José Enrique Centén Martín •  Opinión •  13/11/2021

Historia y evolución del absolutismo

Se inició cuando se creó el 26 de septiembre de 1815 la Santa Alianza, entre los poderes absolutistas de Rusia, Austria, Gran Bretaña, por un statu quo absolutista, monárquico y religioso. Se devolvió al Papa el poder temporal sobre los Estados Pontificios, Roma recuperaba todas sus antiguas legaciones italianas y volvía a desempeñar un cierto papel en el concierto europeo. En 1818 se admitió en el pacto a Francia, con reservas por si estaba contagiada del ideario revolucionario, pero el rey Luis XVIII de Borbón, hermano del guillotinado, solo aportaba odio y represión a cualquier atisbo de libertad durante su mandato. Se convocó el Congreso de Verona tras las revoluciones liberales de 1820 sucedidas en Cádiz, Oporto, Nápoles y Turín; así como por las independencias de Grecia e Hispanoamérica. Entre otros asuntos, se tocó el tema de la revolución liberal en España, donde se dio a conocer la solicitud de apoyo que presentó el rey Fernando VII y terminar con ella, siendo la primera acción del absolutismo de países europeos, para restablecer el absolutismo en otros países.

Pero en España, el «Borbón felón» regresó en 1814, después de haber pasado seis años en Francia mantenido con una cuantiosa pensión y una vida de lujos y excesos en «la France», dedicando gran parte de su tiempo a la caza y a clases de baile. Tal era su admiración por su benefactor, el «Sire», que acabó pidiéndole por carta ser su hijo adoptivo el 4 de abril de 1810, recibió la callada por respuesta. Pero  el VII viendo la alianza de Europa y posible derrota Napoleón, regresó a España el 13 de marzo de 1814, vitoreado por las calles de Madrid con el grito de: vivan las «caenas», su primera acción fue deshacer las reformas liberales del gobierno que se habían implementado durante su ausencia, y reestablecer el absolutismo, lo primero, cerrar escuelas y expulsar al profesorado que nombró el gobierno Constitucional, y reestableciendo a los clérigos que se negaron obedecer las disposiciones del gobierno, rehusando, ante todo, explicar la Constitución y la importancia de los valores de la «Pepa», como se les había ordenado (la enseñanza siempre estuvo en sus de la Iglesia desde el medievo). Siguió borboneando lo más habitual en esta estirpe, otra perla absolutista fue el «Tratado de Adams-Onís» por el cual España vendió la Florida a Estados Unidos por 5 millones dólares. Este documento se redactó y firmó en Washington el 22 de febrero de 1819, nunca cobrado oficialmente o, ¿es el precedente del Borbón de Abu Dabi?

Hartos de tanta tropelía borbónica, de nuevo surge la necesidad de acabar con tanto latrocinio y Rafael Riego en Cabezas de San Juan inició una nueva sublevación liberal el 1 de enero de 1820. Ante el poco respaldo que tenía Fernando VII tuvo que jurar la Constitución de 1812 el 10 de marzo de 1820, donde en su Artículo 2º dice: La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia o persona. Jurando con la frase que ha pasado a la historia como paradigma de la hipocresía política, «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional» (muy parecida en los discursos regios por Navidad). El felón nunca dejo de mirar en su propio interés, maniobrando y solicitando al Congreso de Verona, ayuda a la Santa Alianza, aprobándose el 19 de noviembre de 1820, como derecho público la intervención armada en los estados que alteren los gobiernos legítimos, y en nombre de la Santa Alianza Francia invadió España el 7 de abril de 1823 con los 100 mil hijos de San Luis para derrocar la «sanjuanada» de 1820 ejemplo del liberalismo frente al absolutismo.

La revolución española de 1820 habría de ser también el primer desafío para el rumbo moderado de la Iglesia, que Consalvi (secretario del Papa Pio VII), quería imponer en los círculos romanos. La división entre zelanti y politicanti no era propiamente política, y la mayor parte de las veces sólo marcaba diferentes estrategias ante el enemigo común: el liberalismo. Si unos querrían combatirlo sin más, otros preferían «tolerarlo» si la Iglesia sacaba ventajas. Pero la Iglesia apenas se tuvo noticia de las primeras sublevaciones en Andalucía, tanto Consalvi como el nuncio pontificio en España, Giacomo Giustiniani, coincidieron en suscribir que semejante revolución era inmoral porque trataba de doblegar por la fuerza la voluntad absoluta del Rey. Si para el secretario de Estado las leyes divinas y humanas imponían obediencia al soberano, el nuncio hacía votos para que Dios no permitiera el triunfo de los sublevados: «El mismísimo Dios -auguraba monseñor Giustiniani, no querrá permitir jamás que triunfe, en daño de la religión y del augusto príncipe que la protege.

Una vez sofocada la sublevación liberal, el rey devolvió las propiedades desamortizadas durante el Trienio a la Iglesia, sin que fueran indemnizados los que las habían comprado en pública subasta, a pesar de que muchas de las comunidades de religiosos afectadas ya no existían. Pero sobre todo ideológicamente la reacción y represión fue espantosa. Las voces de rey absoluto, inquisición y religión eran consignas en labios vengativos que hicieron de la horca de la plazuela del Humilladero (que sigue existiendo), el símbolo de la nueva etapa. De estos años quedó una memoria colectiva entre la población liberal contra los frailes y contra los voluntarios realistas por sus tropelías. Las venganzas que al cabo de diez años se ejecutaron en algunas ciudades españolas no se explican si no se retiene la importancia de tan humillante vejación sufrida ciudad por ciudad por esas «clases acomodadas» que habían apoyado la revolución. Hechos que se repitieron una y otra vez y con mayor saña tras la victoria sobre la República, tras la sublevación militar del mayor genocida español Francisco Franco, y que aún está ocurriendo en el 2021 camuflado en el Congreso con partidos fascistas, ultraderechistas, o socialdemócrata liberal, manteniendo los privilegios a los de siempre y herederos desde 1823.

La Santa Alianza desapareció, pero el absolutismo no desapareció, solo se disfrazó, tomando el testigo otra nación, que utilizando la resolución del Congreso de Verona, tras las revoluciones liberales de 1820 sobre la independencia de países deseosos de independizarse, esta nación fue los Estados Unidos de América, haciendo suya enseguida aquella resolución, como supuesta ayuda para países que deseaban lograr su independencia y deshacerse del yugo opresor que les sometía, España lo sufrió en Cuba y Filipinas, o para implantar «su» Democracia, esta supuesta ayuda practican con impunidad total en todo el mundo, pero que en realidad no es liberar a un país, sino esquilar sus recursos colocando gobiernos sumisos y títeres a su intereses, Vietnam, Korea y otros recientemente más recientemente Irak, Siria, Túnez, Libia, Yemen… Intentar imponer una forma de civilización a países distintos como excusa a sus intereses. Voltaire lo definió con la frase:

«Piensa por ti mismo y deja que otros disfruten del privilegio de hacerlo también»


Opinión /