Noralí Aguirre Martí y Antonela Di Candia •  Opinión •  29/07/2019

Argentina. Parlamento de Mujeres Indígenas. Noelia Naporichi: «Somos las que estamos debatiendo contra el machismo, el capitalismo, el Estado y el sistema todo»

Argentina. Parlamento de Mujeres Indígenas. Noelia Naporichi: «Somos las que estamos debatiendo contra el machismo, el capitalismo, el Estado y el sistema todo»

– Noelia Naporichi es una de las jóvenes Qom que participa del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Nacida en el Chaco, a los 14 años se mudó a Rosario, donde conoció a Moira Millán siendo todavía adolescente. Cómo fueron sus primeros pasos en el Movimiento, qué significa ser una joven mujer indígena en una ciudad asediada por el machismo, la droga y el racismo, cómo sortear y generar alternativas al asistencialismo que propone el Estado como única «solución» para las comunidades y cuáles son las perspectivas que se plantean como Movimiento de Mujeres Originarias por el Buen Vivir, son algunos de los temas que atrevesaron la entrevista que realizamos de forma conjunta entre Resumen Latinoamericano y AnRed.

-Noelia, ¿dónde naciste y cómo llegaste a Rosario?

-Nací en Juan José Castelli, Chaco, departamento de General Güemes. He vivido ahí con mi abuela, Agustina Ortiz, y Rubén Pérez, mi abuelo; me vine a Rosario a los 14 años a vivir con mi madre biológica. Fui a la ciudad por una cuestión de estudio y ahí conocí las consecuencias de ser una joven indígena y caminar el territorio del ciudadano y la urbanización en sí.
Con 15 años cumplidos conocí el Movimiento a través de un barrio llamado Barrio Zapato, por una fábrica de zapatos que era la que daba trabajo a la comunidad. En un momento hubo un accidente y se quemó la fábrica; por suerte no pasó nada con las comunidades y las personas que vivían ahí. Después de eso se creó la Villa Zapato: el primer asentamiento de comunidades indígenas en la zona norte de Rosario. Fue denominado Juan José Paso o «Travesía», porque estaba atravesado a un lado por las vías del ferrocarril. Después nos mudamos al barrio actual, donde habían dado viviendas para la gente de la comunidad que vivía en Villa Zapato porque en ese lugar habían pasado muertes, asesinatos de niños; algunos por el tren y algunos por los maquinistas, que hacían cosas así.
Se llevó a las personas de las comunidades a la zona oeste de Rosario, ahora denominado «Barrio Ruillón», que era el nombre de un capataz y dueño de unas quintas, jefe de quintas en Rosario, en donde él sometía a la gente a trabajar. A esas tierras las agarró la gente del Servicio Público de Vivienda y se las dieron a las comunidades en 1994, entonces la gente se trasladó. Una de las compañeras del Movimiento, María Fleitas, vivió por mucho tiempo en ese lugar.

-¿En qué año llegaste a Rosario?

– En el 2006. Yo soy criada por mi abuela, mis abuelos; mi madre fue a buscarme cuando ya era más grande, más que nada por la educación y todo eso, así fue que me vine a la ciudad.

-Del 2006 hasta ahora, ¿cuál es la situación que se vive en las comunidades en Rosario, en la ciudad?

– En la ciudad no hay espacios de contención, donde se escuche a los jóvenes, a las mujeres, eso no existe en el sistema educativo, ni en el sistema de salud. No hay políticas públicas para las comunidades indígenas, y eso es algo que va empeorando. Recién el año pasado empezamos a salir más las mujeres de las comunidades a combatir contra los caciques porque, así como yo, hay otras compañeras que están dentro de las comunidades. Ellas están tratando de resolver esta cuestión de decidir si realmente hace falta un cacique, un «referente».
En la parte de juventud, desde mi caminar dentro de toda esta lucha, no creemos en un cacique o referente. Creemos que las decisiones se toman en comunidad, en consenso, no solamente vale la palabra de la persona mayor, sino que vale la del niño más pequeño y la del más grande, porque tenemos diferentes problemáticas dentro de la comunidad, y hay diferentes formas de resolverlo. La problemática de un niño de 7 a 11 años no es la misma que la de un adolescente de 11 a 18 años, y menos de un joven de 18 años a uno de 25 o 26 años.
Por eso, como joven, creo que nosotros estamos deconstruyendo la identidad de un cacique y de un referente. No es fácil, obviamente, más hoy en día que se vive el genocidio del cuerpo de la mujer y la lucha por el territorio, y las que salen a luchar por esto son las mujeres.

