Paco Campos •  Opinión •  24/08/2016

El ciudadano ilustrado

Qué tiene a su favor el hombre centroeuropeo. La cultura, y más concretamente la historia contada por él mismo… y qué más, pues la modernidad, o el paso de la teología a la razón científica y al racionalismo filosófico, esto es, a la Ilustración. Con Aristóteles, Galileo y Kant vamos sobrados. Pero este patrimonio hace tiempo que necesita una interpretación y ésta viene de la mano de Darwin y Dewey a mediados y finales del XIX. La interpretación no es otra que la crítica a la modernidad, y con ella a la maquinaria del sistema de producción capitalista, o mejor, a la democracia emanada desde los Estados, el establishment protegido por las leyes, constituciones y principios, como el de los Derechos Humanos que ha superado a los de los libros sagrados.

Hasta tal punto es así, lo dicho antes, que se ha querido definir una forma de vivir como sociedad del bienestar. Hasta tal punto se ha llegado a un status determinado por la política democrática, consistente en una práctica acrítica bien pensada –con lo que se pretende un único juego de lenguaje por el cual acordar lo correcto- que hemos olvidado, al menos en nuestras prácticas comunicativas y conversacionales, que existe la diferencia, y que nada hay contextualizable que pueda escapar a ella -> no hay una descripción que agote la totalidad de lo que un nombre representa (Lyotard Le Différend, 1983); o de otra manera: hay tantos juegos de lenguaje posibles como secuencias empíricas intersubjetivas haya o pueda haber. Es más, es imposible catalogar, seccionar, en juegos estandarizables aquello que aún depende de los cambios etnocéntricos.

Visto así, nos resta adentrarnos en la filosofía del segundo Wittgenstein, porque es en ella, en sus parágrafos, donde reside la clave del progreso –aquello que el hombre ilustrado siempre anheló y que tan manido ha quedado entre nosotros, europeos comunitarios y americanos del norte, nosotros que aún seguimos dando recetas a los extranjeros, cuando no armas para que se curtan y no molesten. El hombre ilustrado de hoy carece de pensamiento, de una filosofía práctica, a diferencia del dieciochesco que no pudo vivir sin ella. Se ha logrado, con el tiempo, un sistema estable, pero hemos perdido –también con el tiempo- la posibilidad de un sistema abierto: Kant vs Darwin.


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