Narciso Isa Conde •  Opinión •  02/01/2019

En el inicio de 2019

Cuando se clausura el viejo año y apunta el nuevo valen los buenos augurios sin perder de vista la realidad.

 En la República Dominicana la herencia del 2018  ha sido dura, pero a la vez promisoria, algo que parece ser una tendencia continental, dado el patrón común de dominación imperial.

Abundan señales contradictorias en el contexto de una crisis de confianza en los poderes públicos y privados, con porcentajes del 86 al 60 por ciento de rechazo al sistema de partidos, congreso, gobierno, policía, corporaciones privadas…

La impunidad se mantuvo rígida a cargo de la dictadura institucionalizada bajo control del Presidente Medina. Los procesos abiertos no han pasado de escena teatrales, puros “mareos”: CEA, Tres Brazos, TUCANOS, ODEBRECHT, DIANDINO, OISOE, OMSA…Pero al mismo tiempo creció el rechazo nacional al sistema de impunidad.

La corrupción siguió repuntando con nuevos escándalos, estimulada por la persistencia de la impunidad; pero ambas recibieron las condenas más extraordinarias de la historia reciente: la Marcha Verde del Millón.

Las altas cortes, que ni son altas ni son cortes, y todo el sistema judicial sencillamente cambiaron de dueño: de manos del ex-presidente Leonel Fernández pasaron a las del presidente Danilo Medina, lo que indica que la dictadura constitucional disfrazada de democracia se reforzó, haciendo caso omiso al rechazo expresado en todo el país.

La voz del pueblo no fue tenida en cuenta por quienes temen soltar amarras, dada sus inminentes riesgos de perder fortunas mal habidas y libertad inmerecida. Pero el repudio a esa forma de gobernar tiende a reventar. Se trata de un fenómeno con mucha presencia internacional.

Nada, o pocas cosas andan bien en nuestra república Dominicana, pero los gastos multimillonarios en publicidad pintan un país de maravillas en el escenario nacional e internacional, que ya muy pocos/as perciben a lo interno; aunque ciertamente la distorsión tiene todavía mucha fuerza en el escenario mundial.

La banalidad, ahora con expresiones ridículas en las redes sociales, reina contra una realidad socialmente trágica, en la que crece la economía mientras más crecen las desigualdades, el caos, el racismo anti-haitiano (neofascismo), la inseguridad, la deuda y el mal vivir.

Lavado, parasitismo, usura, engaño, delincuencia de Estado… lo pudren todo en el Estado y en la cúpula empresarial. Al cerrar el 2018, la trágica explosión del conglomerado de embases plásticos Polyplas -violador de todas las normas de seguridad laboral y sanidad ambiental- mostró la asociación delictiva que corroe las instancias de poder en detrimento de la vida de comunidades laborales y populares. Todo se vale para lucrarse escandalosamente y evadir culpas en los comportamientos criminales del capitalismo postmoderno.

La economía la entrampan cada vez más con una multi-deuda que asciende al 60% de PBI y déficits fiscales anuales que rondan o superan los 100 mil millones de pesos (2,000 millones de dólares). Todo puede pasar, incluso estallar.

Así las cosas, en este país el 2019 no está para trillar tranquilamente hacia el 2020 rutas electorales viciadas, que reproducen y dan continuidad en el poder a quienes en los últimos 60 años han forjado es pantano. Ese es el interés de la asociación delictiva de partidos y empresarios mafiosos que manipulan las instituciones vigentes, pero no del pueblo dominicano.

A escala continental, en no pocos casos donde se impone el patrón del imperio global y la asesoría de sus gánsteres económicos -cuando no sus sicarios y su poderío militar- las tendencias fundamentales son muy parecidas; ahora con el re-impulso a modalidades o corrientes fascistoides.


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