo que en febrero último el presidente Talon, viajará a Uagadugú,
la capital burkinesa, para reunirse con el capitán Ibrahim Traoré, presidente y líder del
grupo de oficiales que tomó el poder en octubre pasado.
En el encuentro, Talon, informó a Traoré, acerca de las operaciones que el ejército beninés
estaba realizando en proximidades de la frontera, particularmente en un sector, al norte de
Koualou, una zona rural, montada sobre la línea divisoria de los dos países, utilizada
históricamente por bandas de contrabandistas, narcotraficantes y más recientemente
terroristas. Y desde donde Benin, es atacado por los terroristas. Mediadas con las que el
capitán Traoré, estuvo de acuerdo. Además, en ese encuentro se discutió la posibilidad de
relanzar lo que se conoce cómo la Iniciativa de Accra, de 2017, en la que siete países de
África Occidental (Ghana, Togo, Malí, Burkina Faso, Níger, Benín y Costa de Marfil)
elaborarían una estrategia en común para enfrentar en integrismo armado, iniciativa que se
desactivó tras los cambios políticos operando en algunos de los países parte y la retirada de
las operaciones militares franceses, instaladas en algunos de esos países.

Cómo observamos pasmados cómo primero en Mali y más tarde Burkina Faso, ahora es
una realidad que Togo, y posiblemente Ghana y Benin, se estén precipitando a ese infierno
tan temido.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en
África, Medio Oriente y Asia Central.


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