– En ese sentido, ¿qué rol están teniendo las mujeres en las comunidades?

– Un rol muy fuerte, porque somos las que estamos debatiendo contra el machismo, el capitalismo, el Estado y el sistema todo. Una persona tan pequeña luchando contra algo tan grande. Y ahí te vas dando cuenta que también hay otras mujeres que lo quieren hacer, y seguís haciendo lazos, haciendo grupos, empezás a preguntarte si es posible o no, por qué, para qué… Si no funciona, si funcionará. Siempre metiendo una inquietud en el medio de cada una, para que esa persona se dé cuenta de que algo está mal, que algo está pasando.

– ¿Cómo es que te contactaste con el Movimiento?, ¿cómo empezó esto?

– Yo llego al Movimiento a través del barrio. El 13 de julio del 2013 fue el primer encuentro de los referentes mayores con la hermana Moira. Yo había ido a pasear a la casa de una amiga y me encontré con que se estaban juntando con alguien, y no veía ni un joven. A mí me interesaba saber, porque llegó con su vestimenta mapuche, con su forma de pararse, de hablar, de plantarse; yo ví que algo estaba pasando y quería participar.
En las comunidades no se estaban tomando las decisiones con los jóvenes, no había ningún joven. Entonces fui y me metí, así, re de metida (risas). Me quisieron rajar pero me quedé y dije que la quería escuchar. Fue ahí donde empecé a despertar mi ser, que ya lo tengo incluído desde la espiritualidad, por la enseñanza que tengo de mi abuela. Para mí fue muy fuerte que una persona sienta lo mismo que yo pero que nunca podía expresar por vergüenza o miedo, por sentir que capaz me tratasen como una loca, una bruja o lo que fuere.
Las comunidades Qom están muy atravesadas por el cristianismo, el evangelismo, y era muy fuerte para alguien decir: ‘Yo no creo en esto. Yo creo más en el espíritu de la naturaleza, creo más en el viento, en la tierra’. Escuchándola empecé a despertarme y a decir, ‘bueno, me quedo con ella, la voy a seguir aunque no sé a dónde’. Ahí me sumé, con mi poca edad, a lo que fue Marcha de Mujeres Originarias, que recién después pasó a ser Movimiento. Tenía 14 años de edad cuando empecé a militar dentro de las comunidades o territorios, hoy en día tengo 25. Fue muy interesante el recorrido dentro del Movimiento, obviamente fui arrastrando a otras hermanas de la comunidad: la primera vez fuí yo sola, la segunda fuimos tres y ahora somos trece. Es re fuerte, las situaciones no son las mismas, porque todas somos de la misma nación pero todas de distintos territorios.

– Es decir que vos estuviste desde la génesis de todo esto. ¿Nos podés contar un poco más cómo fue ese desarrollo?, ¿qué fue la Marcha y cómo pasa a convertirse en Movimiento?

