Jim Newell •  Opinión •  15/11/2016

Por qué ganó Trump. Dossier I

El Partido Demócrata del Establishment está acabado. Qué broma

Jim Newell

Los demócratas están actualmente más de cerca de no controlar nada por encima del ámbito municipal. Donald Trump será presidente. Vamos a seguir desembalando esta noche por el resto de nuestras vidas, y las vidas más allá de estas. No podemos comprender ni un 1% de lo que ha sucedido. Pero hay uno de los aspectos de ello, menor en la superficie general, que yo estoy seguro de que podemos comprenderlo suficientemente bien ahora: el partido demócrata del establishment se ha convertido en una caricatura de sí mismo y está acabado.

Pienso en los legisladores, los asesores, los trabajadores y – sí – los medios de centro izquierda y cómo todas las cosas que se dijeron durante los últimos años previendo esta noche eran tonterías.

¿La votación a mitad de legislatura perdida? Eso fue solo un ciclo malo, estructuralmente hablando; las estadísticas demográficas presidenciales se prepararían para ello. El partido del establishment cometió un lamentable error congregándose en torno a Hillary Clinton. No fue solamente una ausencia de juicio político reciente. Era una mala candidata, sin un mensaje más allá de protestas contra la línea del adversario. Era una casi imposible combinación de las políticas de 2016 y la energía del partido demócrata como se ha constituido en este momento. Ella no podía escapar a su pasado y debía al mismo tiempo hacer esos fallos suyos.

Teóricamente la gente inteligente en el partido demócrata debería haber sabido esto. Y aun así ellos trabajaron frívolamente para despejarle el camino. Cada joven demócrata hambriento de poder y recién salido de la escuela de derecho, cada legislador prometedor, cada viejo amigo de los Clinton querían un pedazo de acción. Esto fue lo que les permitió subir en la cadena de mando. El edificio completo estaba vacío, construido sobre el mismo inmerecido sentido de la inevitabilidad que rodeó a Clinton en 2008 y que colapsó; justo colapsó como en 2008, sólo que un poco más tarde en el calendario. Los votantes del partido recibieron gato por liebre por parte de aquellos que lo controlaban, quienes prometieron que tenían todo solucionado y descartaban en tono burlón a cualquiera que sugiriera otra cosa. Ellos prometieron que Hillary Clinton seguía de cerca en la carrera por el colegio electoral. Esta gente no sabía de lo que estaban hablando y muchos en los medios de comunicación pensábamos que sí lo sabían.

Deberíamos echarle la culpa a toda esa gente alrededor de los Clinton más que a los Clinton mismos, que merecen por sí mismos una cantidad ridícula de culpa. Hilary Clinton fue solo una persona ambiciosa que quiso ser presidenta. Hay muchas personas como ella. Pero ella podía permitírselo. El establishment demócrata es un club que no da la bienvenida a los “outsiders”, porque estos no miran en primer lugar por el bien del club. Los Clinton se irán ahora. Por el bien del país, dejémosles llevarse a los parásitos con ellos.

¿Cuál fue la línea? ¿Hillary Clinton lo haría bien en la elección general porque ella había sido “aprobada” durante alrededor de veinte años y no había nuevos republicanos que pudieran intentarlo? Solo escribiéndolo, reconozco que es la línea más graciosa que he visto nunca e incluso que fue exactamente el mismo argumento que Clint utilizó en dos campañas separadas para el nombramiento demócrata.

¿La táctica fundada de los expertos, los brillantes publicistas, el más alto talento hollywoodiense y la mejor operación analítica jamás reunidos? Esto fue todo una broma. El mejor equipo de analistas en el mundo, aparentemente, no fue capaz de encontrar en sus números que era bueno hacer una parada única en Wisconsin siguiendo la convención en una campaña contra un republicano cuyo apoyo de base se encuentra en el Rust Belt (el cinturón industrial). De ninguna manera una visita extra podría haber cambiado el resultado.

