Jaime Martínez Porro •  Opinión •  09/11/2020

«En Alemania está prohibido el comunismo»

«En Alemania está prohibido el comunismo»

A pesar de la existencia de leyes con fines anticomunistas, no existe una prohibición general contra el comunismo o contra la simbología comunista, como sí que existe una prohibición contra la simbología nazi.

Este 9 de noviembre se recordarán, como sucede cada año, tres hitos de la historia contemporánea de Alemania: la Noche de los Cristales Rotos (Novemberpogrome) de 1938, cuando las SA (Strumabteilung) nazis cometieron ataques masivos contra la población y las propiedades judías en toda Alemania; la caída del Muro de Berlín en 1989, que dio paso a la anexión por parte de la República Federal Alemana de la República Democrática Alemana; y la proclamación de la República de Weimar tras expulsar a los Hohenzollern en la Revolución de Noviembre de 1918.

Este último hito derivó posteriormente en la ruptura definitiva entre la socialdemocracia alemana y el comunismo alemán, ya que la primera boicoteó una revolución que reivindicaba (grosso modo) abolir la propiedad de los medios de producción y cumplir con la realización del socialismo. En este contexto, entre el 30 de diciembre y el 1 de enero de 1919 se funda el Kommunistische Partei Deutschlands (Partido Comunista de Alemania) con figuras como Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, asesinadas pocos días después por los Freikorps, elementos paramilitares ultranacionalistas, por orden del gobierno socialdemócrata de Ebert.

El Partido Comunista de Alemania no perdió en los años 20, en medio de amplias persecuciones, su objetivo revolucionario y, cuando la amenaza nacionalsocialista iba creciendo, llamaron bajo el liderazgo de Ernst Thaelmann a liderar una unidad de la clase trabajadora para frenar la amenaza nazi, tendiendo la mano a la socialdemocracia e incluso a las organizaciones obreras democristianas. Esta férrea oposición significó que, cuando el NSDAP de Hitler llegó al poder, la represión contra el Partido Comunista de Alemania fue despiadada, con asesinatos, deportaciones a campos de concentración y exilio. En 1933 el Partido Comunista de Alemania era ilegalizado.

En 1945 fue de nuevo legalizado y participó en las elecciones de 1949 y 1953. En 1956 es de nuevo ilegalizado en una República Federal Alemana (RFA) ocupada por fuerzas estadounidenses, convertida en baluarte contra el comunismo durante la Guerra Fría y con el macarthismo campando a sus anchas al otro lado del Atlántico. Ese proceso anticomunista llegó también a la RFA que, además de ilegalizar al Partido Comunista de Alemania que había liderado la resistencia contra el nazismo, emprendió 200.000 procesos contra comunistas o izquierdistas y encarceló a 10.000 personas, además de prohibir ejercer su profesión a decenas de miles de personas por motivos ideológicos.

Paralelamente, en 1955, se fundaba la Bundeswehr (el ejército federal), plagado de cuadros medios y altos de la antigua Wehrmacht, el ejército hitleriano. Se había extendido el mito de la Alemania desnazificada, pero solo una había realizado un proceso de desnazificación sistemático: la República Democrática Alemana, que además de eliminar elementos nazis de sus estructuras emprendió un fuerte trabajo de memoria democrática. Los juicios de Núremberg solamente acusaron a 611 personas, pero todos los cuadros medios y muchos altos del Tercer Reich, tanto en el cuerpo funcionarial como en el ejército, encontraron un acomodo en la RFA. Seguramente pudieron desempeñar en los años 50 la persecución anticomunista con mucho gusto.