– Cuando Moira estuvo en ese encuentro, que fue en una posta sanitaria, porque no teníamos centro de salud ni nada, había una hermana que realmente estaba apostando a esto, y a través de ella llegó Moira. Se llamaba Marcha porque la idea era marchar con otras mujeres en todos los territorios y caminar juntas. Moira estaba recorriendo los territorios y viendo a las mujeres de todas las naciones indígenas, trataba de buscarnos a todas para que nos sumemos a esta lucha. Todas quisimos marchar con Moira, y ahí empezamos a sumar a las hermanas de Rosario.
Esa tarde que estuve ahí, volví y empecé a pensar mi vida como joven, porque obviamente no tenía nada pensado en la cabeza, sólo pensaba en ir a la escuela y estudiar. A mí nunca me cerraba lo que me decían los libros, porque mi abuela me decía otra cosa. Ahí empecé a despertar y a investigar; en vez de visitar a mi amiga, me iba a visitar a esta mujer referente, aprendí mucho con ella.
En un momento decidí replantearme qué era una marcha para mí, o a qué le llamábamos “Marcha”, si mis hermanas sabían qué era una marcha. Después empecé a juntarme con Moira y otras compañeras para de ver cómo le explicábamos a las hermanas. Fue realmente grandioso porque no era solamente caminar, sino también empezar a buscar la fuerza, la espiritualidad, la recuperación de los territorios, la recuperación de la identidad de cada una.
Después pasó a ser Movimiento porque ya no todas estábamos marchando, sino que nos estábamos moviendo en diferentes formas, tanto en territorios como en las localidades urbanas. Era como dejar una huella marcada como Movimiento: éramos todas mujeres indígenas de diferentes naciones y con diferentes miradas.

– ¿Qué objetivos tenían cuando arrancaron?, ¿cómo se fué transformando eso?

– Uno de los objetivos era poder juntar a todas y sumarlas, empezar a conversar sobre qué era un territorio, qué era el cuerpo de una mujer, qué era un cuidado de la espiritualidad, un cuidado tanto de los alimentos como cuidar una plantita pequeñita. Después, cuando pasó a ser Movimiento, fue más grande: luchar por el territorio. La recuperación del territorio, la recuperación de la identidad, demandar al Estado, reflotar todo lo que había pasado anteriormente con nuestros pueblos indígenas y empezar a hacer más presencia en las provincias, en las ciudades, en todo el país.

– ¿Y cómo es que surge la idea de empezar con los Parlamentos?

– La idea surge en el momento en que nosotras nos dimos cuenta de que, dentro del Movimiento, necesitábamos poder desarrollarnos cada una en las palabras, en las inquietudes. Empezar a desarrollar nuestros idiomas, empezar a utilizarlos dentro de la charla; vernos como hermanas de diferentes naciones y empezar a resaltar, a tener presente que nosotras tenemos una espiritualidad y unas decisiones que tomar, hacer actividades, estar activas. Ahí surgió lo del Parlamento, para empezar a consensuar entre todas, las 36 naciones y sumar además a las hermanas afroindígenas y afrodescendientes.
Empezar a tratar todo lo que tenga que ver con nosotras mismas, con las personas que conforman la comunidad, a tratar cuestiones que (hoy por suerte lo pudimos proponer y se decidió, y estuvieron todas de acuerdo) que se trabaje y se incorporen las disidencias, las hermanas afroindígenas. Fue algo muy grande eso dentro de este parlamento, el Segundo Parlamento.

– ¿Qué cambios ves entre el primer y el segundo Parlamento?, ¿qué continuidades, qué evoluciones?

– Continuidades, muchas. Se está pensando en la creación de una red o una semana de campamento para jóvenes indígenas dentro del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Qué evolucionó… Fuimos el doble de personas de todas las naciones, incluso vinieron hermanas de otros países, como las de Ecuador, que trajeron su visión desde otros puntos a un lugar donde pocos pueden llegar. Y poder también nosotras compartir con ellas, intercambiar lo que está pasando.

– ¿Y qué está pasando hoy en día?

– Están sacándonos los territorios, nos están desplazando, nos están utilizando como mujeres muchas veces (con las necesidades que tenemos como madres o no-madres), a los jóvenes nos están dejando muy alejados de un proyecto de vida como jóvenes indígena. En este momento tenemos presentes a nuestros ancestros, a nuestros abuelos que están muy solos y los necesitamos al lado nuestro. La idea en este segundo parlamento es trabajar con ellos, incorporarlos. También tener un espacio con nuestros hermanos o personas con discapacidad; y trabajar con los niñes. Osea, tenemos varias cosas anotadas ya, que queremos laburar para un pre-parlamento o un tercer parlamento. La idea es que el próximo seamos el doble o el triple de las que fuimos en este.

– ¿Esa es la proyección que tienen?, ¿que esto vaya creciendo?

– Sí, ya es un objetivo de este segundo parlamento.