Pensar cómo de equivocados estuvieron los medios de comunicación nacionales en sus opiniones – y sí, yo contribuí en mi justa medida – sobre cómo los republicanos estaban divididos y hechos trizas como partido. Yo preparé una pieza el martes por la tarde para ser publicada en el día de la esperada victoria de Clinton, yendo a contracorriente de mí mismo y de otros miembros de los medios, argumentando que tanto demócratas como republicanos se encontraban en problemas existenciales y que, en el contexto de corto plazo de descomposición del sistema política, los republicanos podían incluso tener ventaja: los demócratas podían ganar la presidencia mucho de este tiempo pero nunca tener una mayoría de gobiernos de los estados o de la Cámara de representantes; mientras los republicanos podían siempre ganar la mayoría de gobiernos de los estados y de la Cámara de representantes, y ocasionalmente – probablemente en 2020, pensaba – la Casa Blanca. Esto fue un error. Los republicanos no tienen una ligera ventaja sobre los demócratas en un sistema político en descomposición. Los republicanos están en ascenso. Trump les ha dado una misión. Ahora el país es suyo.

Quienquiera que sea el que se haga cargo de la izquierda del partido demócrata tendrá que encontrar un modo de apelar a un sector muy amplio y transversal del país. Puede ser todavía verdad que en el largo plazo los republicanos no pueden ganar con esos datos demográficos, pero nosotros ya descubrimos que el largo plazo está todavía bastante lejos. Los demócratas deben ganar más votantes blancos. Ellos deben hacerlo de tal modo que no erosionen las bases anti racistas o anti sexistas de un partido moderno como el partido demócrata, las cuales no son negociables. Si solo hubiera un modelo para ello…

Traducción para www.sinpermiso.info: Rodrigo Amírola González

http://www.slate.com/articles/news_and_politics/politics/2016/11/the_dem…

 

La rebelión del «Rust Belt»

Harold Meyerson

No fue James Comey [director del FBI] quien acabó con ella. Y desde luego no fue Jill Stein [candidata del Partido Verde] o Gary Johnson [candidato del Partido libertario]. Fue su marido.

No, no a causa de los negocios personales de Bill Clinton o de su conducta sexual. A causa de su política económica, que era la política económica del “establishment”.

NAFTA [TLCAN – Tratado de Libre Comercio de América del Norte]. Relaciones Comerciales Normales Permanentes con China. Firmar una legislación financiera que omitía de manera determinante cualquier regulación de los derivados.

Anoche, el “Rust Belt” [“Cinturón de herrumbre”, el cinturón industrial en decadencia del Medio Oeste norteamericano] —a cuya acumulación de herrumbre contribuyó Bill Clinton de manera señalada firmando acuerdos que deslocalizaban millones de empleos con sueldos decentes – se rebeló. Anoche, desde Pensilvania, en el Este, a Iowa en el Oeste, un estado antes sólidamente demócrata tras otro vio cómo su clase trabajadora blanca, sus votantes rurales y de ciudades pequeñas, ejecutaban su venganza contra un “establishment” que había dejado buena parte de su economía en ruinas. En muchas de esas pequeñas ciudades, dejó toda su economía en ruinas (que el presidente Obama persistiera en su campaña a favor del Trans-Pacific Partnership, el Acuerdo Comercial Trans-Pacífico —una medida que puede acabar dejando en nada buena parte de su legado — a buen seguro no le sirvió de ayuda a Hillary tampoco).

El voto de anoche fue el voto de la gente que se siente relegada y desplazada. El voto de la gente aterrada por la reducción de la mayoría blanca y la dominación de los varones  blancos, muchos de los cuales se regocijaron con los ataques de Trump a los inmigrantes, las minorías y las mujeres. Ironías de la vida, precisamente porque el “Rust Belt” se herrumbraba y tenía pocos empleos buenos que ofrecer, estos eran estados a los que de hecho se mudaban pocos inmigrantes, y del que muchos votantes de las minorías habían huido. Detroit, ciudad antaño de dos millones de habitantes, es hoy una urbe de aproximadamente 675.000 personas, y cientos de miles de quienes se marcharon eran afroamericanos, que se mudaron a ciudades más prósperas como Atlanta. 

