José Haro Hernández •  Opinión •  29/03/2022

OTAN: Ni paz, ni progreso, ni democracia

‘’Si tiran bombas en Ucrania, ¿pueden llegar a España?”, preguntaba una niña ucraniana a la que acogíamos como refugiada. El sentido de la humanidad y la prudencia obligan a contestarle a esta criatura que eso no es posible. Pero la geoestrategia, lamentablemente, nos indica que aquella tragedia podría llegar hasta aquí. Por una razón elemental: nuestra pertenencia a la OTAN. Imaginemos por un momento que, por error, una bomba rusa cae sobre territorio polaco. O que en uno de esos juegos que cazas españoles y rusos protagonizan sobre el Mar Negro a alguien se le vaya la mano.  En ambos casos nos veríamos inmediatamente envueltos en un conflicto militar con un país, Rusia, que nunca nos ha invadido ni amenazado, y que no tiene intención alguna de hacerlo, entre otras razones porque no puede: la geografía y la economía se lo impiden. Pero lo que una y otra cosa no van a evitar es que el territorio español sea objeto de las ojivas nucleares rusas en caso de que, de la mano de la Alianza Atlántica, entremos en conflicto armado con Putin. 

Frente a esta argumentación, los atlantistas replican que nuestras tropas están bordeando las fronteras de Rusia, junto a otras aliadas, para disuadir a esta potencia de cualquier maniobra ofensiva. Y este argumento se podría comprar si, ante un hipotético expansionismo ruso, una serie de naciones hubieran articulado, a fin de protegerse mutuamente, una fuerza de contención. El problema es que ha sido justo al revés: la OTAN lleva tres décadas ampliándose hacia el Este, hasta colocarse a tiro de misil de Moscú. Para completar el cerco, sólo faltaba Ucrania, que desde 2015 hace méritos desarrollando operaciones de castigo contra el Donbas.

Así pues, que España pertenezca al club militar dirigido por EEUU nos puede involucrar, con gravísimas consecuencias para nuestra seguridad, en una guerra que libran dos países a miles de kilómetros de los Pirineos por razones que nos remiten a disputas territoriales, presunto maltrato a minorías nacionales que ambos comparten y discordancia en lo que hace a la aplicación del concepto de seguridad indivisible.

Finalmente, el envío de armas al escenario de guerra por parte de los socios militares no contribuye sino a incentivar la escalada, alargando el sufrimiento y la destrucción.

Ya vemos que la OTAN no es garantía de paz, sino justo lo contrario. También obstaculiza el progreso de sus socios. Lo apreciamos nítidamente en las actuales circunstancias. En primer lugar, se han impuesto al invasor ruso unas sanciones que en realidad impactan con contundencia sobre las clases trabajadoras europeas, no sobre sus élites. Putin está vendiendo más gas y petróleo, y a precios más elevados, lo cual compensa con creces los efectos financieros del castigo que le ha infligido Occidente. Mientras que en la UE se disparan los costes de la energía, los alimentos y las materias primas. También el gasto militar. En España, concretamente, por decisión unilateral de Sánchez, en unos 12.000 millones de euros anuales(el 0,9% del PIB). Y ya se sabe: si apartas dinero para cañones, lo restas de mantequilla. Tendremos más barcos, ametralladoras y aviones(que además no valen en absoluto para disuadir a la primera potencia nuclear) y, en contrapartida, menos sanidad, educación o pensiones. Claro, que hay unos ganadores: los fabricantes de armas, que son fundamentalmente norteamericanos y británicos.

El debilitamiento de los lazos económicos con Rusia también redundará en un empobrecimiento europeo, dado el nivel de transacciones energéticas e inversiones cruzadas entre ambos espacios. 

Por último, OTAN y democracia son términos excluyentes. Frente al discurso belicista dominante, prodigado por unos medios instalados en la desinformación y una propaganda que nos presenta la tragedia ucraniana como expresión de la pugna histórica entre democracias y autocracias, la realidad de los hechos. Para empezar, en aquella organización hubo y hay dictaduras(el Portugal de Salazar, la Grecia de los coroneles y la Turquía actual) y democracias de muy baja calidad(Polonia y Hungría, según estándares de la UE). La alianza militar occidental tuvo, en 2011, una curiosa manera de proteger a la población de Libia de la dictadura de Gadafi: condujo a este país de vuelta a la Edad de Piedra, bombardeos masivos mediante, y lo puso en manos de unos señores de la guerra que estaban al frente de organizaciones criminales, de suerte que hoy el país norteafricano disfruta de una democracia que es la envidia de todo el continente. Podríamos seguir mencionando el bombardeo de Serbia, al margen de la legalidad internacional, que provocó cientos de muertos civiles; o la invasión de Irak, auspiciada por EEUU, y cuyos resultados en términos de restablecimiento democrático y avance social son verdaderamente dignos de admiración.  La propia Ucrania, que se presenta como abanderada de los valores occidentales y trinchera desde la cual se libra la batalla por la civilización, puede ser cualquier cosa menos paradigma del pluralismo, las libertades y los derechos. Hace una semana, el gobierno de Kiev ilegalizó a 11 partidos de la oposición(ya lo había hecho con los comunistas en 2015) y en el país rige una legislación que discrimina a quienes tienen el ruso como lengua materna. Por no mencionar los desmanes criminales de los batallones paramilitares ultraderechistas adscritos a las fuerzas armadas ucranias.

Lo que vivimos en este país desde hace unos días en relación al conflicto del Sahara es muy ilustrativo de la incompatibilidad entre la democracia y el militarismo que impone la OTAN en el ámbito de la política. La decisión de Sánchez de entregar el Sahara a la dictadura alauita, contraviniendo el Derecho Internacional, las resoluciones de la ONU y el consenso que existe en España respecto de esta causa, sólo se puede explicar desde la sumisión del presidente del Gobierno a los dictados que emanan desde Washington, residencia del mando que marca en estos tiempos violentos los destinos de Europa. Recordemos que EEUU reconoció en 2020 la soberanía marroquí sobre el Sahara. Al PSOE no le ha importado ningunear a la soberanía popular en una decisión de este calibre: el atlantismo, de la mano de este partido, ha humillado al parlamento español. A nuestra democracia.

Por consiguiente, a los y las progresistas les sale a cuenta desempolvar la reivindicación de salir de la OTAN. Esta organización se ha erigido en un obstáculo de primer orden para mantener la paz y profundizar en los derechos sociales y las libertades democráticas.

 

joseharohernandez@gmail.com


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