Arturo Prado Lima •  Opinión •  28/12/2019

Juventudes del mundo, ¡indignaos y unios!

Juventudes del mundo, ¡indignaos y unios!

En 2010, el excomandante de la Resistencia Francesa Stephane Hessel escribió un pequeño libro que tituló como ¡Indignaos!, en el que llamaba a la juventud a revelarse contra las formas de esclavitud moderna, sobre todo en la defensa de las conquistas obreras: las pensiones, un salario digno, los servicios sociales, la educación, la salud, la cultura, el trabajo; es decir, todo lo que corresponde al ser humano por el simple hecho de serlo y que están consignados en la Declaración Universal de los Derecho Humanos, que él mismo ayudó a redactar después de la Segunda Guerra Mundial.

Los primeros frutos reales se vieron en 2015, cuando cientos de miles de jóvenes en España se movilizaron contra los gobiernos que “No los representaban”. El 15-M se conoció en todo el mundo y significó el fin del bipartidismo en la península. El 27 de febrero de 2013 falleció Stephane Hessel, a la edad de 95 años. No pudo apreciar el fruto de sus escritos, aunque lo intuyó: más de 5 millones de copias de su ¡Indignaos! se habían vendido en todo el mundo antes de su fallecimiento. EL 15-M, inspirado en el pensador francés, fue imitado por muchos países en el mundo y es referencia obligada a la hora de analizar los movimientos sociales aquí y en cualquier lugar del planeta.

Ya en 2011, en un pueblo olvidado de Túnez, un joven informático que sobrevivía de explotar un pequeño puesto de frutas, Mohamed Bouazizi, se prendió fuego cuando la policía le quitó su puesto de trabajo porque no tenía permiso. Es uno de los hechos más importantes de las últimas décadas en el mundo árabe. Los tunecinos, guiados por su juventud, se echaron a las calles en lo que se conoció como la Revolución de los Jazmines, y terminó con la huida del dictador Ben Ali.

Ya desde mucho antes la juventud había dado muestras de descontento con lo que estaba pasando en el mundo. En 1991, un grupo de estudiantes se inventó la “Séptima Papeleta”. Eran las elecciones parlamentarias y su movimiento logró que el gobierno de César Gaviria en Colombia, aceptase una papeleta en la que el pueblo colombiano pedía a gritos una Asamblea Nacional Constituyente que redactara una nueva Carta Magna y la cambiara por la ya envejecida y desajustada Constitución de 1886. Y así se hizo.

Desde la década de los 80s, cuando empezaron a aplicarse las políticas neoliberales en el mundo, y al dinamismo que supuso la globalización de los mercados, las privatizaciones de las empresas del Estado y la reducción del mismo a su mínima expresión, las juventudes empezaron a ver cómo su mundo, su futuro, sus proyectos de vida se quedaban al margen de sus sueños y empezaron a protestar. Pero el capital financiero y político del mundo no estaba dispuesto a dejar sus privilegios y arremetió con todas sus fuerzas.

Asistimos a un largo periodo de dictaduras militares en el mundo entero y América Latina no fue la excepción. Al menos 3 generaciones de jóvenes fueron asesinadas en los países del centro y sur de América.  En Chile, tras un sangriento golpe de Estado en 1973, la juventud fue conminada a desaparecer bajo el silencio impuesto por los fusiles. La Constitución redactada por los fascistas chilenos rige hasta nuestros días, y su derogación es una de las exigencias de uno de los movimientos sostenidos y más originales en el país austral: 2 meses de paro indefinido.

Como siempre, fue la juventud quien prendió la mecha. El pretexto fue el alza en los pasajes del metro. Pero desde mucho tiempo atrás, la juventud universitaria había tomado como suya la lucha por la derogación de las leyes pinochetistas: en Chile todo es privado. Hace 4 años, los jóvenes se instalaron un día entero, frente a La Moneda, el palacio presidencial, y sostuvieron un beso largo e histórico para reclamar una educación pública gratuita y de calidad.

Este mismo año, el ex presidente y senador de Colombia Álvaro Uribe Vélez, y su partido de gobierno, el Frente Democrático, propuso en el congreso que los salarios de los jóvenes se redujeran un 25% del salario mínimo (280 dólares mensuales), creando un clima de zozobra que hoy acompaña a un paro, (va a cumplir un mes), con el pueblo movilizado en las calles donde la juventud es la vanguardia.