La prohibición de 1956, junto a la ley de 1972 que decreta que quienes trabajen en el sector público deben ser espiados por los servicios secretos alemanes ante un posible radicalismo, ha extendido la idea de que, en general, el comunismo está prohibido en Alemania. Es cierto que existen leyes con objetivos anticomunistas en Alemania, como la citada ley de 1972, que se ha usado en casos como el de Kerem Schamberger en 2016; también que a la hora de firmar ciertos contratos en el sector público se pide el consentimiento para revisar la posible participación de la persona contratada en la STASI (el ministerio de seguridad de la RDA). Esto es lo que llevó a que en 2017 Andrej Holm (Die Linke) en 2017 a ser destituido como subsecretario de vivienda y como asistente de la universidad (finalmente readmitido con un expediente). ¿Su delito? No haber declarado que había trabajado para la Stasi con 18 años en 1989. Por último, se han destapado en varias ocasiones escándalos de espionaje a cargos públicos y orgánicos de Die Linke por parte del servicio secreto alemán, el más sonado en 2012, cuando se reveló que 27 diputados y diputadas del grupo parlamentario en el Bundestag estaban bajo «observación constitucional».

Sin embargo, a pesar de estas leyes, aplicadas con fines anticomunistas, no existe una prohibición general contra el comunismo o contra la simbología comunista, como sí que existe una prohibición contra la simbología nazi (esvásticas, saludos, frases, etc.).  Es uno de los mitos más extendidos que la derecha de España y de muchos países usa para extender su propaganda anticomunista. Es, en este sentido, muy similar a la idea que extendieron también de que los partidos independentistas están prohibidos en Alemania, cuando el Bayernpartei (Partido de Baviera) es un partido separatista bávaro que se presenta regularmente a las elecciones (sin mucho éxito, dicho sea de paso).

La simbología, los partidos, las asociaciones y la memoria comunista están mucho más presentes en Alemania que en España. En Berlín se encuentran tres memoriales de grandes dimensiones en recuerdo a las tropas soviéticas: el de Tiergarten, el de Schoenholzer Heide y el de Treptower Park, este último con una secuencia de relieves con frases de Stalin. Además, existen monumentos, estatuas y calles a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Franz Mehring o Ernst Thaelmann en numerosas ciudades, fundamentalmente de la antigua RDA; calles y monumentos a miembros de las Brigadas Internacionales o a las propias Brigadas, como en Volkspark Friedrichshain en Berlín; monumentos comunistas y antifascistas como los de Friedhof Friedrichsfelde o Baumschulenweg y, en general, recuerdos de la memoria democrática vinculados al comunismo, incluida la manifestación homenaje Luxemburg-Liebknecht Demo, que se celebra cada enero, en la que se dan cita decenas de organizaciones socialistas y comunistas alemanas e internacionales.

Pero, es más: el mito de la prohibición general de partidos comunistas en Alemania, fundamentado en esa ilegalización del KPD en 1956, es borrado del mapa con solo mirar una papeleta de las elecciones al Bundestag o al Parlamento Europeo: existen el Deutsche Kommunistische Partei (Partido Comunista Alemán), el Marxistisch-Leninistische Partei Deutschlands (Partido Marxista-Leninista de Alemania), así como la Kommunistische Plattform (Plataforma Comunista) dentro de Die Linke, por citar solo unos ejemplos, con presencia en parlamentos locales, regionales y federales (eso sí, quizás bajo espionaje).

En resumen, la afirmación de ilegalización general del comunismo en Alemania no se sustenta. La presencia simbólica y en la memoria del comunismo en Alemania es mayor incluso que en otros países del entorno, a pesar de que existan leyes que se han utilizado con objetivos anticomunistas, como en todo país capitalista, dicho sea de paso. Las leyes heredadas de la RFA son leyes de un estado policial y conservador, construido en la Guerra Fría sobre cimientos poco democráticos. Esto ha dejado una herencia no solo de leyes políticas dudosamente democráticas, sino otras como los parágrafos 218 y 219a del Código Penal que penalizan muchos supuestos del  aborto y la información sobre el mismo (despenalizado con una ley de plazos en 1972 en la RDA), o el hecho de que hasta 1994 no se derogara el parágrafo 175 que penalizaba la homosexualidad (despenalizada en 1968 en la RDA). Es cierto que la presencia política del comunismo en Alemania tiende a ser criminalizada, caricaturizada o difamada en el debate público, pero esto tampoco es un fenómeno único de Alemania.

Por Jaime Martínez (@iacbe), militante de IU Berlín y de Die Linke Steglitz-Zehlendorf.


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