– ¿Qué expectativas tienen desde el Parlamento hacia afuera? Por ejemplo, en relación con el Encuentro Nacional de Mujeres: ¿qué esperan?, ¿o qué no esperan?

– Creo que no van a estar de acuerdo con nuestras propuestas, porque siempre somos las que rellenamos un taller o a las que van a ver para ser folclorizadas; somos las que llevamos solamente artesanías para vender, pero no las que tomamos decisiones dentro de un documento. Como Movimiento, y como joven, creo que este Encuentro Nacional de Mujeres va a estar sorprendido con nuestra columna, que va a estar presente, porque obviamente vamos a estar presentes, y vamos a ir millones de hermanas de todas las naciones indígenas a debatir cuestiones que están pasando dentro de nuestras comunidades, como mujeres y disidencias indígenas.

– ¿Qué sentís al día de hoy, terminando este Segundo Parlamento?

– Felicidad, energía, más acompañamiento y mucho amor, que me llevo de todas las hermanas. Siento que va a venir otro parlamento más groso, así que también nos estamos preparando para eso. Siento que es algo más grande, no sé si te puedo explicar… La energía se siente todavía.

– ¿En qué volves pensando a Rosario?

– Ya tenía pensado y ya lo estoy proyectando, hacer una ronda de prensa con medios alternativos, con compañeras y compañeres que trabajan en Rosario apoyando la causa. Dar una mini conferencia de prensa con lo que se va a transmitir de este Parlamento, lo que se lleva para transmitir allá y que le llegue a todas las hermanas. También en empezar a hacer encuentros dentro de la comunidad, juntar dinero para poder seguir sosteniendo el Movimiento de Mujeres Indígenas, para que otras hermanas también puedan llegar al Tercer Parlamento.

– ¿Quiénes son ‘nosotros’?

– La intendenta, otros partidos que también estuvieron involucrados, personas de mucha importancia en Rosario; y yo era una de las encargadas de sentarme a hablar con cada uno de ellos. Obviamente sufrí consecuencias… Tampoco me afectaron porque así como vinieron y nos dijeron que no se podía hacer por tal o cual motivo, yo también me planté y propuse que, tal cual como ellos nos dicen, nosotros íbamos a sacar una nota en donde decíamos la verdad. La disposición de todas las mujeres estuvo, pero las decisiones políticas eran las que nos atravesaban a nosotras.
No podíamos llegar a ningún lado porque bajaron una línea política, una orden política, donde no estaba permitido por más que nos sentáramos con una empresa privada que quería apoyar. No estaba permitido que se nos apoye. Estábamos como prohibidas, no podíamos sentarnos a ver quiénes nos apoyaban. Hubo muchas agrupaciones que estuvieron apoyándonos en un momento, pero con la idea de que si nos apoyaban su partido o agrupación figure… Fue muy fuerte para mí estar ante todas esas personas y decirles que no estaba bien lo que estaban haciendo, porque ellos querían ser protagonistas de esto, que no les pertenece.

– ¿Por qué decís que era muy fuerte?

– Porque yo trabajo con jóvenes dentro de un programa que es provincial, yo soy profesora de peluquería, y era un reclamo constante: ‘¿Por qué estas molestando pidiendo tal cosa para esto? Anda a saber de dónde salen estas mujeres…’. Es como que siempre te hacen la psicológica de ‘te están utilizando’. Era muy fuerte para mí estar dando clases en un lugar donde en cualquier momento caía un director o coordinador, de municipalidad o provincia, y me diga ‘no molestes más, tenés que agradecer que tenés un trabajo y nosotros te estamos pagando’…

– ¿Te sentiste amenazada en cierta forma?

– No, no tuve miedo. Tampoco me sentí amenazada, porque así como ellos me decían, yo se los devolvía.

– Claro, no te dejaste avasallar… Pero tuvieron una actitud horrible.

– Feísima. No sé cómo en una ciudad tan grande pasa. Pero bueno…por suerte no ganaron (risas).

