Independizarnos de nosotros mismos
La derecha tricolor (azul PP, naranja C’s y roja PSOE) no va a perder nunca la oportunidad de mineralizar e idiotizar a la mitad de un país y de humillar hasta la desesperanza y el olvido a la otra mitad. El sistema es del gusto de los síes y los noes, de la polarización, de los bandos y las banderas, de los conjuntos disjuntos y sobre todo, de los gradientes, que implican flujo y transferencia,… aunque haya que contribuir con la fuerza. No puede ser de otra forma. Contrucciones y coyunturas tremendamente rentables para una minoría, pero incomprensibles para una mayoría, artificialmente dividida, cuyas fragmentos se acusan mutuamente, y con razón, de todos los adoctrinamientos imaginables.
Vacunación a discreción, por tanto, con calendarios nada improvisados. Historia viva que pierde una aparente condición cíclica porque es historia que se muere, que colapsa, que se asoma al precipicio de Séneca para vislumbrar un final nada apto para los delicados estómagos del Norte. Nada funciona porque no podía hacerlo indefinidamente a costa de nosotros mismos; los post-todo son los estertores de lo aceptado y lo aceptable de otro tiempo, adquirida esa condición desde nuestra más absoluta incomprensión. Se trata de diluir la crítica, la negación, la alteridad; se queman los puentes de madera que acercan lo otro para tender los puentes de guerra que se aprestan a destruirlo; se trata de forzar la extensión agónica y reptante de lo de siempre.
En el laboratorio español se han venido estudiando y probando los límites de lo posible en la política desde hace décadas. En esta, la más reciente, hemos atendido a destacados experimentos,bien encadenados, como la gimnástica negación de la crisis del 2008, las inesperadas políticas de un Zapatero noqueado en alemán, un 15M absolutamente disipativo, en lo político y en lo energético, la cínica reforma constitucional del 135, las previsibles políticas de Rajoy y su re-incorporación del lenguaje del maltrato al argumentario político, dos huelgas generales en el 2012 que (casi) nadie recuerda porque lo del calendario maya se refería a otra cosa,…
También hay que destacar la psicosis bien publicitada de la prima de riesgo más embustera, de la enorme fortuna que tuvimos por aquel rescate que no era un rescate sino un préstamo y que nunca se recuperó, la irrupción de un Podemos, mutante y equidistante desde sus albores, diseñado para guardar los votos del PSOE y congelar definitivamente la movilización popular, así como la de unos simpáticos Ciudadanos neo-fascistas, con una función similar para un Partido Popular, al que siempre se le han desbordado las alcantarillas… Cada vez que Europa, Bruselas, le parece reprochar algo a España sobre alguna cuestión en concreto, no está haciendo más que espetar discretamente a la mafia de turno: «¡disimulad un poco más!, !cabrones!».
El reto conseguido de la secuencia comentada, pero que no termina nunca, ha sido (y es, y será) la de llevar a cabo un expolio y una polarización económica y social propias de una guerra a través de un demofascismo mediáticamente aceptable… sin obtener una respuesta social significativa, contando incluso con la estrecha colaboración de millones de buenos ciudadanos,responsables policías de sí mismos. Se ha tratado, en definitiva, de construir desigualdad a nivel local, sin más; la misma que hemos aceptado tácitamente en el otro extremo del mundo para mantener aquí un patrón de consumo grotesco. Se refuerza la indefensión aprendida, el fatalismo y la disonancia cognitiva, no solo en lo político sino en todos las aspectos de una vida, sistemáticamente desconectados: trabajo, ocio, consumo, educación, relaciones personales… Dicen por ahí, de hecho, que todo da asco…
El tratamiento de la cuestión catalana por parte de un PP esencialmente pirómano debe resultar tremendamente tentador para los Goebbles y los Himmler de la gaviota. La fuerza legal es pornográfica. La tri-coloración de la gran derecha trata de aportar una falsa ilusión de pluralidad y de diálogo, mientras que la impostura pre-violenta del heredero del heredero incentiva el esencialismo españolista al tiempo que petrifica un marco de convivencia que no ha elegido nadie.
¿Hasta donde se puede sublimar una voluntad de cambio (sin entrar a analizar su fundamento, alcance y mecanismos) sin utilizar una violencia letal? Como demuestra la misma experiencia, es más que probable que hasta su mínima expresión. No somos conscientes de la asfixiante megamáquina legalista que se ha construido contra nosotros mientras estábamos pensando en las musarañas, en lugar de en las musas.
Aunque tan apenas enciendo el televisor, puedo imaginar el fantasma de Telemadrid recorriendo los pasillos de TV3 ululando «mi subjetividad es tu objetividad» al tiempo que el amor-dazamiento se cierne sobre las redes sociales (desconéctense durante seis meses de sus RRSS, háganse ese regalo); no soy forofo de ninguna policia pero imagino una humillante soluciónpetainista en este sentido; a falta de cajas de resistencia, la asepsia de las suspensiones de empleo y sueldo huele a desazón y a cuarto cerrado; me cuesta imaginar cualquier intervención en el ámbito de la educación que no desemboque en un duelo a garrotazos goyesco; una vez leí a alguien que tampoco se podía estar movilizado continuamente…
Poco o ningún sentido tiene tratar de construir alternativas a lo existente desde lo mismo, puesto que tales pretensiones siempre se encontrarán con limitaciones sistémicas, expresamente concebidas, que les impidan alcanzar una inercia suficiente como para constituirse por sí mismas. Difícilmente romperá lo institucional con los limites de lo posible (lo legal) en favor de las personas (lo legítimo). Para dejar de depender de algo hay que dejar de depender, antes, de todas y cada una de las partes que componen ese algo y eso no pasa por crear contrapartes idénticas, ni tan siquiera equivalentes, sino por implementar otras formas de organización (cooperativas, horizontales, auto-gestionadas, sostenibles, integrales y equilibradas) en torno a otros objetivos y valores (igualdad, libertad, justicia, seguridad, apoyo mutuo).
Parece como si antes de independizarnos de nada, debiéramos independizarnos de nosotros mismos, de todos los condicionantes de esta individualidad inducida, para encontrarnos de nuevo, de otra forma, como colectivo.