José Haro Hernández •  Opinión •  10/06/2021

Inhumanos

Emulando a ese legionario o boina verde que sin duda siempre quiso ser, pero que no fue posible por una inconveniente sucesión de prórrogas(hasta tres)que le distrajeron del deber patriótico del servicio militar por unos tan inoportunos como lucrativos chiringuitos, en los que en esos momentos tocaba servir a España, Santiago Abascal se dirigió a Ceuta, paso firme, espalda recta y mirada al frente, un día de mayo, para ponerse a la cabeza de la resistencia frente al ataque moro sobre territorio nacional por una playa de Ceuta. Pero donde este hombre veía soldados, cual quijote reaccionario, ‘en edad militar’ prestos a ser repelidos con la contundencia necesaria por nuestras fuerzas armadas y de seguridad, el resto del mundo observó a un puñado de niños y jóvenes, harapientos y hambrientos que, manipulados por el sátrapa que los gobierna, se precipitaron hacia tierra española, no para conquistarla, sino para buscar en ella la vida mínimamente digna que en su país se les niega. En lugar de militares y guardias disparando y matando a aguerridos ocupantes, lo que vimos fue a miembros de estos cuerpos salvando vidas frágiles y vulnerables. Y a unos servicios sanitarios y de protección civil auxiliando a los malheridos.

Las diversas crisis(migratoria, humanitaria, diplomática, política) que confluyeron en la playa de El Tarajal permitieron que, desde el pozo más hediondo de la historia, emergieran los más brutales fantasmas del pasado que siempre han acompañado a las ideologías más siniestras, arrastrando la cadena eterna de lo inhumano. Porque inhumano fue, en primer lugar, el déspota feudal que es dueño, en el sentido patrimonial del término, de Marruecos. No tuvo reparo moral alguno en sacar, engañados, a miles de jóvenes y niños de las escuelas para lanzarlos al mar con la intención de utilizar a esos seres humanos como moneda de cambio para chantajear a España en relación a la cuestión saharaui: si el gobierno español no asume las tesis marroquíes en este asunto, el del país norteafricano utilizará la desesperación y miseria de su pueblo, cuya vida ha demostrado importarle un bledo, para presionar en pos de sus objetivos políticos.

Inhumana también la extrema derecha española, que llegó a calificar de invasores a esos niños que eran rescatados de unas aguas que estaban a punto de devorarlos para siempre, confundiendo en su delirio sociópata lo que era un drama humano con la toma de una porción del suelo español por una potencia hostil. Pero no se quedó ahí. Además, insultó y provocó a esa mitad musulmana de la población ceutí que es, y se siente, española.

Inhumana la actitud de algunos funcionarios que, incumpliendo la legalidad española e internacional, devolvieron en caliente a menores hacia Marruecos una vez que habían llegado a la playa. Este comportamiento ilegal e impropio de una democracia ha de esclarecerse, porque entre otras cosas enturbia el comportamiento digno y solidario que sostuvieron en esos momentos difíciles la mayoría de miembros de la policía y el ejército.

Inhumanidad también la que exhibió el PP en todo este drama. Vino a sostener que el culpable de lo ocurrido no fue otro que el ejecutivo de Sánchez por acoger en un hospital riojano a un dirigente del Frente Polisario gravemente enfermo. Situémonos. Un partido político español legitima el chantaje a nuestro país que plantea un dictador extranjero, en la medida que responsabiliza al chantajeado del comportamiento del chantajista, con el agravante de que la excusa para la extorsión no ha sido otra que el inexcusable deber humanitario que todo gobierno tiene, máxime en unas circunstancias que invocan  nuestras obligaciones como(todavía)potencia administradora de un territorio, el Sahara, sobre el cual, hasta ahora, existía una posición de consenso entre las fuerzas políticas españolas basada en las resoluciones de la ONU. La derecha tendrá que aclarar si es que en estos momentos ha abrazado las posiciones de Marruecos sobre la antigua colonia española, lo que quizá explicaría  su comportamiento, consistente en poner el foco de esta crisis en el gobierno de su país, y no en el rey de Marruecos, único responsable de este desastre. Casado ha demostrado carecer de compasión(‘no se debería haber acogido al polisario enfermo’), de patriotismo y de una empatía con la causa saharaui que, por otra parte, la derecha española siempre tuvo.

Vivimos tiempos difíciles, en los que se exhibe una crueldad, al menos en esta parte del mundo, a la que no estamos acostumbrados. Marruecos, reconocida por EEUU su soberanía sobre el Sahara, se salta todos los límites morales con su propia población. Nuestras derechas llaman a la guerra contra unos niños que huyen de la miseria, mientras se olvidan de su compromiso con los saharauis y avalan de facto al tirano de Rabat. Los poderes reaccionarios, considerados en su conjunto, parecen haberse desprendido de lo que siempre les ha parecido un formalismo obligado por las circunstancias: los derechos humanos y el derecho internacional. Contra éstos han levantado la bandera de la subversión, la violencia y la ilegalidad. Habrá que recordarles, con la contundencia que se precise, que el camino de la Humanidad es el de la civilización, no el de la barbarie.

joseharohernandez@gmail.com


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