Cornado Mina Non •  Opinión •  31/12/2021

Mina de Touro: las historias ñoñas de Óscar Cifuentes y la Dona Dana

Es todo un síntoma que Óscar Cifuentes Cordero, pluma en mano y desconocimiento en maleta, se ponga a recordar los tiempos en los que Touro vivió su propio Far West, justo en el día en el que el afamado plató-discoteca ha decidido suspender la gala de fin de año de 2021 por la brutal incidencia de una ola de la Covid-19, la sexta, que ya bate records en Galicia, superando los 40.000 contagios y las 300 personas hospitalizadas.

Mina de Touro: las historias ñoñas de Óscar Cifuentes y la Dona Dana

Y es que ahora que el emplumado técnico de Cobre San Rafael afirma que la «catedral de las discotecas» -y también de la charanga- ha vuelto a renacer -aunque tenga sus puertas cerradas a cal y canto- conviene no olvidar que los mayores desmanes ambientales jamás sucedidos en Touro -y posiblemente en la historia moderna de Galicia- son fruto de aquella fiebre metálica cortesía de Riotinto Patiño que de 1973 a 1988 convirtió todos los ríos y arroyos de la comarca en un vertedero sin remedio ni futuro.

La realidad es que mientras Óscar Cifuentes lanzaba flores al escote de la cantante Marta Sánchez (¿se puede ser más ñoño?) cursos fluviales como el Portapego, el Brandelos, el Ameneiro-Lamas y muchos otros se sonrojaban de vergüenza y contaminación con la connivencia de quienes tendrían que haber velado por el interés general y la salud de la población y no lo hicieron. Corría el año 1981, cuando «con tan sólo 22 tacos y en pleno boom de las salas de fiestas»- como cuentan las hemerotecas- el todavía alcalde de Touro Ignacio Codesido se animó a montar con tres amigos la Dona Dana.

Cifuentes se dejaba las suelas en la pista meneando cervezas y Codesido hacía caja noche sí y noche también a costa del respetable al tiempo que la mina de la vergüenza engrasaba del mecanismo de la ceguera. Ignacio Codesido Barreiro, el mismo alcalde que no muchos años después permitió la recalificación de terrenos mineros contaminados para la construcción de, entre otras menudencias, una guardería y una residencia de tercera edad.

Un legado que abochorna de uno y otro lado y que consternaría a cualquiera. En el de Óscar Cifuentes, por su completa ignorancia a la hora de defender lo indefendible, un mal llamado desarrollo que convirtió a toda una comarca en zona de desecho y en el del inefable regidor por apesebrarse en un cargo público que hoy en día parece considerar como una suerte de propiedad particular.

Casi tres décadas después produce estupor comprobar en lo que el alcalde de Touro se ha convertido, con la mascarilla a modo de corbata en tiempos de coronavirus insultando a la oposición e incapaz de reconocer lo que tarde o temprano harán los tribunales: que la pasividad administrativa y la actuación interesada en aras del negocio no es una cuestión de «cojones» y ha de tener consecuencias para sus responsables.


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