Omar Rafael García Lazo •  Opinión •  18/09/2017

Colombia: ¿Un nuevo capítulo de su historia?

Por primera vez en más de cincuenta años de guerra las FARC-EP y sus simpatizantes tomaron la Plaza Bolívar de Bogotá el pasado 1ro de septiembre.Fue un momento de extrema e inquietante emoción. Nadie en Colombia pudo estar al margen de tan desconcertante acontecimiento, fruto de los Acuerdos de Paz de La Habana. Rodrigo Londoño, apodado Timoleón Jiménez o Timochenko, le habló una vez más al país, pero sobre todo al futuro país. No vaciló el jefe guerrillero a la hora de pedir perdón. Ya lo han hecho varias veces durante estos cinco años: “queremos una Colombia sin odios, venimos a profesar la paz y el amor fraternal de compatriotas».

Por primera vez en más de cincuenta años de guerra las FARC-EP y sus simpatizantes tomaron la Plaza Bolívar de Bogotá el pasado 1ro de septiembre. Lo hicieron sin armas, a golpe de empeño, palabras y cantos. Y lo hicieron para anunciar al mundo el nacimiento de una nueva organización: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Fue un momento de extrema e inquietante emoción. Nadie en Colombia pudo estar al margen de tan desconcertante acontecimiento, fruto de los Acuerdos de Paz de La Habana. La alegría que emergía evidenció que es posible y tal vez cercana la reconciliación a la que aspiran los ex guerrilleros y todo un país profundo igualmente silenciado y castigado por la guerra y la represión.

La Plaza se vistió de gala. Había concierto para celebrar el cierre del Congreso Constitutivo que parió la nueva organización, que no solo hereda el legado fundacional, sino que se apresta a sumar anhelos y esfuerzos para construir un país mejor. Hasta allí fueron decenas de miles de jóvenes seguidores de las ideas que defiende la ahora FARC. Pero también estaban los curiosos, los que quieren ser testigos de algo histórico, los que buscan incesantemente una salida, una alternativa. Allí también había pueblo.

A la invitación respondieron músicos de distintos formatos, géneros e idiomas, y todos le cantaron a la paz…y a la justicia. Y la alegría, hecha canción y baile, hizo renacer esperanzas, en un país cansado de tanta violencia.

“Ni una gota más de sangre”

Pasadas las siete de la noche, después de horas de bailes bajo un atípico sol, llegó al estrado el jefe guerrillero que condujo, junto a Iván Márquez, a la más longeva y grande guerrilla de Latinoamérica a la paz, tras un proceso negociador que duró casi un lustro.

Rodrigo Londoño, apodado Timoleón Jiménez o Timochenko, le habló una vez más al país, pero sobre todo al futuro país. Era la primera vez que un Comandante de las FARC-EP lo hacía desde la Plaza Bolívar. En vano fueron los esfuerzos de algunos medios de comunicación por ocultar el instante. Puede que sea falso el optimismo que inspira tamaño simbolismo, ver a una guerrilla que no fue derrotada “tomar” la plaza capital. Pero ese sentimiento se oxigena cuando se advierte la histeria de los enclaustrados en una lógica de guerra y confrontación, lo que confirma, cual caninos tras Rocinante, las cabalgatas ajenas.

Lo cierto es que estaba allí, o mejor, estaban allí, casi todos los del Secretariado de la guerrilla, observando, viviendo cada segundo. Tal vez alguno debió pensar en Marulanda, Jacobo Arenas o en Alfonso Cano, tal vez. No se puede arriesgar la vida si no se cree en lo que se hace. Pero más allá de la figura, lo importante era el pueblo que atento esperaba la nueva propuesta. Habló entonces Timochenko. Llegó y en su mano traía un ramo de rosas rojas asido al texto de los Acuerdos. Se le notó tenso. Ya no es el monte ni la sosegada Cuba. Es el furor de la contienda que está por comenzar. Está frente a la esperanza de miles de jóvenes que estremecen una plaza y de otros tantos que en antiguos campamentos y zonas veredales lo escuchan en medio de la zozobra diaria y el incumplimiento estatal. Y a esa juventud le entregó el texto de los Acuerdos, como quien entrega más que un legado, un compromiso y una apuesta. Recordó Timochenko la dicotomía plasmada por el liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien habló de dos países, el político y el nacional. Aquel de élites, el otro, sojuzgado por las élites. Y llamó a poner fin a esa insistente realidad.

Dijo el Comandante que el nuevo Partido aspira a ayudar a construir “un país en el que la tolerancia y el respeto por la diferencia sean la norma” y subrayó que “no queremos una sola gota más de sangre por razones políticas. Que ninguna madre vuelva a derramar lágrimas por su hijo o hija violentados”. No vaciló el jefe guerrillero a la hora de pedir perdón. Ya lo han hecho varias veces durante estos cinco años: “queremos una Colombia sin odios, venimos a profesar la paz y el amor fraternal de compatriotas», sentenció. Llamados como estos no significan una renuncia a las metas de antaño, sino la convicción de que el camino político-electoral parece ser hoy el más factible para lograrlas, más cuando la Colombia actual exige a gritos un giro contrario al neoliberalismo, destino que las élites trasnacionalizadas le han marcado a la nación.

Tras un congreso cargado de sorpresas, y cerrado con un concierto insólito, la Colombia que amaneció en septiembre parece ser la misma. Sin embargo, las cosas podrían ser distintas, pues en la atmósfera tal vez no se distinga el calor de las profundidades. Probablemente más temprano que tarde estemos confirmando que el período que transitó desde la firma del Acuerdo de Paz, hasta este Congreso, fue el preámbulo de un nuevo capítulo que está por escribirse en la historia colombiana.

*Omar Rafael García Lazo es  periodista cubano. Analista politico internacional.

Fuente: Almayadeen


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