Pero si los cambios demográficos que convirtieron el Medio Oeste post-industrial en una region desproporcionadamente blanca perjudicaron anoche a los demócratas, la creciente diversidad del Sunbelt [la “Franja del sol”, el Sur y Sudoeste de los EE.UU.] todavía estaba por lograr la masa crítica que podría convertir Florida, Carolina del Norte y Arizona en demócratas. Lo que confundió anoche a los demócratas fue que la clase trabajadora blanca del “Rust Belt” superó en número a los nuevos demócratas del Sur —los “millennials” [jóvenes nacidos a final de siglo] del Triángulo de Investigación [“Research Triangle”, la próspera región del estado de Carolina del Norte en la que se localizan las ciudades de Raleigh, Durham, y Chapell Hill y sus universidades de North Carolina State, Duke y North Carolina], los antiguos portorriqueños de Orlando—en las urnas.

Hay otro factor crucial en la rebelión del “Rust Belt”: la desindicalización. Los sondeos a pie de urna desde la época de la presidencia de Nixon han mostrado que los afiliados blancos de sindicatos de clase han votado demócrata en una proporción aproximadamente de un 20% más que los no sindicados. En muchos de estos estados en las dos décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, cerca de la mitad de los hombres de clase trabajadora blanca eestaban afiliados a los sindicatos. Pero la desindustrialización, la deslocalización de empleos, el cierre de fábricas y cuatro décadas de oposición casi fanática a los sindicatos por parte de políticos republicanos y la mayoría de los patronos norteamericanos causaron estragos en los sindicatos del “Rust Belt”. Hoy en día, la tasa de sindicación entre los trabajadores del sector privado está por debajo del 7 %., y no es mucho más elevada en los estados del “Rust Belt”. Eso explica en que medida esos antiguos bastiones de Michigan y Wisconsin podrían, a instancias de sus gobernadores republicanos, adoptar leyes antisindicales de “derecho a trabajar” que antes habían estado limitadas al Sur. Eso explica también en buena medida por qué Donald Trump se llevó anoche esos estados. Y con Donald Trump hoy preparado para nombre al juez que rompa el empate del Tribunal Supremo, lo probable es que el Supremo le propine un puñetazo a lo que queda de los sindicatos de Norteamérica mediante decisiones que debiliten a los sindicatos del sector público que hasta ahora han podido representar a la mayoría en sus respectivos sectores.

Qué más puede hacer un Tribunal “trumpeado”, sólo Dios lo sabe. Los derechos relativos al voto, los derechos reproductivos, de los inmigrantes, los derechos humanos van a acabar todos, en cierta medida, en la tabla de picar. En lugar de que la derecha se preocupe por la Segunda Enmienda [de La Constitución norteamericana, que permite portar armas], tenemos que preocuparnos todos nosotros de la Primera [que protege las libertades esenciales].

La otra cuestión que reclama nuestra inmediata preocupación es la economía. Los mercados comienzan a desplomarse mientras escribo esto, y quién sabe qué desbarajuste a largo plazo puede infligirle una presidencia como la de Trump a una economía global cada vez más tambaleante. Aunque Trump traiga de vuelta algunas industrias, las fábricas modernas están automatizadas más allá de un punto en el que no dan empleo más que a una pequeña fracción de la mano de obra que antaño necesitaban. Aunque Trump convenza al Congreso para que impulse el gasto en infraestructura, la construcción es un sector que, de modo semejante, precisa de menos trabajadores para construir o llevar a cabo reparaciones en lo que antes requería un número bastante mayor  (hace unos pocos años, un constructor de California me contó que hoy se necesitan cuatro electricistas para la instalación correspondiente a un colegio nuevo; cuando él empezó a trabajar como electricista hace 25 años, hacían falta 20). No se puede descartar la posibilidad de una recesión de envergadura, que podría empezar en Europa o China y extenderse rápidamente hasta nosotros.

Al votar en favor del Brexit este verano, un número suficiente de británicos rechazó el país globalizado, financiarizado, racialmente más plural y económicamente más desigual que Tony Blair, el primer ministro de la Tercera Vía, había contribuido a crear. Al votar anoche por Donald Trump, una cifra suficiente de norteamericanos rechazó el país globalizado, financiarizado, racialmente más plural y económicamente más desigual que Bill Clinton había contribuido a crear. Hillary, tu problema empezó en casa. Y ahora es nuestro problema.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

The American Prospect, 9 de noviembre de 2016

es uno de los editores de Slate

es columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de Democratic Socialists of America y, según propia confesión, «uno de los dos socialistas que te puedes encontrar caminando por la capital de la nación» (el otro es Bernie Sanders, combativo y legendario senador por el estado de Vermont).

 


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