Podemos seguir nombrado muchos ejemplos como los Chalecos Amarillos en Francia, los estudiantes de Hong Kong y las juventudes anti sistema en los propios Estados Unidos. Lo cierto es que no es fácil enfrentar a un viejo sistema que se niega a aceptar la realidad: que el mundo ha cambiado. La respuesta ha sido la criminalización de las protestas sociales que reclaman sus derechos en las calles, calificándolas de vándalas y utilizando la represión con la fuerza de las armas.

Con el apoyo de los medios masivos de comunicación, cuyos dueños son actores activos de los conflictos sociales, y el sustento ideológico de intelectuales y mendigos del sistema delincuencial capitalista, las luchas se prevén largas y sangrientas. El escritor peruano Mario Vargas Llosa, ha lanzado un pedido especial al presidente de Chile, Sebastián Piñera, y con él a todos los represores del mundo, para que no cedan un ápice ante las gigantescas protestas en todo el planeta.

La Cuarta Revolución Industrial ha llegado para quedarse. La robotización del trabajo, la digitalización de las operaciones bancarias, la puesta en marcha del internet de las cosas, la realidad aumentada, la inteligencia artificial, las monedas virtuales, son fenómenos que no solo asustan a buena parte de la sociedad, sino que crea un gran interrogante para el futuro de las generaciones de hoy. Esas conquistas que tanto defendía Stephane Hessel, el derecho al trabajo, a los servicios sociales, a unas pensiones dignas, al transporte y a la viabilidad de sus proyectos vitales, se están esfumando y hoy asistimos a un atrincheramiento de las clases dominantes para seguir disfrutando de sus privilegios. Frente a estos retos, no hay otra alternativa de seguir los Consejos de Marx a los obreros: ¡Unios!, y el Hessel, ¡ndignaos!

Nuestras juventudes necesitan un nuevo espacio en dónde practicar y sentirse ellos mismos. Ellos buscan hoy su lugar para poder expresar sus sentimientos religiosos, sus tendencias sexuales, sus preferencias laborales y la búsqueda de su realización como ser y sujeto social. La negación de esos derechos tiene hoy al mundo incendiado. A lo largo y ancho de América Latina, el mundo árabe, el mediano y lejano oriente, el continente africano y europeo, se siente el disgusto de la juventud. Las viejas castas se niegan a aceptar los cambios necesarios para dejarles como herencia a las nuevas generaciones un mundo mejor.

Sin embargo, la persistencia, la tenacidad de las luchas en todo el planeta van abriendo huecos en esas clases dirigentes que se niegan a ceder el protagonismo a las juventudes. Sebastián Piñera, presidente de Chile, tras las masivas protestas, se vio obligado a convocar una Asamblea Nacional Constituyente en Chile. Álvaro Uribe ha retirado el proyecto de ley para bajar el salario a los jóvenes y, algo nuevo: David Sassoli, el nuevo presidente del Parlamento Europeo ha sorprendido en su primer discurso como tal: “Os pido que sigáis haciendo sentir vuestra voz en las plazas, y manifestándoos por vuestros derechos”, ha dicho. Pequeños brotes verdes. Pequeños brotes verdes en tiempos convulsos.

La juventud de hoy reclama generosidad. Los negacioncitas de los derechos humanos, del cambio climático, de los genocidios, de las masacres laborales y sociales no pueden seguir dándole la espalda a la realidad concreta que enfrenta este segmento social. Habrá en el futuro más Mohamed Bouazizi, más 15-M, más estudiantes que asuman no solo los problemas universitarios sino también los de los ciudadanos y, seguramente, abran nuevos Stephan Hessel escribiendo y abriendo caminos por donde nuestra nueva juventud se mueva para construir su mundo, el de sus sueños.

Todas las sociedades tienen el deber de acompañar estas luchas, pues la falta de derechos también atañe a ellas. Si perdemos las luchas iniciadas hoy, serios nubarrones se vislumbran hacia el futuro. Una nueva época oscurantista se aproxima. Para evitarlo, hay que aunar esfuerzos y arrancarle a esta anquilosada dirigencia mundial una solución a la falta de libertades y los derechos inalienables a todo ser humano.


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