– Es impresionante, qué autoridad tienen ellos, a pesar de conformar el poder ejecutivo, para prohibirle a cualquier ciudadano el reunirse en el punto del país que quiera. Es insólito…

– Pasa que en Rosario nosotros tenemos la problemática de que existen secretarías, direcciones de pueblos indígenas, donde están sentados hermanos referentes (o como le llamen) haciendo «su trabajo», pero los directores son gente huinca, gente blanca. Ellos son los que en realidad toman las decisiones y definen las políticas públicas sobre los derechos indígenas o de las comunidades. Ni siquiera tienen noción de lo que hacen, pero ellos arman su agendita: ‘bueno, vos vas a hacer una venta de esto o de lo otro, y ya está’. Para ellos, las comunidades de Rosario son: danzar, vender artesanías y sacarse una foto. Nada más.
Vos no podés sentarte a discutir una política pública en donde no estés de acuerdo con nada, y más con una directora blanca (encima antropóloga), una mujer inclusive; tomando decisiones por otra mujer que fue abusada, golpeada, maltratada, a las que les dice: ‘es tu culpa que tu marido no fue preso, porque no lo denunciaste, o porque lo denunciaste y después volviste’. Es muy fuerte eso.
En Rosario es lo que está pasando hoy en día, e incluso si estás dentro de una comunidad, sí o sí te piden que tengas un Registro Comunitario o un Registro de las Comunidades, en donde te piden una personería jurídica, y una cantidad de cosas que yo no creo que sean necesarias. Para ser parte de una comunidad no hace falta que tengas un número, porque no sos un número. Allá, si no tenés personería jurídica o asociación civil, no te registran. Y lo único que piensan es que vos vivís con un plan y nada más, que eso te conforma.

– ¿En Rosario ves que hay mujeres que se van sumando, que van acompañando?

– Sí, yo conozco muchas hermanas mapuche que son del sur, que fueron a estudiar. También hermanas afro, que se van a estar sumando en Rosario. Dentro de mi comunidad recién ahora se están moviendo más seguido. Hay varias agrupaciones de chicas de la universidad que nos acompañan, del colectivo de disidencias de Rosario, que también son muy discriminados en asambleas y marchas. Ellos nos acompañan a nosotras y nosotras acompañamos sus causas.

– ¿Qué significa ser mujer e indígena viviendo en una ciudad enorme?, ¿cómo fue el proceso de irte a estudiar desde el Chaco a Rosario?

– No terminé de estudiar, en sí. Fue difícil. Para una mujer indígena estar viviendo en Rosario es difícil: salir, estudiar, tener un trabajo. Si servís, es para limpiar una casa y nada más. No servís para terminar en una academia educativa. Lo ven así, y hacen que las mujeres indígenas sientan eso y que lo único que piensen es que van a poder conseguir un trabajo para limpiar un piso y no un lugar donde puedan ir a sentarse a discutir sobre los derechos de la mujer indígena.
Cuesta empoderar a las mujeres, pero se logra. Yo lo logré y lo estoy haciendo con jóvenes. Yo no pude retirar mi titulo de 5to año por materias adeudadas que no me gustan, pero sí seguí trabajando en el territorio en esto de la proyección de un joven, un niñe o un preadolescente, por las situaciones difíciles que hay en las ciudades: hay droga, hay alcohol y muchas cosas que atraviesan a los jóvenes.
No sólo los indígenas, sino los jóvenes que se sienten parte de las comunidades y están adentro más allá de que no sean indígenas, incorporarlos a este trabajo de territorio y acompañamiento. Ayudarlos a que se propongan un proyecto de vida como jóvenes. Cuando yo llegué a la ciudad fue muy duro, pero estudié y me gustó una profesión, me quedé con ella. Hoy en día soy profe de peluquería y enseño a otros jóvenes de la comunidad a que se preparen antes de entrar a las academias. Ahí se van proyectando, con una salida laboral, y más que nada hago eso: tengo tres grupos de 17 alumnos a los que les doy clase de lunes a viernes.

– Algo más que quieras agregar…

No, nada más.

– Muchísimas gracias.

 

Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/07/28/argentina-parlamento-de-mujeres-indigenas-noelia-naporichi-somos-las-que-estamos-debatiendo-contra-el-machismo-el-capitalismo-el-estado-y-el-sistema-todo/


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